Retorno a la página de inicio

 CUANDO FIDEL YA NO ESTE

Indice de materias

 

 Coindiendo con las preguntas abiertas en La Habana sobre la sucesión del líder isleño, a propósito del desmayo que éste recientemente sufrió en público, los lectores franceses devoran La Isla del Doctor Castro, libro en que dos ex corresponsales galos volcaron sus experiencias acumuladas durante casi cuatro años en Cuba. La obra no sólo es un duro diagnóstico del régimen. También aventura seis posibles vías de transición tras la muerte de Fidel: desde el caos hasta un intento de proceso "a la chilena"

Seis epílogos para una revolución 

Tanto la letra de la ley como la voluntad de Fidel dejan bastante claro qué debería ocurrir cuando llegue el fin de sus días. El artículo 94 de la Constitución Cubana establece que "en caso de ausencia, enfermedad o muerte del Presidente del Consejo de Estado lo sustituye en sus funciones el Primer Vicepresidente". O sea, su hermano Raúl (70), quien además es ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Pero tal escenario apenas es una de las seis hipótesis que Rousseau y Cumerlato describen en el capítulo XI de su libro. Para los autores, la forzosa transición podría tomar igual número de derroteros, cada uno con consecuencias abismalmente diferentes, y semejantes a experiencias como la chilena. La transición dirigida. Una de ellas, precisamente, sugiere que el propio Castro acceda a liderar un proceso que los autores denominan como "transición dirigida" ante sus problemas de salud. Ello dependería de la intervención de actores como el Papa Juan Pablo II -quien ya ha enviado mensajes planteando mayor apertura en la isla-, de las diplomacias europeas, latinoamericanas y la disidencia moderada. Así, sostienen los autores, el tránsito hacia la democracia estaría marcado por un cambio gradual que lleve a la reconciliación nacional. La referencia es cercana: en el texto se indica que ello le permitiría al comandante "preservar su leyenda de revolucionario carismático y proteger su propia vida, así como la de sus afines. Como lo ha hecho Augusto Pinochet en Chile".

Revolución de Palacio. 

En el otro extremo figura la llamada "revolución de palacio", es decir, la "permanente tentación" de un golpe de Estado. Aunque el único que habría osado sacar a Fidel por la malas, el general Arnaldo Ochoa, terminó fusilado, los franceses creen que una rebelión "tendría posibilidades de éxito, respondiendo al llamamiento de amotinados que aprovecharan, por ejemplo, el pretexto de una rebelión popular de dimensiones incluso insignificantes". Si bien para muchos cubanos ello es una utopía, "La Isla de..." insiste que hay condiciones suficientes como para reeditar el derrocamiento "por senilidad" del mandatario tunecino Habib Bourguiba, en 1987. "Cabe temer una evolución similar de un régimen surgido de un golpe de fuerza de este tipo: la sustitución de un dictador por otro más joven, que aprovecha el aparato represivo de su predecesor para asentar su poder personal", apuntan. El libro también apuesta a las constantes purgas militares, "que alimentan los batallones de soldados descontentos y amargados", y que se explican por la preocupación de descabezar eventuales conjuras.

El caos. 

Más violento que el anterior se perfila el escenario siguiente, titulado sencillamente "El Caos". O sea, que la muerte natural de Castro provoque un estallido de violencia que termine forzando incluso una intervención estadounidense, "con los exiliados más vengativos siguiendo los pasos a los marines". Así, la "salida biológica", como la llama el diplomático norteamericano Michael Kozak (que pasó entre el '96 y el '99 en la representación de EE.UU. en la isla), terminaría en un inevitable baño de sangre. En pocas palabras, que los odios acumulados terminen por volverse contra quienes hoy se sienten seguros bajo Castro, y que difícilmente podrán refugiarse en una ciudad tan pequeña como La Habana: "Sin Fidel, nos vamos a fajar a tiros", asegura un testimonio recogido en el texto. La dinastía. La cuarta opción consiste en "la sucesión dinástica" a manos de Raúl Castro. Es la salida que el propio Fidel ha planteado, y que obliga, para mantenerla abierta, a que ambos hermanos jamás viajen juntos para asegurar la sobrevivencia de uno de ellos en caso de accidente o atentado. Eso sí, sostienen los franceses, lo más probable es que el "Hermanísimo" le confíe prontamente el poder a un grupo de jóvenes tecnócratas, quienes podrían arremeter con las estancadas reformas. En esa casta figuran el vicepresidente, Carlos Lague, y el presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón, entre otros. El pacto de transición. Otra alternativa es el "pacto de transición" que podría fraguarse a la muerte de Castro, a fin de evitar la violencia. La idea, que cuenta con el apoyo de la Iglesia cubana, le permitiría al régimen -según los autores- "acomodarse a una salida parecida a la del cesarismo franquista". Además, el proceso tendría un considerable apoyo interno. De acuerdo al ex secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos, Peter Romero, "los cuadros del régimen disienten secretamente de la política de Castro y están listos para garantizar la transición". La Junta. Por último, está la alternativa de que el poder quede en manos de una junta político-militar. Así, el sucesor constitucional no sería pasado a llevar por una transición de emergencia, y dejaría voluntariamente el paso a un gobierno provisional, conformado por tecnócratas civiles, por un lado, y militares, por el otro. En primer término figurarían Lague y Alarcón, y en segundo el general Ulises Rosales del Toro, o su sucesor como jefe de Estado Mayor, Alvaro López Miera. Pero ese esquema estaría sujeto a que las nuevas autoridades dieran señales inequívocas hacia el exterior, comenzando por la amnistía de los presos políticos, el reconocimiento de libertades y el regreso de los exiliados. "La convocatoria de elecciones libres" -subrayan los autores-, "sólo se produciría en una segunda fase". 

La Tercera Santiago, Chile