EL LOCO Y LAS MARIPOSAS |
Vestía de gris en medio de un gran
huerto, no podía distinguirse entre los
vivos y los muertos, de ese color vestían muchos, hasta
el agotado cartero, así era el color del uniforme del
lechero, el del bombero, gris era el color del encapotado
cielo, todo era gris, lo eran las rosas que él regaba como
jardinero, gris era la avenida de Rancho
Boyeros. Cuidaba de todas esas flores sin
saberlo, del color que un día tuvo la masa de
su cerebro, mientras lo hacía, iba y venía, su
vista andaba perdida, se fugaba a cada instante en el vuelo
de las mariposas, grises también como su memoria, como
aquel dulce silencio. De vez en vez veía el vuelo de un
avión, una enorme mariposa pensaba también,
gris, como todas las cosas donde reinaba el
rojo y el negro, colores que no identificaba, donde
los vivos se mueven como muertos. Cada mañana, cada día o semana,
pasaban los niños, se burlaban del loco, le tiraban
piedras para sacarlo de sus sueños, reían a su paso, con esa risa que
solo muestran los que no viven, tal vez los que habitan en ese mundo
gris de los lamentos, al loco nada le importaba fuera de
aquellas tranquilas mariposas, mariposas grises como su arco iris,
que no tiene otro color. Solo unas veces salía de su huerto,
salidas fugaces, y en medio de sus mariposas aparecía
una vieja Underwood, papeles amarillos y gastados por el
tiempo, una escalinata, la estatua de una mujer con los
brazos abiertos, todo gris, como muchos discursos que llegaban a
su oído, palos, amenazas, entonces gritaba de miedo, no
comprendía por qué era jardinero. En ese corto viaje que lo acercaba a
los cuerdos, corría sin dirección, se orinaba,
sentía un terrible miedo, luego, dos tenazas lo ataban
fuertemente por los hombros, un rayo sordo, sin truenos y todo se
volvía blanco, como la nieve, manso, dulce, el sopor
de un viaje sin regreso, la espuma que escapaba de su boca, la
peste de sus heces, el silencio de aquellas mariposas que
eran parte de su cuerpo. Todo se borraba de nuevo, todo
volvía a comenzar, los niños con sus burlas, los
futuros muertos, las rosas, los aviones y el gris de
la avenida de Rancho Boyeros, y en medio del huerto un loco
diferente, distinto al Caballero de Paris, loco
por amor. Cuando muera mi loco le haré un
monumento, será más hermoso que el del
Quijote, será la envidia de John Lenon, estará rodeada de muchas flores,
rodeada de vivos, donde reinarán todos los colores,
para que el loco continúe vivo, rodeado de mariposas, a las que quiso
tanto. ¡Pobre mi loco! Que sintió
compasión por los cuerdos. Para ellos con mucho amor, en
cualquier latitud. Esteban Casañas Lostal. Montreal..Canadá
3-2-2001.
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