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 MUERA PINOCHET
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  Nunca le he deseado la muerte a ningún ser humano, menos aún he atentando contra la vida de persona alguna, pero en el caso de este individuo no puedo ocultar el desprecio que siento, por eso, pido que lo juzguen y sea llevado al paredón, para que pague por todos sus muertos, aunque con su asquerosa vida, él no puede pagar por la de aquellos seres a los que privó de ella. 
  Tengo razones muy fundadas para justificar ese sentimiento que se aproxima al odio, yo sé que si a ustedes les pasara lo mismo y fueran personas civilizadas me comprenderán, de la misma manera que yo los entiendo. Mi país era una bella isla, rodeada de un hermoso mar, hasta que lo convirtieron en una extensión de sus cementerios, éramos pobres dicen algunos, para otros, solo éramos tuertos en casa del ciego. Lo cierto es, que no estábamos tan atrasados como han querido hacernos entender, pues en este continente nos encontrábamos entre los primeros. Aún así, cuando este déspota tirano llegó al poder yo era muy pequeño y me alimentaron con sus ideas, no puedo negar que me hipnotizaron, eso le hubiera pasado a cualquiera de ustedes que me leen, porque arrastrados por esos cantos de sirenas cayó abatido todo un pueblo, caímos en su trampa endrogados con sus promesas.
  Les juro, que de no haber perdido a un amigo devorado por los tiburones, nunca hubiera crecido en mí este odio o desprecio que hoy siento, continúo; Siendo niño me incorporé muy pronto a defender y colaborar por su causa, alfabeticé en las montañas de Baracoa con solo once añitos, hoy veo a los muchachos de esa edad disfrutando de la infancia, claro, les hablo de los niños del lado de acá, sin tener que oír hablar de guerras con solo cinco años, sin participar en actos de repudio, en guardias de comité, sin delatar a sus compañeritos. Disculpen que a veces me vaya del hilo de las cosas, eso le pasa a la gente cuando se van poniendo viejos y quieren soltarlo todo de un viaje, el caso es; que después de alfabetizar me sorprendió la Crisis de Octubre recogiendo café en Mayarí Arriba, luego no paré hasta llegar al ejército y aquí nacieron las primeras dificultades con mis sueños, con los sueños sobre una justa causa, la causa que debía ser de mi pueblo, resulta, que haciendo mis guardias en la costa, con solo catorce años y un fusil FAL que a las doce horas de cargarlo pesaba más que mi cuerpo, así, con el estómago vacío, mojado, comido por los mosquitos, teníamos la orden de tirar a matar al que intentara salir del país, solo por eso, por abandonar la isla que se iba convirtiendo en un infierno para muchos y me preguntaba, siempre me preguntaba, ¿de veras debo matarlos por eso?, nadie respondía a mis preguntas en esa isla, comenzaba a reinar el miedo y las respuestas debías sacarlas de adentro, de ese lugar que se llama conciencia.
 En esa hermosa isla de la que les hablo comenzó a reinar la desconfianza, la delación entre los compañeros, porque debo decirles que allí, donde Pinochet era General, todos éramos compañeros, el policía que me reprime, el chivato del Comité, el militante del partido y hasta aquellos que llaman sindicato, que solo lo usan para joder. Las cosas comenzaron a cambiar muy pronto y no andaban por el camino de nuestros sueños, o mejor dicho, por el de las promesas que nunca fueron cumplidas.
  Si no conociera a alguien, al que hayan embestido en una frágil balsa en altamar, con el propósito de asesinarlo, es muy probable que mi odio fuera menos, pero, por desgracia los conozco y por eso pido paredón para ese hijoputa, aunque repito, con eso no paga a los miles de sus muertos. Siempre se me pierde el hilo de la conversación, les contaba, que no solo eso de tirar a matar a infelices que se marchaban, la agarraron con los muchachos por culpa de su pelo y siempre me preguntaba; ¿Qué carajo debe interesarle la moda a un gobierno? Nadie me contestaba, allí nadie te responde porque hay bastante miedo, los guapos solo se encuentran en la cárcel, bueno, no lo guapos que en Cuba significan otra cosa, me refiero a los locos, esos que son capaces de desafiar al gobierno.
  Si nunca hubiera visto a una turba de militantes de la juventud comunista, agrediendo a muchachitas que hacían el amor con marinos por algo tan barato como un blumer, mi odio fuera menor, pero por desgracia presencié todo aquello sin poder hacer nada. Como les decía, yo iba creciendo y trabajando muy duro para construir una sociedad perfecta, eso creí siempre, pero a mi alrededor ocurrían cosas incomprensibles, como aquella de querer meter preso a todos los homosexuales, solo por eso, gente inocente que no se metía con nadie, y poco a poco comencé a desconfiar de aquellos sueños y promesas, es algo muy parecido a lo que sucede entre las parejas que se engañan, llega el momento en el cual el amor desaparece y es necesario separarse para emprender otros caminos, solo que en este caso la novia era muy terca, ella insistía en mantener consigo a aquellos con los cuales se había comprometido, eso debe ser algo parecido a estar preso, lo justo es, que si el amor desapareció se disuelva aquella unión, pero en nuestro caso nunca funcionó de esa manera, por eso no me canso de gritar; ¡Paredón para Pinochet coño, que bastante ha jodido!
  De no haber sido por todas esas crucecitas con numeritos que vi en los cementerios de Angola, tal vez mi odio fuera menor, pero por desgracia visité varios de esos camposantos donde descansaban nuestros muertos, por eso lo odio y le deseo paredón. Fui creciendo hasta que me hice hombre y en la medida que lo hacía me daba cuenta que mi trabajo era en vano, mientras más pasaba el tiempo y aparecían las primeras canas en mi pelo, en la misma medida se destruía mi pueblo y se agotaban las esperanzas, entonces, fui testigo de todo el derroche que se hizo en muchas guerras, en las que nunca debimos habernos metido, hasta que nos invadió el hambre, es muy duro tener a un pueblo hambriento y esperando por su exigua ración de pollo, esperando y esperando en colas interminables, como aquellas que se hicieron cuando finalizó la última guerra en Europa y saber que el barco cargado con ese producto era desviado hacia otro país, por caprichos de Pinochet para mantener a otros seres tan despreciables como él en el poder, por eso lo odio tanto.
  De no haber transportado para Holanda contenedores refrigerados con plasma humana, preparada con la sangre que generosamente mi pueblo donaba para salvar vidas, tal vez no lo odiara tanto, pero yo mismo los cargué porque eran parte de mi trabajo, siempre me voy del hilo de lo que deseo expresarles, debe ser la vejez. El caso es que aquellas promesas nunca llegaron a cumplirse, mi pueblo se dividió después de dividirse la familia, reinó el odio en un lugar donde siempre había primado el amor y la alegría, entonces, la gente escapaba en grandes manadas, como animales escapando del látigo de su amo y eso mucha gente se niegan a comprenderlo, los otros, los que no pueden escapar, esos han sido reducidos por el hambre, viven con doble moral y ese no era parte de mi plan, por todas esas desgracias los invito a que griten junto a mí; ¡Paredón para Pinochet, se lo merece por hijoputa!
  De no haber conocido a un piloto que sobrevoló nuestras aguas y participó en operaciones contra indefensas embarcaciones, no lo odiara tanto, pero desgraciadamente me tocó un día trabajar con él, al conocer de aquellas historias aumentó mi odio por ese tirano, tal vez no me comprendan. La vida se hizo cada vez más difícil, se cambió el sentido de las cosas y para ese tirano de Pinochet, respetar los derechos humanos es asistir gratuitamente a una escuela, o tener un médico en cada barrio, en cada cuadra, hasta dentro de tu casa si se quiere, solo eso, en cambio, como pago a todo esto se debe mantener el silencio, no se puede pensar, hablar libremente, andar, discrepar, reunirse con gente afines a sus credos. La dignidad es vivir en aquella jaula y resistir, ¿pero resistir a quién?, si es el mismo general la razón de todas nuestras desgracias, por eso le pido paredón.
  Son muchas las razones por las que odio a este tipo, deben ser unas de las principales aquella del remolcador 13 de Marzo hundido, la de todos los muertos en el estrecho de La Florida, la de todos los cubanos regados por el mundo cuando nunca fuimos emigrantes, deben ser también las miles de almas que se pudren en sus prisiones, los fusilados, las brigadas de respuesta rápida en contra de indefensas personas que reclaman sus derechos.
  Hay innumerables razones para odiarlo, tal vez el haber sido marginado por no pertenecer al partido, el haber vendido a nuestro país, el marginar a sus ciudadanos, el traicionar a todo un pueblo, son muchas esas razones que me obligan a escribir.
  Si un día no hubiera estado a punto de ser asesinado por la espalda, tal vez no lo odiara tanto, pero eso lo desconocen todos esos defensores de ese asesino de Pinochet, si no supiera que las palabras viajan mucho más lejos que las balas, tal vez dejaría de escribir, aunque al hacerlo traicionaría a todos aquellos que se encuentran presos, a los que no tienen voz, a los que tienen miedo. Si supiera que el mensaje no llega, no perdería mi tiempo en escribir sobre todas las desgracias de mi pueblo, me dedicaría a cuentos infantiles, a poemas para enamorados, escribiría cualquier cosa porque me gusta hacerlo, pero continuaré escribiendo no solo por las desgracias de esa isla, lo haré para que no puedan continuar engañando a otros pueblos.
 

    “”” Paredón para Pinochet, que pague por todos sus muertos en Cuba.””” 
 

Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
26-1-2001.