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En torno a la ilustración latinoamericana
de libros para niños y jóvenes
Autor : Sergio Andricaín En los últimos años, los ilustradores latinoamericanos
de libros infantiles y juveniles han comenzado a ser reconocidos en el
ámbito internacional. Prueba de ello, son las distinciones que han
obtenido sus trabajos en concursos convocados fuera de la región
(en Europa y Asia) y su creciente presencia en exposiciones de ilustraciones
para libros destinados al público infanto-juvenil (Bolonia, Bratislava,
Cataluña, Tokio)... Nombres como los de los cubanos Eduardo Muñoz
Bachs y Enrique Martínez, los brasileños Angela Lago y Gian
Calvi o el argentino Ayax Barnes son ampliamente conocidos y respetados,
por la excelencia y originalidad de sus propuestas plásticas, más
allá de las fronteras de América Latina.
© Sergio Andricaín Ponencia presentada en el Tercer Coloquio Internacional del Libro Infantil
y la Promoción de Lectura, efectuado en Caracas, Venezuela, en 1994.
Este texto puede ser citado, siempre que se den los créditos al autor y se indique su fuente de procedencia. |
Voces y caminos en la poesía infantil latinoamericana
Autor : Antonio Orlando Rodríguez Sería muy ambicioso pretender reseñar, en unas pocas páginas,
la labor de todos los poetas que han escrito para la niñez en América
Latina. Este panorama se circunscribirá, pues, a algunas de las
voces principales.
José Martí En esa revista, que Martí escribía íntegramente, la poesía está presente de principio a fin: no sólo en sus versos", sino también en la prosa espléndida de sus cuentos y artículos. La poesía de La Edad de Oro no está hecha, como era usual en aquella época, para aleccionar y transmitir enseñanzas religiosas o moralejas huecas. En las creaciones de Martí se aprecia una aspiración más ambiciosa: la de poner en contacto al lector, tempranamente, con la belleza y el misterio de la gran poesía, con sus verdaderas esencias. Sus composiciones evaden lo directo, lo explícito, sugieren y buscan la trascendencia. Un ejemplo de su lírica para niños, que propone modelos renovadores, sin antecedentes en el idioma castellano, es "Dos milagros": Iba un niño travieso
La poesía de La Edad de Oro abre múltiples caminos que explorarán, en el siglo XX, diversos autores. El gran mérito de Martí fue que supo colocar la literatura para niños al nivel de la mejor literatura del continente. Otra figura relevante de la poesía infantil en el siglo XIX es el colombiano Rafael Pombo (1833-1912). Para escribir sus libros Cuentos pintados (1867) y Cuentos morales para niños formales (1869), se inspiró en divertidos personajes y anécdotas de la poesía tradicional anglosajona y los recreó con desenfado y fantasía. Poemas suyos como "El renacuajo paseador" y "La pobre viejecita" son ampliamente conocidos no sólo en Colombia, sino en otros países de Latinoamérica. También el nicaragüense Rubén Darío (1867-1916) entregó hermosas páginas a la infancia. La composición de ambiente campesino "Del trópico", escrita en 1889, y el cuento modernista versificado "A Margarita Debayle", de 1908, son magníficos ejemplos de su quehacer. En los primeros años del siglo XX se destaca el aporte del mexicano Amado Nervo (1870-1919). Los poemas de su libro Cantos escolares han sido difundidos en todo el ámbito latinoamericano. Sin embargo, la gran voz de estas décadas iniciales del actual
siglo es la chilena Gabriela Mistral (1889-1957). Los primeros versos para
niños de la ganadora del Premio Nobel de Literatura 1945 fueron
difundidos en obras de lectura escolar que se publicaron en Chile, en 1916
y 1917. Posteriormente, al editar su primer libro –Desolación (1922)–,
la autora incluyó en él muchas de esas creaciones. En 1924
vio la luz su colección de versos infantiles Ternura, que tuvo una
reedición, enriquecida con nuevas composiciones, en 1945.
Gabriela Mistral La poesía de Gabriela Mistral está signada por la ternura. Para esta autora la poesía era "un sedimento de la infancia sumergida". Canta a la inocencia, a lo tierno, a lo nuevo, a lo que se asoma al mundo. El niño es lo blanco y lo verde, lo más sensitivo y maleable, la esperanza. Gabriela Mistral aspiraba a alcanzar la transparencia de las nanas y rondas de la tradición popular, se afanaba por obtener la mayor simplicidad ("yo he sufrido mucho para lograr cierta sencillez", decía): entrega una poesía despojada de retórica superflua, desnuda y esencial. Sabe, y así lo expresa en una carta, que "el niño arroja todo el encaje de la frase y coge vigorosamente el pensamiento". Sus versos son una lección de amor y de respeto por los más jóvenes lectores. En 1927 se publica otra de las joyas de la poesía latinoamericana para niños: Las torres de Nuremberg, del argentino José Sebastián Tallón (1904-1954), un cuaderno de gran fantasía y emotivo acento, portador de inquietantes alternativas a las composiciones "escolares" que constituían el canon de la lírica infantil de la época. El libro de Tallon posee una lozanía inmarcesible; en sus páginas hay cabida tanto para una alegría y una curiosidad enormes, como para una delicada tristeza. Tallon también fue pionero en la búsqueda de una auténtica poesía infantil, que diera la espalda a las moralejas y al didactismo pedestres, fundamentada en la belleza y en la capacidad de deslumbrar y de conmover. El siguiente fragmento del "Elogio de la muñeca de trapo" ilustra su estilo: La muñeca de trapo no parece de trapo.
Nazoa se dio a conocer en 1943 con Método práctico para aprender a leer en VII lecciones musicales con acompañamiento de gotas de lluvia. Concebida a la manera de los viejos silabarios, la obra consta de siete "lecciones" en las que se entremezclan una melancolía muy a lo Andersen y la imaginación, la vitalidad y el humorismo de los latinoamericanos. Ya en esta propuesta se anuncia la vocación de Nazoa de borrar los estrictos linderos de la prosa y el verso, elemento definitorio de su estilo. Véase, a manera de ejemplo, una de las piezas del texto aludido: LECCIÓN V
Uno de los clásicos de la literatura continental, el poeta cubano
Nicolás Guillén (1902-1989) también se dirige a los
niños en este período. En 1943 se escenifica su poema dramático
Poema con niños, hermosa exhortación a la hermandad por encima
de de razas y de credos.
En todos los libros que edita Guillén con posterioridad hallamos versos que, por su contenido o su maravilloso ritmo, se convierten en "clásicos" de la poesía infantil. Sin embargo, no es hasta 1977 que el autor escribe un libro especialmente para los chicos: Por el mar de las Antillas anda un barco de papel. Oscar Alfaro (1921-1963) es la gran figura de las letras bolivianas para la niñez. En su bibliografía sobresalen títulos como Cien poemas para niños (1955) o El circo de papel (1970). Poeta de variados registros, Alfaro evoca líricamente flores, animales y paisajes, y con el mismo acierto compone fábulas de denuncia social. Este autor murió joven, en plena efervescencia creadora, y si hoy conocemos muchos de los textos que dejó inéditos hay que agradecerlo a la incansable labor de quien fuera su esposa: Fanny Mendizábal. El siguiente poema de Alfaro ilustra su estilo: Mariposa Señorita
Olor de la primavera
¿Qué hace de estos autores figuras relevantes en el panorama latinoamericano? La honestidad de su obra, el deseo de entregar a sus lectores arte verdadero y no literatura "fabricada" y carente de auténticas emociones. Claudia Lars lo explicó acertadamente al escribir, en el prólogo de su obra: "Nadie me halló buscando palabras que el niño entiende a la perfección, ni inventando imágenes achicadas al tamaño de su frente. Me hundí en la transparencia del aire y en la cálida humedad de los colores terrestres; fui alegre y agradecida con mis ojos y con mi alma; dije lo que sentí en cada arrobamiento y los poemas fueron brotando uno tras otro. (...) El niño tiene una sensibilidad más fina que la del adulto, porque es un ser nuevo y puro. Si no ha sido pervertido por libros «añoñados» o de mal gusto está listo para recibir –aunque tan sólo sea como presentimiento–, la oculta dádiva del poeta". En 1960 aparece en Argentina un libro llamado a renovar la poesía para niños de ese país: Tutú Marambá, de la gran escritora y compositora musical María Elena Walsh (1930). Con posterioridad publica otras colecciones de versos como El reino del revés (1963) y Zoo loco (1965). Sus disparatados versos se aproximan al niño por los caminos del humor, la imaginación y la ruptura de estereotipos. Véase, a modo de ejemplo, su famoso "En el país de Nomeacuerdo": En el país de Nomeacuerdo
María Elena Walsh La obra de María Elena Walsh es un canto a la libertad, a la desautomatización, una invitación a recomponer el mundo creativamente. Poesía inquietante, polisémica, que siempre deja puertas abiertas para múltiples lecturas e interpretaciones. La influencia ejercida por Walsh en los autores contemporáneos de Argentina, e incluso de otras regiones del continente americano, es notoria. Su poética, personalísima e irreverente, se ha convertido en un modelo estético y, aún más, en una postura de respeto ante el niño como destinatario de los mensajes artísticos. También en el decenio del sesenta, en Brasil, aparece una obra
muy importante: Ou isto ou aquilo, de la poetisa Cecília Meireles
(1901-1964). Se trata de un libro clave de la lírica infantil en
lengua portuguesa, formado por composiciones diáfanas, donde se
juega de manera admirable con la sonoridad de las palabras.
Cecília Meireles En las dos últimas décadas se han escrito numerosos poemarios para los niños. En Brasil, por ejemplo, se destacan autores como Elza Beatriz (Pare no P da Poesía, 1980), José Paulo Paes (E isso ali, 1981; Olha o bicho, 1989), Elías José (Un pouco de tudo, 1983; Lua no brejo, 1987) y Roseana Murray (Classificados poéticos, 1984). Con poemas en prosa como Pedro, o menino que tinha o coraçao cheio de domingo (1977) y Ah Mar... (1985), Bartolomeu Campos Queirós (1940) ha demostrado su maestría en la parábola. Poetas que han escrito para los niños en los años más recientes son, entre otros muchos, las argentinas María Hortensia Lacau (País de Silvia, 1975) y Elsa Bornemann (El libro de los chicos enamorados, 1977), la boliviana Yolanda Bedregal (El cántaro del angelito, 1979), los costarricenses Lara Ríos (Algodón de azúcar, 1976) y Alfonso Chase (La pajarita de papel, 1988), los colombianos Jairo Aníbal Niño (La alegría de querer, 1983), Irene Vasco (Conjuros y sortilegios, 1990) y Gloria Cecilia Díaz (El árbol que arrulla y otros poemas para niños, 1996), la ecuatoriana Teresa Crespo de Salvador (Hilván de sueños, 1978), el hondureño Rubén Berríos (País de rayuelas, 1993), el mexicano Roberto López Moreno (Versitlán, 1983), los panameños Carlos Francisco Changmarín (Las tonadas y los cuentos de la cigarra, 1975) y Esther María Osses (Soles de Maracaibo, 1982), el salvadoreño David Escobar Galindo (La ronda de las frutas, 1979), los uruguayos Sylvia Puentes de Oyenard (De chistera y con bastón, 1977) y Emerson Klapenbach (Las cuatro estaciones, 1983) y las venezolanas Velia Bosch (Jaula de bambú, 1984) y Jacqueline Goldberg (Una señora con sombrero, 1993). Un caso singular dentro de la poesía latinoamericana para niños, y que merece ser resaltado, es el de Cuba. Las editoriales y los concursos literarios de ese país han estimulado la creación de obras poéticas de grandes valores estéticos e indiscutible originalidad. Con el libro Juegos y otros poemas (1974), la escritora cubana Mirta Aguirre (1912-1980), se convirtió en un modelo para los jóvenes autores de la isla del Caribe. Ella propuso una lírica infantil que se nutre de lo mejor de la poesía española de todas las épocas y de multitud de referencias metatextuales; donde el propósito esencial es sensibilizar a los pequeños lectores con la belleza, cultivar su inteligencia y creatividad, revelar en todas sus posibilidades los rejuegos sonoros de la lengua.. Mirta Aguirre fue quien inició el rasgo más singular de la poesía infantil de Cuba: el empleo de antiguas estrofas de la métrica. No es raro que en los libros de los escritores cubanos contemporáneos aparezcan, "rejuvenecidas", antiguas estructuras de la poesía hispánica del siglo XII y XIII, como cosantes y zéjeles, o liras renacentistas, perqués, ovillejos, espinelas y sonetos. "Cosante" fue precisamente el título que dio Mirta Aguirre a esta composición: La liebre pretende tener ojos verdes.
Sobre el mar
Otros escritores y títulos representativos de este "boom" de la poesía cubana para niños de las últimas décadas son Nersys Felipe (Para que ellos canten, 1975), Concha Tormes (Nanas para el príncipe Igor, 1979), Alberto Serret (Jaula abierta, 1980), Julia Calzadilla (Cantares de la América Latina y el Caribe, 1982), Excilia Saldaña (Cantos para un mayito y una paloma, 1984); Adolfo Martí Fuentes (Libro de Gabriela, 1985), Emilia Gallego (Y dice una mariposa, 1983); Eliseo Diego (Soñar despierto, 1987), Francisco de Oraá (Mundo mondo, 1989) y Emilio de Armas (Junto al álamo de los sinsontes, 1989). La lírica latinoamericana para niños es una coral que mezcla voces con diferentes matices y acentos; una sinfonía en la que se amalgaman rima y asonancia, moldes estróficos y versos libres, alegría y nostalgia, sombras y luz. Es múltiple, diversa, y sin embargo reconocible dentro de su pluralidad. ¿Podría ser acaso de otro modo una poesía resultado de la mezcla de las más diversas razas y culturas? © Antonio Orlando Rodríguez Este artículo se encuentra publicado en:
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