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 LA MUERTE DEL PATRIARCA
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  El cadáver se veía ridículo encima de aquella fría camilla metálica, toda la nevera había sido desalojada con anterioridad, temían que aún después de muerto pudiera sufrir un atentado, era absurdo, pero así de absurda y caprichosa fue toda su infecunda vida, no por falta de hijos, que sobraban en el anonimato, sino por la estela destructiva dejada a su paso.
  Era risible ver a aquel cuerpo desprendido de su arrogancia, sin su uniforme de campaña con aquel rombo rojinegro de una estrella, símbolo sin par en todo el país y en el planeta, que lo anunciara como el Comandante en Jefe de todo, el guía supremo de mucha gente en diferentes latitudes de esta tierra. Como era de nalgas planchadas, solo se separaba del contacto con el frío metal en la curva entre el talón y la pantorrilla, también debajo de la nuca. Su cuerpo era horroroso y las tetas caídas como las de las viejas que denunciaban haber amamantado doce criaturas, delataban que su propietario nunca había realizado trabajos fuertes en su vida, ausencia de bíceps y tríceps confirmaban esta deducción. Toda su carne mostraba esa vomitiva flacidez de los viejos que llevaron una vida entera sedentaria. Aunque muchos creyeron siempre lo contrario, su pene era pequeño, algo extravagante para su estatura, puede que haya sufrido mucho por este detalle durante su vida de estudiante, tal vez eso, justifique su agresividad y desprecio por el mundo que le rodeaba.
  Tenía los ojos semiabiertos, quizás velando a su cuerpo médico durante la lucha que mantuvieron por tenerlo vivo, tal vez para cerciorarse de quienes lo acompañaron hasta sus últimos momentos, también pudo ser que murió como siempre vivió, desconfiando de todo aquel que se le acercaba aunque fuera su más cercano colaborador. La boca la tenía media abierta y se observaban mal colocadas las prótesis, es probable que se le escapara un “Patria o Muerte” en el último suspiro o quizás quiso decir “Dios mío”, solo el Señor debe saberlo, de él se acuerdan mucho cuando se aproxima este momento.
  Lo tenían desnudo como a cualquier otro muerto, en realidad era un muerto más y allí descansaba la piltrafa de lo que fuera un ser en extremo dominante, engreído, arrogante, frío como la nevera donde lo iban a meter, calculador, oportunista, esquizofrénico, narcisista, traidor, egoísta, ambicioso y con una sed insaciable de poder dominar al mundo. Estaba solo y tras de su cabeza se cerró una puerta con el mismo sonido de la que poseen las neveras de los bares, solo que aquellas encerraban placeres y ésta encerraba un odio incalculable. El hombre de la bata blanca fue conducido junto al equipo médico, que había trabajado durante largos días de martirio para mantenerlo vivo, se encontrarían en un estado de arresto por varios días, ahora era imprescindible conservar el silencio. Aquel pabellón se encontraba fuertemente vigilado por su fiel custodia, lobos que amamantara desde pequeños y en los cuales confiara siempre su vida, hombres programados para matar, sentir placer al quebrantar rostros y huesos, con pocas palabras en sus vocabularios, casi ningunas, solo unos verbos y en el mismo tiempo; recibido, comprendido, destruido, etc. 
  Ninguno hablaba en sus turnos de guardia, no confiaban entre ellos, nunca tuvieron amigos, vida familiar, roce social, vínculos laborales, nada, eran sencillamente hombres vacíos que solo sabían vigilar en todo el horizonte y a todas alturas, listos en todo momento para matar. Verdaderos gorilas temidos en cualquier parte del mundo y fieles como el mejor de los perros, ahora sin embargo los invadía el miedo y pensaban por primera vez en la vida. Miedo, porque solo se sintieron valientes a la sombra de su amo y ahora él no los podía cobijar, pensaban con razón cual sería el destino de sus vidas en lo adelante. Siempre fueron respetados, temidos y envidiados por los otros dirigentes y sus escoltas, pero el rey había muerto y ninguno de aquellos confiarían en sus personas porque estaban programados para uno que ya no existía, y la fidelidad no se logra con un solo cambio de dueño. ¿Y ahora? Esa era la pregunta que se hacían en cada turno de guardia, no servían para otra cosa.
  ¡El Rey ha muerto! Sus intentos en convertir su gobierno en una monarquía habían fallado, su principal sucesor le provocó muchos dolores de cabeza desde la niñez, y por mucho que trató de proyectarlo en la vida pública durante unos años, no le dio buenos resultados, fueron improductivas aquellas apariciones en televisión mostrando la barba del padre para atraer al pueblo. Soñó hacer lo mismo que en Corea del Norte, pero al parecer el hijo de Kim era más disciplinado, por último, tuvo que desaparecerlo del mapa y sancionarlo por un dinero malversado en la construcción de la planta nuclear. Los otros hijos no contaban para nada, tenía que ser éste que se le semejaba mucho en el físico y llevaba su nombre, era lo idóneo para elevarlo al rango de Príncipe, el pueblo lo aceptaría, eran ovejas que todo lo habían aceptado desde muchos años atrás y esta nueva ocurrencia de su Patriarca se vería con buenos ojos, pero el muy degenerado muchacho era mala cabeza.
  No tuvo otra opción que preparar a la gente para entregarle el trono a su hermano, lo hacía con el mayor disgusto del mundo, nunca pudo olvidar la herida que le produjo el saber que los defectos de éste trascendieran a la población, y que por boca del populacho se corrieran los rumores de su desenfrenado alcoholismo y lo acusaran de debilidades homosexuales, que nunca pudo borrar con su voz de barítono a bajo, ni con todas las medallas que se colgara en el uniforme, ganadas en batallas desarrolladas en sus oficinas del Ministerio de las Fuerzas Armadas entre botellas de Napoleón. 
  Malo que bueno es mi hermano, siempre se decía como consuelo, por lo menos es mi sangre y nunca me traicionaría, pero aquellos, se decía de la manera más despectiva que encontraba en su particular y vulgar diccionario, aquellos que me rodean, son una manada de hijos de putas que están esperando que yo me muera para hacer de las suyas.
  Estaría sufriendo esa humillante espera dentro de aquella congelada nevera, mientras afuera, su heredero debatía la manera de conservarlo, sus primeras reuniones fueron para discutir si lo enterrarían, aquel punto de la discusión les tomó casi todo un día, de todos era conocimiento que en el país no existía un cementerio seguro, las tumbas eran profanadas con frecuencia y los restos hurtados, para realizar trabajos de santería. Hubo quien propuso colocarlo en El Cacahual junto a Maceo, otros no lo hallaron prudente, se analizó la posibilidad de incinerarlo pero la mayoría no estuvo de acuerdo, otros, se fueron más lejos y pidieron hacerle un mausoleo como a Lenin, pero encontraron la resistencia de veteranos que alegaron se les podía acusar de culto extremado a la personalidad, sin embargo, los intentos de convertirlo en una momia fue la que dominó entre todas aquellas propuestas, al final y sin llegar a un acuerdo, alguien pidió que lo depositaran en el antiguo Palacio Presidencial, muy cerca del yate Granma, quedando pendiente de aprobación. En este punto, muchos de los reunidos ese día e intercambiando opiniones en uno de los intermedios, encontraron la manera más viable para conservar al Patriarca, se decían, que de esa manera el gran líder aportaría innumerables entradas de dólares a la economía, ya que el antiguo palacio se convertiría de la noche a la mañana en la Meca de todas las personas con ideas izquierdistas, visitada anualmente por miles de estos soñadores latinoamericanos. En el plano político nacional también originaría efectos positivos, ya que se podían organizar gigantescas procesiones desde distintos puntos del país, y éstas les restarían importancia a las tradicionales marchas realizadas por el pueblo el día 17 de Diciembre hasta El Rincón, para rendirle homenaje y cumplirle promesas a San Lázaro.
  Aquella discusión consumió tres días, al final de los cuales se determinó embalsamar el cadáver y exponerlo durante un mes en el obelisco de la Plaza de la Revolución, para que el pueblo y visitantes extranjeros le rindieran el último homenaje. Las banderas se izarían a media asta durante tres meses y las emisoras de radio y televisión solo transmitirían la música dedicadas a la ocasión y programas dedicados a resaltar la vida del ilustre líder. Se determinó mantener el secreto de la muerte del Patriarca durante varias semanas más, mientras se realizaban ajustes a los programas de gobierno, tiempo, que el heredero deseaba tener a su favor para hacer contactos muy importantes con su corte.
  El hermano del rey prefirió mantener su puesto de mando en el edificio de las fuerzas armadas, hasta allá tenían que dirigirse cada uno de los ministros cuando eran citados, era una táctica que no le fallaría y él mejor que nadie lo sabía. Mientras les solicitaba el juramento de fidelidad, les daba a entender que  mantenía el principal poder en el país, aunque siendo sincero con él mismo, no confiaba en lo absoluto del ejército, la mayoría de sus integrantes eran jóvenes reclutas y oficiales que andaban en bicicleta, solo la alta cúpula de ese cuerpo, disfrutaban de las bondades que les ofrecía el estilo burgués que habían vivido durante estas cuatro décadas. En los momentos de soledad sentía un miedo terrible, sabía perfectamente que se encontraba rodeado de pirañas ávidas de poder y dinero, falsos, hipócritas y traidores, que se dedicaban a difamar de su persona a sus espaldas, de la misma forma que hacían los funcionarios del Comité Central a cuesta de las locuras de su hermano. Sentía miedo de aquellos pocos que sobrevivían a la etapa de la Sierra, ninguno de ellos consideraron nunca que él fuera el indicado para ser el número dos en el gobierno, y que había sido favorecido por las maniobras que realizara su hermano en vida. Ante él y como compañera de su soledad se encontraba donde quiera la traición.
  Uno de esos días de aquellas semanas que mantuvieron en silencio la muerte del Patriarca, el heredero hizo llamar al Presidente del Banco Central para interrogarlo, le ordenó después del corto intercambio de palabras, que le presentara una relación de las cuentas bancarias que su hermano tenía en Suiza. Luego, ordenó presentarse a su Ministro de Economía para que le rindiera informes de los fondos con los que contaba el país, aquél hombre, que había sobresalido entre los otros en los momentos difíciles del Período Especial, temblaba ante la presencia del heredero, sabía que nunca le había caído bien alguien que se destacara por encima de su figura, y sentía un inmenso miedo en perder su puesto, éste también le prometió traer un informe detallado de la actual situación al día siguiente.
  Su primera orden la escribió, para desactivar a todo el cuerpo de seguridad de su hermano una vez que finalizaran las ceremonias fúnebres, siendo ahora el número uno le temía a esos hombres y suponía que le podían causar dolores de cabezas, pero la orden quedó guardada en una de las gavetas de su buró, para darle curso en el momento oportuno. Mientras bebía con moderación alguna copa de brandy que le calmara el temblor de las manos, pensaba sin descanso en el Ministerio del Interior, era el más temido por él y siempre habían chocado con el ejército, sabía, que en la primera oportunidad estaba obligado a realizar cambios en la cúpula de ese cuerpo, para ello, realizaría de acuerdo con su cuerpo de contrainteligencia, algunas maniobras para tenderle trampas a sus cabezas y juzgarlos como se había hecho con Ochoa y el personal del Minint.
  El Presidente del Banco le presentó una extensa lista de cuentas bancarias de cubanos en Suiza, todas eran millonarias, llamó al jefe del DNI (Departamento  Nacional de Identificación) para que procedieran a identificar a esos personajes, y a las pocas horas llegó un emisario de ese centro presentando un informe, donde se daban por desconocidas a esas personas. Comprendió al instante que aquella era una de las magistrales jugadas de su hermano en esa partida de ajedrez que fue su vida, aquella cuenta sobrepasaba los mil millones de dólares, y cuando se anunciara la muerte de éste, muchos partirían a retirar los fondos de esas cuentas, nunca se lo perdonaría, de verdad que era un hijo de la gran puta, pensó.
  El timorato Ministro de Economía le presentó un amplio informe, donde solo se mostraban créditos sin pagar desde hacía varios años y nada de dinero en efectivo, le entregó también, un informe real sobre el estado de crecimiento de la economía nacional, acompañada del falso que su hermano ordenó presentar a la prensa para consumo externo. La situación era dramática para el país pero aquello nunca le había preocupado, su temor fundamental estaba en los efectos que surtirían sobre su gobierno que acababa de nacer, comprendió enseguida que estaba sentado encima de un polvorín durmiendo.
  En la sede del Comité Central, hasta donde no había querido dirigir sus pasos por la seguridad que sentía en su fortaleza privada, comenzaron a correr los rumores y preocupación de los funcionarios por la larga ya, ausencia del máximo líder. Ninguna de las viejas y arcaicas personalidades que allí laboraban, recordaban ver cerradas las oficinas del Patriarca durante tantos días, y esa situación provocó el incremento de los chismes y risotadas de ellos una vez en el exterior. Extrañaban sus excesos de vulgaridades, sus gritos desenfrenados, sus ideas extravagantes sobre proyectos de los que no conocía un pito, y que eran cambiados después de haberse gastado miles de horas de trabajo por parte de sus autores. Todos comentaban algo sobre la escasa salud del dinosaurio.
  Cuando menos lo esperaban y después de dos semanas de silencio y preparativos, la radio y toda la prensa de Miami anunciaba la muerte del Patriarca y daba con lujos de detalles donde se encontraba su cadáver, el estado de reclusión del equipo médico que lo había atendido en sus últimas horas y cada paso seguido por el heredero de la corona. El impacto ante estas noticias recibidas de manos de los servicios de inteligencia, por poco le provocan un infarto al antiguo número dos en su búnker. Ordenó preparar una conferencia de prensa en el teatro del ministerio y a su vez, que se preparara el cadáver de su hermano para ser expuesto en la Plaza de la Revolución. Desde tiempos remotos no podían explicarse esa facilidad que tenían en Miami, para enterarse de los acontecimientos en el seno mismo del gobierno, indudablemente estaban rodeados de traidores y espías desde hacía mucho tiempo, de lo contrario, cómo podían desmentir toda las informaciones que se ofrecieron cuando las sanciones de Aldana, Roberto Robaina y otros miembros de la nomenclatura, se la sabían todas y lo más triste del caso era que el pueblo se enteraba de sus cosas a través de ellos.
  La noticia se dio con toda la solemnidad requerida, la informó él mismo, para calmar un poco los nervios se bebió un trago doble de Chivas Regal y ordenó le dieran un poco de maquillaje para ocultar las profundas ojeras que decoraban su rostro, si su hermano lo hubiera visto era muy probable que lo acusara de mariconería, no podía comprender nada con aquel indomable y rancio machismo, pensó antes de enfrentar las cámaras.
  La televisión del país no se cansaba de recorrer todos los barrios marginales de la capital, muchas viejas decrépitas lloraban, lo hacían sin saber por qué, si de tristeza o alegría, pero lloraban inconsolablemente en las colas de las bodegas, mientras esperaban sus exiguas raciones de alimentos, nadie podrá comprender esos misterios que envuelven la mente del ser humano cuando ha sido dañada por mucho tiempo, pero, era innegable que todas aquellas viejas hambreadas con menos de cincuenta años lloraron. Muy pronto, se seleccionaron a Pioneros para que rindieran la primera guardia de honor ante el féretro del Rey muerto, la televisión no se perdía un solo detalle de los acontecimientos y para asombro de muchos, aquellos niños que sobrepasaban la edad de los siete años, derramaron sus lágrimas por el individuo que los había privado de la leche cuando más la necesitaban. La cola de personas movilizadas para desfilar ante la caja era interminable, llegó a sobrepasar la avenida Zapata. Es indescriptible la capacidad de aquel pueblo para prestarse a cualquier cosa, una vez que pasaban frente al cadáver y después de cumplir con las exigencias de sus sindicatos y Partido, salían rumbo a sus casas hablando pestes de aquel molesto e indeseable viejo.
  El aeropuerto comenzó a recibir vuelos charter de todo el continente, incluyendo varios de Estados Unidos con aquellos llamados religiosos que apoyaron al dictador, representaciones del partido Demócrata, del black power americano, y hasta delegaciones enviadas por el mismísimo Papa.
  Otras aisladas representaciones eran recibidas en privado por el heredero, entre ellas se destacaban las de los traficantes de drogas con los que el rey muerto tenía amplias conexiones, quienes además de presentarles las condolencias al nuevo gobernante, dejaron en sus manos unas fabulosas donaciones y la solicitud de seguir adelante en los negocios. También fueron muchas las delegaciones de terroristas de todos los continentes, comitivas enviadas por la Liga Árabe y todo aquel submundo de la muerte que él conocía perfectamente. En el antiguo Palacio Presidencial se acondicionaron los salones que servirían para la exposición de la momia, pero, mientras estas celebraciones fúnebres se celebraron entre cenas de honor a los visitantes, copas de Champán y la compañía de exóticas criollas, las corporaciones que tenían inversiones en el país comenzaban a retirar sus fondos, debido a la desconfianza que  sentían ante la incapacidad del nuevo dirigente.
  Aún así y burlando todos los inconvenientes, se celebraron los funerales más brillantes de la historia de aquél país, que fuera visitado por cientos de celebridades atraídas por la curiosidad que siempre sintieron por la bestia, superando ampliamente los funerales de la Princesa Diana de Inglaterra, y demostrándose una vez más, el placer que siente la humanidad cuando se le rinde honor a los representantes del mal.
  Una semana después de concluidas estas actividades, se reunió al Consejo de Ministro, al Buró Político del Partido, al Comité Central del mencionado y único Partido, y también al Poder Popular en el gran teatro del Palacio de las Convenciones, allí, entre banderas, gallardetes, ramos de flores que adornaron el escenario y anunciados por grandes fanfarrias, se dijo: ¡Ha muerto el Rey! Y todos, absolutamente todos, gritaron al unísono: ¡Que viva el Rey!
  No se produjo ningún cambio como muchos esperaban desde la diáspora, como lo pensaron muchos gobernantes de países con democracias, todo quedaba tal y como el Rey lo había dispuesto en vida, y nadie, absolutamente nadie se arriesgaba a transformarlo, ninguno de ellos eran bobos, estaban conscientes que cualquier indicio de transformaciones, significaría las pérdidas de todos los privilegios que habían disfrutado hasta entonces, nadie estaba dispuesto a renunciar a la fastuosa vida de millonarios que se estaban dando.
  La situación cambió drásticamente si, pero ese cambio fue para empeorar la ya detestable e inaguantable vida de aquel manso pueblo, se redujeron al máximo los exiguos créditos que tenía el país ante la falta de garantías y credibilidad del nuevo gobierno, acompañada esa desconfianza por la inseguridad de su número uno en ese entonces, quien, al no tener a nadie por encima de su nivel, diera rienda suelta a su pasión por el alcohol, y en medio de su indefinida embriaguez, despachó a la población una violenta represión insostenible, acompañada de una hambruna peor que la de la década de los noventa, mientras, la cúpula inmoral de su gobierno disfrutaba de un oasis ahora más ampliado. La corrupción alcanzó límites desconocidos, los vínculos con los carteles de la droga se incrementaron, de igual manera aumentaron las  concentraciones, marchas, actos de protestas que había iniciado el Rey muerto para mantener entretenida a la población al paso que las ciudades de todo el país conocían el espanto de la destrucción sin ocaso.
  Un día cualquiera, después de un año sin nombre, en un lugar de la capital, se origina una discusión entre unos policías orientales y algunos jóvenes desvelados y sin ocupación en sus vidas. De aquella trifulca de barrio se desenfundan pistolas que producen varias bajas y heridos, las detonaciones despertaron a los vecinos quienes salieron espontáneamente en ayuda de los muchachos, la sangre había manchado las sucias aceras, tal vez las habían limpiado y una voz, una voz femenina retumbó todas las paredes sucias y carcomidas por el abandono, penetró en numerosas ventanas, despertó muchas barbacoas, hasta que encontraron eco en voces de mujeres también; ¡Asesinos!
  Los guardias se retiraron acobardados ante ese grito aún con las armas en la mano, y pronto, muy pronto de ser escuchado, decenas de madres salieron desafiantes y cargaron sobre sus hombros los cadáveres de aquellos muchachos desvelados, entonces, los gritos se multiplicaron y de nada sirvieron las súplicas de los maridos para callarlas; ¡Asesinos! ¡Asesinos! Repetían por cada cuadra; ¡Asesinos! ¡Asesinos! Se oía cada vez más alto, hasta que otra voz cambió de repente el lamento y surgió una consigna más exigente de la que todos se hicieron eco, alguien que la había recordado oír por primera vez públicamente  cuando la visita del Papa; ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad! Y a ese clamor se sumaban muchas otras mujeres.
  Tropas del Ministerio del Interior acompañadas de las brigadas de respuesta rápida, salieron a reprimir aquella manifestación cada vez más numerosa, llegaron a disparar en contra de ellas y producir más muertos, fue entonces, cuando aquellos hombres que permanecieron dormidos durante decenas de años despertaron de su largo letargo y se pusieron los pantalones, fue necesaria una dosis de sangre para exacerbar su coraje, y comenzaron a salir de todas partes a pelear, con poco o casi nada para enfrentar fusiles, piedras, botellas, palos, cualquier cosa era un arma peligrosa y los antes envalentonados guardias comenzaron a recular, hasta que la situación se tornó incontenible.
  Se movilizaron a las fuerzas armadas, pero aquellas estaban integradas por hombres de estómagos vacíos, de rostros enjutos que se movían en bicicletas y no quisieron disparar contra su pueblo, rodearon los puntos neurálgicos del gobierno, cerraron los aeropuertos, bloquearon el Ministerio de las fuerzas Armadas, tomaron a la tenebrosa Villa Marista, controlaron el país en pocas horas mientras el caos reinaba. Los policías se desprendían de sus uniformes y los pocos focos de resistencia se localizaron en las dependencias de la Seguridad del Estado, pero, en medio del caos surgió una pregunta; ¿Quién dirige la sublevación? Nadie hallaba la respuesta, nadie conocía a los grupos defensores de los derechos humanos, todos ignoraban a los disidentes, y en medio de aquella terrible confusión, surgen las voces de antiguos dirigentes sancionados y conocidos por el pueblo, en quienes sin lugar a dudas confiaron la cabeza de esa histórica insurrección.
  Los días de victoria pasaban en medio de una anarquía desastrosa, el descontrol se hizo dueña del país sin reparos, surgió la inevitable revancha, linchamientos públicos, otra vez la tierra era anegada en sangre y no era algo nuevo, estaba muy seca y había que compensarla. Los verdugos abrieron las cárceles, no para liberar a los presos políticos, salieron todos, hasta los que tenían las manos embarradas de sangre y no fue a ex profeso, se destruyeron muchas industrias, las escasas que funcionaban y reinó el hambre.
  Del exterior comenzó a llegar ayuda rápidamente y ella no llegaba a todos los necesitados, gobernó el caos por mucho tiempo, nadie  se encontraba preparado para un cambio, un cambio inevitable y anunciado con mucha anterioridad, los cementerios se mantuvieron en esos tiempos muy ocupados y se repitieron los juicios sumarísimos, hasta el día de la intervención de la OEA y el gobierno americano.
  Cuando al fin se logró una paz insegura y tambaleante, después de satisfechas algunas ansias de sangre, con esa tranquilidad vagabunda se marcharon muchos de los que se llamaron comunistas, no tenían muchas opciones para sus balsas, México o Venezuela, pero algunos fueron tan descarados que prefirieron elegir como destino a Miami. Se convirtió el sur de la Florida desde entonces en una ciudad intolerable que abrigaba en su seno a Batistianos, anticastristas y por último a los Castristas que los habían expulsado. La violencia política se hizo eco en aquella encantadora ciudad y hasta allí viajaron los desquites pendientes de los años. En la isla se repitieron los decomisos de tierras y propiedades que se repartieron en una gran piñata, con las mismas promesas de que todo pasarían a ser del pueblo, y en el gobierno permanecieron aquellos inteligentes que flotan con todos los vientos, ya no existía la burguesía serrana del 59, nacía con el nuevo Estado una mafia mejor preparada donde no contaron para nada, aquellos valerosos opositores.
  Del exilio retornaron solo unos cuantos, la mayoría había sembrado nuevas raíces y no estaba dispuesta a comenzar de nuevo desde cero, retornaron sin embargo y con carteles de héroes, muchos, que cumplían misiones para el rey muerto, misiones que cumplieron en silencio y nadie conocía de sus actividades. Llegaron también inescrupulosos traficantes de drogas, que desde tiempos pasados limpiaban su dinero en la isla y realizaban inversiones con el visto bueno del gobierno. Reinó la corrupción y la violencia disfrazada con ropa de derecha, se llenaron los mercados nuevamente y el pueblo era feliz con el estómago lleno.
  El segundo Rey había sido fusilado y el trono fue ocupado por otro que no se diferenciaba mucho de él, un día, un día cualquiera de un año sin nombre se gritó; ¡Ha muerto el Rey! Todos, absolutamente todos gritaron al unísono; ¡Que viva el Rey! Si no lo creen, vuelvan a repasar nuestra historia.
 
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
21-10-2000.