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Una tarde antes que llegaran las lluvias

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LA HABANA, diciembre - En la tarde que me encontré al pintor amigo, unos pocos días antes de estas lluvias, lucía un sol esplendoroso en un cielo azul pálido. ¿Vamos a tomar un café?

Después del café nos sentamos en el pequeño y umbroso parque que está frente a la casa del Conde de Villanueva, ahora un diminuto y bello hotel de sólo nueve habitaciones.

¿La pintura? Le daba para ir tirando, quienes estaban insoportables eran sus dos viejos tíos, con los cuales convivía. Le interesó cooperar conmigo, en un futuro próximo, en un plan para promocionar artistas jóvenes. El pintor, mi amigo, es un hombre joven y atractivo. A pesar de ello me narró una anécdota que sólo en la Cuba actual es creíble.

Su juventud y belleza no le aseguraron el acceso al amor durante seis meses. Casi se sentía enfermo. Un amigo le aconsejó que fuera a Monte y Cienfuegos, temprano en la noche, donde podría escoger prostitutas muy jóvenes que por sólo cinco dólares le ofrecían treinta minutos de sexo. Quizás exageró. Me dijo que había estado con cuatro muchachas muy bonitas, o sea que disfrutó dos horas de ejercicios sexuales por veinte dólares.

Lo interesante de su narración estriba en que hay que llegar temprano al lugar, pues las jineteritas, siempre guardadas por sus amigos, allí calientan los motores y obtienen los dólares que le permiten entrar en discotecas, cabarets y hoteles y consumir mientras cazan en estos últimos lugares los clientes que más pagan; los extranjeros. El precio: entre cincuenta y cien dólares.

Seguimos conversando y finalmente me invitó a comer. Fuimos al restaurante La Luz, al lado del hotel Ambos Mundos, donde cenamos bien y barato. La noche, más bien fría, había caído ya sobre la Habana Vieja, y la calle Obispo resplandecía bajo la luz ámbar de sus faroles.

El pintor, mi amigo, siempre que lo encuentro, al dejarlo, me deja cargado de energía positiva.

Pero el asunto de las jineteras... miro en derredor y descubro una tras otra a las muchachitas que ya comienzan a trabajar, que ya han calentado sus motores previamente en Monte y Cienfuegos o en cualquier otra parte. Las descubro incluso recostadas a la pared del atrio que da acceso a la Catedral de la Habana. ¿Cuántas habrá en la ciudad? ¿Qué negocios colaterales se desprenderán de su actividad? ¿Cuántas consumirán drogas o serán seropositivas sin saberlo?

Se termina el año, lluvias y fríos inusuales nos han azotado, ¿qué nos traerá el 2001 a los cubanos? ¿Volverán los jóvenes a tener relaciones amorosas sin necesidad del comercio sexual? ¿Recuperaremos el amor en su más amplio sentido?

Vuelvo a casa y al penetrar en el patio central del edificio recuerdo a los policías que entraban a cobrar el dinero por los negocios ilegales que en él se realizaban, su avidez ante los cinco o diez dólares que le tocaban a cada uno. Ya este patio no huele tan intensamente a mariguana.

Me siento pesimista ante el futuro nuestro. Se da marcha atrás. Aumenta la represión. La corrupción se infiltra en todos los intersticios del entramado social.
 
 Miguel Angel Ponce de León, Grupo Decoro

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 29 de diciembre de 2000