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 Castro retoma el tema de su muerte

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No es la primera vez que Fidel Castro lee un breve discurso. En varios foros internacionales ha estado obligado a consumir menos de diez minutos. Pero no es algo que le agrada. Recuerdo que el pasado año, en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, Castro cubrió con su pañuelo una pequeña luz roja situada en el podio, utilizada para advertír al orador que su tiempo había terminado. Por eso resulta significativa la brevedad de su discurso del pasado sábado en la tribuna pública celebrada en el municipio habanero de Bejucal. Apenas 10 párrafos a los que dedicó menos de ocho minutos. Fue su primera aparición, de nuevo al sol, tras su desmayo de El Cotorro el 23 de junio.

El discurso fue un simple comunicado para anunciar que La Habana será este año la provincia sede de los actos conmemorativos por el 26 de julio. Sin embargo, Castro aprovechó la ocasión para asegurarle a sus partidarios que ``habrá socialismo y cada vez más socialismo en Cuba''.

Sin mencionarlo directamente, el dictador cubano retomó el tema de su muerte y dedicó un par de párrafos al destino de su régimen tras su desaparición física:

``¡Cesen las ilusiones vanas y ridículas!'', afirmó Castro y añadió: ``La revolución cubana no es, ni podrá ser, la obra de un hombre; es obra de generaciones pasadas y presentes, es el fruto del heroísmo de un pueblo indomable que millones de cubanos sabrán defender hasta la última gota de sangre''.

Llamó la atención también la presencia del número dos, Raúl Castro, en la presidencia del acto. Hasta ahora, los dos hermanos no aparecían nunca juntos en el mismo lugar, por razones de seguridad. Pero desde el desmayo de Fidel esta norma ya parece menos estricta. El domingo, en la inauguración del Congreso de Pioneros, Raúl compartió tribuna con su hermano.

Aparentemente el ministro y general de las Fuerzas Armadas quiere asegurarse de que, si algo le sucede a Fidel durante un acto público, él será quien tome los micrófonos para impartir las instrucciones necesarias y evitar confusiones.

Lo cierto es que desde que el dictador cubano se ``desmerengó'' en El Cotorro, las implicaciones de su muerte y los procedimientos del traspaso de poderes son ``el pan nuestro de cada día'', para la gente de la calle y también para altos funcionarios del gobierno cubano.

El mecanismo de la sucesión se previene en la Constitución, reformada en 1992.

``En todos los niveles de gobierno, el primer vicepresidente sustituye al presidente cuando éste falta. En ausencia de ambos, la Asamblea decide'', explicó Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en entrevista aparecida el viernes en el diario mexicano La Jornada.

Alarcón, quien ha sido señalado por algunos analistas como uno de los sucesores, junto a Carlos Lage, Marcos Portal y otros, trató de restarle importancia a esos señalamientos y lo explicó de esta manera: ``Es que internacionalmente somos más conocidos'', según dijo a La Jornada.

Recordó que su obligación constitucional para cuando llegue el momento del traspaso de poderes es clarísima: ``tengo que presidir la reunión de la Asamblea en la que se elige al nuevo Consejo de Estado. Y para que fuera yo, creamos otro enredo, porque hay que elegir a un nuevo presidente de la Asamblea. O sea que si hay uno que en este esquema no tiene ubicación en el Consejo de Estado, ése soy yo''.

Sin embargo a pesar de esta ``explicación constitucional'', que lo coloca cuidadosamente al margen de hipotéticas pugnas internas por el poder, Alarcón aprovechó la oportunidad para reiterar que, él también podría ser ``presidenciable''.

``Con esto yo no me estoy excluyendo. En ese caso se tendría que buscar a otro que dirija la Asamblea'', subrayó.

Sin duda la sucesión de Castro va a provocar más de un cambio interesante en las estructuras del poder en Cuba. Es cuestión de esperar y de ``alquilar balcones''.

PABLO ALFONSO

E-mail: palfonso@herald.com

Publicado el miércoles, 11 de julio de 2001 en El Nuevo Herald

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