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La única vez que tuve un perro, fue cuando me encontraba en el Servicio Militar Obligatorio, estando una madrugada de guardia, paró un camión en la carretera muy cerca de donde me encontraba de posta y abandonó a un perrito muy simpático, era blanco como la nieve, algo peludo, flaco y le faltaba el rabo. Se quedó un rato parado, mirando en la dirección que había tomado el camión, le silbé y al comprobar que no tenía otra alternativa, bajó la lomita que nos separaba de la carretera y llegó moviendo el mocho de su cola, lo acaricié un poco y parece que se sintió más tranquilo, pocos minutos después se tiró a mi lado. Cuando terminé mi turno de servicio, Johnny me siguió hasta la barraca y se tiró debajo de mi cama, ese sería su nombre a partir de ese día, a él se le había olvidado como se llamaba. Como en aquella Unidad Militar solo habíamos cincuenta reclutas, un Sargento y un Teniente, se nos permitían algunas exquisiteces, que serían imposibles en los grandes campamentos, nadie dijo nada por la presencia del perro, quien en poco tiempo se ganó la admiración de todos, Johnny era un gran cazador de ratas, aunque para algunos, su presencia se convertiría en una pesadilla, a partir de esa noche él no aceptaba que nadie se aproximara a mi litera. Cuando el perrito y yo cumplimos con el Servicio Militar, me lo llevé a la casa, en aquel tiempo yo vivía en el Reparto Párraga y después nos mudamos a Juanelo, la vieja fue la encargada de la atención de la mascota, lo bañaba y alimentaba, él se acostumbró muy pronto a ella, ya que mis ausencias eran muy largas, me encontraba trabajando en la agricultura y el tiempo libre lo empleaba con las novias, cada regreso mío a la casa eran motivos de locura para Johnny, corría por todo el patio fuera de control, daba saltos gigantes y se me prendía de los bajos del pantalón, luego, no se apartaba de mi lado por largo rato, mientras yo lo premiaba con caricias. Mi entrada en la marina significó la separación total entre nosotros, en uno de esos viajes al exterior, mi vieja permutó la casa por un viejo apartamento en Luyanó, pero antes de irse, les regaló el perro a unos vecinos que eran de origen campesino. No regresé por aquel barrio durante tres años, el tiempo no me alcanzaba para hacerlo, pero un día se me ocurrió visitarlos, lo hice sin ninguna razón especial, solamente, porque me encontraba cerca de su cuadra. Cuando andaba por la acera me puse a silbar como yo le hacía siempre, sus ladridos no se hicieron esperar y aquello me sorprendió, lo sentía dentro de la casa como un loco, con sus patas trataba de abrir la puerta, aquello me produjo una inmensa alegría, Johnny no se había olvidado de este infiel amigo. Una vez dentro de la casa, aquel encuentro fue inolvidable, ambos estábamos contentos, Johnny salió al patio y lo seguí como si supiera que me quería mostrar algo, fue entonces cuando comprendí, que tenía sobradas razones para ser un perro feliz, me presentó a su esposa, una perra china, así le decimos a esa raza que no tiene pelos, era extremadamente fea pero a él le gustaba, su mujer me saludó moviendo la cola mientras mi amigo le hablaba de mí, entonces, se dirigieron hacia una humilde casita de maderas y al regreso eran acompañados por sus cuatro hijos, esa fue la última imagen que tuve de aquel fiel amigo. En Canadá es un gran sacrificio tener un perro, sobretodo, cuando se vive en apartamentos, no es nada fácil tener que sacarlo con 40 grados bajo cero, para que hagan sus necesidades, aún así, no se me quita la idea de comprarme una casa y tener a uno de ellos como compañía, su amistad es más duradera que las de los seres humanos, muchas veces no los comprendemos, sin embargo, ellos hacen derroche de paciencia con sus amos. Navegaba por el Pacífico en el buque “Otto Parellada” rumbo a China, en mi guardia iba Armando como timonel, era un guajiro camagüeyano de unos seis pies de estatura, todo ese tamaño y fortaleza era la envoltura de su nobleza. Habíamos navegado juntos a bordo de otro barco, creo que fue el buque escuela, pero allí no tuvimos muchas relaciones, ahora era distinto, Armando era mi subordinado y coincidíamos dos veces al día en el puente de navegación. Siempre que comienza un viaje las guardias son entretenidas, más aún, si el timonel es nuevo a bordo, existe un tiempo de identificación, donde nos contamos nuestras cosas pero siempre ocultando las más importantes, uno no se puede abrir totalmente por el temor a ser delatado, en este caso particular, yo me limitaba mucho en las expresiones sobre aspectos políticos o la situación actual en Cuba, porque Armando era militante del Partido. No es que este hombre fuera chiva, era un tipo que no hablaba por no ofender a nadie, pero la experiencia me demostró con los años, que la mayoría de los militantes no tienen criterio propio y cuando menos te lo imaginas, están levantando la mano en una de sus asambleas en tu contra, solo por seguir la corriente de algunos degenerados, por eso, yo era más oídos que otra cosa. Sin embargo, me sentía cómodo con su presencia, no fueron pocas las oportunidades en las que me tocara la guardia con algunos de esos personajillos chivatones, por lo que las mismas se tornaban interminables, solo cruzaba con ellos las palabras necesarias para impartirles alguna orden. Cuando los viajes eran muy largos, como esos que dábamos a cualquier país de Asia, la navegación consumía aproximadamente un mes, en muchos casos se pasaba de esa cantidad y sucedía, que se nos acababan los cuentos, entonces, el silencio reinaba de manera voluntaria. Al final de cada viaje los timoneles cambiaban sus guardias, así, se volvían a convertir en entretenidas nuevamente hasta que el repertorio se agotaba. El que hizo la guardia conmigo le pasaba los cuentos al Segundo Oficial o al Tercero, el que las hizo con ellos me los pasaba a mí, y esas pequeñas anécdotas e historias se desarrollaban en un círculo de solo seis personas, sucedía también, que al partir de puertos extranjeros de regreso a Cuba, muchos tripulantes lo hacían convertidos en enemigos, de esto no quedan excluidos los oficiales, se dejaban de hablar durante todo el trayecto por cosas que parecían estúpidas, como aquellas de no querer darle a un compañero la dirección de una tienda, la de entrar a una tienda de segunda mano, donde alguien tenía separado un refrigerador de uso pero sin pagarlo, entonces ponerle el dinero en las manos al comerciante y arrancar con el equipo para el barco, embarcándolo ante el enojo del que lo había descubierto, la mayor parte de las causas de los enojos eran sin importancia, vistas desde este ángulo, solo las produce la miseria que nos acompañaba. En una de esas acostumbradas charlas con Armando, me contó, que había estado preso en el Combinado del Este de La Habana durante seis meses. Ese punto de nuestro viaje me interesó mucho, no podía imaginar a un hombre tan sencillo, humilde, buen trabajador y honesto, encerrado entre tanta miseria humana y menos aún, en ese famoso campo de concentración, creo que lo pensó mucho para narrarme esa historia y no lo hizo hasta haber ganado confianza en mi persona. -¿Te acuerdas del albergue?- Me preguntó esa noche, yo sabía, se refería al albergue que tenía la marina mercante para darle alojamiento a los marinos que vivían en el interior de la isla, mientras esperaban sus barcos. Se encontraba en los altos de la pizzería situada en la Acera del Louvre y muy próxima al Hotel Inglaterra. Ese local era archí conocido por todos los tripulantes de la flota, centro de muchos escándalos producidos por trifulcas con mujeres de mala vida, con delincuentes, robos entre tripulantes y otros practicados por gente ajena a nuestro medio. -Pues claro que me acuerdo.- Contesté sin el menor indicio de dudas. -Un día, le robaron a un tripulante que acababa de llegar de viaje todo su salario, dice que eran unos dos mil quinientos pesos, imagínate como estaría el hombre, era el fruto de todo el trabajo durante varios meses.- -Coñó, tremendo palo le dieron, es para cortarse las venas.- -Lo más jodido de todo era que el hombre se quedaba de vacaciones, así que ya debes suponer como se encontraba.- -No es para menos, era bastante plata.- -Pues el tipo fue a la policía e hizo una denuncia, al rato se presentó un patrullero y no dejaron salir a ninguno de los que se encontraban presentes, a los que se habían marchado los localizaron y al cabo de las tres horas de estar en ese encierro, se apareció un carro con perros Pastores Alemanes.- -Me imagino que todos estarían cagados.- - Todos estuvimos muy nerviosos, pero eso no es lo más importante, nos formaron en una larga fila, éramos alrededor de veinte personas, entonces, uno de los policías subió con uno de los canes, pasándolo por toda la hilera de seres que estábamos formados, el animal los olfateaba a todos y continuaba su marcha, hasta que llegó a mi lugar y se me tiró de manera muy agresiva, la suerte era que tenía bozal puesto, porque de lo contrario hubiera acabado conmigo a mordidas.- Hizo un breve paréntesis en la conversación, como si al pronunciar lo relacionado con aquel suceso le provocara un gran dolor y tomara fuerzas para poder continuar. -No puedo creerte.- -Después de esa primera inspección sacaron al perro del local y nos cambiaron de posición en la larga fila, minutos más tarde, regresó el mismo policía con el can y se repitió la operación de una manera similar a la anterior, aquel cabrón animal tuvo igual reacción cuando llegó a mi posición, entonces, sin más preámbulos, uno de aquellos agentes se dirigió hasta mí y en pleno rostro, delante de los presentes, me acusó de ladrón.- -Coño Armando, se me ponen los pelos de punta cuando me cuentas eso.- -Solo te pido de favor que no lo comentes con nadie.- -No te preocupes compadre.- -Cuando traté de explicarle al hombre que yo era militante del Partido y que eso podía ser un error, el hombre sacó las esposas y me las puso, era la primera vez en mi vida que me encontraba en una situación como aquella, aquel hijo de puta solo me dijo, << Eras militante ratero de mierda, como tu, hemos agarrado a muchos ladrones que se esconden detrás de un carnet.>> Tuve deseos de partirle el alma a ese degenerado, pero de un empujón me obligaron a bajar las escaleras, me sentí sumamente humillado y derrotado, habían creído más en las palabras acusatorias de un perro que en la mía, no puedes imaginarte el dolor que sentí, cuando me montaron en esas condiciones en un patrullero, ante la presencia de los curiosos que se habían reunido a la salida del albergue, cuando notaron la presencia de los perros, sabían que algo grave estaba pasando. Así, me condujeron hasta el DTI (Departamento Técnico de Investigaciones), donde me colocaron en un oscuro calabozo, del que solo me sacaban cuando era sometido a interrogatorios. Por mucho que insistí en decir que era inocente, era cuando más ofensas recibía por parte de los agentes investigadores, de verdad no podía imaginar, cuan degenerados son todos esos individuos, poco a poco trataban de destruir mi voluntad, para que yo aceptara la culpabilidad y ahorrarse trabajo, desde esos momentos me consideré una mierda en esta sociedad, una porquería que se distinguía de las otras solo por la tenencia de un carnet.- Armando se detuvo otro instante y fue hasta el termo donde había un agua sucia y fría que nos decían era café, se sirvió un poco en una taza y luego se dirigió nuevamente hasta situarse detrás del timón, aunque navegábamos con piloto automático, él trataba por todos los medios de situarse siempre junto a su lugar de trabajo, parece que lo hacía para evitar le llamaran la atención, hay Capitanes a los que no les gusta ver a los timoneles sentados, creo que esa era la razón principal, sus cuatro horas de guardia las hacía parado y por mucho que lo invité a sentarse, nunca aceptó. -¿Qué tiempo te tuvieron en el DTI?- -Supongo que muchos días, allí se pierde la noción del tiempo, te descontrolan totalmente, hasta que sientes deseos de decir eres el culpable, para acabar con esa pesadilla.- -Bueno, pero te dieron la oportunidad de avisar a tu familia para que contrataran a algún abogado.- -Que ingenuo eres, allí te mantienen totalmente incomunicado, te desaparecen prácticamente, pero además de eso, mi familia es de Camaguey y estaba ajena a lo que me estaba sucediendo en esos instantes, muy bien pudieron pensar que yo me encontraba navegando.- -Es duro.- -Cuando se cansaron de interrogarme y presionarme para que aceptara la culpabilidad, cosa que en ningún momento acepté, me llevaron para el Combinado del Este y me metieron en una celda de delincuentes comunes, narrarte todo lo que se vive en un penal cubano nos consumiría el viaje completo, pero créeme, no se lo deseo a nadie. Cuando llegué a esa cloaca humana y a modo de presentación, dije que estaba preso por haber matado a un hijo de puta, es la única forma de sobrevivir entre tanta mierda, me ayudó mucho también, la estatura que tengo, creo que eso me evitó mayores contratiempos entre los delincuentes que nos hacinábamos en un espacio tan reducido, donde dormíamos en el suelo y los espacios tenían que disputarse a huevo limpio, no te hablo del inodoro lleno de mierda dentro de ese espacio del que te hablo, de los heridos que se producían diariamente por intentos de violación ante la pasividad de los carceleros, etc.- -¿Qué tiempo te pasaste en el talego? -Seis meses.- -¿Esa fue la condena que te echaron?- -No, nunca fui condenado.- -¿Cómo es eso, cumples seis meses sin haber sido condenado?- -Como lo oyes, nunca me llevaron a juicio.- -Cada vez entiendo menos, entonces, ¿cómo fue que lograste salir y volver a navegar?- -Varios meses después de estar en prisión, pude mandarle un aviso a mi mujer por medio de la familia de otro recluso.- -¿Varios meses después?- -Pues claro, como yo no recibía visitas, nadie sabía de mi paradero hasta que mi mujer recibió la noticia.- -Es que todo eso me tiene pasmado, parece una narración de ficción.- -Así mismo es, mi esposa vino urgentemente a La Habana y lo primero que hizo fue procurar un abogado, por medio de él obtuve la primera visita después que habían pasado unos cuatro meses, entonces le conté a la guajira todo lo que me había ocurrido, ella me creyó todo, nosotros tenemos muchos años de casados y tenía plena confianza en mi honestidad, es una pena lo que sucede en muchas ocasiones, donde la familia juzga de por sí a los reos y les dan las espaldas sin saber que pueden pasar cosas como esta.- -¿Entonces?- -Mi mujer es de origen campesino pero tiene una inteligencia digna de admiración, se le ocurrió comenzar desde el principio y ese inicio de este problema se encontraba en el albergue, por eso, lo visitó en varias oportunidades y a todos les hacía diferentes preguntas, tratando de buscar una luz que la llevara hasta mi inocencia. Allí le dijeron que yo era el encargado de poner el motor del agua todos los días para llenar el tanque a la hora del baño de la gente, eso era a las cuatro de la tarde, ella pidió que la llevaran hasta donde se encontraba el motor, era en una especie de patio interior, donde existía una tubería que llegaba hasta la cisterna. Al encontrarse en el patio, se vio ante la presencia de una perrita que enseguida llegó a saludarla, es un animal encantador y allí la mantenían de mascota, cada cual le traía algo de comida del comedor de la empresa, entonces ella preguntó si aquella perra tenía relaciones conmigo y la gente le dijo que era con el que mejor se llevaba, no estaban mintiendo, yo era el encargado de bañarla con frecuencia y me la llevaba hasta el Parque Central todas las noches a tomar un poco de fresco. Cuando mi mujer oyó aquello partió inmediatamente para donde el abogado, ya te digo que esa guajira vale un millón de pesos, que carajo, ella no tiene precio, una vez con el abogado le dijo; que si yo era la persona que más me relacionaba con la perrita del albergue, muy bien mi ropa podía tener olor a perra y aquello atraer el olfato de los canes de la policía para que se me tiraran.- -¡Coño, esa guajira es una bestia compadre! - Así mismo es, pues el abogado encontró sus razonamientos muy lógicos e inició los trámites para mi liberación inmediata, ya que estaba encarcelado sin pruebas y sin ser condenado por un tribunal.- -Compadre, tienes material para hacer una película, bueno, ¿cómo llegó la libertad?- -Llegó como si no hubiera pasado nada, ese día llegaron a la celda y me dijeron que estaba libre, afuera, se encontraba mi guajira esperándome y nos fundimos en un largo abrazo.- -Cojones, ¿pero no hubo una explicación?- -Nada hombre, todo ocurrió como te cuento.- -Pero es que te debían una disculpa, tenían que haberte indemnizado por todo ese tiempo transcurrido entre rejas, debían haberte dado una satisfacción, no sé, algo que te pudiera convencer y devolverte de nuevo a la sociedad sin rencores.- -Te repito que nada de eso que mencionas sucedió, me soltaron y yo tampoco tuve cojones de hacer ninguna reclamación, no tenía deseos de volver a entrar en aquella horrorosa prisión, eso es todo, salí a la calle para ser lo que era antes de entrar, otra mierda mas.- No fue el único relato que oí de marinos que habían pasado por prisiones cubanas, pero todos tenían el mismo denominador, en Cuba toda persona es considerada culpable hasta que no se demuestre lo contrario, no solo eso, es muy difícil demostrar la inocencia y todavía empeora más la situación, el hecho de que en la isla no hacen falta pruebas para condenarte, todo juicio es una farsa y se condenan a los hombres por algo conocido como “convicción”, lo cual quiere decir; que el juez puede condenarte a una pena aún siendo inocente, allí, esas condiciones de inseguridad son las creadoras de ese miedo sembrado durante tantos años. Cuando abandoné Cuba, Armando seguía militando en el Partido Comunista pero llevaba clavadas en el alma, esos seis meses de cárcel injustificadas. Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
17-9-2000. |