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 CEBOLLAS
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 El “Cebo” fue uno de los grandes socios que tuve en la marina cubana, era uno de los jodedores más famosos de nuestra generación de marinos, su familia poseía un carácter admirable, el viejo Toribio tenía unos seis pies de estatura y cuando llegaba a la escuela de Oficiales a bordo de un pequeño Renault, alrededor de doscientos alumnos paraban todo lo que estaban haciendo, para gritarle al unísono; ¡Toribio Cebollón! Entonces, el viejo se agarraba aquello con las dos manos y se dirigía a nosotros, eso sucedía cada mañana  a la hora del matutino, toda la escuela explotaba en una larga carcajada. A la mujer de Cebo le decíamos “La Gallega”, era una mujer hermosa y joven, ese apodo se lo ganó por su acento al hablar, las hijas eran conocidas por cebollitas y llamaban al padre por su apodo. Su madre era Leonor, a ella no le decíamos nada, porque la vieja se mandaba una lengua peligrosa, era superchévere, pero poseía una colección de malas palabras más grande que cualquier diccionario Larousse, solo la jodíamos cuando queríamos oír alguna barbaridad. De toda esa familia solamente quedan las cebollitas, que hoy son mujeres y deben estar casadas.
 No era mi propósito hablar de estos seres a los que quise mucho y recuerdo con refinado cariño, pero mencionarlos me produce una gran satisfacción, sentí mucho dolor cuando me enteré de sus muertes y quisiera que continuaran vivos en mi memoria, de verdad se lo merecen.
 Quería hablarles de las cebollas, de esas deliciosas liliáceas que se encuentran comprendidos en casi todos los platos cubanos, desde los tradicionales frijoles, hasta el último pedacito de carne, que no es nada para nosotros, si no está condimentada con su correspondiente cebolla. Quién pudiera disfrutar de un buen bistec frito, si no se le han agregado varias rebanadas de ese bulbo, creo que muy pocos.
 La cebolla se perdió del mercado como por arte de magia, no se puede negar ese poder que tienen los comunistas para desaparecerlo todo, toman su varita mágica, pronuncian la palabra “abracadabra” y al rato se esfuma todo lo que esté a su alrededor, así se fueron las cebollas al carajo, pero bueno, para complacer a algunos enfermos diré entonces, que la cebolla se perdió por culpa del bloqueo americano. Como lo oyen, nos quedamos sin cebollas en Cuba por culpa de los degenerados gringos, es increíble pero cierto, en una tierra donde se da de todo, que se pierda una cosa como ésta, allí, donde los pajaritos se comían una guayaba y cuando cagaban, se reproducían solas sin nadie sembrarlas.
  Bueno, por culpa de los yanquis se fueron los pajaritos, como no comían las guayabas y no cagaban las semillas, nos quedamos sin esas frutas, los bueyes perecieron en accidentes ferroviarios y los guajiros no tenían equipos para arar la tierra, digo que murieron de esa manera, porque los guajiros los amarraban cerca de las líneas del tren, y cuando aquellos los mataban, solo aparecían las cabezas, el hambre hace maravillas. De los tractores que se compraron en Alemania, Rumania y Rusia no les hablo, porque por culpa de los americanos se quedaban sin piezas de repuesto, hablo de cuando existía el bloque socialista, que manera de botar dinero, en la isla se compraron tantos vehículos, que muy bien, hubiéramos tenido uno en cada puerta de un cubano, por culpa también de los americanos éramos ineficientes.
  Conseguir una cebolla era algo terrible, nunca llegaron al mercado y había que apelar a la bolsa negra, donde se tenía que pagar a precio de oro, no todo el mundo poseía el poder adquisitivo para darse esos lujos y estoy hablando de antes del Período Especial, luego, cuando se arribó a esta etapa, la situación se tornó crítica como nunca, lo que no he logrado explicarme hasta ahora es; esa incapacidad de los regímenes comunistas en producir alimentos.
  Hoy mi esposa me pidió que bajara a comprar cebollas, las había de todos colores y tamaños, en bolsas de 20 libras, con precios que oscilan entre los dos y tres dólares por bolsa, yo no compro tantas porque se nos echan a perder, ese sabroso bulbo no falta en todo el año, unas veces es de producción nacional y otras importado, pero nunca llega a ser muy cara. Debo destacar, que en este país solo se logra una cosecha anual, las otras se producen en invernaderos, mientras en Cuba y muchos de nuestros países, se pueden lograr hasta tres y cuatro cosechas.
El último viaje que di en la marina cubana, fue a bordo del buque refrigerado “Viñales”, recuerdo, que cargamos mil toneladas de cebolla del puerto español Castellón de la Plana  para La Habana, si la memoria no me falla, una tonelada tiene dos mil libras, así que mil toneladas serán dos millones de ellas.
  Estando atracados en el muelle “Margarito Iglesias’ y en plena faena de descarga, se presenta en mi oficina un militar acompañado de otro individuo vestido de civil, no me asombré con la presencia de ellos, porque en Cuba eso es muy normal, casi siempre llegan para pedir algo, cualquier cosa, todos necesitan de todo y creen poder resolverlo en los barcos, es inimaginable los motivos por los que se reciben a diario a decenas de personas, que en la mayor parte de los casos, solo logran interrumpir el trabajo, porque llegó el momento en el cual, los barcos estaban tan pelados como cualquier centro de trabajo.
-Buenos días compañero, ¿es usted el Primer Oficial?- Preguntó el militar sin dar tiempo a contestar el saludo.
-Si soy yo, ¿en qué puedo servirles?- 
-Mire, yo soy el Capitán del Puerto y el camarada es miembro de la Seguridad del Estado, como nos informaron que el Capitán del buque no se encuentra a bordo, necesitamos tener una breve reunión contigo.- Cuando el hombre mencionó la palabra reunión, lo primero que me vino a la mente fue la palabra contrabando.
-Pasen adelante.- Detrás de ellos cerré la puerta para darle más privacidad a esa misteriosa reunión y todos tomamos asientos en la larga mesa que poseía aquella oficina.
-El asunto que nos trae es un poco o bastante delicado.- Fue el preámbulo del Capitán del Puerto.
-Ustedes dirán.-
-¿Ha tomado algún tipo de medida especial, relacionada con el cargamento que traen a bordo?- Intervino el miembro de la Seguridad.
-Se han tomado las normales, las que se llevan a cabo en cada barco.- Respondí algo intrigado.
-No creo que me haya entendido, me refiero a este cargamento con características especiales.-
-Pues yo no le veo nada de especial a un cargamento de cebollas, si estuviéramos descargando armas o explosivos sería otra cosa, pero, ¿cebollas?-
-Aunque usted no lo crea, debido a las circunstancias que se encuentra atravesando el país, debe considerar este cargamento como especial.-
-Si usted lo dice, pero hasta ahora nadie me ha hablado de ello y las operaciones se llevan a cabo con la normalidad que la caracteriza.-
-Mire Primero, el asunto es que hay que redoblar la vigilancia, poner hombres de la tripulación en cada bodega y alertarlos, sobre los posibles hurtos que se puedan producir durante las operaciones.-
-No le discuto lo referente a la crítica situación actual y las posibilidades de robo, esas han existido desde siempre en éste y todos los puertos del país, pero, en lo referente al refuerzo que me pide, lamento decirle que es algo casi imposible en nuestro buque, solamente tengo a dos hombres de cubierta de guardia, la brigada es muy pequeña, está compuesta por una camarera que además de limpiar y montar los comedores, tiene que hacer guardia en el portalón, el engrasador que se encuentra en el departamento de máquinas junto al maquinista, el telegrafista que se encuentra en estos momentos en el portalón, el cocinero y yo, como verá, este buque posee una tripulación reducida y cada cual tiene sus funciones de las que no se puede apartar.-
- Esa es una terrible tiñosa, el problema es que no podemos dejar a los estibadores actuar a su libre albedrío.-
- Yo creo, que en un caso de semejante importancia, deberían colocar a policías marítimos en cada escotilla o miembros de guardafronteras, pero créame, que no cuento con personal para dedicarlo a esas actividades.-
-Bueno, no tendremos otra alternativa que situar a personal militar, ¿pueden garantizarle comida a esos compañeros?-
-Negativo, acabamos de llegar de viaje y no han servido víveres, pero aún así, dudo que le ofrezcan ese servicio porque afectaría a la tripulación.-
-Oiga Primero, usted no puede imaginarse la magnitud de la gravedad de este caso, necesitamos todo su apoyo porque la cosa es muy delicada, al extremo, que los choferes se niegan a salir del puerto después de las seis de la tarde.- Intervino el Capitán del Puerto.
-No tengo la menor idea de lo que me dice ahora, es algo nuevo esa actitud de los choferes.-
-El caso es, que los que han salido de noche, cuando han parado en alguna esquina de la ciudad o en semáforos, han sido asaltados por ninjas.-
-¿Cómo es eso?-
-Como lo oye, cuando el vehículo para, se monta uno en el estribo del camión y le pone un cuchillo en la garganta al chofer, mientras los otros descargan una parte de la mercancía.-
-Bueno, creo que la cosa está fea de verdad, es en extremo peligrosa.-
-Algo increíble, pero se han dado varios casos de asaltos como éste, desde que el buque inició la descarga.-
-Por parte del buque le daremos el apoyo necesario, de eso no quepa la menor duda y se lo pueden informar a los compañeros que lleguen a prestar el servicio.-
-Muchas gracias camarada, esperamos por su colaboración, ahora nos retiramos porque tenemos otras visitas pendientes para hoy.- Dijo el miembro de la Seguridad mientras se levantaba y me extendía la mano, lo mismo hizo el Capitán del Puerto, después del saludo los acompañé hasta el portalón y mientras se alejaban por el espigón, los que se encontraban allí me preguntaron si había algún “bateo” de contrabando. Quedaron tranquilos cuando les dije que no y me dirigí nuevamente a la oficina, me mataba la curiosidad por saber a quién venía consignada la carga.
 Saqué los conocimientos de embarque y cual no sería mi sorpresa, toda aquella cebolla, los dos millones de libras de ese producto, estaban destinados al Consejo de Estado y al Turismo, razones por las cuales existía toda esa silenciosa movilización. Debo destacar, que todavía en el año 1991, no había esa gran afluencia de turista que existe ahora y que el dólar se encontraba penalizado, lo que reducía a cero, cualquier posibilidad  de que pudiera obtenerse por la población en las tiendas exclusivas para extranjeros y personal del gobierno. Entonces me vino a la mente una sola pregunta, ¿de cuántos miembros se componía ese enorme ejército de parásitos, que constituye el Consejo de Estado, capaces de consumir casi dos millones de libras de cebollas?
 A las pocas horas se hicieron presente en el espigón un grupo de policías, fueron colocados de acuerdo a las manos (brigadas) que se encontraban trabajando, optaron por situarse al lado de la tarjadora, quien llevaba la contabilidad de las lingadas que se iban descargando del buque, otros realizaban recorridos por el muelle y encima de la cubierta de nuestro buque. Yo los miraba y me reía, como eran personas que no pertenecían a nuestro giro, se encontraban en una situación similar a la de un pescado en una tarima, con los ojos abiertos y no ven. El caso es, que las lingadas debían llevar una cantidad exacta de sacos, ellos no sabían como funcionaba esto o mejor dicho; como se roba en el puerto, pues en aquellas lingadas, los estibadores que estaban trabajando en el interior de las bodegas, le ponen muy disimuladamente un saco de más a cada una, la tarjadora se hace la tonta y apunta la cantidad normal que debe llevar, luego, encima del camión, los estibadores colocan esos sacos de forma tal que no se puedan contar desde el piso, el chofer le pasa el dinero a uno de ellos a escondidas y al final, se liquida entre todos los que participan en la operación, incluyendo a la tarjadora. Toda esa operación continuó hasta finalizada la carga y en presencia de la policía, quienes daban más importancia en revisarle los paquetes a los estibadores, buscando alguna cebolla robada.
  No hubo un solo viaje en el cual yo no viera a los estibadores robando, aquello me importaba un comino, yo practicaba la filosofía que dice; “Ladrón que roba a ladrón, merece cien años de perdón”, además, eso que ellos hacían, no es considerado por nuestro pueblo como robo, el delito de robo para un cubano ocurre solamente, cuando es realizado en la propiedad privada de las personas, esto que hacían los estibadores se conoce como “luchar”, “inventar”, etc. También debo destacar, que no me encontraba dispuesto a soportar una paliza, por defender algo que no 
era mío, para mí resultaba más sencillo firmar un acta de averías. No fueron pocas las veces, en las que vi a estibadores escondiéndose langosta y camarones en los calzoncillos, nunca se me ocurrió delatar a ninguno de ellos, comprendía perfectamente las razones por las cuales incurrían en ese delito y la principal era el hambre. 
  Las neuronas comenzaron a trabajar febrilmente, en busca de una oportunidad para robarme un saco de cebolla, los barcos eran visitados por mucha gente que tenía sus conexiones con aduaneros y sacaban con facilidad alguno que otro contrabando a cambio de un pago, que ellos tenían que compartir con el aduanero, de esta manera tan sencilla, se defendían tres familias. Pero en esos días no cayó ninguno de esos personajes y esto no se podía hacer con todo el mundo, no faltaron las trampas tendidas por la policía económica, para acusar a cualquiera de robo o desviación de recursos, para estos menesteres siempre ha sobrado la gente en nuestro país.
  Casi al final de la contienda y cuando estaba a punto de perder las esperanzas, se apareció un Capitán de la marina dedicado a estos pequeños negocios, el hombre se llevó en un remolcador un saco, se bajó uno extra para repartirle a los tripulantes, pero la condición era; que la mitad sería mío, es de suponer, que él le pagaría al aduanero por donde sacara el producto o tal vez le daría tres o cuatro cebollas, la situación era de verdad muy grave y la gente sola se preocupaba por conseguir comida.
  Al día siguiente pasé por casa de ese Capitán amigo mío, y cuando vi donde vivía se me partió el alma, casi estuve a punto de renunciar a las cebollas, pero no podía hacerlo porque el barco estaba terminando la descarga, creo, que cualquier establo de caballos o vacas era mejor que su vivienda, me dijo que estaba luchando para construir la casa, ese hombre del que les hablo, llevaba tantos años como yo en la marina. Salí de aquel corral con una enorme jaba cargando mi tesoro, aquello no tenía otro nombre que ese, ya el transporte estaba casi paralizado y por tal motivo, tuve que ir caminando desde el poblado de Casablanca hasta el hospital naval, los habaneros saben lo que significa esa caminata y la subida de la loma de Tiscornia, sudaba como nunca, no solo por el calor, me acompañaba también el temor de ser detenido por cualquier policía, y que éste me pidiera le mostrara el contenido del paquete, eso hubiera significado la cárcel y pérdida automática del empleo y profesión, era muy fácil adivinar que esas cebollas no eran cubanas y habían sido robadas del cargamento.
  Quién pudiera imaginarse a un Capitán y a un Primer Oficial de cualquier marina del mundo, robando semejante cosa, algo, cuyo monto total no llegaba a los cuatro dólares, es denigrante delinquir, pero llega el momento en el que no se puede luchar por ser honesto, en casos como esos se peca de comemierda, pero, ¿por qué me debo acusar de ladrón, cuando nadie en Cuba se considera así por cometer lo que normalmente es un delito? Mejor digamos que yo, como representante del proletariado o de la clase trabajadora, procedí al decomiso de una mercancía que pertenece a los obreros, creo que es más bonito hablar de esta forma, en definitiva, los comunistas que atacan mis escritos cuando narro estas barbaridades, no podrán negar que yo era parte de esa masa de trabajadores y proletarios cuando me encontraba en la isla.
  Siempre deseé ser honrado, pero, al igual que yo, la necesidad empujó a todo un pueblo a convertirse en delincuentes, es muy fácil camaradas, todo tiene una primera vez, siempre existe ese espacio que se teme saltar en la vida, luego, cuando lo haces y tienes éxito, se pierde la timidez, el pudor, se adquiere confianza en sí mismo, hasta que se pierde la vergüenza, entonces, en ese paraíso llamado Cuba, te conviertes en un ser admirado, respetado, la gente comenta de ti en las colas, surgirán exclamaciones asombrosas como esas que dicen; “La verdad que Perico es un tipo luchador, en su casa se come como es debido y no solo eso, vieron como se visten sus hijos, y como tiene la casa parada de verdad, el tipo se las sabe todas y no es como el marido de Berta que es tremendo comemierda y se está comiendo a Nicolá por las patas”, pero, lo más doloroso de todo esto ocurre, cuando esas acciones trascienden al conocimiento de los muchachos, y los niños hacen sus comentarios alabando al padre de alguno 
de ellos, eso se ha ido trasmitiendo de generación en generación, hasta lograr una aberración total de los conceptos  inteligente, luchador, inventor, etc.
  Hace más de cuarenta años escasea todo lo que es de primera necesidad para la población, a los dirigentes no les falta absolutamente nada, puede afirmarse que viven mejor que los millonarios, sin la preocupación de conservar sus fortunas, ellos, solo se preocuparán en mantener ese status privilegiado al precio que fuera necesario.
  Dicen que los gobiernos anteriores fueron corruptos, eso no lo dudo, pero, el pueblo cubano nunca fue así, la corrupción de hoy abarca hasta el más insignificante ciudadano, el 90% de la población roba, cualquier cosa viene bien, se roba lo inconcebible aunque no haga falta, luego, ese artículo es cambiado por otro que satisfaga nuestras necesidades. Cada cual roba de acuerdo a sus posibilidades, en mi caso muy particular, estaba encargado de muchas responsabilidades a bordo de los barcos, tenía que ser un eficaz vigilante de las propiedades de la nave, porque sobre mí pesaba constantemente la amenaza de una auditoria, que muy bien pudiera llevarme a prisión o cuando menos, a la pérdida del empleo, sin embargo, no me preocupaba para nada los hurtos que se producían en el cargamento, aunque fueran de mi responsabilidad.
  Dentro de la flota existían Capitanes y Sobrecargos inescrupulosos, que robaban del dinero asignado a la comida de los tripulantes, por mi mente nunca pasó cometer una acción tan repugnante, en la mayor parte de los casos, esos individuos eran militantes del Partido Comunista, con potestad para evaluar a otros hombres y solicitar su expulsión de la flota, no fueron pocos los casos en los que vi cometer esas abominables injusticias.
  Afortunadamente no tuve problemas en mi largo recorrido con el medio saco de cebollas, iba vestido de Oficial de la marina, era un truco que no fallaba, la policía paraba a todo aquel que tuviera cara o aspecto de delincuente, no podían suponer, la cantidad de delincuentes uniformados que deambulaban diariamente por la ciudad, tal vez lo sabían y se hacían los tontos.
  Dos o tres horas esperando que parara una guagua y cuando al fin logro montar en una, regresó nuevamente el nerviosismo, el hambre hace que los seres humanos agudicen el olfato igual que los perros, huelen la comida a varios kilómetros de distancia, por esa razón y ante el temor a la presencia de algún inoportuno chivato, me preocupaba, la cebolla olía bien fuerte y podía sentirse en toda la guagua, pude oír los comentarios de algunos pasajeros y eso era peligroso también, a veces, por sola envidia te delataban en Cuba, la gente se acostumbró a luchar de una manera muy extraña, si veían que tu vivías con cierta holgura, eras motivos de chismes y delaciones, allí, nadie trata de estar como el mejor, todos procuran que estés tan jodido como el peor y cuando logran joder a alguien lo celebran.
  En el mercado me distraje un poco a la hora de seleccionar las que compraría, las frutas y algunos vegetales se encuentran en la parte exterior, lejos de la mirada de los propietarios, la gente toma lo que desea y después entran a pagar, a nadie se le ocurriría robarse algo, no me he encontrado con esos casos aún, deben existir porque rateros hay en todos lados. Siempre que veo cebollas me acuerdo de mi amigo, Cebo no era un tipo cualquiera, fue un estupendo Oficial, el tercer expediente de nuestra promoción, cuando estudiamos juntos, pertenecimos a la Unión de Jóvenes Comunistas, navegamos en el mismo barco cuando la guerra de Angola, fue de esa generación de cubanos, que se entregó totalmente a la construcción de una sociedad nueva, su camino fue más largo que el mío porque militó en el Partido Comunista, pero fue ese militante que entró como muchos, presionado por su situación, renunciar a su incorporación, hubiera significado la separación o bloqueo de su carrera como Oficial. Cebo robó de la misma forma que lo hicimos todos, puedo asegurar, que en contra de su voluntad, arrastrado por la corriente imperante, donde se corrompen seres honestos como él, murió joven y no pudo ver el final de esta película, el día que nos encontremos se la contaré, porque nosotros pertenecemos a la primera generación del soñado hombre nuevo.
  Finalmente compré un dólar de cebollas, me sobra para una semana, atrás dejo el mercado pero antes de marcharme las miro mientras pienso, es imposible creer que por tan poca cosa me hubiera buscado una prisión, es difícil imaginar de lo que es capaz el ser humano cuando tiene hambre, gracias a Dios estoy aquí para contar estas cosas.
 
 
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
15-9-2000.