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No son los leones del Paseo del Prado de la Habana los que sufren de
melancolía . Pedro Juan Gutiérrez habla de leones
reales, presumibles metáforas del hombre, viviendo las angustias
comunes de cualquier existencia : la presión de la subsistencia,
el anhelo de libertad y la nostalgia de la tierra natal .
Al decir de sus críticos, si algo caracteriza a la obra de este escritor cubano de reciente producción, devenido "fenómeno literario", llamado incluso el Bukowski tropical , es la vitalidad del estilo; sus creaciones son "un ejemplo, entre tanta literatura sosa y artificiosa, de lo que significa escribir con las entrañas" y el éxito de Pedro Juan "va más allá del producto mediático". Confieso que no he leído ninguno de los libros que lo han convertido en una de las revelaciones literarias de la España del último lustro. Con el aval de una editorial de prestigio como Anagrama, Pedro Juan Gutiérrez ha publicado Trilogía sucia de la Habana (1998), El rey de la Habana (1999) y Animal tropical (2000), que incluso le valiera por aquellos lares el premio de novela Alfonso García Ramos. "Los libros de Pedro Juan Gutiérrez son la voz de La Habana. Sus calles, sus gentes, sus modos de vida: pocos autores han captado la riqueza de la ciudad mejor que Pedro Juan", refiere un comentarista en el sitio web ClubCultura.com, que abrió su página literaria precisamente con él. Claro que la afirmación es un poco exagerada. Según he podido inferir de las reseñas de sus libros, la Habana que describe Pedro Juan es tan solo una Habana posible, es quizás la Habana de muchas de sus vivencias pues confiesa que Trilogía sucia es un libro autobiográfico, más no la única Habana, existe la posibilidad de otras miradas a la urbe capitalina, otros segmentos de la realidad que quedan fuera de lo que narra el autor. Además, la Habana marginal que presentan sus libros, una Habana real, la que subsiste por las presiones económicas que generó el derrumbe del "socialismo real" este-europeo, por la "memoria de un subdesarrollo" del que no es posible sacudirse en poco tiempo, o la realidad del acoso de la potencia más grande del planeta sobre una lengua de tierra difícil de ubicar en los mapas, posee, aún así, y lo reconocen los lectores de Gutiérrez, un aliento vital y una riqueza, más allá de las reductores ojos folcloristas, que envidian muchos metropolitanos de todos los puntos del planeta. Creo que la novela de la Habana , aquella que logre evitar las antípodas del tópico turístico y la satanización está aún por escribirse. Mas no pretendo disertar desde la ignorancia. Me tiene que bastar por ahora saber que el estilo narrativo de Pedro Juan ha sido catalogado de realismo sucio y que el propio autor dice que escribe de esta manera no para adscribirse a modas o complacer a editores y lectores sino para "llegar al límite de cada personaje, no esconder nada ". "Para mí hay una cosa esencial en la literatura. Yo entiendo la literatura como un acto de reflexión, de análisis, de exploración en la vida, y de sinceridad", ha expresado Pedro Juan en entrevistas. El motivo de este comentario es hablar del Pedro Juan Gutiérrez que ha dejado caer en mis manos algo de su producción. La importante editorial Unión, perteneciente a la institución que agrupa a los escritores y artistas de Cuba (UNEAC), acaba de publicar Melancolía de los Leones, una selección de relatos que podrían ubicarse dentro de la especialidad del cuento breve o miniatura. Y ahí radica precisamente el mayor valor del libro: arriesgarse en una forma narrativa muy particular, muy difícil —según afirman muchos— , y sin demasiado arraigo entre nuestros escritores . Porque a pesar de que en la tradición literaria universal (Kafka, Papini) y latinoamericana (Monterroso, Córtazar, Arreola) pueden localizarse varios ejemplos de valía en el cuento breve, siento que no ha ocurrido así en la literatura cubana. Ahora recuerdo tan solo: unas excelencias de un Virgilio Piñera poco conocido, libros de Alberto Serret y Daína Chaviano publicados en los 80, y cosas estupendas de Miguel Collazo que han aparecido en revistas tras su muerte. Curiosamente, los tres últimos etiquetados de "escritores fantásticos" como también debieron cargar con esa, a veces incómoda, clasificación algunos de los foráneos mencionados. Y no se trata de una casualidad. Es que este tipo de creación literaria precisa el manejo acertado de la alegoría, la metáfora, el elemento simbólico o "en clave", para poder lograr la síntesis necesaria que permita decir "la mayor cantidad de cosas con la menor cantidad de palabras", y esa condensación de sentidos que se produce genera en el lector una sensación de extrañamiento, de absurdo, de descalificación como real de las mínimas historias que son contadas. Algo que Pedro Juan, sin dudas, logra. A su manera, por supuesto: sin rimbombancias de lenguaje, ni barroquismos; ni siquiera con la maldad del escritor que seduce desde el sobre-entendido. No, solamente con rigor, fidelidad a la anécdota, llaneza de estilo, ciertos deslizamientos poéticos, y filosofía de la vivencia, que no de manual. Eso es todo, y es suficiente para convencernos. Si no lo creyera así, aquí les presento una muestra: IMPLACABLES LAS RUNAS "En un pequeño pueblo en la frontera entre Alemania y Checoslovaquia, cerca de Chemnitz, hay una adivinadora del futuro. Siempre vislumbra el porvenir por unas pocas monedas y utiliza el antiguo oráculo de las runas escandinavas. Cuando por allí pasaba la Ruta de la Sal, alguien trajo unas runas indescifrables, labradas en guijarros de los fiordos. La mujer no sabe como empezó todo ni como llegaron a sus manos las runas medievales. Tampoco puede leer este alfabeto críptico que a veces huele a mariscos y algas. Ella es sólo un instrumento de vibración. Percibe un sentimiento en cada lance de los guijarros y todo su trabajo consiste en expresarlo en voz alta. Hoy viene un hombre. La mujer lanza las piedras, pero se queda vacía. No se atreve a hablar. De nuevo las runas corren sobre el tapete. Se repite el vacío y ya no se contiene: "Usted no tiene futuro", e dice al hombre. "Es imposible", dice él. "Por lo menos, dígame que haré dentro de un minuto, cuando salga de aquí". Ella lo mira contrariada y de nuevo lanza entre los dos las piedras. "No hay remedio , usted no tiene futuro", vuelve a decirle. El hombre, molesto, le da unas monedas y sale aprisa de la casa. En el pequeño sendero de lajas que atraviesa el jardincito, aún sin llegar la verja, cae muerto." RAFAEL GRILLO © Centro de Información para la Prensa
Reservados todos los derechos Revisado: martes, 23 de enero de 2001 |
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