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Él recibió el plato dispuesto a servir como un profesional,
con mucho estilo. En el salón comedor sintió que las cosas
marchaban, aunque sin duda era un crimen que el estado sólo autorizara
a los restoranes privados a operar con doce sillas y que les prohibiera
contratar empleados que no fueran miembros de la familia, porque en la
Cazuela Cubana tenían espacio, deseos y coraje para montar un negocio
mucho más grande. Pero en todo caso era absolutamente preferible
atenerse a aquella ley, por absurda que fuera, y no tocarle los huevos
al gobierno, que si se encabronaba podía barrerlos de un solo manotazo.
Jesús Díaz : Dime
algo sobre Cuba.
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