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 Nacidos en La Habana

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Somos ya más de 2 millones de habaneros, que entre el calor de infarto y la escasez cotidiana vivimos en esta ciudad, descolorida y caótica. Pero única y mágica.

Según un chiste capitalino, La Habana no necesita el famoso paraguas nuclear que con tozudes proclama George W. Bush para proteger a Estados Unidos de un ataque atómico. La Habana -dicen-parece una ciudad después de un bombardeo. Puede que exageren.

Además de alardosos y alegres, derrochadores y mentirosos, los nativos en el trópico pecamos de burlones. Suelen reírse hasta de sus desgracias. Cierto que La Habana no tiene muy buena pinta. Calles repletas de baches; el 52 por ciento de las viviendas en estado deplorable; falta el agua, a veces la luz eléctrica; trasladarse de un sitio a otro de la ciudad.

En la capital de Cuba impera la anarquía. Basura que se desborda en los depósitos en los depósitos de las esquinas. Habitantes indolentes que ponen a todo volumen a las dos de la madrugada a Willy Chirino con aquello de "Ya vienen llegando".

Servicios desastrosos. No hay agua para beber en las cafeterías. Aires acondicionados rotos en los cines y teatros. Trámites largos y engorrosos para cualquier nimiedad. En fin, una ciudad prácticamente inhabitable. A ello agréguese el calor de espanto, las colas y la ya habitual escasez de alimentos. Pero así y todo es nuestra.

No hay cálculos oficiales, mas a ojo de buen cubero se sabe que por lo menos la mitad de los citadinos provienen de otras provincias. Sobre todo palestinos: así los habaneros le llaman a los oriundos de las provincias orientales. Estos llegan por montones y en cualquier sitio plantan cuatro palos con un techo de zinc. Y hay que darles candela para sacarlos de allí. Se han dictado leyes y decretos. Pera los habilidosos orientales se las arreglan para arribar por miles a La Habana. Para sobrevivir hacen de todo. Se prostituyen en la zona de tolerancia nocturna; venden drogas en el barrio Colón; truculentas pizzas por La Víbora o se alistan en la policía. Muchos habaneros legítimos, por su parte, están cansados de las estrecheses, de no poder navegar por Internet, no comer carne de res ni tomar ron bueno y de tener la billetera vacía.

Otros seguimos aquí. Haciendo medias en las esquinas. Yendo al Estado del Cerro y a las playas del Este. Soñando con tener un par de tablas (billetes de cien dólares). Viendo películas en televisores en blanco y negro. Pensando en qué vamos a comer al día siguiente.

Hablamos, caminamos y pensamos más rápido que la mayoría de los cubanos del interior del país. Y como dice Gerardo Alonso en su canción, casi un himno habanero, "si la vida me desterrara, si tus ojos me abandonaran a un rincón de la Tierra, yo te juro que voy a morir de la ganas". Seguro. Porque nacimos en La Habana.

Iván García

http://cuba.sipiapa.org/Havana/garcia_16julio2001.htm

16 de julio de 2001