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 Planes para el entierro de Castro

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Rumores, bolas, la imagen que nos trae la televisión de un Fidel Castro balbuciente, creador de ideas e imágenes que apenas tartajea frente a tolerantes asambleas, han sido génesis de una certeza: el dictador septuagenario está al morir.

Nunca como ahora he visto a la dama maligna de la guadaña tan lindante al hombre que se creyó eterno.

El destino --ente informe, zaheridor y burlón-- nos jugó una mala pasada. Al que creímos breve en el mando, resultó bravo en el mundo. Más de cuarenta años haciendo el mal.

Y nosotros aquí. En una espera humillante. Castro morirá en su ya inútil cámara hidropónica, pero nadie imagine una extinción ordinaria: llanto, velatorio, cortejo fúnebre, epicedio y tierra.

No, ya todo está planeado. El propio Castro --en madrugadas de insomnio y textos--, para que su último deseo sea tan respetado como las órdenes dadas en vida, ha dejado escrita la última ordenanza, la cual solamente han leído su hermano, heredero del poder, y dos comandantes históricos. Uno habló.

Nunca como ahora he visto a la dama maligna de la guadaña tan lindante al hombre que se creyó eterno

He aquí, paso a paso, la gran inhumación planificada por Fidel Castro.

El general Raúl Castro Ruz dará la noticia, a la vez que anuncia que el comandante en jefe, por decisión propia, será velado en el Cuartel Moncada de Santiago de Cuba, escenario de su primer acto histórico.

Mientras el avión número uno de las fuerzas aéreas de Cuba traslada el cadáver de Fidel Castro hasta la capital de la provincia más oriental de la isla, los restos de José Martí Pérez serán exhumados de su tumba en la misma provincia donde cayera muerto en combate desigual.

Ambos, el primero en el osario que lo guarda desde la época de Carlos Prío, y el segundo, con el uniforme y los galones de comandante en jefe, serán velados en el histórico Cuartel Moncada.

No voy a narrar el largo desfile --que durará días--, la llegada de los primeros jefes de estado y el llanto que provocarán ambas figuras.

Terminado el velorio, el cortejo fúnebre partirá por carretera, desde Oriente hasta La Habana, para que todo el país lo vea pasar o lo acompañe hasta la capital. Serán días sin límites. Quiero que todos los cubanos --dejó escrito Castro-- no se cansen de gritar: ¡Ahí van Martí y Fidel!

Ya en la capital, ambos restos serán expuestos en la Universidad de La Habana, para facilitar a los supervivientes del ejército rebelde en la Sierra Maestra, a los ciudadanos, a los jefes de estado de todo el mundo y a los funcionarios estatales de Cuba desfilar ante los restos, montarles guardia de honor y propiciar un esplendor jamás visto en Cuba.

Será en estos momentos cuando el general Raúl Castro, ya proclamado jefe de gobierno, anuncie que los restos del general Antonio Maceo serán exhumados de su sepultura-monumento en el Cacahual y enviados a Santiago de Cuba, tierra que lo vio nacer y donde recibirá los honores que merece. Acaso ésta ha sido la razón de que Fidel Castro accediera, sin darle importancia, al pedido de los familiares del viejo comunista Blas Roca de ser enterrado en el mismo ámbito que el general Antonio. Como mandaremos los restos de Maceo para su provincia natal, el viejo Blas se quedará solo en el Cacahual, debe haber pensado el dictador Castro cuando maquinaba su apoteósico entierro.

Habrá un panteón especial para el verdadero patriota, José Martí, y para el que no fue ni lo uno ni lo otro en la Plaza de la Revolución, a los pies del monumento al Apóstol diseñado por Sicre.

En este sepelio histórico, al planificarlo, Fidel Castro no se dio cuenta de que lo que él llamó Plaza de la Revolución se llama realmente Plaza de la República y fue obra de Fulgencio Batista. Escogió para su mausoleo lo que fuera obra del dictador anterior. Es como si hubiera planeado el último robo.

Nosotros nos fuimos de nuestra isla. Quedamos un grupo mínimo que no volverá. No estaremos en Cuba cuando el tirano sucumba. Pero ¿y los que están allá? ¿Permitirán semejante ofensa?

¿Qué tiempo tardaremos los cubanos del destierro --los que no hemos vuelto, los puros-- en lavar semejante infamia, como hicieron los rusos con el homónimo de Fidel, José Stalin? 

BERNARDO VIERA TREJO

Periodista cubano exiliado. © El Nuevo Herald

Publicado el martes, 10 de julio de 2001 en El Nuevo Herald

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