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Mi vocación por ser marino carece de raíces, en realidad
no sé de donde viene porque mi abuelo era telefónico, mi
padre trabajaba de camionero en una fábrica de refrescos, pero bueno,
éste no tuvo nada que ver en mi desarrollo ya que nunca viví
con él, nadie de mi familia tenía antecedentes que lo vincularan
al mar, debe haber sido que vivía en una isla rodeada de agua o
las lecturas de las novelas de Julio Verne, que fueron los primeros libros
que de niño me llevaron al fantástico mundo de las letras,
pero sobre todas ellas, creo que "VEINTE MIL LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO"
determinaron para siempre mi futuro.
Desmovilizado del Servicio Militar Obligatorio con solo 17 años, ingreso en la Marina Mercante cubana, después de un proceso de depuración política que llevó un año de permanencia en trabajos agrícolas, pasé un curso de timonel en la Empresa de Navegación Mambisa donde quedé en primer lugar por las notas logradas. Los primeros barcos donde comencé a trabajar eran de vapor, de la época de la Segunda Guerra Mundial, recuerdo de ellos al "Bahía de Santiago de Cuba", "Río Damují", "Río Caonao", "Bahía de Tánamo", etc., en estas viejas naves cuando realizábamos maniobras dentro de la bahía de La Habana, yo me sentía algo grande, un descubridor o un conquistador y regresaba a mi casa orgulloso de haber navegado quizás unos escasos metros, los suficientes para soñar. Me enrolaron por primera vez como agregado de timonel y con un salario de $ 50 pesos cubanos y $2.50 dólares a la semana, en la Motonave "Habana" y aquello me produjo mas felicidad, incluso de aquel dinero yo empleaba $25 pesos para ayudar a mi mamá, pero era totalmente rico y no paraba de soñar. Pertenecí a una promoción de jóvenes cuya tarea principal era limpiar a la Marina Mercante de los viejos piratas y contrabandistas que habían sobrevivido al cambio de sistema social (así nos lo hicieron saber), aunque veinte años después, no sé cuanto hubiera pagado por tener tripulaciones que fueran integradas por aquellos hombres. Cuando me dirigía a Holanda (maravilloso país que visité en mas de 25 oportunidades), fuimos sorprendidos en medio del Atlántico por una galerna fuerza 9 de la escala de Beaufort, con olas que no había visto ni en películas, allí mismo me prometí abandonarlo todo pero no tenía otra alternativa que continuar, nos demoramos 22 días de La Habana al puerto de Rotterdam, pero una vez allí comprobé que había valido la pena tal sacrificio, continuamos a Hamburgo, Londres, Le Havre y la Coruña, no estaba mal cinco países en un solo viaje, y aquello se convirtió en una droga de la que no pude salir jamás, la droga por conocer, por ver y por vivir. Al cabo del tiempo pasé a un barco mas grande, el "Jiguaní" y con el visité varios países de Asia, me hice pañolero hasta que un día llegó una convocatoria para un curso de Oficial al barco y encontrándome pintando la chimenea del mismo, se apareció el Primer Oficial Marcio Valdez con unas cervezas y me dijo : - Flaco bájate de la guindola. Como era mi jefe le obedecí y una vez junto a él continuó.- Me pidieron que seleccionara a alguien por su vocación para un curso de Oficial, yo te elegí a ti y mañana partes para La Habana, solo te digo una cosa, si no te haces Oficial vete de la Marina porque de lo contrario, yo mismo te voy a votar. Aquel hombre que me descubrió con el tiempo y abrumado por los problemas se volvió medio loco, pero no solo cumplí la palabra que había empeñado con el, no solamente aprobé todas mis asignaturas sino que fui el primer expediente de la Especialidad de Cubierta, con un promedio general de 98 puntos sobre 100 a alcanzar y aquello me abrió un camino exitoso como navegante que después bloquearon por 10 años ante mi negativa de pertenecer al Partido Comunista. Solo ascendí durante este tiempo hasta Segundo Oficial, hasta que un día se rompió el bloqueo y continué mi ascenso que nunca llegó al de Capitán solo por este motivo, sin embargo, me consideraron como a uno de los Oficiales de mas prestigio dentro de la Empresa, ya que disponían de mis servicios en buques de carga general, portacontenedores y refrigerados, cuando lo usual era que los Oficiales se especializaban en un solo tipo de cargamento. Así recorrí el mundo descubriéndolo de la misma forma que Cristóbal Colón, desde los mas ricos hasta los mas pobres, pero siempre buscándoles sus lados mas bellos y allí donde la geografía no compensaba mis exigencias, había un pueblo noble, humilde, sincero, cuyas virtudes sobrepasaban las mas faustas riquezas y con estos me identifiqué. Durante este largo recorrido que fue mi vida de nómada o gitano, fui testigo de mucho daño, de aquel que producen las guerras contra los pueblos, sufrí a Viet Nam, Líbano y Angola, el hambre de Bangla Desh, Etiopía, La India, Birmania, Corea del Norte, amé con la pasión de todo joven, con la intensidad del que deja de vivir por un tiempo y quiere recuperar ese espacio perdido en el mar, que es casi como si estuvieras muerto, y amé burlando las barreras del idioma, las culturas, las razas y religiones, y lo hice como el mejor amante dejando y llevando bellos recuerdos, porque esa es la vida del marino, envuelta en alcohol, mujeres y contrabandos, hoy ganando y mañana perdiendo. No dejé en esta larga trayectoria un solo enemigo, siendo este el mejor legado que les dejo a mis hijos, a los que no pude transmitir mi vocación porque ésta no se hereda, ésta se lleva en la sangre, y el que nació para marino no tienen que enseñarle el camino, el solo llega porque se lleva en las venas. En uno de esos viajes largos, interminables a bordo de un viejo barco rumbo a Singapur, que nos tomó 47 días desde Panamá por su lentitud, y al carecer de los adelantos que hoy ofrece la técnica al Oficial del puente, y le hace perder los encantos al arte y ciencia de navegar, como no podía trabajar con las estrellas en el crepúsculo de la tarde por estar nublado, se me ocurrió escribir una atrevida parodia sobre la salida del buque, comparándola con la salida de un cohete cubano para el cosmos, aquello era un verdadero riesgo y me podían acusar de contrarrevolucionario, pero se la leí a mis compañeros íntimos y aquellos se orinaron de la risa, con lo que calificaron mis locuras, recuerdo que esa parodia la escribí en menos de dos horas de guardia y al regreso, la saqué escondida para mi casa y se la leí a una vecina que por poco se orina de la risa,después, estando de vacaciones un día tomé papel y lápiz , me puse a escribir otro cuento donde se mantenía un diálogo entre animales, unos eran propiedad de un guajiro y los otros del Estado, mi vecina y mejor termómetro se orinaba de la risa con mis locuras, después vino otro cuento solo y otro, viendo como mis amigos se identificaban con los personajes y se reían de su dolor, porque para el cubano todo es una broma, hasta un entierro, señores es que no hay otra alternativa y allí comprendí que a mi también me gustaban los cuentos. Un día me perdí y no regresé al lugar que dieron origen a mis inspiraciones, hubo un vacío en el tiempo aquel que produce la nostalgia y la lejanía por los que amas, pensé que todo había desaparecido y después de la soledad de varios años, cuando ya pensaba que todo estaba perdido, llegaron ellos los que me inspiran pero no estaban todos faltaba mi hijo y aquello me impedía escribir por temor a las represalias, hasta que finalmente llegó mi primogénito y la alegría fue total y volvió la inspiración, para narrar lo que viví y aún vive mi pueblo. Aquellos atrevidos cuentos escritos en Cuba quedaron allá y ante la escasez de papel sanitario le dieron un injusto uso, pero no habían sido borrados de mi memoria y por su longitud no han sido publicados, pero están en la reserva de un libro que es el sueño de mi vida, un libro de cuentos tristes, irónicos y alegres, como lo ha sido la vida de mi pueblo, del cual me sigo sintiendo orgulloso aunque ahora soy ciudadano canadiense, porque nadie me puede privar de seguir sintiéndome cubano. Eternamente agradecido por leerme y comprender a mi pueblo. Montreal.
Canadá
y en Cubapress
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