Aspirantes a la sucesión
Los que quieren creer todavía en la supervivencia pura y dura
del régimen después de la muerte de su fundador son con frecuencia
-como Ricardo Alarcón o los altos dirigentes del Partido, José
Ramón Machado Ventura y José Ramón Balaguer Cabrera-
los más comprometidos en el crepúsculo del dictador. Su celo
y sus diatribas extremistas los obligan a apostar por una ilusoria y clemente
perennidad. Si Castro desapareciera hoy "una personalidad de una importancia
extraordinaria estaría ausente, pero eso no sería la desaparición
de la revolución. No hay ninguna razón para esperar cambio
alguno", aseguró en noviembre de 1999 el presidente de la Asamblea
Nacional en una entrevista concedida al diario español El Mundo.
El vicepresidente cubano Carlos Lage se guarda muy bien de tales excesos
en público. Pero a pesar de todo hay que permanecer en la obediencia
al mito de la inmortalidad del régimen para seguir formando parte
de la carrera por la sucesión, ya iniciada en Cuba. "Dentro de quince
años, seguiremos teniendo en Cuba un sistema socialista cada vez
más fuerte, más organizado, más justo", afirmó
Carlos Lage al diario español El País en noviembre de 1999.
El periodista pregunta: "¿Quién, según usted, tendrá
el carisma suficiente como para sustituir a Fidel Castro?". Respuesta del
vicepresidente cubano (casi rayana en lo grotesco por exceso de prudencia):
"El pueblo y el Partido".
Fiel entre los fieles históricos, Alfredo Guevara no teme exponer
sus temores a Jon Lee Anderson, en The New Yorker el 21 de febrero del
2000. Este intelectual atormentado y tortuoso aboga por reformas necesarias
que permitirían que sus ideales sobrevivieran en Cuba. "Quizás
no pasará nada, o quizás, después de nosotros, habrá
un período en el cual nuestros herederos nos criticarán de
manera brutal, pero, yo creo que, más tarde, otra generación
relevará a la revolución... Si dejamos algo detrás
de nosotros", dijo.
De hecho, confusamente, el propio Comandante sabe que el régimen
no le sobrevivirá: "Nuestro modelo ha funcionado, pero yo no se
lo recomendaría a nadie, pues nadie podría hacerlo como nosotros",
admitió Castro ante 400 economistas procedentes de 50 países
reunidos en La Habana a finales de enero del 2000. Cuando él dice
"nosotros", evidentemente habla de él mismo. "Lo ideal sería,
no que Cuba se incorpore al proceso de globalización, sino que la
globalización se incorpore a Cuba", dijo también, añadiendo
lo inverosímil a lo hipotético.
"¿Cuánto tiempo más va a durar esto? Nadie lo
sabe", suspiró también en la entrevista con el semanario
neoyorquino de febrero del 2000 monseñor Carlos Manuel de Céspedes,
vicario del arzobispado de La Habana, tataranieto y homónimo respetado
del "Padre de la Patria", que inició las guerras de independencia
contra España. "Estoy seguro de que cuando Castro ya no esté,
todo va a cambiar gradualmente [...] Yo no creo que Fidel Castro cambie.
Creo que seguirá gobernando y que morirá en sus funciones,
exactamente como Franco [...] Suceda lo que suceda, hay que evitar el caos
a toda costa", advirtió el prelado que aboga por un estado fuerte,
principalmente para apartar a Cuba de la mafia de la droga.
EL ESCENARIO CONSTITUCIONAL
"En caso de ausencia, enfermedad o muerte del presidente del Consejo
de estado, éste sería sustituido en sus funciones por el
primer vicepresidente", prevé el artículo 94 de la Constitución.
Según esta regla, todo parece claro. El hermano menor, Raúl,
"sustituiría" a su hermano mayor Fidel a su desaparición,
o si es declarado incapacitado para gobernar.
Para garantizar la continuidad en el poder, como los monarcas y sus
herederos, los dos hermanos jamás viajan juntos a fin de que por
lo menos uno de los dos sobreviva en caso de accidente o atentado.
De hecho, esta disposición constitucional se puede aplicar de
diversas maneras. Esquemáticamente, hay dos grandes interpretaciones
posibles: el primer vicepresidente sustituye interinamente al jefe del
Estado (como en Francia, donde el presidente del Senado asume las riendas
del país en espera de una nueva elección. En Cuba, es la
Asamblea Nacional quien nombra al jefe del estado); o el primer ministro
se queda en ese puesto hasta el término del mandato presidencial
(ésta es la interpretación norteamericana).
Ninguna exégesis oficial ha aclarado por el momento este punto
de derecho constitucional. Todos convienen sin embargo en decir que la
respuesta está determinada en gran parte por la personalidad del
sustituto designado.
Con fama de bon vivant, Raúl Castro es en privado un buen muchacho.
Le gusta pasar de vez en cuando un fin de semana en la playa de Varadero.
Está acostumbrado a ir a los lujosos hoteles cuya administración
ha confiado al Club Mediterráneo, Gaviota, el grupo turístico
del ejército. Tampoco deja de lado la botella y, contrariamente
a su hermano Fidel, sabe bailar como un verdadero cubano.
La hija de Fidel Castro, Alina Fernández, habla de él
con una ternura que le niega totalmente a su padre. Raúl es muy
familiar y la había puesto bajo su protección benévola.
Aunque separados, él se preocupa también de salvar las apariencias
en sus relaciones con su esposa Vilma Espín, que desempeña
el papel de Primera Dama cubana a falta de reconocimiento oficial de la
unión del jefe del Estado con su compañera Dalia Soto del
Valle.
EL CABALLO Y EL BURRO
La falta de parecido de Raúl con sus dos hermanos mayores, Fidel
y Ramón, hace correr los comentarios más diversos sobre su
nacimiento. Fidel tiene carisma, Raúl no lo posee en modo alguno.
Para los cubanos, si Fidel es el Caballo, Raúl es el Burro.
Sus discursos son, o bien incoherentes -como durante una presentación
desastrosa ante los militares al comienzo del asunto Ochoa, que ya es famosa-,
o bien lamentables. Puede suscitar un aburrimiento mortal cuando lee la
biografía (¡comenzando por los tatarabuelos!) de un líder
sindical muerto por los esbirros de Batista, y sembrar igualmente la consternación
cuando se lanza en una larga sucesión de retruécanos y bromas
cuya banalidad acentuada sólo provoca sonrisas cortesanas.
De baja estatura y barrigón, el rostro adornado con un bigote
un poco ridículo, su salud -minada por los excesos reiterados con
la bebida- es frágil, a pesar de que es cinco años menor
que Fidel.
El personaje, que sigue siendo misterioso, sale en muy pocas ocasiones
de la sombra de su hermano que, no obstante, le ha confiado en estos últimos
años misiones diplomáticas importantes: viajes al Vaticano
y a China, principalmente.
En caso de sucesión, lo más probable, es que Raúl
garantice el interinato y confíe muy rápidamente la dirección
de los asuntos del país a los tecnócratas del régimen
para que ellos inicien la apertura y la reforma democrática que
se impondrán. Comunista desde muy temprano (se afilió a las
Juventudes Comunistas desde 1953, a su regreso de un festival mundial de
la juventud en Viena), ha sabido dar pruebas de pragmatismo favoreciendo
la reconversión de los ejércitos al sector de la economía.
De esta manera Raúl insistió ante su hermano para lograr
la reapertura de los mercados libres campesinos pocos días después
de las revueltas de agosto del 94. "En la actualidad, el problema político,
militar e ideológico de este país, es buscar qué comer",
dijo entonces.
"El escenario más probable no es el de una transición
política sino el de un gobierno de sucesión", con una repartición
de los poderes que dejaría a Raúl Castro al frente de las
Fuerzas Armadas, propone Jaime Suchliki, profesor de Ciencias Políticas
y director del Centro de Estudios Cubanos en Miami. Por consiguiente, el
puesto de jefe del Estado seguiría vacante. Por el momento, sólo
el Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular y miembro del Buró
Político, Ricardo Alarcón, se ha colocado públicamente
en las filas para suceder a Fidel Castro en la presidencia. "Cuando llegue
el momento, lo haré [...] Creo que puedo aportar mi contribución
al país con mi experiencia", le declaró al diario Nuevo Día
de Puerto Rico en diciembre de 1997, es decir algunos meses solamente después
de la presunta fecha del problema de salud más severo que ha sufrido
el Máximo Líder. Es quizás esta precipitación
la que lo obliga desde entonces a defender las posiciones más ultraortodoxas...
Este sexagenario de expresión voluntariamente desdeñosa,
tiene la reputación de ser, en Cuba, el mejor conocedor de Estados
Unidos gracias a su experiencia de doce años pasados en Nueva York
como embajador ante Naciones Unidas. Debido a esto está encargado
de las negociaciones migratorias con Washington. Presidente de la Asamblea
desde 1993, está considerado como el "civil" más influyente
de todos los que rodean a Castro.
Como lo señaló él mismo un día hablando
de José María Aznar: "En la vida, hay gente que es simpática,
y gente que no lo es". Alarcón es un intelectual brillante, muy
imbuido de su propio valor, lo que con frecuencia lo vuelve arrogante y
le atrae numerosas enemistades. Tendrá que superarlas para asumir
el papel que ambiciona después de Castro. No le faltan ventajas
para eso: los diplomáticos, que le conocen bien, aseguran que es
un orfebre en materia de doble lenguaje y doble moral. "Ese es un buen
punto, ya que por lo menos sabe que puede haber otro lenguaje y otra moral",
señala un embajador europeo que, como a muchos, no le simpatiza.
LA 'TIENDA CUBA'
El nombre de Carlos Lage, 48 años, es el que con más frecuencia
se cita a la hora de evocar la etapa post-Castro. El vicepresidente cubano
tiene todos los rasgos de un buen alumno: un rostro liso y un poquitín
adusto, un historial sin tacha en el seno del Partido Comunista y el buen
tino de seguir a Fidel Castro como su sombra sin jamás ni siquiera
intentar dirigirse al centro de la palestra.
"Es él quien cierra las cuentas cada día de la 'tienda
Cuba' ", asegura un diplomático destacado en La Habana, con una
admiración teñida de conmiseración.
Su calvicie precoz, su silueta un poco encorvada y su gusto por las
camisitas a cuadros hacen de él el prototipo del tecnócrata
a la cubana. Un personaje a años luz de distancia de los barbudos
que siguieron a Fidel Castro a la Sierra Maestra.
Como todos los cuadros cubanos, Carlos Lage va regularmente a mezclarse
con la base: visitas a fábricas durante reuniones sindicales pasando
por encuentros con los agricultores de las cooperativas. Su personalidad,
habitualmente eclipsada por el carisma casi palpable de Fidel Castro, demuestra
entonces su medida y le permite establecer contactos cálidos y naturales,
testimonian observadores occidentales que lo han visto actuar.
Apoyado en su devoción patriótica sin falla y su sistema
de vida austero, Carlos Lage puede, cuando es necesario, asumir aspecto
de un Saint-Just del socialismo tropical. En pleno recrudecimiento del
régimen ha sabido sin embargo atrincherarse tras su imagen de especialista
de la economía para evitar los excesos. Su rigor ideológico,
en todo caso, no le impide ganarse las simpatías de los hombres
de negocios extranjeros y, sobre todo, demostrar pragmatismo en sus funciones
que se asemejan a las de un primer ministro. Salvando in extremis la economía
y el régimen Cubano al borde del abismo tras la implosión
del suministrador de fondos soviético, fue él efectivamente
quien supo convencer al Comandante en jefe en 1993 de darle derechos de
circulación al dólar, la moneda del enemigo norteamericano.
Posteriormente fue el artesano de reformas económicas muy controladas:
autorización de un pequeño sector privado artesanal, apertura
a las inversiones extranjeras, promoción del turismo, modernización
de la fiscalización y del sector bancario...
Sin embargo, nada parecía predecir tal destino para este pediatra
salido del molde del régimen. Presidente en 1975 de la Federación
de Estudiantes Universitarios (FEU), miembro del Partido Comunista y diputado
el año siguiente, se convertiría en primer secretario nacional
de la Juventud Comunista en 1981. Advertido por Fidel Castro, que lo nombró
para que formara parte de su equipo de apoyo en 1986, hizo su entrada ese
mismo año en el Comité Central del Partido comunista. Siguiendo
su ascenso meteórico, pasó a formar parte del Buró
Político en 1991 y fue nombrado vicepresidente del Consejo de Estado
en 1993.
En la estela tecnocrática de Carlos Lage, los ministros a cargo
de las carteras económicas tienen también fama.
Marcos Portal León, que festejó sus 50 años el
2000, posee a su favor el crédito de haber salvado de la ruina al
sector industrial del cual está a cargo desde 1983. Es miembro del
Buró Político desde 1997 después de haber integrado
el Comité Central como suplente desde 1980. Es muy cercano a Raúl
Castro, lo que sin duda alguna es una ventaja en la perspectiva de un gobierno
de sucesión en un marco constitucional.
El ministro de la Economía, José Luis Rodríguez,
y el ministro-presidente del Banco Central, Francisco Soberón, completan
en general los ases de los cubanólogos.
La democión de Roberto Robaina de su cargo de ministro de Relaciones
Exteriores en mayo de 1999, lejos de apartarlo definitivamente del curso
de las responsabilidades en la etapa pos-castrista, por el contrario le
ha confirmado su estatuto de electrón libre del régimen.
Su destitución debería permitirle ajustar cuentas políticas,
lo que para los otros serían demasiado evidentes cambios de casaca.
Para el futuro, Robertico puede, de todas formas, contar con la vasta red
de amistades y de influencia que estableció en toda la isla con
los cuadros que formó durante su estancia en la dirección
de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), y que después
protegió o favoreció. De su participación en la guerra
angolana, guarda también buenos contactos en los medios militares.
Como es costumbre en caso de desgracia, los rumores más infames
han corrido a cuenta suya y de su mujer: corrupción, intento de
salida clandestina hacia el exilio, robo de obras de arte, bacanales y
tren de vida suntuoso. Muy pocas cosas no le fueron imputadas por una vox
populi cuidadosamente alimentada por chismes y habladurías.
Oficialmente, ha conservado su automóvil del Estado y su asiento
en el Buró político, del que forma parte desde 1991. Si esto
es cierto, podemos suponer que su chófer está sobre todo
encargado de vigilarlo, y ya no se le invita a las reuniones del Palacio
de la Revolución. El portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores,
Alejandro González, se ha encargado también de precisar que
su antiguo jefe ha regresado a la escuela (militar). "Es necesario que
haga ahora como yo después del ataque al cuartel Moncada: que reflexione...",
según establece una enigmática declaración atribuida
a Castro. >>
Publicado el domingo, 17 de septiembre de 2000 en El Nuevo Herald
LavozdeCubaLibre
Enviado por Rocio de Luna A. |