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 Arenas y el plebiscito 

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Ya en el exilio, el escritor Reinaldo Arenas quería a fines de la década del 80 sacudir la complacencia del mundo y darle a saber que, pese a lo que dijera el régimen de Fidel Castro, en Cuba no había libertad ni intención de llamar a elecciones libres.

Aquejado de sida, sentía la necesidad de hacer algo más apremiante que terminar su obra literaria; quería también dejar un legado político. Viajó a España a reunirse con sus mejores amigos, el pintor Jorge Camacho y su esposa Margarita, quienes le habían ayudado a sacar sus libros desde Cuba y los habían publicado en Francia. (Fue gracias a la pareja que Celestino antes del alba, El mundo alucinante y otros manuscritos fueron conocidos en el extranjero, mientras el escritor era perseguido por las autoridades castristas dentro de la isla.)

Y fue así como en una aislada casa de campo en Andalucía llamada Los Pajares, de propiedad de Jorge y Margarita, nació la idea de enviarle una carta abierta a Fidel Castro, pidiéndole que realizara un plebiscito como el que había hecho recientemente Augusto Pinochet en Chile.

Arenas escribió en el comentario del libro que publicaron más tarde él y Camacho:``Nuestra idea de enviarle a Fidel Castro una carta abierta solicitándole un plebiscito surgió en octubre de 1988. Redáctala, me sugirió Jorge. Al instante, a la luz de unos débiles faroles (pues donde estábamos no había luz eléctrica) comenzamos a redactarla [...] El hecho de escribirla nos causaba una enorme alegría y a veces no podíamos contener las carcajadas. Pensábamos en la cara que pondría Fidel Castro. Indudablemente constituía una irreverencia descomunal pedirle a quien se considera una deidad entronizada en el poder, la celebración de un plebiscito.

'A nadie en treinta años se le había ocurrido formularle tal petición. Conociendo al personaje, comentamos que la cólera que aquel texto iba a desatar sería terrible. En efecto, no nos equivocamos. Al contrario, fuimos demasiado parcos al calibrar la explosión del `máximo líder' y la repercusión de la carta.

``Terminado el texto, que desde un principio decidimos que tenía que ser contundente y breve, lo primero que hicimos Jorge y yo fue firmarlo. Al menos, dijimos, ya tenemos dos y decidimos que si no conseguíamos ninguna otra, le enviaríamos la carta a Castro y la publicaríamos de cualquier manera, aunque fuese con nuestras dos modestas firmas''.

La repercusión fue incalculable. Cientos de intelectuales, políticos y premios Nobel unieron sus firmas al documento.

Al principio no hubo, como bien afirmó luego el escritor mexicano y premio Nobel de literatura Octavio Paz a la prensa, un comité para el plebiscito. Simplemente eran un grupo de amigos trabajando por una idea común. Pero esto cambió, en la medida en que a cada persona a la que se le planteaba el proyecto lo tomaba con tal entusiasmo que al momento comenzaba a trabajar en el mismo. Hubo una reunión en París para discutir el texto y buscar firmas. La carta abierta a Fidel Castro, solicitándole una consulta nacional, estaba destinada a ser ``La carta de París''.

Después se creó un comité propulsor que se llamó Comité de la Carta de los Cien, que fue en un principio el número original de firmas, al cual se le fueron sumando otras. Entre ellas ocho premios Nobel, los más famosos intelectuales del mundo, siete ex presidentes de América Latina, del Parlamento Europeo, cientos de legisladores brasileños, tres presidentes constitucionales, artistas de prestigio internacional y el Partido Socialista Italiano.

``En realidad ni Jorge Camacho ni yo pensamos que aquel documento embrionario, escrito en un rincón de España, iba a convertirse en uno de los documentos más populares de los últimos tiempos.

``Nuestro mayor estímulo, sin embargo, fue la repercusión que la solicitud tuvo en Cuba. En las paredes de La Habana y del interior comenzó a aparecer la palabra NO. El pueblo había votado. También votaron muchos presos políticos quienes a riesgo de sus vidas hicieron llegar fuera de la isla su apoyo al plebiscito''.

La Carta abierta a Fidel Castro cumplió su cometido, porque lo que se esperaba no era que éste realizara un plebiscito, sino que la opinión mundial comprendiese la realidad cubana.

El documento original cuenta hoy con numerosas versiones y con miles de firmantes. Y éste y el artículo anterior [Perspectiva, 30 de enero], sólo pretenden cumplir con una promesa hecha a Reinaldo Arenas en Washington hace más de doce años: recordar el documento Un plebiscito a Fidel Castro, con el fin de promover la democracia para el pueblo cubano.

ANGELICA MORABEALS

Periodista chilena.

© El Nuevo Herald

25 de febrero de 2002