Su hermanita del alma, la dulce niña que temía a los
truenos, se había convertido en una jinetera ; por eso pudo montar
la Cazuela Cubana a todo tren, sacándose los dólares del
culo, como había comentado Idalys alguna vez. Entonces, al escuchar
lo que le había parecido una infamia, Martínez estuvo a punto
de abofetear a su mujer, y ahora, en la azotea, recordó el asombro
de Idalys ante su violenta reacción. ¿Qué tenía
de malo que una hembra se buscara la vida con lo que dios le dio ?, había
preguntado Idalys, antes de añadir, sin dejarlo hablar siquiera,
que Stalina no tenía la culpa de que el gobierno pagara en pesos
y vendiera en dólares. Él había cortado por lo sano,
negándose a seguir con aquel tema cuya mera enunciación le
parecía un chisme asqueroso. Desde entonces había reprimido
sus dudas sobre el asunto…
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