El Cuento del Buey |
Había una vez en una granja de Birán en la provincia de Oriente, Cuba, un ternero, muy malcriado, vago, acomplejado, rencoroso y envidioso, que todos los días se paseaba el campo, admirando a esa bestia magistral, fuerte y rebelde que es el caballo. El veía como los hombres amaban y cuidaban de sus caballos. Los amos se desvivían por los caballos, cepillándoles su pelo para hacerlo brillar, les ponían monturas de la mejor calidad. En las noches que hacía frío, los cubrían con colchas para que no se resfriaran. El caballo era una inversión muy importante para los amos. Vivía en buenos establos. Le daban la mejor comida y hasta golosinas. Al caballo no se mataba para comer, como se les hace a las vacas. El caballo era el rey de las bestias en la granja. Este ternero quería ser caballo. El quería tener todas esas atenciones que se le daba al caballo. Como esto no podía ser, pues el ternero empezó a pensar qué podría hacer él para tener el mismo trato que se le daba a un caballo. Qué tendría que hacer para engraciarse con el amo. Un día, cuando ya no dependía de su madre, el ternero vio como las vacas eran acorralada por un "toro" que las estaba guiando a un sitio que él nunca había visto antes. Salió corriendo a su madre y le gritó, "mamá, ¿a dónde vas? ¿Por qué están todas ustedes siguiendo a ese toro castrado?" "A un mejor sitio, hijo. El buey nos dijo que lo siguiéramos, que él nos llevaría al cielo de las vacas," le contestó su madre. "¿Al cielo de las vacas? ¿Qué es eso, mamá?" preguntó muy interesado el ternero. "Es un sitio, donde sólo viven vacas, mi amor. Es el paraíso. Allí no tenemos amos, y viviremos mejor," contestó complacida la madre. "Llévame entonces contigo, mamá," rogó el ternero. "No, mi amor, ahora no. No es tu tiempo. Pero no te preocupes, que algún día tu también irás allá." El ternero siguió de cerca al ganado, cuando de pronto vio algo que le llamó la atención. Vio al amo de la granja portarse de una forma diferente con el buey que guiaba a las vacas. El había visto a otros bueyes en los campos, pero estos bueyes trabajaban duro bajo el ardiente sol caribeño y eran golpeados a látigos por los amos cuando se ponían lentos y buscaban un descanso. Los amos les gritaba frases obscenas e insultos. Pero a este buey, no le hacían esto. A este buey que guiaba las vacas, le pasaban la mano por encima, le daban golosinas y lo elogiaban por su buen trabajo. ¿Cómo era esto? ¿Qué tenía de especial este buey? Cuando ya entraba la madre al matadero, ésta se volteó y miró por última vez a su ternero. Le gritó, "adiós hijo, pórtate bien, y sé un buen toro. Algún día nos veremos." Pero éste no oyó las últimas palabras de su madre. Estaba hipnotizado por la escena delante de él, el buey mimado por su patrón. Al día siguiente, el ternero busca a este buey, preferido del amo. Al encontrarlo debajo de un árbol, sentado gozando de la sombra y buen comer, le pregunta, "Permiso buey, ¿me permite hacerle unas preguntas?" "Que quieres muchacho? No ves que estoy tratando de tomar una siesta?" Contestó molesto el buey. "Bueno, yo quiero saber cómo es que usted tiene trato preferencial con el amo. ¿Porque usted no trabaja en los campos como los otros bueyes?" "¿A qué viene la pregunta? Váyase a mamar la ubre de su madre, y déjame descansar en paz" "Perdón, pero ya yo no necesito de mi madre, y además, ya usted la mandó al cielo de las vacas." Al oir esto el buey empieza a reirse a carcajada. "¿Qué es lo que encuentra tan gracioso?" preguntó el ternero . "Esas vacas idiotas, se creen cualquier cuento que les hago. Para estar castrado, la verdad que soy un cojonúo." "¿Por qué dice eso ? ¿Es que no es cierto? ¿Mi mamá no se fue al cielo de las vacas?" "Mira, pichón, tu mamá en estos momentos es un buen bistec de palomilla. Con ese trasero que tenía, estoy seguro que se encuentra en los mejores restauranes de La Habana." Esta revelación no le causó horror al ternero, sino una inmensa curiosidad. "Entonces," dijo el ternero en tono complicitivo, "¿usted seduce a las vacas, para que dócilmente se vayan al matadero? Es por esto que el amo lo considera y le concede privilegios. Usted traiciona a su gente, y por esto es recompensado," dijo el ternero, mas bien hablando consigo mismo. "Oye, a ti no se te va una. Pues así es, yo desde pequeño, así como tú, percaté la situación aquí, y me di cuenta, que mis opciones estaban limitadas. O me castraban y me ponían a trabajar como un buey, o terminaba en el matadero juntos a las vacas, o en el mejor de los casos, me ponían a trabajar de semental. Francamente, a mis las vacas nunca me han interesado en ese sentido," dijo guiñando el ojo, mientras espantaba las moscas con su cola. "Pues escogió bien," dijo el ternero satisfecho con lo que acababa de conocer, "no le quito mas tiempo," y se marchó con la determinación de que cuando creciera, el sería el mejor "judas" de su especie. El ternero pasó su adolescencia estudiando ese don que tenía aquel buey en convencer a las vacas que lo siguieran. Estudiabas sus palabras, sus gestos, sus movimientos. El era un buen alumno, y como buen estudiante superó al maestro. El tiempo pasa, y el toro es castrado para ser buey de carretas. El toro sabía que si lo ponían a trabajar en el campo estaba perdido. Él tenía que encontrar la forma de salirse de ese problema y demonstrarle al amo para lo que él era bueno. Cada vez que lo llevaban al campo amarrado de las carretas, hacía las cosas de tal forma que enfureciera al amo para demonstrarle que él no nació para trabajo de bueyes. Por esas casualidades de la vida, algunos lo llama destino, llegaron unos hombres a la granja de aquel buey. El amo mostraba a los visitantes su ganado. Ellos estaban interesados en comprar parte del ganado. Uno de ellos mostró interés por el buey, que tenía un cuerpo corpulento . "Venga acá, ¿cuánto pide por aquel buey?" preguntó unos de los hombres al amo. El amo que era un campesino muy astuto, aprovechó la oportunidad para deshacerce de un buey que no producía. Le ofreció un buen precio al comprador y se finalizó la venta. Al llegar a la nueva finca, el buey se percató bien de la situación. Enseguida entabló amistad con el buey de esa finca que estaba encargado de "guiar" a las reses, estudiando sus fuerzas y debilidades. No demoró mucho en ganarse la confianza de todo el ganado. Poco a poco fue sembrando cizañas contra el buey guía, y un día, a la hora que el amo se preparaba para trabajar la tierra, el buey hace un discurso que desenmascara al buey guía. Él lo acusa de traicionar a su gente, que él no es más que un vendido del patrón, que por unas golosinas y una pasada de manos vende hasta su propia madre llevándolas a todas al matadero. Las reses horrorizadas demandan la cabeza de ese buey traidor y maldito. El buey de nuestra historia accede a las demandas del ganado y en una pelea de tarros, mata al viejo buey. El nuevo amo presencia toda esta escena sorprendido de la agresividad de este buey. Ya el lo había dado por una "mala" inversión, ya que el buey no daba muestra de ser muy trabajador y había planeado mandarlo al matadero. Pero al ver esta tendencia asesina en el buey, considera darle el trabajo del buey muerto, que a las fuerzas había ganado. Cuando él se siente seguro de su posición y después que la res empiezan a comentar que han sido engañados, que este nuevo buey no los van a liberar del matadero, nuestro buey declara en medio del campo: "Soy un judas, siempre he sido un judas, y seré un judas hasta el día de mi muerte." Y de una forma extraordinaria logra convencer a estas pobres reses, que el sacrificio del matadero es necesario para el bienestar de la granja, y aunque parezca que lo que está haciendo es una aberración, la historia lo absolverá. Muchos de las reses siguen a este buey loco y endemoniado. Muchas otras, a las que ya no pueden engañar, tratan de rebelarse, pero es inútil. No hay salida, el sistema esta diseñado para que las reses terminen en el matadero. Están acorraladas, y cada vez que alguno protesta, el buey pone a ese al principio de la fila para los mataderos. Por un largo tiempo, todo le va bien al buey. Vivía bien. El amo estaba muy contento con el buey. Por sus servicios, el buey era muy bien tratado. El amo constantemente lo elogiaba, le daba golosinas y el mejor pasto para rumear. Lo protegía de los otros bueyes y toros de la finca. Todo le iba de maravilla. Por fin el buey tenía la vida deseada, ser el animal doméstico preferido del poderoso amo. Qué le importaba al buey que para demonstrar su lealtad y fidelidad al amo tenía que vender su gente. Era un precio pequeño que pagar, para el gran beneficio que iba a recibir: buena vida, y garantía de no terminar en un matadero. No era caballo, pero era tan imprescindible para el amo como el caballo. Por esto obligaba a su gente que de ahora en adelante se le llamara a él caballo. Él era el rey del ganado. Pero un día, el amo de la finca, tras varias temporadas de pérdidas (las personas estaban comiendo cada vez menos carne), decide que el negocio del ganado ya no le es negocio, que es hora de encontrar otra forma de ganarse la vida, pues éste no le está dando muy buenos resultados. El amo decide convertir su finca de ganado en una finca de vegetales y frutas. El buey al enterarse de esto, se vuelve frenético. Sabe que sus días están contados. En un gran esfuerzo, trata de acorralar más reses para el ganado. Pero es inútil. El amo está decidido. La única esperanza que le queda al buey es que venga un comprador a comprarle el ganado completo al amo. Tiene que existir algún hacendado poderoso, que necesite de un buey fiel y dispuesto a traicionar a su gente para la ganancia del amo. El dueño de la finca pone un anuncio en el periódico buscando comprador. Vienen varios hacendados de todas parte del mundo, entre ello uno muy poderoso del este, y también vienen del norte y el sur. Algunos muestran interés. El buey pone su mejor actuación para ellos, demostrando su eficacia en acorralar a las reses. Pero todo es en vano. Ya nadie esta interesado en el negocio del ganado. El amo vende las vacas a una lechera, donde las vacas serán utilizadas solo para producir leche. Ya en la finca no quedaban bueyes puesto que fueron reemplazados por tractores y otras máquinas. Y el buey, ¿qué le pasó al buey de nuestra historia? Pues señores, lo último que se supo del buey, fue que puso tremenda exhibición cuando trataron de accorralarlo, dio unos chillidos que se oyó en toda Cuba. El buey loco y endemoniado gritaba que él no era buey, que era caballo, que no lo mandaran para el matadero. Algunos juran que vieron al buey ponerse de rodillas pidiendo misericordia, lamiendo las botas del amo dando última muestra de su lealtad. Al final, murió como todos los bueyes judas mueren, en el matadero. Pero su carne era demasiada agria y dura que ni para comida de perro servía. Y su piel era de muy pobre calidad. No quedó mas remedio que quemar todo aquel desperdicio de animal. Y del buey que se creía caballo, pero resultó ser un asno, no quedó nada. Alba Herrera-Rohdes 3 de mayo de 2001 |