De verdades a medias a la acción
negativa:
Relaciones raciales y estructuras de poder en Cuba
por Omar López Montenegro, Directorio Revolucionario Democrático
Cubano.
Uno de los principales problemas a la hora de abordar este tema es la
objetividad. Digo esto porque cada vez que se trata de discutir un problema
que tenga que ver con las razas, inevitablemente hacen su aparición
una serie de estereotipos que en la mayoría de los casos, responden
única y exclusivamente a experiencias particulares, percepciones
tradicionales y hasta posiciones políticas relacionadas con el tema.
Así que estimo que se hace imperativo en este caso, tanto por el
interés de encontrar soluciones apropiadas al problema que nos ocupa
que por el no menos noble propósito de no agotar la paciencia de
quienes nos escuchan, que vayamos como se dice comúnmente, al grano.
En el caso cubano, el tema de la raza ha estado siempre abordado por
dos estereotipos básicos. Por un lado está la imagen difundida
por ciertos sectores del exilio cubano, de acuerdo a la cual en Cuba, la
Cuba antes de Castro, por supuesto, existía una armonía racial.
Por el otro tenemos la propagada por el Régimen, de acuerdo a la
cual antes de su llegada al poder los negros en Cuba estaban sometidos
a la más cruel de las explotaciones. La primera de ellas es la que
he dado en llamar verdades a medias, porque refleja una versión
que tiene cierta base real pero no corresponde a toda la realidad, y la
segunda es la que califico como "acción negativa", porque es producto
de una política ideológica diseñada por el Régimen
como forma de control de los cubanos de esta raza. Cada una de ellas tiene
sus propios orígenes y motivaciones, los cuales trataremos de explicar
en la forma más breve posible.
Para tener un conocimiento amplio y cabal de las relaciones interraciales
en la Cuba de hoy, y cómo éstas se han visto afectadas por
los más de 40 años de poder comunista, es preciso remontarse
a los orígenes de la nacionalidad, al surgimiento de Cuba como nación
ante los ojos del mundo. El punto de partida de este fenómeno, el
inicio de la lucha por la independencia del colonialismo español,
reviste una singular importancia en la problemática que analizamos
porque tiene una característica peculiar. Entre los próceres
independentistas existía una unanimidad absoluta con relación
al abolicionismo. Martí, Gómez, Agramonte y Céspedes,
por citar los más notables, eran fervientes defensores de la abolición
de la esclavitud, por lo que incluso antes de nacer la nación cubana
estuvo concebida como un país sin esclavos. Para brindar hechos,
y dejar las interpretaciones a juicio de los oyentes, es bueno destacar
en este punto que dos de los más importantes forjadores de la gesta
independentista fueron de la raza negra: Antonio Maceo y Juan Gualberto
Gómez, el primero un guerrero y el segundo un intelectual, como
para no dejar lugar a dudas sobre su relevancia en cualquier campo. El
nombre de "mambí", término genérico que se le aplica
a todos los miembros del Ejército Libertador, cualquiera que fuese
su rango, es el mismo con que se denomina en un dialecto original africano
al negro esclavo que rompía sus cadenas y huía al monte.
Otro hecho significativo de este período fue que antes de alzarse
en armas contra la corona española, Carlos Manuel de Céspedes,
el Padre de la Patria, reunió a sus esclavos y les concedió
la libertad. En el primer decreto revolucionario, Carlos Manuel estableció
que "Cuba libre es incompatible con Cuba esclavista". El artículo
14 de la Constitución redactada en Guáimaro por la República
en Armas sancionó que "todos los habitantes de la Isla son enteramente
libres".A diferencia de la guerra de Independencia de las Trece Colonias
de Norteamérica, librada solamente por los blancos y cuyo final,
con el nacimiento de los Estados Unidos de América preservó
la esclavitud, la cubana contó con la amplia participación
de los negros, quienes veían asociada la independencia nacional
a su libertad individual.
Una vez conquistada la independencia y con el surgimiento de la República
en 1902, la relación entre las dos razas no alcanzó el punto
de la igualdad plena, pero nunca llegó a los extremos de un enfrentamiento.
En fecha tan temprana como 1909 -siete años después de la
instauración republicana- Martín Morúa Delgado fue
electo presidente del Senado. Con anterioridad, en 1904, Generoso Campos
Marquetti había sido elegido miembro de la Cámara de Representantes,
seguido por su hermano Francisco en 1905. Si comparamos esto con la situación
de los Estados Unidos, vemos que en 1876, cien años después
de la independencia de las 13 colonias, ningún norteamericano de
la raza negra ocupaba puestos en los órganos legislativos de la
nación. Durante los 57 años de vida republicana antes del
acceso de Fidel Castro al poder, 25 cubanos de la raza negra formaron parte
del aparato legislativo del país, contando solamente a quienes ocuparon
puestos relevantes como concejales, representantes, senadores y gobernadores
de provincia.
En Cuba no existían leyes que prohibieran el acceso de los ciudadanos
negros a los órganos de poder o puestos públicos, ni cafeterías
o baños públicos segregados. Los lugares que restringían
el acceso a personas de color eran clubes privados. Existían barrios
de pobres pero no de negros, así que resulta imposible hablar de
un antagonismo racial en el país. Las luchas por la igualdad racial
no estaban dirigidas a la aprobación de leyes que eliminaran el
segregacionismo, porque éste sencillamente no existía. La
Constitución de 1940 en su artículo 20 estableció
que "Se declara ilegal y punible toda discriminación por motivo
de sexo, raza, color o clase y cualquier otra lesiva a la dignidad humana".
El crecimiento del sector poblacional negro fue uno de los factores
que comenzó a cerrar la brecha en la sociedad. El censo de 1907
reveló la existencia de medio millón de negros. En 1953,
esa cifra era de más de un millón de medio. De acuerdo al
libro "La Diáspora Negra", publicado en 1995 por el sociólogo
sudafricano Richard Segal, la población cubana está compuesta
por un 55% de negros, un 30% de blancos y un 15% de mulatos. Para el sociólogo
suizo Jean Ziegler, citado por Segal en su libro, "existe un consenso entre
los especialistas foráneos en el sentido que los afrocubanos probablemente
excedan el 65% de la población". Las cifras del gobierno cubano
resultan ser poco confiables en este aspecto, por la bien fundada sospecha
de estar alteradas o manipuladas por intereses políticos. Sin embargo,
a pesar de algunas discrepancias, parece existir un verdadero consenso
sobre que en la población actual, las personas de raza negra o mestiza
constituye la mayoría de la población cubana.
En Cuba puede decirse que las tres instituciones más efectivas
para preservar la cultura y la identidad de que habló en 1992 el
columnista de The Miami Herald Robert L. Steinback en una serie de artículos
sobre la identidad cultural negra en los Estados Unidos -la religión,
familia e idioma- no fueron destruidas en el proceso de creación
de la nueva nacionalidad, sino que se fundieron para dar nacimiento a ese
nuevo ente social que es el cubano. En Cuba todos hablan el mismo idioma,
las palabras del argot no son patrimonio exclusivo de ninguna raza, sino
que son asimiladas y empleadas indiscriminadamente, sin distinción,
por todos los cubanos, e incluso las que tienen su origen en dialectos
africanos son parte del habla popular de los cubanos de la raza blanca.
Palabras del dialecto yoruba como "aché" ó "nagüe",
por sólo citar dos casos, son utilizadas por todos los cubanos sin
distinción del color de su piel.
En el caso de la religión esta mezcla es incluso más
profunda. Elsincretismo religioso, que permitió la fusión
de las divinidades africanas con las del catolicismo, trajo como consecuencia
la participación indiscriminada de negros y blancos en los cultos,
ya que se identificaban con los mismos ídolos. En los ritos afrocubanos
son aceptados los blancos sin ningún tipo de reservas, al punto
de que la Biblia de 1os practicantes y estudiosos de estas religiones es
un libro llamado El Monte, escrito por Lydia Cabrera, una cubana de la
raza blanca a quien ningún negro ha impugnado como estafadora o
apropiadora del patrimonio cultural de esa raza, a pesar de haber sido
quien dio a conocer al mundo la existencia de la sociedad secreta Abakuá,
una fraternidad asociada en muchos casos con hechos de sangre. Como dato
curioso, puede mencionarse que una edición de este libro puesta
a la venta durante la Feria del Libro de La Habana en 1991 provocó
colas de mas de diez horas de espera para adquirirlo, llegándose
a cotizar cada ejemplar en el mercado negro por un valor de cien pesos
o más. Para otro eminente historiador como Fernando Ortiz, reconocido
estudioso de la raza negra y sus cultos en Cuba, "Sin el negro, Cuba no
sería Cuba. No podía pues ignorarlo".
Otro tanto se observa en el plano del arte, donde la que es considerada
la primera obra de la literatura nacional auténtica, el paso decisivo
hacia la creación de la identidad nacional en el arte, es nada más
y nada menos que Cecilia Valdés, una historia donde el mestizaje
es el elemento unificador de la obra y su tesis principal, lo que demuestra
que el arte nacional nació mestizo. En términos culturales,
no existen en Cuba identidades separadas para los negros, mestizos o blancos.
La música cubana, el llamado son, salsa, o cualquier otro nombre
que se le quiera dar, es resultado de la mezcla de ritmos europeos y africanos.
La herencia africana y española aparece hoy como un elemento folclórico
y la rumba, el son, el bolero han ocupado el lugar de patrimonio cultural
que está al alcance de todos por igual. Al no existir razas puras,
el orgullo racial ha cedido paso en Cuba al orgullo cultural, origen de
una identidad que no es negra ni blanca, sino cubana.
Todo esto nos conduce a la visión de una Cuba, si no con una
perfecta armonía interracial, al menos con seguridad carente de
antagonismo en este terreno, pero esto no significa que existiera lo que
pudiera calificarse como "armonía racial". Mi pregunta en este punto
es: ?Dónde existe? En Cuba existía un problema racial antes
del triunfo de la revolución castrista, aunque nunca llegó
al nivel de enfrentamiento de los Estados Unidos. Pretender que el problema
no existía es lo que llamo una "verdad a medias", y prueba de ello
son las páginas de Vida Social del Nuevo Herald, donde los negros
aparecen en ocasiones tan esporádicas que hacen olvidarse las unas
a las otras. Sin embargo, de ahí a hablar de racismo rampante antes
de 1959, va un largo trecho.
Esta es precisamente la tesis esgrimida por el régimen cubano,
con la intención expresa de crear un abismo interracial al manipular
políticamente el problema de las razas, lo que hemos dado en llamar
"acción negativa". A falta de un programa coherente de mejoras para
toda una población, Castro maximizó el problema de la discriminación
racial con el fin de pretender de que al menos a los negros, se les había
redimido y devuelto la dignidad. La gran paradoja de esta campaña
propagandística sobre la base de la raza es que ha puesto en evidencia
el carácter racista del régimen. Esto puede ser analizado
en base a una lógica que emana de la esencia misma de las estructura
del poder comunista. Al ser Cuba ahora una sociedad cerrada donde las personas
no pueden acceder a los puestos públicos en virtud de sus méritos
ó por votación libre, sino sobre la base de los designios
de las máximas autoridades del gobierno. La ausencia de cubanos
de la raza negra en las altas esferas es una señal evidente de que
no hay lugar para los negros dentro de ellas. Ante la ola de críticas
provenientes del exterior e informes secretos del Ministerio del Interior
acerca del alarmante índice de delitos registrados entre la población
negra, sumados al elevado por ciento de abandono escolar, entre otros indicadores,
Fidel Castro se decidió a tocar el tema en un discurso donde terminó
por ordenar el aumento del ingreso de negros en las filas del partido
En este discurso se hicieron evidentes dos premisas. En primer lugar,
se hizo patente la esencia racista del partido comunista, una organización
que cerraba sus puertas a los ciudadanos que debían ser mayoría
en sus filas, por ser los más sufridos bajo el sistema anterior.
De este hecho se derivan dos conclusiones: o el partido comunista restringía
el acceso de los negros a sus filas, realidad admitida por el propio secretario
general, o por otra parte, la mayoría abrumadora de los cubanos
de piel oscura no estaban interesados en ser miembros de ese partido que
demuestra a todas luces que éste no satisface a los cubanos de la
raza negra. Esta última conclusión es una consecuencia de
la primera, lo que nos brinda una realidad resultante de la conjugación
de ambas.
La segunda premisa vino a ser una confirmación de algo que ya
era un hecho cierto: si para que los negros estuviesen representados en
el partido como correspondía se precisaba de un discurso de Fidel
entonces era obvio que su ascenso se debía a un rejuego de política
y no al proceso natural de selección que debía existir dentro
de una democracia popular, lo que coloca a la igualdad racial como algo
sujeto a los caprichos y necesidades del dictador. Esto se manifiesta en
la situación actual de crisis económica, social y moral que
esta sacudiendo los cimientos de la dictadura, cuando el factor racial
está siendo uno de los clavos ardientes a quienes se aferra la propaganda
oficial azuzando el temor a una supuesta falta de oportunidades por el
color de la piel dentro de un sistema capitalista para asustar a la población
de raza negra.
Otro de los fantasmas que se azuza en este sentido es el de un supuesto
estallido de violencia racial al desaparecer el régimen actual.
Esta aseveración, basada en comparar la situación cubana
con casos como el de la antigua Yugoslavia, carece de fundamentación
histórica. A diferencia de esos países, en Cuba no existe
una historia de violencia racial. La revuelta de 1912 citada fuera de Cuba
bajo el término un poco despectivo de "La guerrita de los negros",
fracasó entre otras cosas por la falta de apoyo que tenía
la idea de inscribir un partido integrado por personas de la raza negra
exclusivamente, intento liderado por Estenoz que fue rechazado por racista
por medio de una votación senatorial, y repudiado por ciudadanos
eminentes de esa raza, incluido Martín Morúa Delgado, a la
sazón presidente del Senado. En Cuba no existe tampoco una historia
de linchamientos de personas de la raza negra, actos de vandalismo con
orientación racista u organizaciones que proclamen la soberanía
de la raza blanca. La violencia dentro de la Isla tiene más posibilidades
de tener una orientación política que las que tiene de tener
una orientación racial. Al no existir violencia por parte de los
blancos hacia los negros, nunca se ha precisado de una violencia a la inversa
como mecanismo de respuesta
Veamos entonces el aspecto sociológico. Con todo el debido respeto
a las múltiples opiniones escuchadas fuera de Cuba en el sentido
de una gran preocupación con el problema racial que está
surgiendo dentro de la Isla, en múltiples contactos con disidentes,
opositores o representantes de grupos de la sociedad civil que sí
está tomando un auge extraordinario dentro de Cuba, el tema racial
no aparece entre las prioridades. Por regla general, para obtener una opinión
en este sentido el tema tiene que ser sugerido por quien vive en el exterior,
pues de lo contrario, lo que se escucha como preocupación primordial
son la delincuencia, las desigualdades entre los que tienen dólares
y no los tienen, la represión policial, ya sea política o
económica, la prostitución y la miseria moral y material
que prolifera en la actualidad. Así que si nos limitamos a juzgar
por lo que dice la gente espontáneamente y no por lo que se le pregunta,
lo cual constituye la mejor manera de medir el barómetro de la opinión
pública dentro de la Isla, el tema racial no resulta relevante.
Un ejemplo concreto de esto lo tenemos en una encuesta realizada en las
provincias centrales por la delegación del Consejo Nacional por
los Derechos Civiles para medir cómo piensa la juventud cubana,
en la cual el tema racial no aparece entre las preocupaciones futuras de
ninguno de los encuestados.
En resumen, lo que tenemos entonces es una población que no
percibe de forma espontánea el problema racial como una de sus prioridades,
frente a un gobierno que sí necesita crear este estado de opinión
para sus intereses de dominación. Al instituir la raza como uno
de los polos de la sociedad, el gobierno cubano está influyendo
nocivamente en la concepción de nacionalidad cubana al establecer
categorías separadas para los ciudadanos. Este concepto de identidad
negra separada, ausente de la conciencia nacional antes del triunfo de
la revolución, está siendo promocionado por el régimen
para debilitar la oposición y reducir su capacidad de cohesión.
El resultado final de este proceso, si no se produce antes un desenlace
favorable para las fuerzas democráticas, será el desmembramiento
de la sociedad, con la consiguiente secuela de retroceso social. En su
afán de manipular el problema, racial a su conveniencia, Fidel Castro
está produciendo una regresión social que a la postre resultará
más perjudicial para los negros en Cuba que el supuesto racismo
que podrían enfrentar al fin de la dictadura.
En esto sí se dan la mano las dos situaciones, tanto en Cuba
como en los Estados Unidos, producto de la visión condicionada por
el pasado y las posiciones políticas que caracteriza a quienes proyectan
ambas visiones. Mientras el tema de las razas continúe encasillado
en estos estereotipos, nunca se podrá ver en su justa dimensión,
que es enteramente humana. A menos que se aborde el tema con una visón
capaz de proyectarnos hacia el futuro, no se podrán encontrar soluciones
realistas y prácticas al problema, cualquiera que sea su naturaleza.
No se puede salvar a ninguna raza si primero no se salva a los seres humanos.
24 de marzo del 2000
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