La transición inevitable
Todos saben que la transición es inevitable, e incluso
necesaria. Algunos la querrían ya mismo, para detener la degradación
moral y económica del país; otros, por el contrario, quieren
ganar tiempo. Creen que no todo está perdido, que pueden preservar,
si no el statu quo, por lo menos sus privilegios. Todo dependerá
de la correlación de fuerzas en el momento de la verdad. Hay pues
que contemplar la gama de posibles escenarios, sabiendo que incluso el
que más improbable parezca hoy, podrá ser posible.
UNA TRANSICION DIRIGIDA POR CASTRO (EL ESCENARIO CHILENO)
Paradójicamente, Fidel Castro es el principal obstáculo
para una transición democrática, y al mismo tiempo, él
es el único que puede conducir los cambios de manera pacífica",
resume Eduardo García Moure, que dirige una organización
sindical independiente en el exilio. Para él, si los dirigentes
cubanos no han escogido efectuar ellos mismos la evolución, es porque
se saben en una posición débil y piensan no tener la capacidad
política para controlar el proceso. Es un escenario que, sin embargo,
tiene muchos partidarios: el Papa en primer lugar, las diplomacias europeas
y latinoamericanas y la disidencia moderada. Hasta la propia hija de Fidel
Castro, nacida de una relación amorosa con Naty Revuelta, considera
que "lo ideal sería que el propio régimen favoreciera el
paso a la democracia", porque, "el futuro no se puede detener". El rey
Juan Carlos de España quiere creer que Cuba tendrá "muy pronto
un futuro de paz y de concordia para todos sus hijos; un futuro que está
al alcance de la mano, un futuro de reencuentros y reacercamientos, un
futuro donde Cuba se abra a Cuba. Las circunstancias son favorables, las
soluciones deben ser generosas", aconsejó en el momento de la partida
tras una visita a la isla comunista en noviembre de 1999. Dos semanas más
tarde, el 2 de diciembre, el papa Juan Pablo II recibe en el Vaticano las
cartascredenciales del nuevo embajador de Cuba ante la Santa Sede. El Pontífice
reafirma ante todo su oposición a una estrategia de aislamiento
internacional: "Cuba no debe verse privada de relaciones con otros pueblos,
porque éstas son indispensables para un sano desarrollo económico,
social y cultural". Pero inmediatamente agregó, "sería más
fácil si, por su parte, Cuba favoreciera nuevos espacios de libertad
y de participación para sus habitantes, llamados todos a colaborar
en la construcción de la sociedad". Reclamando con energía
"un clima de distensión y de confianza en el cual se garantizaran
los derechos fundamentales de las personas, creyentes o no creyentes".
Para Elizardo Sánchez, "es necesario que Fidel Castro facilite el
proceso de cambio, que participe en él e incluso lo dirija". Pero
¿por qué correría ese riesgo el Máximo Líder?
"Participar en un proceso de cambio le permitiría a Fidel Castro
preservar su leyenda de revolucionario emblemático y carismático.
Esto también le permitiría proteger su vida y la de sus hombres.
Tal como hizo Augusto Pinochet en Chile", explica el disidente."Un cambio
brusco conlleva demasiados riesgos y puede provocar demasiadas secuelas",
previene Dagoberto Valdés.
LA REVOLUCION PALACIEGA (EL ESCENARIO TUNECINO)
La tentación de un golpe de Estado en vida de Fidel Castro
no ha faltado en Cuba. Se podría decir incluso que hay muchos que
podrían tener buenos motivos para lanzarse a esa aventura. Por miedo
a tener que sufrir el cambio, los pinchos y los mayimbes pudieran querer
precipitar ellos mismos el movimiento a fin de controlarlo. La Historia
con frecuencia es una cita entre los hombres y el momento adecuado. La
destitución en 1987 por "senilidad" del presidente Habib Bourguiba
a la edad de 84 años por el actual presidente tunecino Zine El Abidine
Ben Ali da una idea bien precisa de la revolución palaciega que
podría ocurrir en La Habana, teniendo sin duda, como en Túnez,
un gran apoyo popular inicial si el asunto se lleva a cabo bien. Incluso
el perfil mismo del golpista árabe -general de ejército que
comenzó su carrera en la seguridad militar, antiguo ministro del
Interior y Primer Ministro del jefe de Estado destituido- es completamente
trasladable al Caribe socialista Igual que se puede temer una evolución
similar de un régimen surgido de tal golpe de fuerza: la simple
sustitución de un dictador por otro, más joven, que se aprovecha
del partido único y el aparato represivo instaurado por su predecesor
para asentar su poder personal. El más célebre de los complots
conocidos es sin duda alguna el urdido por el general Arnaldo Ochoa, héroe
del ejército, detenido pocos días después de su nombramiento
como jefe de la región militar occidental, la más importante,
puesto que incluye a La Habana. La existencia de la conspiración
nunca ha tenido reconocimiento oficial Impugnada por el escritor exiliado
Norberto Fuentes, un allegado al general fusilado, la conjura ha sido atestiguada
por numerosos testimonios parciales pero concordantes, algunos de los cuales
recogimos directamente en Cuba. La puesta en escena del proceso del general
Ochoa y, sobre todo, su ignominiosa ejecución, tenían como
objetivo -tanto como castigarlo y desacreditarlo- aplastar con el terror
a todos aquéllos que hubieran estado tentados de seguir su ejemplo.
Uno de los documentos más asombrosos difundidos en aquel entonces
por la televisión cubana, es sin duda alguna el voto del Consejo
de Estado, presidido por Fidel Castro, para confirmar unánimemente
la sentencia de muerte. Con una luz pálida, la cámara gira
lentamente en torno a la larga mesa del Consejo, reunido en el Palacio
de la Revolución: se muestra el rostro de cada uno de los participantes,
claramente identificable (Carlos Lage y Roberto Robaina asombran por su
juventud). Es un pacto mafioso. Desde entonces, la composición del
Consejo de Estado ha variado muy poco. El club del poder cubano es un círculo
de sangre, sellado por la condena del "gran general", una Cosa Nostra,
una sociedad de dónde sólo se sale por la muerte o por la
traición. En el seno del ejército, todavía no han
superado el trauma. "La figura de Ochoa puede todavía servir de
emblema de oposición en las fuerzas armadas, su aura de general
mártir puede aglutinar a los militares", nos confió un día
Vladimiro Roca, que ha conservado de su pasado como piloto de caza algunas
relaciones en el ejército. "Y ése, ¿por qué
no se va?", murmuran a veces de los oficiales, cuentan temerosos algunos
informantes. No hay que precisar de quién hablan esos militares
sediciosos, y bien imprudentes... Purgas masivas en el seno del ejército
aumentan regularmente los batallones de soldados descontentos y amargados:
desmovilizados de las guerras de Africa, licenciados, retirados anticipadamente
o en "plan payama" La última de esas purgas, en 1999, revistió
según todos los indicios una amplitud difícilmente explicable
como no sea por el deseo de aplastar una conjura incipiente. "Un oficial
privado de mando no puede ya hacer gran cosa, pero el riesgo es que la
masa de militares separados se vuelve muy crítica, incluso los que
han sido apartados son más numerosos que los que han quedado dentro...",
analiza un diplomático. Desde entonces, un golpe de estado militar
tendría oportunidad de triunfar, al llamado de motines que tomaran
como ejemplo el pretexto de una revuelta popular de dimensiones incluso
insignificantes, quizás debido a un incidente creado totalmente
por los propios conjurados. Las suposiciones de un golpe de estado militar
para derrocar a Fidel Castro son las que se desechan con más seguridad:
Fidel Castro sigue teniendo carisma, los servicios de seguridad son demasiado
eficaces como para no detectar a tiempo una conjura, Raúl Castro
está sobre aviso... Los argumentos en contra no faltan, pero este
escenario tiene también sus adeptos. Empezando por el departamento
de Estado norteamericano y la CIA. Las organizaciones del exilio también
trabajan sobre esta hipótesis. Una de ellas, el Fórum Revolucionario
Democrático Cubano lanzó a comienzos de diciembre de 1999
"un llamado al pueblo cubano y a los militares para la constitución
de una junta cívica y militar que pronunciaría la destitución
del tirano Fidel Castro y de la 'cúpula' del poder y asumiría
los poderes de la nación cubana". Mes y medio más tarde,
la organización de la disidencia interna Comité Cubano Pro
Derechos Humanos reportó la muerte a comienzos de enero del 2000
del teniente Omar Izquierdo Sánchez en los calabozos de Villa Marista,
la sede de la Seguridad del Estado. Oficialmente, el antiguo oficial fue
detenido junto con por lo menos otros diez militares por un "intento de
salida ilegal del país" que terminó con un muerto cuando
quisieron apoderarse de una embarcación del ejército para
atravesar el estrecho de la Florida. Las informaciones recopiladas por
la organización describen una variante impresionante del trágico
final de este veterano de las guerras de Angola, que por consiguiente sirvió
bajo las órdenes de Ochoa. Según esta versión, el
antiguo oficial, de 37 años de edad, sucumbió a causa de
los golpes que le propinaron durante los interrogatorios. ¿Qué
motivaba el celo de los agentes de la Seguridad del Estado, según
el Comité Pro Derechos Humanos? Un presunto complot fomentado por
Izquierdo para organizar una marcha de protesta que reuniría a cientos
de veteranos desmovilizados después de las campañas de Africa.
Siempre según esta versión, el oficial desmovilizado tenía
lazos familiares con un ex viceministro de Instrucción Política
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, también veterano de Angola,
e igualmente antiguo miembro del secretariado del Comité Central.
Después del arresto del teniente Izquierdo, se llevaron a cabo investigaciones
por parte de la Seguridad del Estado sobre por lo menos tres ex generales,
entre ellos el general Manuel Fernández, antiguo jefe de contraespionaje
del ministerio del Interior, dice también la organización
disidente.
EL CAOS (EL ESCENARIO HAITIANO)
"Si Fidel Castro muere ahora, el caos y la violencia serán
inevitables: se han acumulado demasiados odios", predice gravemente Elizardo
Sánchez. Para el disidente, "Fidel Castro es el pilar de un régimen
que no tiene ni número dos, ni número tres, ni siquiera Raúl.
Solamente él despierta ese sentimiento de respeto y miedo juntos".
"El modelo (cubano) está en una fase terminal, pero sin prisas.
Esta puede durar todavía entre cinco y diez años. Nosotros
desearíamos una salida negociada, sin violencia, pues bajo esta
apariencia de frivolidad, de despreocupación, hay un volcán
dormido, fuerzas telúricas que se acumulan desde hace décadas;
cada cubano tiene cuentas que saldar con cada cubano", previene aun Elizardo
Sánchez.
Cuba es un pequeño país de once millones de habitantes.
La Habana es una capital de solamente dos millones de personas: es decir
que es muy fácil encontrar a su enemigo, su delator o su torturador
que deambula hoy con la seguridad que le da la convicción de tener
la sartén por el mango. Pero a partir de mañana mismo esa
seguridad pudiera ser ilusoria. "Sin Fidel, vamos a matarnos entre nosotros
a tiros", le aseguró un alto dirigente cubano al sindicalista exiliado
Eduardo García Moure.
Para Richard Nuccio, antiguo consejero del presidente Clinton
para asuntos cubanos, "es muy probable que Castro, como Franco, llegue
a los últimos días de su vida en su cama, rodeado de decenas
de médicos, dando órdenes hasta el último momento".
"La salida biológica", como tienen costumbre de llamarla
los diplomáticos norteamericanos, parece, tanto dentro como en el
exterior del régimen, la más plausible aun cuando algunos,
al igual que Elizardo Sánchez, "no puedan resignarse a ello. Pues
eso implicaría esperar más, por un tiempo indefinido, mientras
el país sufre".
El propio Presidente del gobierno español, José
María Aznar, declaró antes de viajar a La Habana para la
Cumbre Iberoamericana que él no creía en un cambio en vida
de Fidel Castro. Conociendo su aversión por el régimen cubano,
anunciaba bien poco diplomáticamente el deseo de la muerte de su
anfitrión.
"Los más altos cuadros del régimen lo admiten hoy:
'Fidel es mortal'; y agregan: "Estamos preparados", reporta el eurodiputado
español Fernando Fernández Martín de regreso después
de una visita a Cuba en el otoño de 1999. Sin embargo, se puede
dudar del nivel de preparación del régimen. El Máximo
Líder evoca muy de vez en cuando la perspectiva de su desaparición
pero siempre es para alejar el tema. Hay un cuento de que él rehusó
una tortuga que le regalaban después de saber que el ejemplar podía
vivir de doscientos a trescientos años: "No, no, muchas gracias.
Ustedes saben, uno termina por querer a estos animalitos, y me causaría
demasiado dolor cuando se muriera". Fidel Castro sabe bien que la fidelidad
de los que lo rodean depende de su actitud para demostrar que sigue llevando
las riendas. A la primera señal de debilidad inequívoca se
producirá, en el mejor de los casos, la desbandada, y si no, la
arrebatiña.
Para ciertos analistas, la cultura política cubana está
marcada por la violencia, incluso la ferocidad de las pasiones. La experiencia
democrática cubana limitada a una docena de años (1940-1952)
es desgraciadamente demasiado breve como para haberse enraizado profundamente
en los espíritus.
Las probabilidades de que Cuba se sumerja en el caos cuando desaparezca
el Máximo Líder son "superiores al 50%", si el régimen
se obstina en rechazar las reformas, considera Michael Kozak, que fue el
jefe de la representación de Estados Unidos en La Habana de 1996
a 1999. "Habrá venganzas personales...", predice el diplomático
norteamericano. "Al terminar la coreografía impuesta de los funerales,
todos los dirigentes van a darse palmaditas en las espaldas para mostrar
hasta qué punto están unidos; pero luego de uno o dos meses
[...]. La mayor preocupación es que esto provoque un desastre tal
que la gente se vea impulsada a tomar decisiones desesperadas. Y es posible
que entonces haya más ahogados que muertos por balas".
Para todos los pesimistas, hay grandes posibilidades de que los
ajustes de cuentas sangrientos enluten el país después de
Castro; la guerra por la sucesión puede degenerar en guerra civil
y en crisis migratoria masiva, del tipo haitiano. En este ambiente de anarquía
y de violencia atizada por las penurias, nada impediría la explosión
de la delincuencia más brutal, contenida hoy a duras penas por el
aparato represivo. Según esos pesimistas, la intervención
norteamericana en Cuba sería por consiguiente muy probable, con
los marines encarcelando a los más rebeldes entre esos vengadores.
Publicado el viernes, 15 de septiembre de 2000 en El Nuevo Herald
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Enviado por Rocio de Luna A. |