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Dialéctica
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EDUARDO HARO TECGLEN La dialéctica es más viva en esta versión teatral
-una de las quince o veinte que circulan por el mundo- que en la película:
vale más, claro, el relato, la literatura directa del relato de
Senel Paz, que se tituló El lobo, el bosque y el hombre nuevo.
Todo ello forma parte de la mitología cubana de estos últimos
ocho años. Con razón: en un país tan falto de debates,
éste plantea uno en el que se encuentran todos los valores de la
revolución castrista; valores y contravalores. La dialéctica
del personaje marginal y el comunista joven se centra en el respeto humano.
Los autores -en tantas vueltas por los géneros, los personajes de
Paz tienen varios autores- no ahorran datos del marginal: él mismo
se define como maricón por no utilizar ningún subterfugio,
ninguna palabra de disimulo.
Homosexual en una revolución que los prohibió, que se
alzó con un puritanismo sexual muy propio del comunismo antiguo
y más aún de este régimen, en el que la formación
católica original de Castro y de otros conductores de la revolución
ha pesado mucho; homosexuales perseguidos, maltratados, exiliados; atormentados
en la vida cotidiana si no han tenido nombre de escritor o de pintor para
poder escapar. Suele suceder que el marginado por algo adopta otras marginaciones
complementarias, por afirmar su personalidad que sólo es negativa
por la intolerancia del otro, o del poder.
El personaje opuesto es el comunista nuevo. El que ni siquiera puede
comprender que se persiga a los distintos: el que entiende que la revolución
es necesaria, pero no tiene derecho a nombrar diferentes a los demás.
Siente una amistad no sexual por el marginado; se siente entendido por
la cultura del otro -y la cultura aparece aquí como si fuera también
contrarrevolucionaria-, por sus libros, por sus músicas. Termina
siendo también sospechoso, y en riesgo de ser también marginado
por el comunismo ortodoxo, representado por un tercer personaje que aparece
en la obra con distintas acepciones. A mí me parece que toda la
obra está hecha desde el punto de vista homosexual, y que la dialéctica
tiende sobre todo a su liberación. Sería intención
suficiente para aplaudirla. Hago esta salvedad porque otras personas la
entienden como anticastrista, pura y simplemente, y no creo que sea así.
La fusión entre los dos personajes o entre las dos ideologías,
en cambio, no indica la conversión a la homosexualidad del comunista:
sería demasiado burdo. Indica que la tolerancia forma parte de la
libertad; más que la tolerancia, la aceptación de la normalidad
de todo y de todos.
Autor y director
No es fácil saber qué es del autor, qué del director;
y qué ha heredado este director de las otras muchas versiones, porque
ellas le hayan podido influir a favor o en contra. «Una pieza dramatúrgica
existe para que un director la tome como punto de partida, como sugerencia»,
dice el escritor, que se sienta en la sala como un espectador más.
Aparte de la posible discusión de esa doctrina, se puede entender
que el autor anuncia un distanciamiento de lo que pueda haber de ajeno
en la representación. Lo ajeno es una superposición gestual,
un añadido de músicas, un amaneramiento deliberado en la
dicción y en los movimientos. Creo que en este caso hay, también,
un deseo de exhibir a los tres excelentes actores; el poder y la educación
de voces, gestos y movimientos indican que sí hay una buena escuela
cubana de hacer teatro, y que aquí hay también buen motivo
para aplaudirla.
Quizá estas superposiciones al texto indiquen algo inquietante:
que en todo régimen de prohibición, o en toda dictadura,
se tiende a dotar a la representación y a la dramaturgia de un valor
añadido; una especie de subterfugio para indicar que lo que se busca
es la forma, la estética, la alusión, lo indirecto. El director
hace una representación -o más- de otras obras de teatro,
hace un exordio con Casa de muñecas, de Ibsen, en la escena final,
en la que la esposa da el terrible portazo que todavía hoy es el
aldabonazo (esa salida es un comienzo) de la revolución burguesa
de la mujer frente al pater familias.
En todo caso, este artificio teatral está bien hecho. Todo atrae
en el espectáculo: el texto, los personajes, los grandes actores,
la dirección.
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