Página de inicio

 
Perdidos en el mar

relato siguiente
Indice de materias
 
 
                        

Esa noche subí al puente y mis pasos se dirigieron hacia los grandes ventanales que dan a proa, eso lo hacía cumpliendo una norma y repetida durante tantos años se convirtió en un reflejo condicionado. Es necesario hacerlo durante varios minutos hasta que la vista se adapta a la oscuridad del puente, esa noche no era necesario, había luna llena y el cielo se encontraba totalmente despejado, parecía que era de día.

Permanecí el tiempo acostumbrado mientras el Oficial saliente ploteaba su posición y llenaba el diario de bitácora, no me gustaba interrumpir su faena. El mar era un espejo, no corría una gota de brisa y el horizonte se confundía con el cielo. Yo gustaba de esa luna para tomar estrellas de madrugada, era una de las pocas maneras a mi alcance de matar el tiempo, ese tiempo que solo se gasta en un continuo ir y venir de pensamientos, pero esa noche era imposible, el horizonte se encontraba perdido. Tampoco era necesario y yo lo sabía porque era el encargado de preparar todas las derrotas.

Por la amura de babor podía distinguirse la silueta oscura de la isla de Sao Tomé, una enorme montaña sembrada en medio del golfo de Guinea por caprichos de Dios o la naturaleza, su hermana gemela Príncipe se encontraba separada de ella unas doscientas millas, como si un día se hubieran disgustado, solas, en medio de este mar inmenso, separadas también de un continente enfermo.

El grupo de olas Kelvin hacía un ángulo muy agudo desde la proa, esas olas que produce el barco en su movimiento se encontraban muy cercanas al casco, era señal de que desarrollábamos buena velocidad. Nada se movía con aquella calma chicha, cuando extiendes la mirada a la proa del buque sientes que viajas en el espacio, solo observas una fotografía inmóvil. Por estribor era reflejada toda la arboladura en ese espejo infinito y el buque era maquillado de un color plateado, era majestuoso su andar orgulloso. Yo me había enamorado de aquella nave como siempre lo hice con las anteriores, era mi novia de turno, esta vez era una negra, porque ese era el color de su casco y la tierra a la que perteneciera, se llamaba "N'Gola" que en uno de los dialectos de aquella tierra significa Angola, era el buque insignia de aquella joven y naciente flota. Sentí al oficial salir del cuarto de derrota y dirigir sus pasos hacia mi posición, había llegado mi hora.

 -Ese tipo te dejó una nota en el libro de Ordenes a los Oficiales.- Me dijo Amilcar.

Amilcar era un oficial portugués que había continuado con nosotros después de la intervención de la compañía por el gobierno angolano, digamos mejor por el cubano, nuestro Capitán fue el que procedió a la intervención de esa compañía que era de intereses mixtos con Angola. Todos los demás oficiales portugueses decidieron regresar a su país y Amilcar fue el único que continuó con nosotros, no sé si lo hizo por poseer ideas izquierdistas o simplemente por conservar el trabajo. Ya había pasado casi un año y los viajes anteriores los realizó con su esposa e hijito de meses, al niño le habíamos celebrado el cumpleaños unos meses atrás.

El muchacho era alto y de pelo bastante trigueño, jugaba muy bien al tenis de mesa, cuando fumaba gustaba soltar el humo del cigarro en forma de anillos, era un maestro en eso que siempre traté de imitar y solo lograba señales de humo como las de los indios. Su esposa era algo bajita pero de una belleza singular, era muy linda y cuando le pregunté su nombre tuve que aguantar la risa por su respuesta, creo que era algo así; Gina María Silveira Pinto de Oliveria, media libra de nombres para una persona tan chica. Su hijito se llamaba Vasco y pronto se convirtió en la pelota de todos nosotros a la hora de las comidas. Era un niño muy noble que apenas lloraba y cuando ellos deseaban salir en puertos extranjeros lo dejaban a mi cuidado. No fueron pocas las veces que me tocó cambiarlo cuando se hacía caca, era lo único que no me gustaba de aquel oficio. Durante la ausencia de los padres, nos pasábamos la mayor parte del tiempo tirados en la alfombra de mi camarote jugando, por la isla había nacido mi hija desde hacía unos cinco meses. Yo hacía con Vasco lo que me daba la gana y los padres nunca se ofendieron, un día, el Capitán tuvo una cena protocolar estando el buque atracado en Ámsterdam, creo que se encontraba el embajador angolano y otros funcionarios. El comedor se encontraba invadido por un sepulcral silencio mientras cenaban y se me ocurrió romper aquella monotonía. Le pinté un tatuaje a Vasco en el brazo, le puse un cigarrillo apagado en los labios y le quité el pamper, esto último lo hice porque el muchacho estaba bien despachado. Le dije que fuera hasta donde se encontraba el Capitán y me entendió, no pudo aguantar la risotada y los visitantes lo acompañaron, se rompió el hielo. Ese día fue el único que Gina peleo conmigo. Hoy Vasco debe ser un hombre hecho y derecho como su padre.

Amilcar era un muchacho muy bien preparado, al yo llegar a ese buque hacía solo unos días que había abandonado la Academia Naval, donde trabajé como profesor de Navegación. Parece que aquella noticia lo tentó a medir conocimientos y le acepté el reto, debo confesar que sus conocimientos teóricos superaban con creces a los adquiridos por nuestros guardiamarinas, sin embargo, no hubo nada nuevo que pudiera enseñarme y yo lo superaba también en experiencia.

Ambos nos dirigimos hacia la derrota, no hacía falta que me mostrara la posición del buque porque en el trayecto la observé en el radar y se veía la isla a simple vista. Tomó la libreta de Ordenes al Oficial de Guardia y me la mostró, pude leer lo siguiente :

 

 AVISAR AL IMEDIATO A LA HORA DE LA RECALADA A SAO TOME.

Firmado. Fernando Miyares Gutiérrez.

 -¿Vas a llamarlo?- Me preguntó maliciosamente. -El día que yo tenga que llamar a ese comemierda para una recalada, le solicitaré al Capitán que me envíe en avión para Cuba.- Se echó a reír al oír mi esperada respuesta. -Como arribaremos al punto de fondeo dentro de una hora y media no me quitaré la ropa y si quieres me voy para la proa a tirar el ancla.- Quiso ser mi cómplice y lo acepté, Amilcar tampoco lo tragaba, en realidad ningún tripulante lo pasaba.

Miyares fue conocido en la marina de guerra como el Alférez Torpedo, ese apodo no se lo ganó de gratis, dicen los que lo conocieron de esa etapa de su vida, que un día se le escapó un torpedo en una de las lanchas donde se encontraba de oficial. Nos conocimos a bordo del buque "Jiguaní" y allí bloqueó mi trabajo hasta que el mismo Capitán se diera cuenta de ello. Era un tipo con una sobrecarga de complejos personales terrible, nada lo acompañaba y sentía una enferma envidia por la felicidad de los demás. En todo el tiempo que por desgracia navegamos juntos nunca le conocí una mujer, era bajito y de extremidades descompensadas para su estatura, su aliento era nauseabundo, su presencia iba acompañada de un desagradable olor a viejo y humedad. Pero sobresalía por encima de todo esto, que no fue premiado con un ápice de gracia, era sumamente pedante hasta para hablar de asuntos técnicos y cuando lo hacía tenías que apartarte un poco, para evitar ser alcanzado por ráfagas de saliva que expulsaba como cualquier atomizador. Sobre lo bruto que era no deseo expresar nada para no hacer extensa la presente, ¿cómo llegó hasta este buque? Miyares se encontraba en un buque cubano surto en Luanda en los momentos de la intervención, de tanto olerle el culo al capitán Calero lo convenció y lo trajo como tripulante. El cargo de Imediato que ocupaba actualmente correspondió a Calixto Veloso, era un grado que no existía en la marina mercante cubana, después del Imediato se encontraban el 1er, 2do y 3er Piloto, me imagino que ese cargo correspondería a un agregado de Capitán y Miyares hasta ese momento era Segundo Oficial como yo.

Una hora antes de arribar al punto de fondeo, llamé a máquinas para que pusieran las revoluciones de maniobra, media hora antes llamé al Capitán, Contramaestre y Amilcar, puse media avante. La maniobra de recalada y fondeo se desarrolló con normalidad.

Sao Tomé es un paraíso, uno de los pocos lugares donde me hubiera gustado vivir. Al amanecer me llegué hasta la proa y pude seguir con la vista cada eslabón de cadena, para ver finalmente nuestra ancla descansando en aquel fondo arenoso. No existía nada que delatara la presencia de contaminación en aquella preciosa isla, sus seres eran admirablemente educados y limpios. De allí partimos varios días después de cargar un poco de coco, nuestro barco iba casi vacío para Europa, Angola se convertía en un país importador solamente debido a la guerra.

Descargamos en Amberes y continuamos viaje hasta Ámsterdam donde realizaríamos reparaciones generales en astillero. Al destapar la máquina principal se detectó que seis de sus culatas se encontraban rajadas, según explicaciones de los técnicos del astillero, esa avería pudo ocurrir por encontrarse la máquina fuera de tiempo. En esos momentos presenta crisis el Jefe de Máquinas, cargo ocupado por uno de los individuos más extremistas de la marina mercante, me refiero a un individuo llamado Plácido Bosch. No hizo falta aquella reacción de ese tipo, todos nosotros estábamos convencidos de que él era el autor de aquella avería. Plácido era un tipo que subió hasta ese puesto por su condición de incondicional comunista, pero era un incompetente e incapacitado técnicamente para enfrentarse a una máquina de aproximadamente once mil caballos de fuerza. Pero así es la vida en Cuba, solicitaron a un Jefe de Máquinas para cumplir una misión internacionalista y enviaron a este patriota.

Por acuerdo llevado a cabo en el seno de los pocos militantes a bordo, debo aclarar que solo éramos ocho cubanos y que el único que no militaba era yo. Pues bien, por acuerdo unánime ellos determinaron que, si los técnicos del astillero podían demostrar que aquella avería había sido causada después de nuestra presencia a bordo, nosotros continuaríamos trabajando gratis en Angola, hasta pagar el costo de la mencionada reparación valorada alrededor del millón de dólares. Mi reacción en contra de aquella medida determinada sin contar con mi voluntad no se hizo esperar, ya estaba muy próximo a cumplir el año en aquel barco sin ver a mi familia. La fortuna quiso que no se pudiera asegurar fuera culpa nuestra, como es de suponer, pagó el prestigio de los maquinistas portugueses.

El tiempo de reparaciones se extendería más allá el mes, era necesario mandar a fabricar aquellas culatas y el Capitán de acuerdo con la compañía, procedió a darle vacaciones a parte de los tripulantes que lo desearan y tuvieran familia en Portugal. Amilcar y otros tripulantes partieron, varios de ellos no regresaron a bordo, se producen así las primeras deserciones en la historia de la marina angolana. Luego me enteré que mientras navegábamos con destino a Europa, Gina volaba con Vasquiño hacia Portugal. Me alegré mucho por ellos de todo corazón, se quedaron tal vez y como dije, por simpatizar con ideas izquierdistas, aquella decisión les costó muy caro y probaron en carne propia no solo el sabor de lo que es el racismo negro, supieron de la ingratitud por aquellos a quienes desearon tal vez ayudar.

Muy cerca de nosotros se encontraba atracado un barco cubano, llevaban varios meses fuera de Cuba y fletados a compañías extranjeras, era uno de los tres que fueran comprados a Suecia, no recuerdo cual de ellos. Calero gestionó traer a uno de sus oficiales para cubrir la vacante dejada por Amilcar hasta tanto llegáramos a Angola. La situación se complicaba un poco porque Miyares y yo teníamos planificadas vacaciones a nuestro arribo. En fin, trajo de ese buque a un agregado de cubierta llamado Concepción y al que todos conocían por Conchito.

Planifiqué la derrota de regreso, ya me la conocía de memoria y toda la navegación desde Holanda hasta la entrada al golfo de Vizcaya era realizada por canales. Nunca tuvimos problemas en aquellas travesías que realizábamos solos, digo esto, porque años después hice las mismas travesías con capitanes cubanos, que tomaban Prácticos desde Francia hasta cualquiera de los países en el Mar del Norte y Báltico. Todo parece indicar que el tiempo nos convertía en incompetentes. Un día y hablando con uno de aquellos capitanes con los que mantuve buenas relaciones, le pregunté el por qué de tomar Práctico y me respondió; << Casañas, si lo tomas ganas lo mismo que si no lo haces, entonces es mejor tomarlo e ir durmiendo tranquilo, ¿no crees?>> Su indolente razonamiento guardaba algo de razón, no se sabe hasta hoy cuántos millones de dólares deban haberse escapado por esas decisiones, pero bueno y como dicen los cubanos, Liborio paga.

Luego de la salida de Ámsterdam fuimos a cargar en Rótterdam, creo que desde nuestra llegada habían pasado casi tres meses y aunque aquel país me encantaba, sentía deseos por regresar y volar hacia Cuba. Conchito hizo muy buenas migas con Miyares y su guataquería con el Capitán era insoportable, por el solo hecho de aliarse al otro individuo se ganó la antipatía de la tripulación.

Cuando abandonamos la entrada de Rótterdam me retiré al camarote, dentro de unas horas debía subir al puente para realizar mi primera guardia en ese viaje sur. Conchito se retiró y yo comprobé la posición por medio del DECCA Navigator, corregí un poco el rumbo por abatimiento y me extrañaba la ausencia del acostumbrado tráfico en la zona. Unos cuarenta minutos después de haber asumido mi guardia, comienza a aparecer tierra a unas veinticinco millas en el radar por la banda de babor, verifico nuevamente la posición por el DECCA y nos manteníamos bien sobre el rumbo trazado en la carta. La configuración de la costa no estaba muy bien definida y desde mi posición no existía la mínima posibilidad de observar tierra, pero ella estaba allí y no se trataba de un falso eco en el radar, ni nubosidades muchas veces detectadas cuando eran bajas. Encendí el ecosonda y comenzó registrando unas quince brazas por debajo del casco, profundidad que tampoco correspondía a la señalada en la carta. <<¡Coño! Estamos perdidos.>> Fue todo lo que se me ocurrió pensar y llamé inmediatamente a máquinas. 

-¡Oye! Ve bajando máquinas hasta revoluciones de maniobra y mantente cerca del telégrafo, es muy seguro que tengamos que maniobrar.-

-¿Pasa algo?- Me preguntó el maquinista e imagino que asombrado por esta anormalidad. 

-No te preocupes y avísale al Segundo Maquinista.- Colgando el teléfono de magnetos usado para las comunicaciones con máquinas tomé el otro y marqué el número del camarote de Calero, dio unos tres timbrazos antes de ser descolgado, me imagino debía estar durmiendo la siesta.

 -Calero sube que estamos perdidos.- Expresé cuando al fin descolgó el teléfono. 

-¿Cómo que perdido Casañas?- Preguntó cuando se le escapaba un bostezo. 

-¡Compadre! Como te digo, estamos perdidos, así que no te demores y sube al puente.- 

-¿Por qué piensas eso?- 

-Porque en mi guardia yo no tenía que ver tierra en el radar y ahora la tengo a unas veinte millas.- 

-¿Por babor o por estribor?- 

-Por donde sea Calero, yo no tenía que ver tierra en mi guardia, se encuentra por babor.- 

-Puede que sea el paso de Calais.- 

-A la mierda Calais, ni poniéndole un cohete en el culo a este barco estuviéramos allí a esta hora, sube rápido.- 

-Ok, voy para allá enseguida.- Cuando colgó puse media avante en el telégrafo y observé por el tacómetro como iban disminuyendo revoluciones. Tomé otra posición por el DECCA y aparentemente todo se mantenía bajo control, sin embargo, el ecosonda registraba ahora unas diez brazas solamente por debajo del casco. Calero subió al puente a los pocos minutos, sus párpados delataban mis sospechas de que estaba durmiendo. Le expliqué todos los pormenores de la situación en la carta y le solicité que fuera al radar para comprobar lo que le había dicho. 

-¿Cuál es tu opinión en este caso?- Calero me hacía aquella pregunta porque además de ser un estupendo Capitán, no era un tipo autosuficiente. Ya nos conocíamos perfectamente y le gustaba oír mis recomendaciones aunque luego optara por otra cualquiera. 

-En este caso no hay salida y existe una regla de oro que debes aplicar ahora mismo sin pérdida de tiempo.- Le respondí calmado. 

-¿Cuál es esa regla?- 

-En caso e dudas o incertidumbre, para máquinas y de ser posible fondea, no dejes de aplicarla Calero, no tenemos tiempo para analizar, llégate hasta el ecosonda para que leas la profundidad.- El negro me oía con mucha atención y dirigió sus pasos hasta el equipo seguido por mí, en aquellos instantes la profundidad era de siete brazas. 

-¡Coño! Pero si paramos máquinas en estos momentos que estamos consumiendo fuel oil podemos joder la máquina.- 

-Calero es preferible que se joda la máquina nuevamente antes de perder todo el buque.- El negro despertó totalmente y se dirigió al telégrafo colocándolo en "Para máquinas", sonó el teléfono y solo respondió que cumplieran la orden, cuando el buque tuvo sus máquinas paradas movió el telégrafo y lo puso en "Media Atrás". Ambos salimos hasta el aleron del puente mientras toda la estructura del buque se estremecía ante la potencia de su máquina, nos quedamos mirando al agua en dirección a la popa. Pocos minutos después de aplicada la orden, el remolino formado muy cerca de la popa iba moviéndose lentamente en dirección de la proa, mientras la estrepada del buque disminuía. Cuando aquella turbulencia llegó a la mitad de nuestra eslora Calero ordenó detener la máquina, evidentemente nos encontrábamos parados y al pairo.

Miyares subió al puente y Calero le ordenó dirigirse hacia la proa con el contramaestre para fondear anclas, tomó su walky-talky y no hizo preguntas adicionales, el ecosonda se mantuvo en las cinco brazas por debajo del casco. Luego de fondeada el ancla de estribor con cuatro grilletes ahogados, Calero mandó a retirar maniobra en la proa, me puso su enorme y pesada mano derecha sobre mi hombro izquierdo y me dijo; <<Me voy al camarote, cuando determines la posición me llamas.>> Me dio de paso dos palmadas como muestra de simpatía y agradecimiento.

Debo confesar que nunca me había encontrado en una situación semejante y debía ante todo organizar mis pensamientos. Encendí un cigarrillo y salí hasta el alerón del puente a pensar un poco en como comenzar, siempre lo he hecho cuando me he encontrado en momentos críticos, trato de relajarme y luego buscar una salida a esa situación.

Para comenzar, pensé, debo reconstruir la derrota desde la misma salida del buque, es necesario observar en el diario de navegación la hora en la cual se puso "Toda Avante" y la posición en esos instantes. Luego, conociendo la velocidad del buque ir reconstruyendo la derrota, es necesario y muy importante tener en cuenta la hora del cambio de rumbo y el tiempo navegado sobre este nuevo rumbo. Cuando finalicé el cigarrillo entré a la derrota y abrí el diario en busca de esa información mientras pasaba a una hoja los datos que me interesaban.

Encima de la mesa de ploteo y firmes al techo del cuarto de derrota, existen dos pequeños compartimentos donde se colocan las cartas náuticas, el de la derecha corresponde a las cartas por usar durante la navegación, éstas son colocadas en orden sucesivo por el Segundo Oficial con todos los rumbos trazados, el Oficial de guardia solo tiene que tomar la que se encuentra en la parte posterior de esa colección para relevar a la anterior. A la izquierda se colocan las cartas usadas en ese mismo orden y que nunca se borran hasta concluida la navegación o preparación de la nueva derrota, ese trabajo solo lo realiza el Segundo Oficial y por norma, ante la eventualidad de cualquier reclamación por averías, Actas de Protesta, etc., las conservaba todo el tiempo posible sin borrarlas.

Con aquellos datos saqué las cartas usadas desde la salida de Rótterdam, no existía dificultades, solo se debieron utilizar tres de aquellos cuarterones y comencé a reconstruir la derrota, cuál no sería mi sorpresa al descubrir que se había saltado uno de los cuarterones correspondientes al canal de salida de Rótterdam (aclaro que un cuarterón es una carta de navegación también) Aquella carta se encontraba en blanco y las posiciones continuaron en la siguiente, o sea, la correspondiente al cambio de rumbo. En esos momentos se encontraba Conchito de guardia en el puente acompañado por Calero, es lógico que el Capitán se encontraba atento a las maniobras de otros buques en esa zona tan congestionada, cuando su oficial le comunicara la posición para realizar el cambio de rumbo. Mientras analizaba esos pasos dados y reconstruía la verdadera derrota realizada, entra Conchito al puente.

 -¿Puedo ayudarte en algo?- Me preguntó hasta con inocencia el muy estúpido. 

-Si quieres ayudarme lárgate al carajo antes de que te de una patada por el culo.- El tipo ni se molestó en contestar, giró sobre sus pasos y se marchó, detrás de é subieron varios curiosos entre angolanos y cubanos tratando de saber algo y no los atendí.

En aquel cuarterón puse la posición del buque acorde a la hora y estima en que se cambió realmente el buque, ello me obligó a sacar una nueva carta para continuar la derrota, me preocupaba algo muy importante, no podía ser posible que el DECCA me diera posiciones falsas. En la nueva carta descubro que los lines poseían los mismos valores de la supuesta posición, ploteo entonces las posiciones obtenidas en mi guardia y tengo una idea aproximada de la verdadera posición del buque. Tomo posiciones consecutivas para reafirmar las anteriores y no cabía la menor duda, nos encontrábamos muy cerca de la costa comprendida entre Holanda y Bélgica, una zona por donde no navegaba ningún buque mercante. Una vez conocida de manera aproximada nuestra situación quise verificarla por otros medios y decidí tomar marcaciones radar a varias Chatas cercanas (buques faros ubicados en diferentes zonas de esa área). Confiaba identificarlas fácilmente en el radar por sus señales de Racon, pero por encontrarse el día totalmente despejado no se encontraban funcionando. Eso me obligó a gastar varios minutos frente al radar, para identificarlas entre todos los buques que se encontraban cerca de ellas. Por último quise y aunque estaba plenamente convencido de nuestra posición, tomar varias radiomarcaciones, todo indicaba que estábamos fondeados a solo unos cables (una milla náutica tiene 1852 metros, un cable es una décima parte de una milla, o sea, 185.2 metros) bueno, delante de nosotros existía una isla submarina, donde hubiéramos depositado aquellos miles de toneladas de acero por vida. No recuerdo si me vi obligado a sacar otra carta náutica, es probable que si, construí una derrota por aquellas bajas aguas y navegando entre boyas hasta la salida del puerto de Amberes. Cuando hube de concluir ya había consumido más del tiempo disponible para mi guardia, llamé a Calero y le informé que estábamos listos para continuar. -No te me vayas del puente.- Fue todo lo que me dijo el negro mientras le decía a Miyares que se dirigiera a la proa con el Contramaestre, ese día bajé del puente casi a las ocho de la noche y cuando navegábamos con toda avante por el canal de salida de Amberes.

Calero nunca habrá olvidado este incidente de la misma manera que ha sido imposible borrarlo de mi parte, no deseo halagarlo tanto y que mis palabras se conviertan en armas contra su persona, ese día ambos salvamos nuestros títulos y él lo sabe muy bien. Lo mismo hubiera ocurrido navegando con el Capitán más hijoputa de la flota, yo estaba obligado a defender mi título y salvar por carambola al del Capitán de turno, pero no hubiera sido lo mismo, me cansé de salvar a muchos de aquellos imbéciles que después no reconocían ni agradecían nada, todo lo contrario, lo sumaban como méritos personales. Como quiera que fuera, yo amaba mi profesión y de veras me enamoraba de los barcos, eran mi casa y salvación, ¿por qué no defenderlos entonces?

Quince años después recalé en Luanda como Primer Oficial del buque "Bahía de Cienfuegos" durante la retirada de las tropas cubanas, le pregunté al Práctico sobre la suerte del buque "N'Gola" y extendiendo el brazo izquierdo por la banda de babor, me señaló un punto de la costa al norte de aquel puerto. <<Es aquel.>> Me dijo con palabras cruzadas entre español y portugués.

Lejos, muy lejos de nosotros agonizaba en una muerte inmerecida aquella novia de mi juventud, varada entre arrecifes y carcomida por el salitre, esperaba por la acción criminal de los años para desaparecer de la tierra y nuestra memoria. Orgullosa y erguida permanecía aquella negra a quien hube de amar tanto, invadida por las ratas y el saqueo constante de los hombres, pobre destino el de aquella hermosa novia, fatalidad la suya de haber pertenecido a un mundo donde el hambre abunda y todos contribuyen a su enriquecimiento. Pena de haber pertenecido a un mundo donde sus seres no comprendieran que, podía desguazarse y con su acero dar origen a otras pacíficas criaturas como ella. Lástima sentí al ver morir en esa lenta muerte que solo es capaz de brindarnos el viento, el paso de muchas lunas y el ataque feroz de despiadadas olas a mi amada nave. Llegué para hacer algo por ella, de nada hubiera servido hacerlo temprano, solo recibiría mis lamentos y con ellos no resolvería nada, tal vez la satisfacción por saber que algunos hombres la amaron tanto. Con ella agonizaban muchos recuerdos, tantas horas de placer en mi camarote, semen regado en el baño o en la alfombra, chorros de cerveza o champán, gemidos de buenas hembras, malas palabras que rebotan aún hoy entre todos los mamparos, contrabandos escondidos y hasta el canto de muchos periquitos en el alcázar de popa.

Me encontré con Pedro ese viaje, casi lloramos en ese abrazo, era un fornido mulato caboverdiano que llegó a burlar los límites del amigo para convertirse en el hermano, luego, ese vacío solo ocupado por los recuerdos.

Miyares se encontraba sancionado antes de que yo saliera de Cuba, no sé las razones, pero entre ellas no debe descartarse la de bruto.

Conchito llegó a Primer Oficial antes que yo, ni me lo imagino a bordo del González Lines junto a Remigio Aras Jinalte, no me explico cómo pudieron sobrevivir buques y tripulaciones en manos de estos animales. Conchito pasó el curso de Primer Oficial conmigo en la Academia de Baracoa, la parte interior de la camisa de su uniforme era similar a un diccionario, tenía organizada todas las fórmulas aplicables en los exámenes, era sencillamente un fraude vestido de Oficial.

Raimundo René Calero Torriente llegó a ocupar cargo como dirigente de alguna corporación hasta que cayó en desgracia, es un magnífico Capitán, maniobrista como pocos conocidos, pero lo enaltece algo que muchos cubanos han perdido. Calero es todo un hombre y no sé si al expresar esto lo perjudico.

Fui de vacaciones a Cuba y mi hija caminaba, en ese tiempo Calero expulsó a Conchito del barco, Miyares y yo tuvimos que regresar nuevamente. ¿Vasquiño? Bueno, debe ser todo un hombre y no sabe que este cubano le limpió el fondillo.

Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2-11-2002.