Montreal.. Canadá.
Octubre 26 del 2000
Monseñor Renato Martino.
Organización de Naciones Unidas.
Señoría.-
He leído con una mezcla de asombro e indignación, el
artículo de mi
compatriota Armando Valladares con el cual me solidarizo totalmente,
me
refiero, al que toca el tema de la ostpolitik y su relación
con nuestro
país, así como, su demanda del cese del bloqueo contra
Cuba. Sin embargo,
simpatizo profundamente con aquellos que se imponen el deber de ayudar
a mi
pueblo, tal vez, el contenido de esta carta le ayude en esos sanos
propósitos.
En casos como estos no puedo evadir viajar con los recuerdos
de mi tierra,
y surgen datos hasta ahora ocultos por la historia manipulada que se
viven
presentemente en la isla, en un futuro habrá tiempo escribirla
nuevamente
para las generaciones venideras, eso es lo que más deseamos
todos los
cubanos, los del exilio y los de la isla, para que esta pesadilla no
se
repita nuevamente.
Recuerdo Monseñor, que siendo muy joven aún, se
me ocurrió la brillante
idea de bautizar a una niña, le hablo de la década de
los sesenta. Aquella
preciosa acción se llevó a cabo en la iglesia que está
en la famosa Quinta
avenida, en cuyo parqueo existe una simulada cueva con una virgen dentro.
No
se me olvida que la entrada principal al templo se encontraba cerrada,
incluso con rejas protectoras y en las paredes se encontraban escritas
consignas ofensivas a la iglesia, por tal motivo, nos vimos obligados
a
entrar por uno de sus costados, exactamente el que se encuentra del
lado del
parqueo.
Aquella iglesia se encontraba totalmente vacía y la ceremonia
del bautizo
era comparable a una conspiración, nos encontrábamos
presentes además del
silencio en aquel santo recinto; el sacerdote, los padres de la niña
y los
padrinos solamente. Solo el llanto de la niña cuando fue rociada
de agua
bendita me trajo al presente que me encontraba viviendo, para demostrarme
que estaba equivocado y que no nos encontrábamos cometiendo
ningún delito.
Durante muchos años mantuve el secreto de ese bautizo
como si hubiera
cometido un crimen, lo hice por miedo, pero de haberlo dado a la luz
pública, no me encontraría en estos momentos escribiéndole
esta carta desde
Canadá. Mi temor era fundado en aquel entonces del que le hablo,
todas las
planillas confeccionadas para solicitar algún estudio o un simple
trabajo,
tenían entre sus preguntas esta; ¿Practica usted alguna
religión? De
responderla positivamente cualquier persona, se estaba condenando
automáticamente a la marginación.
Monseñor; ¿Dónde se encontraba usted en
aquellos momentos, para infundirme
valor y expresar que yo tenía todo el derecho a estar del lado
de Dios?
Es en esa misma década de la que le hablo, que se abren
en Cuba unos
campos de concentración conocidos como UMAP (Unidades Militares
de Ayuda a
la Producción) A ellos fueron conducidos muchos jóvenes
cubanos
injustamente, unos, por gustarles la moda del pelo largo usada entonces,
otros, por haber nacido con la criminal marca de ser homosexuales,
algunos,
por expresar su deseo de abandonar el país, pero en esa Arca,
que no era la
de Noé, embarcaron también a teólogos y sacerdotes
como criminales.
Monseñor; ¿Dónde se encontraba usted en
aquellos momentos tan importantes,
para defender a aquellos infelices?
Durante muchos años reinó un silencio cobarde
y cómplice, la iglesia
enmudeció y la casa del Señor quedó en penumbras
y casi vacía, nosotros
tuvimos miedo de defender nuestro derecho a predicar nuestra fe, la
iglesia
tuvo miedo de defender a Dios, reinó el terror y nació
entonces una sociedad
de herejes.
¿Habrá sido ésta la felicidad a la que
hizo referencia Monseñor Agostino
Casaroli, cuando se refirió a la armónica convivencia
entre católicos
cubanos y el sistema "socialista imperante en Cuba? Creo que es una
muestra
superlativa de candidez o de extrema maldad en un prelado.
En la década de los ochenta me proponen bautizar a otro
niño y acepté con
gusto aquella petición, esta ceremonia se celebraría
en la iglesia de
Nuestra Señora de La Merced ubicada en La Habana Vieja. Al arribar
a ese
templo pude observar a varios policías apostados en esa área
y aquello me
llamó mucho la atención. Una vez dentro, no pude ocultar
mi asombro, la
iglesia se encontraba totalmente llena con personas de varias generaciones
y
razas. La ceremonia se realizó de una manera colectiva, fueron
quince
bautizos simultáneos y para concluir, unas brillantes y valientes
palabras
expresadas por un sacerdote muy joven también.
Monseñor, aquello demostró que el pueblo estaba
regresando a la casa de
Dios y no era un hecho casual, fueron personas que estudiaron bajo
el más
estricto sistema educacional ateo, que siempre ha negado la existencia
del
Señor. ¿A qué se debió este fenómeno
social? A la pérdida de la confianza y
la fe que el hombre tenía en el hombre, por eso se acudía
en momentos de
desesperación al Señor en busca de esas esperanzas perdidas
con los años.
¿Cree usted que ese retorno del pueblo a los templos, se debió
al abnegado
trabajo desarrollado por la iglesia cubana? Si lo cree así o
se lo
informaron, permítame expresarle que es totalmente falso. Ese
regreso
ocurrió de una manera espontánea y ayudado también
por jóvenes muy
valientes, tan valientes, que muy bien pudiéramos hablar de
suicidas dentro
de esa sociedad de la que le hablo, me refiero a aquellos defensores
de los
derechos humanos, que un día tomaron esas casas como sus cuarteles,
apoyados
por jóvenes sacerdotes con idénticas características,
pero, rodeados del
silencio sepulcral de nuestra iglesia católica.
Monseñor; ¿Dónde se encontraba usted en
esos momentos tan críticos, para
infundirnos valor?
El silencio de nuestra iglesia continuó hasta la década
de los noventas en
que da a la luz pública, aquella Carta Pastoral que tanto esperó
nuestro
pueblo en esos años de angustias, un tiempo más tarde
es anunciada la visita
del santo padre a la isla. Cabe ahora preguntarse, ¿quién
fue el más
beneficiado por la visita del Papa a la isla? Sin temor a equivocarme
afirmaría que fue el régimen de Castro, aquella visita
le daría el
reconocimiento universal por parte de la iglesia que tanto necesitaba,
ofreciéndole a su vez algo de credibilidad. No se puede ocultar
también que
fue beneficiosa para el pueblo, quienes en un arranque oportunista
de sus
conciencias, se desahogaron ante el mundo en un clamor de libertad
nunca
antes expresado por un millón de asistentes a esa misa gigante
en aquella
plaza, y se oyó por primera vez en la historia de esas cuatro
décadas, un
discurso valiente por parte del Obispo de Santiago de Cuba, con un
lenguaje
muy diferente al tartamudeo de nuestro Cardenal.
Monseñor; ¿En qué planeta se encontraba
usted en esos momentos, que no pudo
oír esa demanda de libertad de la que es testigo la mayor parte
de los
habitantes de esta tierra? Pero en fin, de que sirvió todo esto,
si tras la
marcha del santísimo padre se desató una terrible ola
de represión contra
ese insubordinado pueblo, el mismo que hoy marcha contra el bloqueo
al que
usted hace referencia, pero, usted no conoce nada sobre este singular
comportamiento.
Nuestro pueblo está en contra del bloqueo si, de ese
que limita nuestros
pensamientos, nuestras ideas, nuestro derecho al culto que elijamos,
a la
libertad de movimiento, de reunión pacífica. Estamos
en contra de la
división de nuestra familia y nuestro pueblo, en contra de la
horrorosa
humillación de tener que solicitar una visa para regresar a
la tierra que
nos vio nacer, estamos en contra de la incontenible promiscuidad y
uso
indiscriminado del aborto, de la prostitución de nuestras hijas,
de las
aspiraciones de nuestros pequeños a ser turistas cuando sean
mayores, de ese
desenfrenado deseo de abandonar a la patria y considerarla una prisión,
de
ver proliferar en nuestra isla cárceles donde se pudren nuestros
presos.
Estamos en contra del bloqueo que contaminó nuestros ríos
y mares, del que
convirtió en estéril a nuestra tierra para alimentarnos,
estamos en contra
de ese miedo sembrado durante tantos años y la creación
de seres sin sueños.
El bloqueo al que usted se refiere permaneció olvidado
por mucho tiempo,
quizás usted no lo recuerde, fue el tiempo que vivíamos
embriagados por las
glorias de las guerras, para las cuales no se escatimó ningún
dinero;
Angola, Etiopía, Mozambique, El Congo, Nicaragua, Somalia, El
Salvador,
Sudán, Argelia, en fin, la lista sería interminable.
¿Cuántos recursos del
pueblo se invirtieron en esas aventuras? Son incontables, pero ahora
usted
viene a acordarse del bloqueo, ¿de cual bloqueo?
Monseñor, ese bloqueo al que usted se refiere alegando
defender a nuestro
pueblo, no es más que un arma política que ahora usted
utiliza de igual
manera, que aquellos que llevaron la ruina a mi pueblo. Todo lo que
produce
Estados Unidos se puede adquirir en otros países de este planeta,
yo he sido
testigo de ello como marino mercante.
Hoy gracias a la desesperación y frustración que
se vive en Cuba, el
pueblo ha tomado la sabia decisión de regresar a las iglesias,
comienza a
poner sus esperanzas en Dios pero desconfía ciegamente en el
hombre, no
trate de alejarlo de ese camino. Yo soy uno de ellos, de los que no
confían
mucho en los hombres y veo en estos momentos detrás de su sotana
a un
comisario político, desgraciadamente ese es el producto que
han obtenido.
Hace solo unos años frente a las costas de La Habana
hundieron un
remolcador cargado de mujeres y niños, el Estrecho de la Florida
se ha
convertido en nuestro cementerio, la lista de muertos es desconocida
desde
que ese régimen llegó al poder. Todo esto ha sucedido
bajo el silencio
cómplice de toda la humanidad ante el caso cubano, muy en especial
en este
continente sediento de sangre. Monseñor; ¿Dónde
ha estado usted todo este
tiempo, que no se ha dado por enterado? Visite la isla y pida que lo
lleven
por nuestras cárceles.
Rece mejor por ese pueblo y cumpla de esa forma el voto que
hizo con Dios.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
31-10-2000.
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