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 Miedo por culpa del miedo

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La gente tiene miedo. Nadie puede alzar la voz. A cualquiera lo pueden acusar de divulgar "propaganda enemiga" o de cometer el delito de "desacato", en el mejor de los casos. En el peor, te pueden acusar de ser agente de la CIA. Sin pensarlo dos veces, el omnipotente y omnipresente Estado cubano puede llevarte a la cárcel, despedirte de tu empleo, anular de un plumazo tus aspiraciones de estudiar una carrera, inclusive de ejercerla después de haber invertido miles de dólares en tu educación.

Esto es lo que más se escucha entre los cubanos de hoy, dentro y fuera de Cuba. Por supuesto, no se trata de un rumor anticomunista engendrado en las impenetrables oficinas estratégicas de la CIA, ni salido de las mesas de dominó de la Calle Ocho de Miami. Hay muchas pruebas. Las ha habido desde tiempos inmemoriales.

En la lejana fecha de abril de1961, más de 100 mil personas son detenidas en estadios, teatros y escuelas, y el cardenal Manuel Arteaga, jefe de la iglesia cubana, se tiene que refugiar en la embajada de Argentina, ya muy anciano, vísperas de la invasión de Bahía de Cochinos. En 1970 un gran número de escritores cubanos y extranjeros son tajantemente prohíbidos en Cuba por largos años, algunos inclusive hasta hoy. Otros muchos han sido prohibidos después. En 1980 el gobierno lanza a las calles turbas enardecidas que atacan a pedradas las casas de quienes saldrían del país por el puerto de Mariel. En 1989, el mejor soldado de la revolución de Fidel Castro, el general Arnaldo Ochoa, es ejecutado -como tantos otros cubanos- en un paredón de fusilamiento, acusado de narcotráfico en un dudoso proceso judicial. Igual suerte corre el mejor agente de la inteligencia cubana, el coronel Antonio de la Guardia, en el mismo proceso. En 1997 tres hombres y una mujer -Vladimiro Roca, Marta Beatriz Roque, Félix Bonne y René Gómez Manzano- son arrestados y condenados a prisión por divulgar un simple documento al que han puesto el atrevido título de "La Patria es de Todos".

No es para menos, cualquiera estaría muerto de miedo de sólo vivir en tales circunstancias.

Mientras tanto, los verdugos explican a la humanidad, en discursos de ocho horas e intensas campañas de relaciones públicas, que la revolución cubana es el más hermoso proceso que haya vivido la humanidad, porque la educación es gratis y hay centenares de miles de graduados universitarios, la salud pública es también gratis y Cuba, de la noche a la mañana, se ha convertido en una potencia médica, a pesar de que sus habitantes se alimentan mediante una libreta de racionamiento y comprando lo que pueden en tiendas que sólo venden productos en dólares. A pesar también, de que el mundo ha estado viendo por años las imágenes de los "balseros" que se lanzan al mar dispuestos a morir en el Estrecho de la Florida o de aquellos que se han escondido en trenes de aterrizaje de aviones extranjeros, para no tener de disfrutar de los grandes beneficios de esta hermosa revolución.

Ni qué decir de ejemplos más sencillos. Los intérpretes de música popular Celia Cruz, Gloria Estefan, Olga Guillot, Willy Chirino, Paquito D'Rivera, Arturo Sandoval, Albita y otros muchos que viven exiliados, son tabú en la sociedad cubana y hay que escucharlos, casi a escondidas, en discos y casetes que llevan a Cuba los turistas. Por no mencionar los libros de Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas y Zoé Valdés.

¿Cómo explicar todo esto? La lógica más elemental revelaría que una revolución verdaderamente hermosa, con apoyo popular y solidez política jamás privaría a su pueblo del derecho a leer a sus mejores escritores ni a escuchar a sus mejores músicos, aunque éstos viviesen en el extranjero. Cuando usted prohíbe un libro es porque usted le tiene miedo a las ideas que contiene ese libro. Cuando usted prohíbe a un músico, es porque usted le teme a la influencia de ese músico.

Cuando un gobierno encarcela a uno de sus ciudadanos por criticarlo, es porque ese gobierno le tiene miedo a la palabra de un simple ciudadano, o al eco que esas palabras pudiesen provocar en el resto de los ciudadanos.

Luego entonces, la explicación que hay detrás de todo esto es muy sencilla. Ese miedo atroz que sienten los cubanos frente a su gobierno, se produce a su vez por culpa del pánico que le tiene a su propio pueblo, a los artistas, a los escritores y a los activistas de derechos humanos ese gobierno.

En pocas palabras, es un miedo por culpa del miedo.

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JESUS HERNANDEZ CUELLAR

 

3 de septiembre de 2001