Subía con paso tembloroso las escaleras del teatro donde se presentaba
el pasado mes de noviembre el Festival de Jazz Latino, que iba a reunir en
Madrid a las estrellas de la película Calle 54. Con un hilo de voz,
y fina ironía, contó algunas anécdotas. Como la de su paso por la
academia militar norteamericana de Riverside, Georgia, castigo familiar por
haber sido expulsado del colegio. En lugar de enderezarse, ironías del
destino, el niño de 12 años va a descubrir el jazz escuchando la radio
junto a su compañero de habitación.
La fragilidad de Chico O'Farrill se transformaba al colocarse ante el
atril para dirigir a la orquesta. Todos los lunes por la noche lo hacía en
el Birdland, histórico club de jazz de Manhattan. Entraba al local apoyándose
en el brazo de su mujer y se sentaba en un rincón de la sala esperando el
momento de desplegar sus partituras. Al rato, su Afro Cuban Big Band, con su
hijo Arturo al piano, rememoraba la historia del feliz encuentro del jazz y
la música cubana. Aquella que protagonizaron Machito con Mario Bauzá y
Chano Pozo con Dizzy Gillespie.
El 21 de diciembre de 1950, la orquesta de Machito, con Charlie Parker,
grabó su Afro cuban jazz suite, en cinco movimientos. Arturo
O'Farrill (La Habana, 1921) -el apodo de Chico se lo puso Benny
Goodman- había dejado los estudios de leyes en la universidad y el empleo
como trompetista de los Havana Cuban Boys para buscarse, en 1948, un lugar
como arreglista en Nueva York. Lo repitió durante toda su vida: 'Mi
instrumento es la orquesta'. Durante años trabaja en la sombra. Le pagan al
contado. Sin rastro de facturas ni recibos. Los arreglos que realiza por
encargo acaban siendo firmados por otros. Ya con su nombre, Chico O'Farrill
escribe orquestaciones para grandes del jazz como Dizzy Gillespie, Art
Farmer, Clark Terry, Count Basie o, en los noventa, Wynton Marsalis.
Y en La Habana de los gloriosos cincuenta se presenta al frente de su
orquesta en los cabarés mientras sus arreglos se escuchan en discos de Bola
de Nieve o el Cuarteto D'Aida. Tras el declive de las big bands
encuentra refugio en el negocio de la música para anuncios de televisión.
Y su nombre aparece hasta en discos de David Bowie y Ringo Starr.
Como escribió su amigo Nat Chediak, si Mario Bauzá 'inventa' el cubop
o jazz afrocubano, O'Farrill es quien le da forma y viste de etiqueta.
Trueba le brindó la eternidad cinematográfica al filmar parte de su Afro
cuban jazz suite en Calle 54. La única rodada en blanco y negro.
Con él se ha ido el último arquitecto del jazz afrocubano.-