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 Cuba y sus miedos

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Me contaba hace poco un amigo que en su reciente visita a Cuba le
había sorprendido no haber visto ningún signo de oposición política al
gobierno a pesar de las penurias y del clima de falta de libertades
ciudadanas que impera, además de observar una gran apatía en casi
todas las esferas de la vida social, incluyendo el trabajo, como si el
tiempo se hubiese detenido en un punto y todos a la vez se pusieran de
acuerdo para adoptar una postura de recibir. Y creo que aquí radica lo
más significativo de la Cuba actual: es un país que da la imagen que
sólo aspira a sobrevivir sin mucho esfuerzo y que en esa misma medida
espera que ocurra algo y, mientras tanto, no tiene recato en recibir
lo que le den otros países con tal de subsistir un poco más. Y en esto
ultimo se identifican el pueblo y el gobierno.

El cubano de hoy no es aquel que años atrás aún creía en la justicia
de los ideales de la revolución y que soportaba penurias en pos de un
futuro que pensaba redentor. El desmoronamiento del bloque socialista
marcó un hito en este cambio al provocar  - en lo inmediato y tras el
cese de la multimillonaria ayuda que la Unión Soviética enviaba para
mantener artificialmente a un gobierno que le servía de "vitrina" del
socialismo en América, - una crisis permanente que ha mostrado a las
claras su ineficacia administrativa. El tan cacareado milagro
económico de la revolución se ha venido abajo estrepitosamente
arrastrando consigo las ilusiones del pueblo. Y para colmo de males,
la adopción de medidas para tratar de paliar la situación tales como
la autorización de la libre circulación del dólar y el trabajo por
cuenta propia, están actuando como un bumerán.

Agosto de 1994 marca el momento en que miles de cubanos se lanzan a
las calles de la capital apedreando comercios y lanzando consignas
antigubernamentales, movimiento que sólo pudo ser sofocado con la
utilización,  de las fuerzas represivas  y  de grupos paramilitares
disfrazados de obreros. Sofocado el intento Fidel vuelve a utilizar la
fórmula que había probado ya con éxito en 1980 como escape a la
presión política interna: permitir la salida del país por  vía
marítima y con alto riesgo de todo el que lo quisiera, aprovechando la
coyuntura para expulsar a opositores conocidos. Asimismo obliga a
cientos de presos por delitos comunes a abandonar el país  para tratar
 de confundir a la opinión pública internacional acerca de la
verdadera categoría moral de los que emigraban.

A partir de esta fecha el gobierno no ha tenido un momento de reposo
al tratar de mantener el apoyo del pueblo a toda costa, ya sea
organizando conflictos como el incidente del 24 de febrero de 1996
cuando fueron abatidas en pleno vuelo dos avionetas procedentes de
Miami, sospechosamente el mismo día en que la oposición interna iba a
realizar un concilio, o denunciando internacionalmente el
"descubrimiento" de planes agresivos, o movilizando a todo el país
utilizando como pretexto el caso del niño balsero; cualquier recurso
es bueno para desviar la atención del pueblo a favor del gobierno. Los
últimos discursos  de Fidel demuestran a las claras que seguirá
gobernando autocráticamente   y que no realizará ningún tipo de
cambio.

 
Lo que Fidel no dice es que él se apoya hoy más que nunca en el temor
que el pueblo siente ante los cambios. Es un miedo en muchos casos
irracional  a lo desconocido que determina la adopción de una actitud
pasiva en el plano político: se  prevé que algo va a ocurrir pero no
se desea ser protagonista, sino a lo sumo testigo y beneficiario. A lo
más que se aspira entonces es a tratar de sobrevivir en espera de
tiempos mejores o de emigrar en pos de un presente-futuro.

¿ Cuáles son estos miedos y cómo influyen en el panorama político
cubano?

En primer lugar, hay que tener en cuenta el sistema de adoctrinamiento
político de masas implantado casi desde el mismo triunfo de la
revolución. Recordemos que los medios de comunicación son propiedad
del estado, así como el sistema educativo y manifestaciones
artísticas, lo que se complementa con la prohibición de publicación y
circulación de materiales cuyo contenido o autor difieran de la
política oficial. A ello se une la obligatoriedad de estudiar los
documentos del partido y los discursos de Fidel tanto en los centros
de trabajo como de estudio, así como por los sindicatos y el resto de
las organizaciones políticas, sociales y de masas. Si a ello sumamos
que los cubanos no tienen acceso a  televisiones extranjeras, que las
noticias del mundo exterior son cuidadosamente "filtradas", que no
pueden comunicarse libremente con el extranjero desde sus casas y
mucho menos tener acceso a medios como Internet, entonces se
comprenderá  mejor la efectividad de la propaganda oficial.
 
Este adoctrinamiento se fundamenta en repetir hasta la saciedad que el
socialismo es el único sistema político justo, el único verdaderamente
democrático y libre, además, de propagar las "lacras y vicios" del
capitalismo. Por tanto, un cambio político en Cuba sólo sería posible
a condición de renunciar a las denominadas "conquistas del
socialismo", que es lo mismo que decir una regresión a la Cuba de los
años 50, precisamente a una situación que la revolución erradicó por
completo. Dicho de otro modo: el futuro de Cuba está en el socialismo
so pena de llevar al país a la ruina. Es un recurso propagandístico
burdo y simplista pero que encierra además una medida trágica:
cualquier aspiración a cambios es calificada de antipatriótica y sus
promotores pueden ser juzgados de traidores además de convertirlos en
objeto del escarnio público. En los últimos tiempos, además, el
gobierno ha tergiversado a sus anchas la situación actual de los
antiguos países socialistas europeos, poniendo el acento precisamente
en aquellas cuestiones que permitan ofrecer una imagen negativa como
resultado del cambio. Y no puede pasarse por alto la influencia que
aún ejercen en el pueblo las medidas efectistas de corte populista
adoptadas progresivamente desde 1959 tales como la reforma agraria, la
rebaja de alquileres y de servicios públicos, la gratuidad de la
educación y la salud pública, la seguridad social, etc.

Cabe señalar que cuando se profundiza en el contenido de estas medidas
salta a la vista, primero, que fueron adoptadas fundamentalmente para
atraerse al pueblo y, segundo, que su consiguiente proyección -vista
desde la perspectiva actual-, es sólo una ilusión de mejora ya que a
la larga simplemente ha contribuido a convertir al hombre en apéndice
y siervo del estado despojándolo de toda iniciativa personal. Ha sido
además el fundamento ideológico más importante para "endiosar" la
figura de Fidel Castro de tal manera que poco a poco el cubano ha ido
perdiendo derechos y sólo le quedan deberes; y cómo, en virtud de este
mismo mecanismo ideológico, dejaba de existir como ente político con
voluntad propia e iba depositando en su líder el derecho a ser el
único que podía expresar criterios sobre la sociedad y que ha llegado
incluso a disponer de la vida y bienes de los ciudadanos a la usanza
de los antiguos reyes o de los dictadores contemporáneos. Es triste
pero cierto: el cubano medio de hoy tiene poca información sobre  la
realidad del mundo actual y repite mecánicamente los argumentos del
gobierno.

En segundo lugar, hay que considerar la actitud política que las
sucesivas administraciones de los Estados Unidos han asumido con
relación a Cuba y que se manifiesta, al menos, en dos cuestiones
interrelacionadas. Primero, las conocidas y divulgadas pretensiones de
dominio de la Isla por grupos de poder desde principios del siglo
pasado que se materializaron a lo largo del actual y  anuncian el
peligro de nuevos intentos, lo que provoca un tipo de temor que
condiciona un sentimiento patriótico anti-yanqui muy utilizado por el
gobierno. Segundo, y aunque parezca contradictorio, los Estados Unidos
han sido el mejor aliado que Fidel ha tenido para justificar sus más
importantes decisiones. Baste recordar que la política norteamericana
hacia Cuba fue siempre prepotente y hostil desde 1959 y esa misma
actitud los llevó, consciente o inconscientemente, a seguirle el juego
a Castro sobre todo en los primeros años. Fue esa actitud y como
resultado de la agresión económica, lo que permitió a Fidel justificar
 ante el pueblo su acercamiento inicialmente comercial con la Unión
Soviética y que  más tarde se convertiría en dependencia; fue esa
misma actitud, en este caso como resultado de la agresión militar, lo
que le permitió proclamar el carácter socialista de la revolución en
vísperas de la invasión por Playa Girón; fue también la política que
lo ha ayudado a adoptar el papel de víctima tras la implantación del
absurdo- y desde hace ya mucho tiempo ineficaz-  embargo económico
(bloqueo). Y  recientemente, en los momentos en que no le quedaba ya
ningún recurso propagandístico, vuelven los Estados Unidos en su ayuda
al imponer la internacionalmente criticada ley Helms-Burton que sólo
ha servido para que el régimen cubano se regocije en el papel de
"víctima del imperio" y que en lo interno ha sabido acaparar la
atención del pueblo a su favor.

En cuarto lugar, y muy relacionado con lo anterior, cabe destacar que
hay poco apoyo popular a la oposición política interna, e incluso se
la mira con temor entre otras causas, porque la mayoría de las
organizaciones que la integran desarrollan sus actividades en
coordinación con el gobierno de los Estados Unidos de quien reciben
reconocimiento y quien además les da acceso a sus medios oficiales de
difusión como vía de expresión de su actividad política, de manera que
se crea la impresión que si no se tiene el beneplácito de dicho
gobierno no puede existir ningún grupo disidente en Cuba. Creo que en
estas circunstancias se comprenderá como Fidel se aprovecha para
atacar a la oposición bajo la acusación de "agentes pagados por los
EE.UU.", lo cual le brinda además la oportunidad de justificar el
no-reconocimiento oficial de su existencia.
 
Deberíamos también tener en cuenta otro factor que limita la
posibilidad de una acción popular de carácter más decidida: todo
enfrentamiento interno sería, en alguna medida, entre aquellos que
alguna vez lucharon unidos por un ideal de justicia social y que hoy
muchos sabemos que conllevaba también el apetito de gloria personal.
Sería un fratricidio enfrentar a los cubanos que en la actualidad
siguen engañados y manipulados por el régimen y que en su fuero
interno están convencidos de la justeza de la revolución y por tanto
no vacilarán en dar su vida en defensa de lo que consideran lo mejor
para su patria, con los que han sufrido el desencanto y descubierto la
corrupción del sistema.

Cuba continúa despertando simpatías entre aquellos que abogan a favor
de la justicia social y la plena independencia de los pueblos, aunque
poco a poco se va revelando la profunda contradicción existente entre
la realidad política interna y la imagen exterior que proyecta. Prueba
de ello son las condenas que el régimen recibe a diario de todas
partes del mundo e incluso de aquellos que alguna vez creyeron en su
"canto de sirena". Castro se va quedando solo y ese es otro de los
miedos perceptibles de la Cuba de hoy. A toda costa se aplican medidas
que demuestran su debilidad y temor a perecer. La visita del Papa a la
Isla, a lo que durante años Castro se negó rotundamente, es quizás uno
de los últimos intentos para focalizar la atención mundial y tratar de
atraerse a los millones de católicos que hasta el momento han
mantenido una respetuosa distancia hacia un régimen que discriminó a
los creyentes durante muchos años.

Estos y otros miedos existen y pienso que un primer paso para
solucionar la pesadilla que vive hoy Cuba es reconocerlos y actuar en
correspondencia. Pero tiene que ser tarea de los propios cubanos, de
los de adentro y de los de afuera, intentando superar las
discrepancias acumuladas durante los últimos cuarenta años.

Ángel Luis Martínez Acosta

17 de febrero de 2002