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 EL CUARTO
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         Siempre estuve allí, desde hace mucho tiempo, quizás siglos o tal vez más tiempo del cual el hombre pueda contar, yo no era nada, no tenía nombre pero formaba parte de ese paisaje, nada atractivo por cierto, pero formaba parte de él y yo me sentía contento, aunque al pasar el tiempo me aburría mucho, no era útil y la gente que pasaba a mi lado nunca se fijaban en mí, era un simple matorral, algunos me llamaban solar yermo, otros sencillamente me señalaban como un basurero. Nunca crecieron plantas hermosas en mi lugar, razón por la cual nadie miraba hacia allí, solo se distinguía el marabú con sus afiladas espinas blancas, la escoba amarga, una que otra planta de romerillo, que algunos viejos colectaban por tiempo, y también el guisazo de caballo que la gente utilizaba para prepararse cocimientos, como remedio a los males de los riñones, todo lo demás era hierba, de esa que la gente dice que es mala porque no deja crecer nada a su alrededor.   Durante muchos años viví en ese silencio, visitado solamente por alguno que otro caballo escapado de su lugar, algunas veces llegaban pequeñas manadas de chivas, pero estas fueron desapareciendo, mi trabajo era muy sencillo, absorber el agua de la lluvia, darle espacio a la vida de muchos insectos, algunos reptiles, roedores, eso sí, entre toda la basura que con el tiempo fueron depositando los hombres y el viento, se podían encontrar alacranes, arañas, y sobrevolaban continuamente las auras tiñosas, solo en raras ocasiones anidaron las aves, era mucho el miedo que sentían por todos esos bichos, que poco a poco se iban perdiendo.    A lo lejos se comenzaron a sentir ruidos, que rompían la monotonía de nuestro paraíso, metro a metro se fueron acercando a nosotros esos ruidos, hasta que fue posible observar algunas construcciones a lo lejos, un día cualquiera de esos años muy viejos, unas máquinas muy grandes de potentes motores rompieron por el monte haciendo un camino, durante ese tiempo se podía oír las voces de los hombres, mientras clavaban el pico en la virgen tierra, que eran pedazos de otros como yo, que habían vivido en el anonimato hasta ese día, pero que a partir de entonces eran mas felices, porque se sentían mas útiles y acompañados. Al poco tiempo de pasar esas máquinas gigantes, comenzaron a rodar todo tipo de vehículos y hasta coches con caballos, yo envidiaba a los míos que estaban en esa ruta, por lo menos se les hacía el tiempo mas entretenido, hoy oían el relinchar de una yegua, mañana la corneta de un auto, el potente pito de un camión y hasta la risa de los muchachos. Yo solo podía mirar de lejos cuando las plantas me lo permitían y disfrutaba mucho en las noches, siempre que el destello de las luces de aquellos vehículos llegaba hasta mí, si no pasaba nadie por aquella ruta, todo volvía al silencio de antes que solo era roto por el canto de los grillos y el ladrido de algún perro a lo lejos.   Los edificios se acercaban mas, lo hacían en la medida que pasaba el tiempo, como queriendo hacer competencia entre ellos, mas tarde, otros hombres con unas máquinas más grandes que las anteriores, aparecieron por un lado perpendicular al de la carretera, por la que pasaban decenas de vehículos todos los días, estos traían una grúa que levantaba unos grandes travesaños de madera, que colocaban paralelos y a la misma distancia, luego sobre ellos, los fornidos hombres a golpes de grandes mandarrias, fijaban unos largos raíles de acero, nunca comprendí que hacían pues estos se tomaban mas tiempo en avanzar, sin darme cuenta, me encontraba cercado por la carretera, un edificio de dos plantas y ahora por la línea en construcción. Una tarde en la que hacía mis deducciones sobre la situación en la cual me encontraba, y apenado por la indiferencia que sentían por mí, fui sorprendido por una estruendosa pitada, era algo grandioso de ver, una máquina exageradamente grande que en su avance hacía temblar la tierra, seguida de varios coches con banderas y gente que gritaba alborotada, al aproximarse a la carretera era saludada por unas campanas y los vehículos que se detuvieron para cederle paso, mi envidia por aquellos terrenos aumentaba en la medida que pasaba el tiempo, los que pasaban no se fijaban en mi existencia, yo no dejaba de ser un basurero y aquello me deprimía.   Así permanecí por mucho tiempo junto a los míos, ignorado y en silencio, cada día aumentaba la basura en nuestro terreno, por eso nadie miraba en nuestra dirección, una mañana cualquiera, vimos con asombro como un camión abandonaba la carretera y entró en nuestro territorio, estaba cargado de gente que al parecer eran trabajadores, la mayoría usaba sombreros de yarey igual que los guajiros, menos uno de ellos que estaba muy limpio y parecía ser el jefe de aquella cuadrilla, era la primera vez que tantos humanos pisaban nuestra tierra; todos se reunieron alrededor del que parecía ser el jefe, quién, comenzó a dar órdenes haciendo señas con un pequeño bastoncito. Todos se fueron dispersando y sin pérdida de tiempo, comenzaron a sonar sus machetes contra toda aquella inútil maleza, el jefe se retiró en el camión, luego de impartirle instrucciones a otro que quedaría en su lugar, ahora yo estaba más contento, no solo por los hombres que fueron a trabajar, me daba cuenta que los autos al pasar miraban en nuestra dirección, la gente dejaba de ignorarnos, eso era muy bueno, comenzábamos a ser alguien. Por la tarde todo estaba limpio, en el mismo camión montaron toda la basura, las ramas del odioso marabú, la escoba amarga y todas esas hierbas que no sirven para nada, ahora podía observar plenamente la carretera, la línea del tren y el edificio vecino, cuando terminaron su faena se retiraron los trabajadores, poco tiempo después reinó nuevamente el silencio y con él llegó la noche, la luna nos iluminó a todos por igual, pudimos ver todo el firmamento por primera vez, era bello e infinito, nos pasamos toda la noche contando las estrellas, hasta que nos sorprendió la mañana.   Este nuevo día se apareció otro camión con distintos trabajadores, traían también un cargamento de tablas, varias cajas, picos y palas, una cubeta con agua y otras herramientas. Durante una decenas de minutos estuvieron midiendo el terreno y clavando estacas, luego en el lugar marcado, otros hombres colocaban otras mas altas, aquello iba tomando la figura de un gran rectángulo, el que parecía ser el jefe dijo que era el grey para marcar la zapata, bastante largo era aquello que estaban haciendo; Trabajaban rápido y con maestría aquellos hombres, pero el tiempo también corría, tanto, sin que se dieran cuenta habían pasado tres horas, al final de las cuales, aquello que llamaran grey quedó armado, pero debían esperar por la llegada de un hombre, quién sería el encargado de dar el toque final.   Se sentaron a la sombra de un gran árbol, que había crecido hacía muchos años, justo a unos metros de donde construyeron la carretera y de la cerca que nos separaba del edificio vecino, allí descansaban, mientras fumaban unos puros y cruzaban jaranas entre ellos, la curiosidad me mataba por saber que se proponían construir, pero como todos hablaban al mismo tiempo y en un tono elevadísimo, su conversación nos llegaba mezclada y confusa. Unos veinte minutos mas tarde llegó un jeep del que descendieron dos hombres, uno de ellos, que era otro jefe, le echó una mirada al terreno mientras le decía al ayudante, que era el chofer al mismo tiempo, que bajara el Teodolito, yo pensé en un instante que se refería a un niño, que pudiera ser el hijo de Teodoro, pero, el hombre bajó una caja de la parte posterior del vehículo, frustrando de esta manera mi suposición, regresó de nuevo al jeep y extrajo algo raro que al abrirlo, quedó parado como un hombre, pero de tres patas, el tipo de gafas y sombrero sacó de la caja una aparatito que colocó encima de aquellas patas que iba clavando en la tierra, con la presión del pie derecho, mientras observaba algo para nivelarlo, le hizo una señal a su ayudante y este partió directo al punto donde iniciaría las mediciones, el ayudante se comportaba como si conociera todos los deseos de su jefe, cruzaron pocas palabras desde la llegada y toda su comunicación la hacían por medio de señales.   Aquella operación fue rápida, bastaron pocos minutos para que el topógrafo llamara al jefe de la cuadrilla y le dijera, que ese era el nivel al cual debía construirse la zapata, en silencio, ya el ayudante había guardado todo en la parte posterior del vehículo y esperaba al jefe con el motor encendido. Se retiraron inmediatamente, mientras a sus espaldas oían la voz del capataz que decía; A cogerla!.   Después de terminar de marcar donde irían las zanjas en la tierra, aquellos hombres le entraron al pico y a la pala con deseos, solo pararon para merendar a las tres de la tarde y continuaron hasta que la tarde los dejaba trabajar. Tres días fueron necesarios para cavar aquellas zanjas a la profundidad que indicara el capataz, mientras una cuadrilla de carpinteros hacía los preparativos y comenzaban a encofrar, otros, construían unas jaulas de acero que iban colocando dentro del encofrado, otros, se encargaban de asegurarlo cuando ya se encontraba al nivel requerido, y al quinto día, unos grandes camiones descargaban piedra molida, arena y sacos de cemento que eran guardados en una caseta que se había traído para esto, en un gran tambor que giraba, fueron mezclando estas cosas en proporciones indicadas por el capataz, y con carretillas se fueron llenando todas aquellas zanjas encofradas con anterioridad, después de esto, la gente se perdió durante tres días y yo me preocupé mucho, pues no le encontraba sentido a aquella construcción y menos aun, encontrarme ahora encerrado en un cuadrado.   Estaba equivocado o tal vez desesperado al ver paralizada la obra, pero al  tercer día comenzaron a aparecer camiones cargados de ladrillos y otros materiales para la construcción, los hombres se dedicaban a desarmar todos aquellos encofrados, quedando a la vista, una hermosa figura geométrica rectangular, subdividida en pequeños cuadritos y aquello me gustaba mas que el antiguo matorral, todo se puso en actividad y los albañiles comenzaron a levantar las primeras paredes, esta etapa dejaba de gustarme, pues ahora quedaba como preso, se me obstaculizaba la vista al exterior en la medida que esos muros se levantaban, ya no podía ver la carretera ni la línea del tren y el edificio vecino iba desapareciendo también, al menos me quedaba la esperanza de poder mirar al cielo y ver pasar al tren por un enorme agujero cuadrado, que habían dejado en una pared. Luego que estas estaban lo suficientemente altas,  como para que los albañiles se tuvieran que subir a algo que ellos llamaban burros, para poder colocar los últimos ladrillos, a los pocos días, esos mismos albañiles se convirtieron en carpinteros, comenzando a encofrar lo que ellos llamaban alquitrabe, dos días después, cuando ya le habían colocado jaulas de acero, esos encofrados se llenaron de hormigón y lo dejaron fraguar mientras se dedicaban a otras tareas, mi mayor enojo fue, cuando de nuevo a golpe de martillos y serruchos, aquellos hombres iniciaron el encofrado del techo, solo podía entonces, ver una parte muy pequeña del cielo a través de aquel agujero cuadrado, todo lo cubrieron de madera sostenida con unos fuertes puntales y se retiraron, yo los oía trabajar encima, de lo que ellos llamaban el techo.   Este ir y venir diario de esos trabajadores, me sirvió para aprender su lenguaje, conocer sus costumbres, saber de sus creencias y religiones, estar cerca de sus sueños y pesares, de esta forma, se aliviaba un poco el dolor que sentí por el encierro, al que no estaba acostumbrado. Pasaron los días y las semanas, muy entretenido en el chisme, en el entrar y salir de esa gente alegre, hoy con cubos cargados de mezcla, luego con yeso, marcos de ventana, de puertas y hasta cajas de cerámica, un tipo largo y encorvado al que todos llamaban el flaco, pasaba unos cables por pequeños huecos practicados en distintos lugares, al final pusieron el piso y cuando vine a despertar, me sentí muy contento. Dejé de ser un pedazo de matorral y me vestía de gala para convertirme en un hermoso cuarto, con una pequeña ventana de persianas adornada con una bella cortina de flores, que hacía juego con el color de mis paredes, tenía también una puerta que daba acceso al baño, este era un poco pequeño, pero desde donde yo lo podía observar era hermoso, otra puerta me separaba de una salita muy chiquita, fue diseñada para no recibir visitas, yo diría mas bien, que para ser usada por dos personas solamente, esta, mostraba otra puerta que ignoro lo que había detrás de ella, cuando nos estaban construyendo, solo se veía otra pared a dos metros de ella. En mi cuarto existía otra puerta para entrar desde el exterior, esta daba a un garaje, pero muy raro era aquello, no tenía puerta para cerrarse, solo había una gran cortina que corría a lo ancho de ella, estaba suspendida por argollas que corrían por un tubo, muy cerca del techo y sin llegar al piso.   En conversaciones que tuvimos en los momentos de soledad, siempre después que se retiraban los trabajadores, la sala, el baño, el garaje y yo, analizábamos todo lo concerniente al propósito para el cual fuimos construidos. Uno decía que seríamos el hogar de una familia, pero esta posibilidad era casi nula, dentro de nosotros no cabía una familia, bueno, es posible que una pareja sin hijos o algún soltero, aun así, no aceptábamos esa posibilidad porque carecíamos de cocina, y entonces de qué se alimentaría esa familia o los solteros que vivieran dentro de nosotros. Otras veces pensamos que quizás fuéramos usados como hospital, pero también lo desechamos, no era tan grande la construcción para aproximarnos a ellos, según los comentarios de los peones, una escuela era casi imposible, no teníamos tipo de aulas, ni sentido alguno la presencia del garaje, entonces decidimos no discutir mas y esperar.   Parece que con una fiesta celebraron la conclusión de la obra, ese día se abrieron puertas y ventanas, por todos nuestros espacios desfilaron personas a las que veíamos por primera vez, entre ellos algunas damas muy bonitas, y todos aquellos hombres que con tanto amor nos construyeron, se notaban contentos de su obra, en el patio, que fuera divinamente terminado por un grupo de jardineros, se podía escuchar una  agradable música, acompañada del escándalo de nuestros hombres, nos llegaba humo de un olor sabroso, parecía que estuvieran asando algo. Luego, muy tarde en la noche, alguien se encargó de cerrarnos de nuevo y reinó la oscuridad, no se veían las estrellas ni las luces de los autos que pasaban por la carretera, el paso de los trenes lo sentíamos por la vibración del edificio, y por la pitada a la que nos habíamos acostumbrado, seguido de las campanitas.   Tres días mas tarde, se abrieron puertas y ventanas, otro desfile de caras nuevas, unos tipos con una escalera, ponían espejos en varios lugares, en las paredes, en el techo del cuarto, en la sala y uno pequeño en el baño, luego trajeron muebles, dos butacas y una mesita para la sala, una cama grande escoltada por dos mesitas de noche y un bello tocador de seis gavetas. Por el garaje entraron un colchón que colocaron encima de la cama, en cada mesita de noche pusieron una lámpara, y una señora con un carrito, distribuyó las almohadas, toallas, sábanas, sobrecama y jabón de baño, era seguida por otras dos que lo ponían todo en orden, hasta que nos convirtieron en el lugar más acogedor del universo, al final de estas operaciones, dos hombres colocaron un teléfono a lado de la cama y para probarlo llamaron a no se donde, diciendo que hablaban desde el 105, ese era el número del cuarto, ese fue siempre mi nombre, pusieron un ventilador sobre el tocador, después, todo se cerró de nuevo y quedamos como antes, en el reino del silencio.   Tranquilos sin que nada nos perturbara pero aburridos, pasamos tres días, una tarde, serían las tres más o menos, sentimos el ruido del motor de un auto apagarse en el garaje, la puerta se abrió para renovar el aire, por ella entró una preciosa mujer, pero antes de ella lo hizo su perfume embriagador, que inundó todo el lugar. Rápidamente la observé con detenimiento usando mis seis dimensiones, mientras afuera, oí cuando el acompañante cerraba la cortina del garaje y a los pocos segundos se unía a la dama, cerrando tras de sí la puerta y poniéndole el seguro. -Alberto te lo dije, era demasiado temprano para venir.- 
-Son las tres y media Paula, por qué protestas?- 
-Porque en el momento de entrar con el auto, había una guagua en la parada.- 
-Eso que importa, llevas sombrero con velo y además te cubriste el rostro con el abanico.- 
-Eso no me gusta, podíamos esperar a que oscureciera, cualquiera pudo reconocerme.- 
-No me imagino de que forma, además, que es lo que te preocupa?- 
-A ti nada por supuesto, pero a mí, si me interesa el qué dirán.- 
-Serénate cariño y vamos a disfrutar este momento.- 
Se lo decía mientras la tomaba por la cintura, trayéndola hacia sí y premiándola con un beso. 
-Sabes que tienes que esperar a que me asee.- Dijo al separarse y con el dedo le señaló en dirección a la sala. 
-Quieres beber algo?- 
-Pídeme un jugo de naranja, pero diles que le pongan hielo, hace mucho calor.- 
Alberto levantó el auricular del teléfono y ordenó una cerveza bien fría y el jugo de Paula, después se dirigió a la salita, mientras ella se desnudaba. Yo la observaba con mucha curiosidad, desde todos los ángulos disponibles, era la primera vez que vería a una mujer desnuda, pero yo no podía sentir nada, yo era de piedras y cemento. Comenzó a quitarse los zapatos, mientras extraía un par de saltos de cama color rosado de su  cartera, movió un poco los dedos, después que habían sido liberados de la presión de las punteras finas. Se deshizo de aquel molesto y encubridor sombrero, poniéndolo encima del tocador, sentada en la cama se subió el vestido largo que traía hasta la altura de unos hermosos muslos, y corrió hacia sus pies las ligas que sujetaban unas invisibles y finas medias, las cuales colocó dentro de cada zapato. Se volvió a levantar de la cama y frente a uno de los espejos, comenzó a desabotonarse el vestido desde el cuello, abierto todo, se lo sacó de las mangas y sonrió, al ver prendido en el tirante derecho del refajo, un azabache, que su madre siempre le colgaba en su ropa interior, para protegerla del mal de ojo, se quitó el refajo y quedó en sayuela y ajustadores, todo lo iba colocando con cuidado, sobre una butaca colocada al lado del tocador, para que no se estrujara. Se libró también de la gruesa sayuela, quedando solamente en bloomers y ajustadores, se miraba en el espejo cuando sintió que tocaron en la puerta que daba a la salita, entonces, entró rápidamente al baño para evitar que su novio la viera desnuda si se le ocurría entrar. Me imagino que su cuerpo sería hermoso y bien formado, era la primera vez que veía a una dama en esas condiciones, y por eso no sentí el mas mínimo asombro, es que no tenía la posibilidad de establecer comparaciones. Se oyó el ruido que produce el agua al caer, mientras Alberto le pagaba lo pedido al camarero, entró al cuarto y le puso el vaso de jugo a Paula sobre la mesita de noche, luego salió de nuevo a disfrutar su cerveza, no podía ocultar su nerviosismo.   Ella regresó y después de beberse el jugo, se cubrió con una sábana y le dio la espalda a la puertecita de la sala, avisándole que ya podía pasar. Él, se bañó lo más rápido que pudo, estaba como desesperado por culminar ese encuentro, en calzoncillos se introdujo dentro de la sábana. Ella continuaba de espalda, entonces, comenzó a besarla por el cuello, la tomó suavemente por el hombro solicitándole con este gesto, que se volteara y ella accedió sin resistencia, para encontrarse con la sorpresa de un beso, un beso interminable, que le hacía perder la vergüenza. Noté como el color de su cara cambiaba a un rojo más intenso, mis paredes sintieron el cambio de sus temperaturas, y hasta ellas llegaron sus alientos, pude sentir leves suspiros y algo que él le susurraba al oído, lentamente, con una mano la ayudó a liberarse de su ropa interior, quitándose el calzoncillo, debajo de la sábana se notaban movimientos de su mano libre, que recorría cada pulgada de ese cuerpo y sin destaparse le besó los senos, mientras ellas gemía de placer sin abrir los ojos. Pocos minutos después vi como el hombre se encaramaba encima de ella hasta que formaron un solo cuerpo, seguida por un ay muy bajito y una mueca de su cara, ambos comenzaron a moverse de una manera muy rara, yo no comprendía nada de lo que estaba sucediendo, pero podía imaginar que a ambos les gustaba, hasta que no aguantaron mas y rompieron el silencio, no sé con cual palabra, si estaba claro, que salía de lo mas profundo de un desespero. Luego, rígidos y como si fueran de acero, seguidos de un gran espasmo, sellaron aquel acto con un beso profundo y después se desmayaron, uno encima del otro, parecían como muertos, entonces él se tumbó a su lado, agotado y satisfecho, sus respiraciones ahora llegaban al techo, sus figuras se reflejaban en aquel espejo, así tapados se durmieron, no fue por mucho tiempo pero pensaron que habían sido siglos, al despertarse lo hicieron con una sonrisa y un te quiero, esa tarde volvieron a amarse.   Sentí una gran satisfacción de tener dentro de mí como inquilinos, a una joven pareja que se amaba, pero estaba totalmente equivocado, sin razón alguna ellos comenzaron  a vestirse y se prepararon para partir, en lo que Alberto salía de la habitación por la puerta de la sala, Paula terminaba de peinarse y maquillarse, cuando éste regresó, salieron por la puerta del garaje sin ningún tipo de explicación, entró un tipo que cambió las sábanas, una de ellas con manchitas de sangre, y la dejó lista, tal como ellos la encontraran.   A oscuras de nuevo, nos enfrascamos en una discusión para analizar que habíamos hecho mal, por primera vez sentíamos el peso de nuestras conciencias, nos culpábamos de errores desconocidos, y al no poder llegar a una conclusión razonable, preferimos sumarnos al silencio de la habitación. Ese silencio solo duró dos horas, porque nuevamente sentimos el motor de un auto apagarse en el garaje, y todos nos pusimos contentos, pensamos que ellos, nuestros queridos inquilinos habían regresado. Entró una mujer a la que no conocíamos, tenía toda la cara embadurnada de coloretes y los labios de un rojo púrpura, su perfume apestaba, era demasiado fuerte e inundó de ese olor hasta el baño, su ropa era ajustada al cuerpo, se le podía adivinar todo, desde la punta de sus senos, hasta la raja que le dividían las nalgas. El tipo entró echando humo igual que los trenes, el humo de aquel tabaco unido a la peste del perfume barato, convertía irresistible la atmósfera en ese pequeño recinto, vestía un traje de Dril 100 muy blanco y almidonado, en una mano cargaba un litro de ron sin su tapa, patillas largas, bigote tupido y bien negro, corbata roja, sortijas en casi todos los dedos, en la mano izquierda un reloj de oro macizo, en la derecha una ancha pulsera con un nombre, Cheo. Después de cerrar la puerta y sin mucho pudor ni vergüenza, ambos comenzaron a desnudarse totalmente ante nosotros, ella mostró en su totalidad unos grandes senos, anchas caderas, firmes nalgas, y cuando se le miraba de frente, tenía entre las piernas algo muy negro y peludo, más grande que las arañas que habitaron en nuestro matorral, pero muy parecido. El tipo era diferente en todo y allí donde se encontraba la araña, le colgaba algo muy raro, que después de coquetear con ella, se puso recta. Si aquella pareja que nos había abandonado era ejemplo de decencia y pudor, estos eran unos desalmados que tomaron las más raras y curiosas poses, para hacer lo mismo que hizo la pareja anterior, la mujer gritaba como si la estuvieran asesinando, todos en la habitación nos asustamos, de cuanta palabra pronunciaran, mas de la mitad eran obscenas, convirtiendo aquello que podía ser un sublime acto, en una especie de comedia. De verdad que estábamos desesperados porque se largaran aquellos desmadrados, pero estos se tomaron más tiempo que los anteriores, porque estaban medio borrachos, luego se quedaron tendidos hasta el amanecer, y vimos como el tipo se vestía en silencio, pero antes de partir, le dejó unos billetes a su mujer encima del tocador, ella volvió en sí tres horas después, y tomó aquel gesto de su pareja con mucha naturalidad, luego mientras se vestía, guardó los billetes dentro del ajustador que cubrían aquellos escandalosos senos.   Nunca llegamos a comprender que era lo que nos pasaba y por qué?, Nadie quería vivir con nosotros, pasaba el tiempo y nunca obtuvimos una respuesta, por allí desfilaron parejas de todas las edades y colores, mujeres lindas y feas, santas y pecadoras, frígidas y calientes, tímidas y sinvergüenzas. Solo llegamos a una conclusión muy acertada, aquello que los humanos hacían muy a gusto y llamaban de distintas maneras, era muy bueno para la memoria, cuando ellas mas excitadas  estaban, se acordaban de sus seres queridos, era muy común oírlas decir, ay Papacito!, Ay Mamacita!, Ay Dios mío!, Ay Virgencita!, Ay Nene!, Etc., otras, no se cansaban de pedir y gritaban, Ay dámela!, Dámela pronto coño!, Y así infinidad de malas palabras.   El tiempo volaba y nosotros no descansábamos un minuto viendo cosas raras de los seres humanos, mujeres que les gustaba ser golpeadas mientras hacían el sexo, hombres a los que las mujeres les pegaban con látigos, días en los cuales se acostaban cuatro en la cama y se cambiaban de pareja, mujeres que entraban solas y hacían cosas muy raras, hombres solos que se besaban y hacían otras cosas, mujeres que posaban desnudas, mientras unos fotógrafos las retrataban, y las luces de sus flashes nos dejaban encandilados, entonces, en lo que ellas asumían otra posición, los tipos le cambiaban las bombillitas a sus cámaras, jovencitas que llevaron y endrogaron para luego violarlas, guajiritas llevadas por proxenetas, así, hasta que nos saciamos de cosas lindas y otras horrendas. Por otra parte, nos deteriorábamos también por el mal uso que nos daban, muchas fueron las oportunidades en las que nos repararon algo roto o quebrado. Todo eso sucedió como se lo cuento, hasta que un día, no se abrió mas la puerta, ni la de la sala, ni tampoco la del garaje, de nuevo se hizo el silencio, pero esta vez fue mas largo, pasaron días y hasta semanas.   Vivimos así encerrados y en medio de esa oscuridad, solo podíamos vivir de los recuerdos, unas veces nos reíamos de las cosas que en nuestro interior pasaron, como el lío de Ñico con Domitila, resulta que se estaba poniendo de moda algo que en otros tiempos era inmoral, de verdad no comprendo que tiene que ver el sexo con las matemáticas, pero aquello que antes se veía indecente, la gente la llamaba por un número, creo que el 69, no acabo de comprender la relación, pero parece que, ese era el número mas conocido en esos tiempos, entonces a Domitila se le ocurrió en medio de la calentura, pedirle a Ñico hacer ese número, y el tipo saltó convertido en una fiera de la cama, con aquella cosa encabronada, apuntando hacia todas las direcciones de forma desafiante, mientras muy enojado por la solicitud de la mujer, le dijo que eso no lo haría nunca, que él era un tipo duro y respetado en el barrio, para que viniera cualquier jeva y lo tirara por la ventana. Parece que hablaba en serio y Domitila se puso muy nerviosa, no sabía como sacar de su cólera a Ñico, lo que él decía era verdad, el tipo pertenecía a una hermandad, de esos que dicen que no toman sopa, porque así eran los guapos de entonces y muy orgullosos que se sentían de serlo. Hicieron el amor ese día después que se desahogó con el mismo, demostrándose que no podían tirarlo por el ventanón, así como así, ni que nadie podía quitarle el cartelón de guapo.   Nosotros no nos reímos por eso, nos burlamos porque al tercer día Domitila entró al 105 con otro tipo, éste ni era guapo, ni hablaba tanto, entonces cuando la mulata le pidió eso relacionado con las matemáticas, no hubo necesidad de repetirlo dos veces, el tipo ese medio mudo por cierto, era experto en buceo y en ese número, después de eso, Domitila siempre regresó con el que no hablaba tanto, y al pasar muchos años, parece que cambiaron el reglamento en ese juego al que pertenecía Ñico, porque ya los guapos no hablaban mucho de ello, es como si todos se hubieran suicidados, lanzándose voluntariamente por el balcón, el ventanón y quién sabe, si se tiraban desde un edificio grande, creo que después el hambre los obligó a tomar sopa. Como nos divertimos con estas cosas, pero pasaron tantas semanas sin que sucediera nada, que se nos agotaron los cuentos, entonces nos dormimos.  Se abrió la puerta de la sala y un tipo con aspecto de zorro hipócrita, de verdad no sé si este animal puede ser así, pero fue la imagen que me dio ese gordo con olor a rancio, cuando entró en la habitación, dirigiéndose hasta la ventana y la puerta del garaje para abrir ambas, no sabemos en nuestro sueño cuanto tiempo corrió desde que nos quedamos dormidos. Detrás del gordo entró otro tipo, vestía una ropa que nunca la habíamos visto, y mira que en los años de trabajo que teníamos, por allí desfilaron gentes, si de algo éramos buenos testigos, lo fue, de los cambios de la moda, no solamente la que llevan por fuera los humanos, sino de otra que nadie puede ver, la ropa interior, la que se lleva debajo y cubre las partes mas interesantes del hombre y la mujer. Pues aquel tipo llevaba; una gorra verde, que le tapaba quizás su cabeza medio calva, la camisa era azul, pero no de uno muy oscuro, mas o menos como el color del cielo cuando está oscureciendo, el pantalón era verde olivo y abombachado a la altura de las botas negras que calzaba y estaban bien pulidas, se observaba un poco ridículo con eso del bombacho, en la cintura llevaba una pistola, parece que para protegerse del miedo, en la mano derecha un portafolios de cuero, mientras en la izquierda, entre los dedos, sostenía un tabaco que despedía el mismo olor que ya conocíamos desde hace muchos años. 
-Mire compañero, esta es otra de las habitaciones, como puede ver, se encuentra aun en perfectas condiciones.- Expresó el gordo con voz casi sumisa ante la presencia del tipo armado. 
-Muy bien compañero, veo que todo se encuentra en orden, ahora bien, usted me ha dicho que los otros empleados se marcharon del país.- 
-Sí compañero, el mismo día tres de Enero.- 
-Entonces compañero, se hace imprescindible, es una emergencia, fíjese como le digo, una cosa de vida o muerte, que usted se busque a otros compañeros de su total confianza, para echar a andar esta posada, que ahora pasa a manos del pueblo.- 
-Cómo dice compañero?- Insistió el gordo más sumiso aun y redundando todavía mas en la palabra que parece se estaba imponiendo en la moda. 
-Lo que le dije compañero, búsquese a personas de su confianza para echar a andar esto, que ahora pasa a manos de nuestro pueblo, y como usted, que es un compañero consciente, que ha elegido estar al lado de la revolución, será el encargado de administrar esta posada.- 
Carajo!, Ese día fue que nos enteramos que nosotros éramos el cuarto de una posada, si no llega este compañero a visitarnos, todavía permaneceríamos con las dudas y pensando lo peor. 
-Muy bien compañero, hoy mismo me movilizaré para cumplir esa orientación que ha dado.- 
-Pero antes de todo compañero, me tiene que hacer un inventario, donde se refleje toda la existencia material que hay en esta posada.- 
-Cómo es eso compañero? 
- ¿-Cómo qué?.- 
-Esa palabrita tan rara que usted mencionó.- 
-Compañero, el inventario es una relación de todo lo que existe, ya sean sábanas, fundas, toallas, juegos de cuartos, de salas, ventiladores, etc., comprendió ahora?- 
-Sí, si, un cuéntame tu vida con todo lo que hay aquí adentro.- 
-Perfecto, es eso mismo, pero con el nombre que te había dado antes, eso lo quiero listo dentro de tres días, y de paso, me traes los datos de las personas de tu confianza.- 
-Estará todo en orden compañero, no se preocupe.- 
-Ahora me tengo que retirar, porque quedan otras posadas por intervenir.- 
Detrás de estas últimas palabra, el gordo rancio comenzó a cerrarlo todo nuevamente y después de cerciorarse, que nada quedaba a merced de algún ladrón, salieron por la puerta de la sala nuevamente.   Otra vez la oscuridad y el silencio, parecía que nuestro destino estaba condenado a la inactividad, al aburrimiento, nos considerábamos inútiles gozando de esa tranquilidad, quizás, éramos unos espacios corruptos que deseábamos con vehemencia, volver al chisme y el desnudo al que nos llevaron por mucho tiempo. Aquel silencio duró muy poco, fue roto por el baño. 
-Que les pareció? Vieron lo que somos?.- 
-No te entiendo viejo, que insinúas?- 
-Nada, nada en especial, que somos mierdas, eso es, mierdas.- 
-¿Por qué dices eso?- Pregunté, conociendo la respuesta que el baño me daría. 
- Porque siempre hemos pensado ser algo importante en esta vida, y mira con la que viene esa gente que no se cansan de decir  “compañero”, que somos  la habitación de una posada.- respondió sin esconder un poco la frustración que sentía. 
-Pero eso no es nada malo baño, somos una habitación como la de otro lugar cualquiera, como la de un hotel, por ejemplo.- 
-Tu crees que en un hotel se puede formar todo el desparpajo, que esa gente forma aquí.- 
-Por qué no?. Solo que les cuesta más caro, además, nunca olvides que es la misma gente, con otras ropas, con o sin dinero, pero gente al fin.- 
-Coño cuarto, tu has visto mas que yo.- 
-Por eso te lo digo, aquí han entrado muchas personas que se han amado de veras.- 
-Sí, muy pocas.- 
- Pero es innegable que se han amado con pasión profunda, has pensado alguna vez,  cuantos niños habrán sido concebidos dentro de estas cuatro paredes?- 
- Sinceramente, nunca había pensado en ello.- 
- Pues sabe Dios, cuantos habrán nacido a estas alturas y cuantos de ellos nos visitarán dentro de poco, creo que es motivo para estar orgullosos.- 
- Tienes razón.- Luego, el silencio nos invitó de nuevo al sueño, la oscuridad nos obligaba también, mientras afuera, el tiempo pasaba sin darnos cuenta. 
La actividad se reanudó con la visita de una pareja tras otra, aparecieron nuevos verbos, extraños adjetivos, era como si la lengua fuera cambiando igual que la moda, las muchachas andaban ahora más ligeras de ropa, comenzaron a usarse unos pantalones bien ajustados que mostraban todas las curvas del cuerpo, aquellas bataholas de seis pliegues que usaban los hombres, se fueron reduciendo, primero a cuatro, mas tarde a dos, hasta que desaparecieron para siempre, lo mismo que los sombreros. La edad para hacer el amor disminuía también, asistían cada vez, muchachas mas jóvenes, unas veces con los uniformes escolares escondidos dentro de sus maletas o portafolios, muchos de ellos se ponían a estudiar después de hacer el amor, era curioso verlos desnudos sobre la cama, con los libros abiertos y mirando constantemente el reloj, para luego marchar a sus casas. Pero todos no eran así, con ellos llegó también nuestra destrucción paulatina.   Pasaban de esta manera los meses, quizás habían pasado varios años y durante este tiempo, se perdieron las lámparas, el teléfono, la cortina no existía, tampoco la sobrecama, el colchón mostraba la punta de unos afilados alambres y algunas manchas, el pueblo era un dueño muy irresponsable, pensábamos nosotros, para ellos lo más importante era lo que estaban haciendo, fornicar, a todas horas, no importaba con quién. No podían detenerse a mirar a su alrededor por un solo momento, eran incapaces de observar como todo se deterioraba hasta la destrucción, más importante era mover la cintura, lo que se jodiera era asunto de los que vinieran detrás, la consigna era vivir el presente, por qué tenían que romperse la cabeza con el futuro? 
-Oye María! Pregúntale al socio que bolá con las especies? Dile que esto no es por amor al arte.- Habló un tipo que permanecía de pie, estaba vestido de kaki gris, esa ropa ya estábamos cansados de verla, alrededor del cuelo tenía un descolorido pañuelo, parece que lo usaba en ese lugar, para evitar que esta parte de la camisa se ensuciara, para poder ponérsela de nuevo. María estaba sentada en un borde de la cama, mientras otro hombre muy rubio y de ojos celestes, observaba el intercambio de palabras entre aquellos dos seres. 
-Tavarich...........  - Continuó hablando en una lengua nueva para nosotros, era muy rara, como raro lo era también el olor del rubio. El tipo sacó de un maletín pequeño unos jabones de olor muy fuerte, dos pañuelos y un bloomer, luego  se lo entregó al tipo vestido de kaki. 
- María dile que afloje más.- 
- No jodas Pedro, tu sabes que te ha dado bastante, con eso hiciste el pan.- 
- Yo lo sé, pero tu sabes como es el bizne, hay que tratar de sacar lo máximo.- 
El rubio continuaba mudo y observando al de kaki. 
- Lárgate, ya recibiste tu parte y lo que queda es mío.- 
-¿A qué hora vengo por ti corazón?- Ella intercambió unas palabras con aquel tavarich.- 
- Dice que a las cinco de la mañana.- 
- Bueno, me retiro porque tengo otros compromisos.- 
Detrás de él, María cerró la puerta y vimos como se persignaba, en lo que el tipo orinaba en el baño. Por la mañana, el rubio abrió de nuevo el maletín y le ofreció a María un pomo de perfume, dos pañuelos de cabeza y un bloomer, ella se sintió feliz. 
- Que bueno eres mi tontito- le dijo en español- Como me gusta el perfume “Noches de Moscú”, es como si hubieras adivinado mis pensamientos.- 
El no comprendió nada de lo que María le dijo, pero aun así sonrió.   Esas escenas se repitieron por muchos años, luego nos visitaron griegos, indios, negros africanos, españoles, italianos, y lo más curioso es que las chicas hablaban todas esas lenguas, que para nosotros resultaban extrañas. Pero la situación en el exterior parece que empeoraba cada día, la gente se robaba los bombillos de la habitación, el gordo rancio ponía otros nuevos, con unos alambritos conectados a la electricidad por fuera, pero nada de esto pudo evitar que se los continuaran robando, hasta que llegó el momento en que solo había bombillos para los cuartos solamente, el baño y la salita permanecían oscuros todos el tiempo. Una madrugada, por la puerta del garaje, el gordo con otro tipo, sacaron el juego de cuarto e introdujeron en la habitación una cama bastante destartalada, esta hacía mucho ruido cuando la gente estaba  haciendo el amor. Se robaron el flotante del tanque del inodoro, otro día faltaban los toma corrientes, los interruptores de la luz. Como el motor de agua se rompió, para que las mujeres se pudieran lavar allá abajo, les ponían una botella de ron con agua, los hombres no tenían ese derecho y debían partir con ese olor característico de la hembra y el macho, si nuestros inquilinos solicitaban algo de beber, ya no existían vasos. Los apagones eran cada vez mas frecuentes y la gente se tenía que alumbrar con fósforos para ir hasta el baño o simplemente para vestirse, los mas precavidos traían velas consigo, así, nuestras paredes y techos fueron adquiriendo una imagen deplorable, muchas de las personas que según dijeron hacía muchos años, eran nuestros dueños, con la ayuda de esos fósforos, nos llenaron de carteles indecentes por donde quiera, estar entre nosotros mas de dos horas era un terrible sacrificio, deprimíamos a cualquiera y la gente no podía resistir nuestro mal olor. Por donde quiera se notaba la presencia de algún huequito, practicado para espiar a las personas mientras hacían el amor, el garaje fue otro punto de reunión de muchas parejas, que se adelantaban a la espera de su turno, en las largas colas que se hacían para poder entrar en nuestras habitaciones.   Con la ayuda de Dios, la falta de mantenimiento, el poder destructivo de nuestros dueños, que desahogaban toda su frustración en nosotros, llegó el triste momento en que nos cerraron definitivamente. En las madrugadas sin embargo, llegaba gente traídas tal vez por la inercia, estas, después que satisfacían su animal deseo se marchaban tranquilos, pero otros llegaron armados de herramientas, un día arrancaban los inodoros y lavamanos, otros las puertas con sus marcos, las ventanas, y no faltó el que empleó mas tiempo y paciencia, para desprender de las paredes del baño, cada una de las cerámicas. Todo quedó en ruinas y fuimos invadidos por todos los animales callejeros, allí parieron gatos y perros, unidos por la miseria de sus dueños, que los abandonaron cuando el hambre los apretó, y su lugar en el hogar se convirtió en un peso muy grande. Pobres amigos que tantas muestras de lealtad dieron al hombre, la vergüenza por su pobre estado los obligaba a esconderse como criminales, de noche salían a recorrer toda la barriada, no existió cubo de basura que no registraran, patio que no violaran, ante los ladridos de otros que defendían sus puestos, lo hacían a muerte, agrediendo a todo intruso que tratara de arrebatarles lo muy poco que les quedaba.   Las lluvias y los ciclones, los verdaderos y los humanos, acabaron con nuestra pobre existencia, poco a poco viajábamos en un lento recorrido de retorno, hacia lo que anteriormente fuimos y seremos, un basurero, un solar yermo, pero con la diferencia de que todos nos miraban a su paso, lo hacían con lástima y pena por lo que nos habían hecho. Los techos fallaron cuando no resistieron el peso de tanta miseria, ya era difícil adivinar cual era un cuarto y cuando un garaje, sin embargo, nosotros comenzábamos a ser felices, porque en medio de tanto dolor humano, volvimos a ver las estrellas, de mañana muy temprano, el sol nos saludaba como lo hizo antes, regresaron los grillos con su molesto canto y nos alegraba, eran mas sanos que aquellos quejidos innaturales, mas puros que todas aquellas malas palabras, las arañas construyeron sus telas y entre las montañas de ladrillos y hormigón, se escondían muchos ratones que nos divertían en sus fugas de los gatos, ahora no se oía pasar muchos autos, casi ninguno, disminuyeron los viajes de los trenes, que no era saludado por las campanitas  de la carretera, ni se escuchaba la algarabía formada por los muchachos, el silencio era a todas horas, de noche o de día, no se podía distinguir la madrugada, sí escuchábamos el timbre de muchas bicicletas, y no faltó la pregunta llena de preocupación de todos nosotros, donde estarán haciendo el amor? Que será de la vida de Cuca? Que habrá ocurrido con el embarazo de Asunción? Sería hembra o macho?.   Nos cansamos de tantas preguntas y volvía a deprimirnos el panorama, el edificio vecino mostraba rasgos de los colores con el cual había sido pintado en los años cincuenta, en el jardín no quedaban flores, pero allí estaba el enorme y viejo árbol, continuaba pegado a la cerca y la carretera. 
- Por qué me traes a este horrible lugar?- Preguntó la muchacha, cuando se disponía a bajar de la parrilla de la bicicleta, donde la había traído su amigo. 
- Chica, no preguntes tanto y ayúdame a contar, después te explico.- 
- A contar que cosa, yo solo veo ruinas y este sitio me da miedo, vámonos!- 
- Tranquila, a esta hora no hay nadie por aquí.- 
- Entonces, que debemos contar?- 
- Es muy fácil, desde la punta del edificio, comienza la habitación 125, debemos contar de acuerdo a la entrada de los garajes, hasta llegar a la 105 .- 
- Alberto, no me gusta nada de esto, tengo miedo.- 
- Te dije que estuvieras tranquila, cuando cuentes y llegues a la 114, salta a la 112 .- 
- Y eso por qué?- 
- Por problemas de superstición de los viejos, nunca usaban el número trece.- 
- No comprendo este capricho tuyo.- 
- En cuanto estemos en el 105 te explico.- 
- Debe ser este.- Dijo ella, mientras Alberto buscaba un lugar donde poder acomodarse, yo seguía todos los movimientos de estos muchachitos con mucho interés. 
- Aquí es, en este mismo lugar estaba el cuarto.- 
Luego, con el pie iba limpiando un poco el lugar, hasta tener unos dos metros limpios, entonces sacó de su mochila algo que parecía un mantel plástico y lo acomodó en el suelo, luego encima de este puso una sábana, que ayudado por la luz de la luna, se notaba bien blanca. 
- Alberto, yo creo que te has vuelto loco, cómo elegir este horrible lugar para nuestra primera noche?- 
- Ven amor! Ahora te explicaré por cual razón lo elegí, ven a mi lado.- 
En silencio y sin salir de su asombro, ella salvó los obstáculos hasta que llegó a su lado, él la premió con un beso cargado de amor, mientras yo los observaba asombrado, luego, él se fue inclinando, invitándola a que lo siguiera y ella aceptó, hasta que quedaron tendidos en aquel duro suelo, su cabeza sobre los antebrazos de Alberto, ambos de cara al cielo e iluminados por una hermosa luna llena, allí pude observar su rostro a plenitud y le encontré parecido con alguien a la que yo había conocido. 
- Paulita, si elegí este feo y sucio sitio, tenía mis razones para hacerlo.- 
- No te entiendo, debería suponerse que esta era la noche mas maravillosas de nuestras vidas.- 
- No supones mal mi cielo, por eso es que estamos aquí, porque deseo que nuestro amor sea eterno.- 
Cuando terminó de pronunciar estas palabras la premió con otro beso. 
- ¿Y qué tiene que ver este lugar con nosotros.?- Preguntó ella intrigada por tanto misterio. 
- Ayer le conté a mi padre mis intenciones de convertirte en mi mujer.- 
- ¿Se opuso a ello. ?- 
- Todo lo contrario, me apoyó en las intenciones y me recomendó este lugar.- 
-! Rayos Alberto! ¿Este lugar tan feo?.- 
- Feo sí, pero cargado de una hermosa historia.- 
- ¿Tu la conoces? - 
- En realidad no la conocía hasta ayer.- 
- ¿La puedes compartir conmigo?- 
- Por supuesto, por eso estamos aquí.- 
- Entonces cuéntamela.- 
- La historia es muy sencilla, esto fue un hermoso lugar a donde las parejas de enamorados o no, llegaron para hacer el amor, entre esas parejas, se encontraron nuestros abuelos, muchos se opusieron a sus relaciones, por las diferencias económicas que existieron entre sus familias, sin embargo, dentro de estas cuatros paredes se juraron amor eterno, y como bien sabes, compartieron sus últimos días juntos. Mas tarde, nuestros padres hicieron lo mismo ante la oposición de sus familias, pero ahora por diferentes problemas, sabes muy bien que han sido políticas y religiosas, como has visto, ellos se aman, no me importa que seamos primos, te he traído hasta aquí, para que juremos ese amor que unieron a nuestros antepasados.- Terminando la última frase, ella le premió con un beso, beso interminable, beso que expresaba más que el juramento de sus creadores, así, sin despegar para nada los labios, se fueron desnudando y la luna indiscreta nos mostraba sus casi infantiles cuerpos, entregándose uno al otro con esa pasión de los que luchan para mantener vivo al amor. Cuando el deseo por la carne estuvo satisfecho, desnudos aun, quedaron de frente al cielo, de la misma forma que Dios los trajo al mundo, la cabeza de ella sobre su antebrazo, sobre el pecho de él, parte de su cabellera, ambos contemplaban los astros orgullosos de sus actos, era una pena que hasta mí no llegara sus olores, ni el calor de sus cuerpos, ni tampoco el de sus alientos, para que borraran un poco todo lo amargo que guardaban estas ruinas, que hoy cobraran vidas con el amor de dos jóvenes. 
- ¿Que haremos a partir de ahora.?- 
-Amarnos, porque ese era nuestro destino.- 
- ¿Y si hoy encargamos un niño.?- 
- Le pediremos a Dios que nos mande más, para que vengan con otras muchachas a este lugar, para que aquí se juren amor.- 
-Alberto, ¿por qué debe ser aquí, en este lugar tan espantoso?- 
- Digamos que no sea en un lugar como este, pero en el mismo sitio, es posible que esto esté encantado.- 
- Pero debería haber algo más cómodo que esta cama de piedras.- 
- Por supuesto, hablaré con alguno de nuestros hijos, por si acaso llega a Presidente de este país, y le diré; Hijo, hace falta que construyas más posadas, los cubanos necesitan hacer el amor, como lo deben hacer los seres humanos y no  como los animales.- 
Ella miraba al cielo perdida en el firmamento, sus cuerpos continuaban desnudos, la luna mostraba en toda su intensidad, la belleza de sus senos, firmes y pequeños. Luego de aquel silencio de segundos que parecieron siglos, lo rompió con una pregunta que nunca obtuvo respuesta. 
-¿ Por qué debemos esperar a nuestros hijos?- 
Mas tarde, Alberto recogió la sábana, el mantel de nylon, cuidadosamente lo envolvió y lo metió en su mochila, ellos partieron en la bicicleta china en la que habían llegado. Un día, varios equipos barrieron todas nuestras ruinas, hasta que solo quedaron las huellas de nuestros cimientos. Podíamos ver la carretera, la línea del tren y el viejo edificio vecino, que mostraba su descolorida pintura de los años cincuenta. 
            Con mucho amor a esa boricua que me infunde tanta confianza en este empeño, A Migdalia Rivera, mi mejor y mas sincera crítica, también a esa mulata del barrio de Juanelo, quién con solo 15 años me enseñó los misterios del amor, en uno de estos cuartos.
            Las quiero  

            Esteban 
 

Esteban Casañas Lostal. 
 Montreal.. Canada. 
 19-09-1999