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De guitarras, oleos y poemas |
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Debate acerca de qué lado está la cultura cubana En los tiempos en que la gran poetisa cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda vivía y escribía fuera de Cuba, o cuando José Martí inauguró la revista infantil La Edad de Oro a miles de kilómetros de los círculos literarios de la isla, nadie debatía si la cultura cubana se desarrollaba dentro o fuera de la nación caribeña. Tampoco existía esa controversia cuando Wilfredo Lam pintaba sus frescos en París, cuando Dámaso Pérez Prado daba vuelo a su "mambo" en México, ni cuando Mario Bausá, Chano Pozo y Chico O'Farrill participaban de la creación y el desarrollo del jazz afro-cubano en Nueva York. Hoy, a finales del siglo XX, ese debate ha cobrado una fuerza extraordinaria debido a múltiples matices. Apoyados unos, consciente o inconscientemente, en la retórica de la élite gobernante cubana de que el exilio no forma parte de Cuba, y asidos otros a que nada de lo que se produzca bajo la tutela del castrismo tiene valor trascendente, el debate crece y se acalora en medio de las pasiones propias de un temperamento nacional que no se resigna a perder discusiones. No es posible otorgarle la razón a uno u otro bando sin antes detenerse un instante a explorar las causas que han provocado ese debate. Y, más que nada, sin antes echar un vistazo a las condiciones en que se ha gestado la cultura artística y literaria de Cuba en los últimos 40 años. Pero sí es muy importante saber que en ninguna otra época de la historia de la isla, casi el 20% de la población cubana vivió en el extranjero como ahora, ni tan alto número de escritores y artistas de importancia debieron radicarse en España, Francia, Inglaterra, México y sobre todo Estados Unidos. Las últimas páginas del libro "Informe Contra Mí Mismo", del laureado escritor Eliseo Alberto, constituyen casi un directorio de dónde se encuentran, fuera de Cuba, los principales artistas y escritores cubanos de esta época. De manera que este debate trasciende la polémica transitoria generada por las giras de músicos cubanos a Estados Unidos, polémica alentada por los círculos que lucran con esas giras y por sectores del exilio cubano que ante la frustración que les produce 40 años de castrismo sin esperanzas de democracia, se dejan atrapar por la peligrosa actitud de atacar a artistas en lugar de concentrar su fuego en los verdaderos círculos represivos de la Cuba de hoy. Libertad de Expresión En diciembre de 1948, la Organización de Naciones Unidas (ONU) proclama la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y la humanidad civilizada acepta como válido el derecho a la libertad de expresión. Desde la aprobación de este documento lapidario, la vida de artistas y escritores toma un nuevo giro a nivel mundial, especialmente la vida de aquéllos que se dedican a exponer ideas a través del arte. Simplemente, se da por hecho que sólo en el marco de la libertad de expresión, el arte puede expresar con legitimidad los complicados vericuetos de la sociedad moderna, sin miedo a la censura, sin autocensura y sin doble moral. Esta es la razón por la cual los intelectuales que se pliegan a las dictaduras pierden el respeto de la gente seria. Ciertamente, Moliére, Shakespeare, Vivaldi, Cervantes y Velázquez trascendieron pese a haber creado toda su obra en ambientes ajenos a la libertad de expresión, tal como ésta se conoce hoy día. Pero también es cierto que toda la especie humana vivía entonces bajo las mismas condiciones que tuvieron aquellos grandes de la pluma, el pincel o las notas musicales. Tampoco hoy día, inclusive en Estados Unidos, la libertad de expresión es completa. Entre los que pagan la producción y financian la compra de una obra de arte, hay quienes por las más disímiles razones imponen la censura. Pero siempre hay otro productor u otro comprador que abre las puertas. De esto no están exentos en Estados Unidos y otros países quienes crean obras críticas del castrismo, como fue el caso de la película "Azúcar Amarga", de León Ichaso, ignorada en varios festivales internacionales de cine. Fue la libertad de expresión francesa, la que creó el ambiente cultural propicio para que artistas y escritores de muchas latitudes se establecieran en París a lo largo de este siglo. Y fue la horrorosa ausencia de libertad de expresión la que impidió que muchos escritores rusos de este siglo tuviesen la trascendencia del gran poeta Alexander Pushkin, que hizo toda su obra en la época de los zares y estuvo censurado por uno de ellos, pero luego fue rehabilitado por Nicolás I. O la de su compatriota Fiodor Dostoevski, quien hizo su monumental novela "Los Hermanos Karamazov", en 1880, sin las nocivas influencias del "realismo socialista" que se ensañó con los escritores en la Unión Soviética de José Stalin y la posterior, hasta la llegada de Mijail Gorbachov en 1985. Arte y Política Cualquier persona medianamente informada de las experiencias sufridas por el arte y la literatura de Cuba, conoce la historia de un inocente documental titulado "PM", de Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera. Eran sólo imágenes de bares nocturnos habaneros de segunda mano. Pero "PM" se convirtió en histórico. El gobierno cubano lo prohibió en 1961 y convocó a una reunión con los intelectuales cubanos en la que Fidel Castro dijo su tristemente célebre frase "dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada". En ese momento se selló el futuro de la libertad de expresión del arte y la literatura de Cuba, y las posibilidades de autenticidad y trascendencia de sus temas, pese a la fundación de escuelas de formación de talentos y la creación de una infraestructura cultural notable. Desde entonces, los intelectuales cubanos que han dependido del gobierno cubano huyeron de los tópicos de actualidad por miedo, trataron esos tópicos a medias, o simplemente algunos de ellos mintieron sobre su época. Alejo Carpentier, por ejemplo, hizo una excelente literatura en el "El Siglo de las Luces" y otras obras en la década de los 50, fuera de Cuba. Pero al integrarse a las esferas oficiales cubanas como funcionario, no volvió a escribir una novela de aquella magnitud y, por supuesto, nunca tocó la actualidad cubana de su tiempo. En 1970, el poeta cubano Heberto Padilla publica su libro "Fuera del Juego". Se atreve a sugerir, a través de imágenes poéticas, cuestionamientos a la nueva sociedad cubana. Es encarcelado y sometido a un juicio "stalinista" que provoca la ruptura de importantes escritores latinoamericanos y europeos con el régimen de Fidel Castro, muchos de los cuales ya se habían distanciado de La Habana por el apoyo de Castro a la invasión soviética de Checoslovaquia, en 1968. Otros artistas y escritores cubanos, tal vez menos conocidos, vivieron experiencias similares a las de Padilla. En 1971, el Congreso Nacional de Educación y Cultura organizado por el gobierno de Castro, terminó por "stalinizar" la cultura de Cuba prohibiendo no sólo los temas controversiales, sino también las formas y los estilos "burgueses", para abrir paso al llamado "realismo socialista". Con este panorama, no es difícil definir de qué lado se gestó la censura y el radicalismo. De modo que quienes afirman que el arte y la política no deben ir de la mano, posiblemente tienen razón, en teoría. Pero es obvio que en el caso cubano, como en muchos otros, la política ha tenido un impacto profundamente negativo en el arte. Y esas personas deben entender que la verdadera censura que afecta a la cultura cubana no la implantaron los exiliados anticastristas. La década de los 90, con la estrepitosa caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, crea nuevas expectativas de cambio. Sin embargo, a lo largo de la década abandonan Cuba importantes intelectuales y artistas, entre ellos la ahora exitosa escritora Zoé Valdés, la poetisa María Elena Cruz Varela, la cantautora Albita Rodríguez, el pintor Tomás Sánchez, el cineasta Mario García Joya y el propio Eliseo Alberto, ganador del Premio Alfaguara en 1998, entre otros muchos. En febrero de 1999, luego de la aparición de artistas contestatarios, opositores pacíficos y periodistas independientes dentro de la isla, se aprueba en Cuba la Ley de Protección a la Independencia Nacional y la Economía de Cuba, también llamada "ley mordaza", con fuertes penas de cárcel para quienes disientan. Inclusive los partidos socialistas de Brasil e Italia, parlamentarios de Uruguay e intelectuales mexicanos han condenado la ley. Las esperanzas se pierden. La represión castrista, que sufrió resquebrajaduras en los 90, pretende recuperarse y regresar a los 70. Conclusión ¿Significa todo lo anterior que Albita, por vivir en Estados Unidos, es artísticamente más o menos importante que Juan Formel que vive en Cuba? ¿O Chucho Valdés por vivir en Cuba es más o menos importante que Paquito D'Rivera, Juan Pablo Torres o Arturo Sandoval, que han decidido vivir en territorio "enemigo"? En realidad, la situación geográfica, física, de los artistas y escritores dice poco de la validez de su arte, como tal. Es su obra la que habla por ellos. Tal vez esa ubicación diga mucho de sus ideas políticas, eso sí. Pero aún así, podría ser un lamentable disparate afirmar que la cultura cubana está fuera de Cuba. Lo mismo podría ocurrir si se dice que está sólo dentro de Cuba, dadas las peculiaridades que ha sufrido el arte cubano. Un vistazo rápido podría indicar, sin embargo, que no hay en Cuba saxofonista alguno de la estatura de D'Rivera, ni trombonista como Torres, ni escritor como Cabrera Infante, ni trompetista como Sandoval, ni pintor de la importancia de Tomás Sánchez. Ni ha habido fuera de Cuba bailarina clásica de la trascendencia histórica de Alicia Alonso, ni cineasta exiliado con la copiosa obra del fallecido Tomás Gutiérrez Alea (Titón), ni compositor y pianista de su género del tamaño de Chucho Valdés. De los tres ejemplos de artistas que han vivido en Cuba, sólo Gutiérrez Alea pertenece al mundo de las ideas fuertes. Inteligentísimo cineasta, Titón se escudó en la historia y los temas afrocubanos durante varias décadas. Sólo al principio de su carrera se aventuró con un tema de actualidad y fue importante: "Memorias del Subdesarrollo". Y al final de su vida, filmó "Fresa y Chocolate" y "Guantanamera", con los cuidados propios de la sociedad en que vivía. Es muy posible, entonces, que aquéllos que se dedicaron al arte de ideas pasen al subjetivo territorio de la interpretación de las ideas, con su derecho a tener ideas. Los que mintieron sobre Cuba en sus obras de arte, cualquiera que haya sido su bando, posiblemente quedarán atrapados en ese espacio inválido reservado a los falsificadores. La historia será su peor tribunal, en caso de que valga la pena hablar de ellos. Y los que usaron el arte para venerar la represión en lugar de venerar la libertad de expresión, sufrirán, sin dudas, el desprecio de la historia. El olvido de Cuba. JESUS HERNANDEZ CUELLAR (Hernández Cuéllar, director de CONTACTO Magazine, es autor de las obras teatrales Gente de Aquí, Gente de Allá, La Macabra Pesadilla de un Buen Soldado e Invierno en Hollywood, esta última estrenada en inglés y español en Los Angeles, y en español en Miami, Florida, y Valencia, España. Es autor de la novela Morir a Manos del Fuego, finalista del Premio Letras de Oro, de la Universidad de Miami, en 1992). © CONTACTO Magazine (www.contactomagazine.com) Contanews |
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