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 Nadie se olvida de nuestra capital

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Se dice que la capital cubana avanza, que está en primer lugar en cuanto a la educación superior, la ciencia, la tecnología y el medio ambiente se refiere. Todo esto reconocido por el Buró Político del Partido Comunista de Cuba.

La ciudad de La Habana, con nombre femenino, hay quienes la comparan con una dama que si no se renueva, si no avanza por los caminos del desarrollo llegará el momento en que se convertirá en un vejestorio por la falta de acicalamiento y aderezo.

Cuando me detuve unos instantes ante el ventanal de cristal de las oficinas de la agencia de prensa CNN, situada en los pisos superiores del hotel Habana Libre, vi así a La Habana: Un verdadero vejestorio coronado de azoteas mugrientas, edificaciones deterioradas y faltas de pintura. No es la ciudad que vi, desde los altos de ese mismo hotel, en la década del cincuenta. La Habana es una vieja aburrida que se mira en el espejo de sus aguas turbias de la bahía, y no se ve linda.

Para que pueda lucir algunos de sus viejos atractivos, el historiador de la ciudad, Eusebio Leal Sprengler, se impuso un reto difícil: buscar recursos financieros para rescatar de las ruinas lo que casi se había perdido para siempre. No sólo se interesó por las fachadas como se ha hecho a lo largo de varias décadas de régimen castrista. Sus planes abarcan los niveles de reconstrucción, restauración y rehabilitación.

Pero rearmar La Habana no es tarea fácil. Yo diría que es casi imposible bajo un estado totalitario que prohíbe toda iniciativa privada.

Hemos visto cómo a lo largo de estos años han desaparecido edificios de gran importancia histórica. Otros seguirán desplomándose a pedazos, porque es mucho el deterioro acumulado. Se estima que un millón de turistas visitará La Habana para el 2005. Ellos presenciarán una ciudad que desaparece poco a poco por el abandono y el desinterés estatal. No hubo necesidad de huracanes ni terremotos, ni de otros fenómenos naturales.

Hoy quiero recordar a La Habana como era: luminosa, con parques bien cuidados, calles asfaltadas, aceras recién construidas, vida nocturna atractiva, comercios cuyos letreros lumínicos alegraban calles y portales. Sí, la recuerdo, por qué no, como una dama elegante, bien vestida, educada y alegre. Hasta aquel pintoresco personaje suyo que él mismo se nombraba "caballero de París" lucía hermoso, envuelto en su capa de color negro, vagando por la Avenida del Prado.

Me pregunto cómo se vería hoy La Habana si hubiera continuado el ritmo arquitectónico de los años cincuenta, cuando se construyeron los edificios de la hoy llamada "plaza de la revolución", hoteles de lujo, museos, los túneles de la bahía y de la calle Línea, los altos edificios de apartamentos del Vedado, y tantos más.

La capital cubana hoy es otra ciudad. Nadie puede negar que se trata de un lugar sucio y empobrecido, que ante cualquier chaparrón se le inundan sus calles de aguas albañales y se desploman los edificios habitados.

Tanto quiero recordarla cómo era que el otro día me negué a visitar el barrio de La Loma del Angel. Sé que por sus calles ocurren derrumbes, que el espíritu de Cecilia Valdés ya no se percibe, que la policía acosa al negrito Pimienta pidiéndole el carné de identidad en cada esquina. A veces pienso que hasta Dios se ha olvidado de La Habana.

Tania Díaz Castro, UPECI LA HABANA

31 de julio de 2001