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Un racismo del carajo... |
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Me
había gustado que Moisés, con sus dos eses, no se extrañara de mi
familia negra. Mucha gente lo niega, pero en este país hay un racismo
del carajo, Antes, cuando yo era chiquita, se disimulaba un poco. Ya ni
eso. Cada quien tiene derecho a sus prejuicios, no digo que no. Pero
resulta bastante desagradable cuando algún blanco los exhibe delante de
uno, con tremenda naturalidad, como dando por descontado que uno piensa
exactamente lo mismo: que los negros son la peor basura que existe sobre
la faz de la Tierra. Moisés tenía un criterio más amplio. Para el,
según supe más tarde, la peor basura sobre la faz de la Tierra, la más
baja y abyecta, la mas repulsiva y nauseabunda, eran los seres humanos.
Todos y cada uno, sin
distinción de raza.
Ena Lucía Portela : Cien botellas en una pared |
El
sinvergüenza se asiló en el aún no celebérrimo apartamentico de
Centro Habana. Por aquel entonces vivía la abuela de la Gofia, quien lo
recibió con los brazos abiertos y toda clase de mimos y carantoñas y
dulces de leche. Esta señora —cuenta su nieta— era la inocencia
personificada. No sabía nada de maricones ni de tuercas ni de nada y
creyó que a la venturosa Ana Cecilia le había caído del cielo un
novio rubio de ojos claros, un yuma como los de las películas (las
películas de su época, un yuma como Robert Taylor, el que trabajó con
Greta Garbo en La dama de las camelias), inmejorable oportunidad
para adelantar la raza. Hasta les cedió el
cuarto, el único del apartamentico, y se fue a dormir a la sala. Si
hubiera sido un negro... ¡ja ja! —se divierte la Gofia— lo hubiera
sacado a patadas por el culo. Porque la abuelita, que Dios la tenga en
la gloria también a ella, era peor que el Ku Klux Klan. La venturosa
Ana Cecilia y su novio rubio le siguieron la corriente, pobrecita,
¿para qué desengañarla?, y compartieron la cama durante algún tiempo.
La abuela murió en paz, con la gratificante sensación que proporciona
el deber cumplido, mientras la Gofia le hablaba de un supuesto embarazo,
de un futuro biznieto blanquito y rubiecito, yumita. Al día siguiente
Robert Taylor fue a dormir a la sala.
Ena Lucía Portela : Cien botellas en una pared |