Un día
soñé con tener un bonito jardín, no tenía que
ser muy grande, solo un pequeño espacio donde sembrar flores, es
que los pobres somos así cuando soñamos, lo hacemos por poquito
para no molestar a nadie, para que no nos envidien, para no humillar al
vecino que tiene menos y sueña también chiquitico, quizás
sus sueños sean otros, pero el mío era ese, tener un jardín.
En casi
ninguna de las casas donde viví lo tuve, porque cuando no tenían
la puerta en la misma acera de la calle, el terreno era pedregoso o con
mucho salitre, en otras, a la gente del barrio no le gustaban las flores,
no tenían tiempo para atenderlas por los trajines de la vida y no
enseñaban a los hijos a cuidar de ellas, también por la cultura
machista de esos
barrios, quién podía
imaginarse a un hombre de aquellos lugares, andar por la calle con un ramo
de rosas, había que ser valiente para eso, lo normal era que los
machos anduvieran con un bate de pelota, las flores quedaban para los homosexuales
o para los santeros, los varones no habíamos nacido para eso.
Moría
poco a poco lo romántico, se esfumaba lo bello de estos gestos que
vivieron nuestros abuelos, desaparecía ese momento tan bohemio como
lo era regalarle una rosa a otra rosa, se perdía en las tinieblas
de nuestros egos, eso tan dulce y celestial que nos hace vivir y ser eternos,
el amor, y el amor está donde quiera que exista un jardín,
porque el amor brota a cada momento desde el interior del capullo de una
flor.
Por eso
siempre deseé tener un jardín aunque fuera pequeñito
y tenerlo lleno de flores, para que siempre me recordaran que el amor existía
y no había muerto, para que me dijeran que aun somos humanos y se
puede ser dulce, para que me calmaran la vista con sus colores y si alguna
vez dormía entre ellas, su fragancia me llevara cual alfombra mágica
por los aires bien lejos, para aunque solo en esos sueños olvidarme,
que exista gente a los que no les atrae ni un poco una flor.
De hombre
y cuando al fin tuve un apartamento, vivía en la planta baja y pegado
a mi pared sembré rosas, rojas, amarillas y blancas, algunas varitas
de San José, unos lirios, no encontré otra mas que sembrar
porque todos los jardines estaban igual que el mío, en realidad
no era mío aquel jardín, yo no era mío tampoco, no
era de mi propiedad nada que pisara esta tierra, ni mi rostro, ni mis pensamientos
y mi voz se perdía en el espacio sin llegar a ningún oído,
porque estos tampoco eran de sus propietarios.
Aprendí a querer y
admirar las flores muy lejos de mi tierra, tal vez en Holanda donde uno
se pierde en mares de tulipanes, quizás en Francia o en Inglaterra,
no sé exactamente donde pero de verdad me quedé maravillado,
pocos en mi país conocen el placer de sentarse en un parque que
esté habitado totalmente de flores.
Las flores
que sembré pegadas a la pared del apartamento que decían
era mío, las tenía que vigilar muy bien para que no se las
robaran, para que no las destrozaran los niños y los mayores, los
muchachos tratando de cazar las infelices lagartijas, que tomaron como
hogar las plantas de mis flores, los mayores que en los trabajos voluntarios
no medían la dirección de su machete al chapear y en oportunidades
cortaban las flores que tanto trabajo me costaba cuidar, sin embargo, después
que crecieron mis plantas, entre otras
menos bellas que habían
plantado los del gobierno y que de verdad me caían mal, porque le
restaban espacio y belleza a mis flores, los muchachos se acostumbraron
a ellas, ellos mismos las cuidaban y cuando necesitaban alguna para llevársela
a la maestra, tocaban en la puerta de la casa y me las pedían como
si fueran mías, porque yo solo era el que las cuidaba.
Aquellas
mismas niñas fueron creciendo y luego las dejaban jugar en el jardín,
entonces este se puso mas contento porque todos los días en horas
de la tarde, se llenaba de flores que corrían de un lado a otro,
flores que reían y tenían mas vida, flores que en unos años
serían mas bellas que las que yo había sembrado.
ROSA.
Rosita era una diminuta niña
que nunca debió haber nacido, nació por error
de los padres que se dejaron
llevar por la atracción de la carne y nunca
pensaron en el futuro, de
la misma manera que allí donde estaba el jardín,
no lo piensa nadie, no es
que sea culpa de ellos pero se ha hablado tanto de
él, que nadie cree
en lo que se ha dicho y prometido. Su padre era joven
pero mucho mayor que la madre,
ella era casi una niña pues hacía muy poco
que había rebasado
los quince años de una hermosura increíble, él estaba
mas
allá de los treinta,
con muchas responsabilidades en el trabajo y en su
Partido, que le robaba tiempo
para atender a aquella beldad, que siempre
dejaba en la casa, con muchos
deseos de vivir, de aprender, de bailar, de
conocer, nada de lo cual
podía satisfacer aquel esposo y en medio de esos
encierros obligatorios impropios
de su edad, sin darse cuenta llegó Rosita,
esa linda florecita que muchas
otras niñas hubieran deseado poseerla para
tomarla como una muñeca
en sus juegos infantiles, era traviesa y juguetona,
con un rostro singularmente
bello y desde sus primeros pasos se podía
adivinar en su andar, que
sería una de las flores mas finas de aquel jardín,
tenía cierta elegancia
al hacerlo.
La hermosura
de Rosita la había heredado de la madre quién aun después
de
haber parido, seguía
siendo una de las flores reinas, nada cambió en su ser
de niña, verla andar
con la criatura en los brazos nos hacía pensar, que
cargaba a una muñeca
y solo se trataba de un juego, pero desafortunadamente
el juego fue en serio.
MARGARITA.
Era una humilde mulatica
que pertenecía a un enorme ramo, era muy seria para
su edad, pero mas que seria
sobresalía la humildad obligada por su vida,
gente muy pobre, extremadamente
pobre, de verdad que no me imagino como
lograban vivir, en ese ramo
ella tenía tres hermanos y un primo, los padres
y los abuelos. El salario
de todos ellos no llegaba a la mitad del mío, no
les alcanzaba para la comida,
menos aun para vestirse e imposible para
divertirse. Margarita no
conoció la ropa nueva, heredaba la de los vecinos y
amigos del edificio, bueno,
de los que tenían algo de corazón y mientras se
podían dar el lujo
de hacer regalos, después la cosa se puso mas dura y
aquellos gestos de soltura
se fueron perdiendo.
Su padre
era blanco y la madre negra como el carbón, sin embargo Margarita
salió mulatica, no
era linda pero lindo era su color y constituía una
sensación para los
extranjeros, mulata, piel canela, joven y aunque no era
bella prometía que
tendría sus atractivos, porque de niña y muy pronto se le
distinguieron la cintura
y las caderas, algo que no se encuentra en la raza
pura, pero sí en las
mezclas del negro y el blanco, del chino y el negro,
para formar a ese mulato
envidiable y deseado no solo en el patio, ese color
y forma de mujer que vuelve
loco al mas macho, porque tiene algo de especial
que todos desean conocer,
pero para ello se tiene que vivir en un jardín
donde crezcan todos tipos
de flores, como crecían en el que yo trataba que
fuera mío.
Era una
niña que sufría en silencio, siempre con la misma ropita
y el
estómago medio lleno,
sin embargo, a pesar de los complejos por su pobreza,
se notaba en esa flor algo
que se llama dignidad y que inspiraba respeto,
era orgullosa, valiente y
jugaba como su andar, con la cabeza erguida porque
ser pobre no significa que
no se puede ser bueno, vivió en un ambiente donde
casi todos tenían
y ella no poseía nada, la humillaban en los juegos por sus
ropitas usadas y viejas,
pero ella vivía orgullosa de andar con la cabeza
alzada. Margarita siempre
fue noble esa era una de las virtudes que mas yo
admiraba.
ADELFA.
Fue una flor equivocada, un día soñó ser bailarina
porque entre otras cosas
su cuerpo la acompañaba,
era una flor espigada de cuello largo y perfil de
griego, por esa razón
su madre la inscribió en la escuela de ballet,
mientras corría por
el jardín me la imaginé en el Lago de los Cisnes, pero
estaba engañado, Adelfa
era orgullosa y arrogante. No le gustaba mezclarse
con las niñas inferiores
a ella según su estandarte, presumía de todo, de lo
que nada significa en otros
lugares, quizás de un par de tenis o algo de
menos valor, pero ofendía
en su forma de ser y de hablar a otras flores mas
pobres como Margarita, pero
eso no era su culpa, ella era el producto de la
forma de ser de su madre,
quién le ordenaba al marido salir a navegar en
cualquier nave, para satisfacer
su ambición insaciable de tener lo que otros
no podían poseer,
porque no todos tenían la posibilidad de franquear al
Morro o cruzar la línea
de la aduana en el aeropuerto.
El padre
era militante del Partido y Oficial de la marina, buen salario y la
posibilidad de comprar en
el extranjero, sumándole a todo esto, lo que se
robaba de los barcos este
camarada, en la casa de Adelfa no faltaba nada,
allí podías
encontrar desde un cenicero de alguna de las naves por las que
el tipo había pasado,
hasta las toallas, sábanas, copas con el logotipo de
la Empresa, adornos de todo
género y hasta la comida que sacaba en los
portafolios, en el que todo
ingenuo o inocente pensaba que llevaba,
documentos o algún
libro.
Así
vivían y así vivieron mientras yo cuidaba mi jardín,
tratando de
competir con el vecino, con
los amigos y sus compañeros, porque ese fue un
modo de vida entre los cubanos,
éramos felices mostrándoles a nuestros
vecinos que nosotros teníamos
cuatro porquerías mas que ellos y por eso nos
considerábamos superiores,
gozábamos cuando en nuestras casas teníamos un
televisor a colores que no
podía tener el mas pobre y estos sentimientos
egoístas se los trasmitíamos
a nuestras flores.
Adelfa
no gustaba de unirse a las otras flores en el jardín que construí,
detestaba jugar con las que
no se vistieran igual que ella, soñaba con
mandar, dividir, imponer,
obligar, subordinar igual que su padre y por eso
las otras flores mas humildes
no la seguían, porque eran pobres pero vivían
sin odios, sin rencores,
no envidiaban a nadie, estas eran mas felices,
tenían mas amigas
aunque no tuvieran zapatos.
AZUCENA.
Era preciosa, tal vez una
de las flores mas bellas, producto de una
combinación rara,
quizás la de un rubio con una negra, de aquí sale una
especie que es conocida en
Cuba como Jabá, mulata de pelo rubio rizado y
ojos azules, ahora las he
visto en Canadá, pero en Cuba no son muy
frecuentes estas mujeres
u hombres, ellas son una belleza y les atribuyen
poderes sexuales supremos,
cuya fama las convierte en una especie de objeto
que todos quisieran poseer
aunque fuera solo por un momento, es un tipo de
mujer codiciada, no solo
para los naturales, mas aun para los extranjeros.
Ella era una chica muy noble,
su madre se divorció muy temprano, tal vez
antes de tener memoria, pero
después de esto se casó de nuevo y luego otra
vez, hasta que perdió
los recuerdos, no se sabe cuantos padrastros tuvo
Azucena, cuatro o cinco,
no se sabe cuantos, como tampoco recuerda de quién
fue el padre de ella.
El amor
tocó a su puerta muy temprano, mucho antes de los doce pero ya en
estos tiempos esto no asombraba
a nadie, las cándidas conversaciones de los
niños se iban transformando
en discusiones de sexo y de aquellas discusiones
teóricas, muy pronto
se pasaba a la práctica, hasta que se convertía en una
competencia y se dejaban
a un lado el juego con las muñecas que envejecieron
hasta morir, luego desaparecieron.
Pero Azucena era distinta, ella amaba a
su noviecito y del beso fugaz
no pasaban, todos los días se encontraban en
el jardín a escondidas
de la madre y la abuela, mientras el tiempo volaba y
en la medida que este lo
hacía crecían sus cuerpos, junto con esto lo hacía
también el amor, pero
mas fuerte aun lo era el deseo, aquel deseo animal de
estar solos, desnudos y disfrutar
sin interrupción como Dios los había
traído al mundo, pero
solo como animales llevados por los instintos, porque
de Dios no habían
oído hablar, eso estaba mas bien prohibido.
Azucena
siempre vivió bien, su casa era grande, lo suficiente para albergar
a tres personas, ella, la
madre y su abuela, disponía de su cuarto donde
nadie la molestaba y acomodaba
los juguetes que siempre cuidó con esmero de
mil formas diferentes, hoy
las muñecas encima de la cama, mañana sobre el
escaparate, otras semanas
sobre la cómoda, sin que nadie le dijera nada, así
fue siempre hasta que ella
creció mas aun, entonces la madre la observaba
con mas recelo, vigilaba
todos sus pasos, quienes eran sus amistades y hasta
los minutos que estaba fuera
de la casa.
Todas
sus amiguitas le contaban a sus madres que ya tenían novios o que
estaban enamoradas y aquello
les causaba risa, para Azucena fue doloroso, no
se sabe cuantas lágrimas
derramó por el rechazo que le hicieron a su novio,
pero nada de esto la pudo
separar de aquel juramento de amor que se hicieran
años atrás,
en uno de los rincones de mi jardín.
JAZMIN.
Era una
de las mayorcitas entre todas las flores, su pelo extremadamente
negro contrastaba con la
blancura de su piel, en ese andar exótico que
caracteriza a muchas cubanas,
ella hacía alardes de la bonita figura de su
cuerpo, que volvía
loco a los chicos del barrio, era alegre y comunicativa,
no le gustaba perderse una
fiesta y soñaba como toda muchachita en un
futuro, su carrera, el esposo,
los hijos y el hogar.
Su padre
era militar, hombre comprometido hasta la médula con el sistema
imperante, de esa gente que
solo aprendió a repetir lo que dicen sus jefes,
incapacitado para pensar
o analizar que era lo que le convenía al país, todo
un señor robot de
carne y hueso, quién se olvidaba en todo momento la
existencia de la familia,
porque ante todo estaba el deber y como casi nunca
permanecía en su casa,
no podía ver a sus hijas crecer.
Jazmín
soñaba con ser Doctora y esto lo manifestaba cada vez que se reunía
a
jugar con las otras muchachitas,
ella siempre se las arreglaba para ser el
Médico de la familia
aunque las otras protestaran.
Su padre
tenía otros planes para ella, Jazmín debía ser militar
como él y
así tenía que
ser toda la familia, ella no sabía cuanto placer le causaría
al viejo comentar entre sus
compañeros de armas, que su hija era uno de los
mejores expedientes de la
escuela militar, porque esa era la aspiración de
los guardias para sus hijos,
convertir su destino en una tradición familiar,
sin consultar con la voluntad
de estos, sin preguntarles un día que era lo
que deseaban ser en la vida,
aspiraban llegar al hogar y encontrarse a todos
uniformados, para que dieran
la voz de Atención! cuando ellos entraran y se
hablara en las tertulias
familiares de las bondades del gran jefe, que
importaba si los hijos tenían
otras opiniones, a quién le podía interesar
que pertenecieran a otras
generaciones, ya estaba escrito que tenía que ser
así y de esa manera
sería.
Solo la
madre de Jazmín conocía de verdad a sus hijos y en la medida
que
estos crecían, notaba
como se aproximaba el final de la unión de la familia.
Mientras tanto la florecita
seguía allí con sus amiguitas, con sus juegos
infantiles, su pelo bien
negro y su blanco como la leche.
CLAVEL.
Hacía un tiempo que
había abandonado sus juegos de niña, estaba estudiando
en la Secundaria Básica
pero no dejaba de ir con frecuencia al jardín, se
reía de las cosas
de las mas pequeñas, mientras estaba al lado de su
enamorado, que raro!, a esa
edad los muchachos cambian frecuentemente de
pareja, sin embargo las flores
de este jardín se aferraban a una vieja
costumbre muy próxima
a morir, era noviecitos que demostraban amarse
profundamente, como en aquellos
tiempos en los que se juraban amor y
fidelidad eterna, estaban
fuera de la moda, lo normal era cambiar
constantemente y probar los
besos de la pieza nueva, unas veces mas allá de
los simples besos, ya se
oía hablar con descaro como hacía el amor fulana,
como se movía tirada
en un claro de monte, dentro de una piscina o en la
misma playa, otros mas atrevidos
lo harían en las propias casas, cuando los
padres se marchaban al trabajo
o porque sencillamente estos los aceptaban
alegando que no tenían
otra distracción los muchachos.
Clavelito
como le decían todos los amiguitos, era una chica bien humilde que
se había adaptado
a vivir desde su nacimiento en la mas estricta austeridad,
pero aquella pobreza no la
privó nunca de ser una muchacha bella, pero su
hermosura contrastaba con
la fealdad de su enamorado, quién era en extremo
flaco, con un poco de acné
juvenil en el rostro y los cabellos bastante
largos, tal vez por esa apariencia
externa era mal recibido en el seno de la
familia de Clavel, pero el
chico no era malo, solo deseaba ser diferente a
los demás y aquello
que se consideraba un defecto por la sociedad, para él
era una virtud y la gente
lo consideraba un desviado, los mas cercanos
decían que estaba
equivocado, quizás unos y otros hayan tenido razón, es
posible que se haya equivocado
al nacer en una tierra que lo condenaba
injustamente, solo porque
no le gustaba el Son y su gusto por la música
extranjera, lo convertiría
sin el saberlo en un enconado enemigo de su
suelo, siempre se preguntaba
que tenía que ver el Rock con la revolución,
pero nadie tenía argumentos
para contestarle su pregunta, era mas fácil
reprimirlo y apartarlo como
escoria de lo que se estaba produciendo, el
paraíso donde nacería
el hombre soñado por muchos, un hombre formado de
fantasías y sueños,
estaba naciendo lo que muchos llamaron; el hombre nuevo.
Nada ni nadie pudo apartar
a Clavelito de su amado novio, ni sus padres, ni
los amigos, ni la sociedad,
ni toda la fealdad de este flaco que siempre fue
su amor, quién llenaba
toda la pobreza en la que había nacido, la que cubre
el alma y llena el cuerpo.
VIOLETA.
Se había
criado en un solar de La Habana vieja, en medio de una terrible
promiscuidad, nunca conoció
a su padre y desde niña fue el puntal donde
descansaron todos sus hermanos,
esa gran prole de diferentes colores y
tamaños. El alcohol
nunca faltó en eso que alguna vez trató de llamarse
hogar, contrario a ello escaseaba
la leche para llenar estómagos vacíos en
la mañana, cosa que
a su madre nunca le preocupó, mulata que aun después de
haber parido varios hijos,
conservaba un cuerpo envidiable y nunca había
asistido a un salón
de ejercicios, ejercicios eran los que siempre ella
había practicado en
la cama y se podía afirmar que era la mejor del barrio
moviendo la cintura, así
lo decían los jóvenes que pasaron por su barbacoa,
mientras debajo, los gemidos
de la madre y el tipo de turno, acompañados de
los ruidos del viejo bastidor
que usaba como cama, no dejaban dormir a los
mas pequeños, entre
ellos a una que ya era señorita.
Un día,
en una de esas borracheras ininterrumpidas, la madre le dijo a
Violeta que había
llegado la hora de que moviera el culo, porque ella
también estaba obligada
a ayudar a llenar esas bocas que pedían comida sin
descansar, ese día
lloró como nunca lo había hecho en toda su vida y
aquellas lágrimas
la madre trató de borrarlas con alcohol, hasta que ella
perdió el conocimiento.
A la siguiente mañana Violeta se despertó con
náuseas y vómitos,
con dolores en todo su cuerpo, pudo observar muy cerca de
sus senos, marcas de mordeduras
y algunos moretones, debajo de su sábana las
huellas de algunas manchas
de sangre, y en medio de esa confusión no podía
imaginarse que la madre la
había vendido a un buen postor.
A partir
de entonces nunca conocería el significado de la palabra amor y
su
cuerpo se convertiría
en un juguete de jóvenes, viejos y borrachos, olería a
distintos sudores y su aliento
cambiaría, perdería para siempre ese encanto
que poseen la mayoría
de las muchachitas de su edad, para darle paso al que
solo destila tabaco y alcohol.
Pasaba el tiempo y aquello que se le
presentara en la vida como
una desgracia llegó a ser normal para ella, tan
normal, que no faltaron oportunidades
en las que lo disfrutara y su fama
corrió por todo el
barrio como lo fue el de su madre, Violeta se había
convertido en una de las
putas mas solicitadas de La Habana.
Pasó
muy poco tiempo después de que sembrara mi jardín y las cosas
empeoraron drásticamente,
donde antes había una mata de rosas sembrada
plantaron tomates, arrancaron
las de azucenas para sembrar cebollas y así se
fueron arrancando todas las
flores, hasta que el jardín se convirtió en un
terreno sembrado de viandas
para matar el hambre, hambre que nunca se ha
podido eliminar del todo,
pero si se mataba poco a poco el amor que guardan
en sí las flores,
ahora el vecino vigilaba al vecino para evitar que le
robaran, en ocasiones se
mandaba a los hijos a robarse un ají, se escuchaban
las noticias de alguien a
quién habían matado por robarse un racimo de
plátanos, que poco
costaba la vida en este entonces, las personas costaban
menos que un puerco, se asesinaba
por una bicicleta, la gente se volvía cada
vez mas agresiva con el prójimo
y no con quién tenía la culpa de que esto
sucediera, se perdía
cada vez mas la vergüenza y la memoria fallaba,
aumentaba el odio, pero la
gente seguía allí como aferrada a algo que no
existía, como dominadas
por un embrujo del que no podían salir y los ataba
ciegos y sordos, tristes
y contentos, como animalitos de circo, moviendo la
colita por cualquier golosina,
delatando, asechando al que pudiera
sobresalir tratando de escapar
de la miseria, para destruirlo, aplastarlo y
así nunca mas se atreviera
a desafiar al hambre donde todos tenían que estar
sumidos, porque así
lo quería el nuevo Dios y Señor que había destruido
nuestras familias.
Nada tenía sentido,
vivir en esas condiciones era morir mas de lo que
estábamos y por eso
partí sin volver la cabeza, olvidándome de mis flores y
del jardín, por delante
existía la posibilidad de sembrar otro, allí el
terreno continuaba siendo
falso. Después las noticias que llegaban eran cada
vez mas alarmantes, la gente
perdía cada día lo poco que les quedaba, todo
se agotaba en el olvido,
de la misma manera que las flores se marchitaban.
Han pasado ocho años
desde entonces, Rosita dejó de ser una rosa y se
convirtió en jinetera,
quién lo iba a decir, con solo quince primaveras, sus
padres se separaron y como
sucede en la mayoría de los casos, el varón se
olvidó de lo que atrás
había dejado, comenzó su nueva vida con la nueva
esposa, nueva carne para
satisfacer esa insaciable enfermedad que nos
inyectaron, que está
por encima de los hijos, de la madre, del hogar, pero
que importa nada de esto
si nos olvidamos de los que llevan en sus venas
nuestra sangre, ese es otro
ejemplo de lo que es el hombre nuevo, engendro
inhumano que se aleja cada
día mas de cualquier animal, al menos ellos
defienden sus críos
mientras los enseñan a andar. Cuanto placer debe sentir
el extranjero que posea a
esta dulce muñeca por solo cinco dólares, quizás
por menos que esto, después
saldrá hablando glorias de Cuba, hemos perdido
lo poco que nos quedaba de
vergüenza.
A Margarita
le hicieron la vida imposible hasta que lograron separarla de su
novio, que extraño!,
no lo aceptaban porque era negro, había que adelantar
la raza como dicen hoy en
día y eso que el racismo se había marchado un
primero de Enero, hoy es
buena, es una chica de éxitos, se casó con un
canadiense de lo mas bueno,
el tipo la lleva todos los días en su auto al
trabajo, luego en la noche
va por ella, que generoso el marido!, Margarita
baila desnuda en un bar de
Montreal, un día fui con unos amigos a tomarnos
una cerveza y me llamó
la atención cuando anunciaron entre la música a una
spanish woman, recuerdo que
el número musical de su acto era un famoso disco
de Santana, este se ajustaba
a su temperamento, a su figura, a su origen
tropical, cuando terminó
se sentó en nuestra mesa al enterarse de que éramos
cubanos, sin penas, sin vergüenza,
yo diría que con orgullo y hasta se le
notaba feliz, ganaba mas
de cien dólares diarios y con ellos ayudaba a su
familia, visitaba Cuba cada
vez que se lo permitía el tiempo y allá era
recibida como la mujer triunfante
que logró algo que en la isla era
imposible para cualquier
flor de su edad, no vendía su cuerpo por la
ridícula suma de cinco
dólares, se mostraba encuera a todo el mundo y aun
así soñaba,
deseaba ganar un poco de dinero para alejarse de ese mundo y
estudiar algo que la convirtiera
en una dama, no mostró el mas mínimo signo
de arrepentimiento.
Adelfa
fue un caso triste, pero de esa tristeza que la embarga aprendió
a
ser humilde y buena, se convirtió
en una chica generosa, no quedaban rastros
de su altivez en su figurita
de bailarina, sus padres se divorciaron y
sucedió lo que pasa
en toda Cuba,
después de ese fracaso
la madre se dedicó al alcohol, al sexo
indiscriminado, su padre
fue expulsado de la marina cuando se dieron cuenta
que había robado demasiado,
todavía usa ropa que le regalan las amistades,
ropas mas usadas que antes,
pero dentro de todas sus desgracias estudió y es
la que mantiene la casa con
su escaso salario, sin embargo, aun viviendo
este horroroso drama, ella
no ha vendido su cuerpo.
Azucena
hizo lo que hacían la mayoría de las muchachitas de su edad,
se
entregó al novio con
amor y pasión hasta quedar embarazada, cuando estuvo
bien seguro de esto, se lo
informó a su madre y no quedó mas remedio que
apresurar la boda para guardar
unas apariencias que no existían, no les
quedó mas remedio
que aceptar al muchacho pero solo a duras penas, mientras
a sus espaldas se sembraba
la discordia y se hacía lo imposible por romper
un amor que había
nacido desde que eran pequeños, no se sabe de que manera
la convencieron la madre
y la abuela para que se hiciera un aborto a
espaldas del marido, Azucena
era débil de carácter y no pasaron mucho
trabajo para convencerla,
luego cuando el muchacho se enteró de aquel
premeditado crimen en contra
de algo que lo había hecho soñar y ser feliz,
no lo pudo aceptar y se separó
de ella, separación llevada entre mares de
lágrimas por parte
de ambos, pero aceptada con alegría por madre y abuela.
Aquella decisión fue
irrevocable y a los pocos meses de esta separación, la
casa estaba adornada de nuevos
equipos, podían ver las novelas en un
televisor a color, oír
la música estéreo, cocinar en una cocina eléctrica,
ventiladores y cuantas mierdas
son importantes para que un ser compita con
el otro, solo por decir cuando
se hable de estas cosas; yo lo tengo.
Azucena también había
triunfado, hoy vive en Italia donde el marido la
exhibe como una pieza de
caza, otras veces como un trofeo y en muchas
oportunidades como algo que
se exhibe en los museos, su madre y su abuela
eran felices gracias a las
desdichas de esta chica que nunca supo imponer su
criterio, hoy extraña
a quién de verdad fuera el amor de su vida y no siente
placer cuando hace el amor,
abre las piernas por reflejos condicionados pero
nunca ha logrado un orgasmo.
Jazmín
terminó la Secundaria Básica y el padre la obligó
a ingresar en la
Escuela Militar Camilo Cienfuegos,
pero de nada le sirvieron al padre todas
las medallas y galardones
ganados durante su vida, para hacer cambiar de
idea a su hermosa hija, desde
el primer instante comenzó a suspender todas
las asignaturas, hasta que
le dieron baja del centro, luego, como la hija lo
había defraudado o
traicionado según su concepto y modo de ver la vida, la
rechazó cuando regresó
a la casa de nuevo, solo los lamentos de la madre la
salvaron de ser excluida
de lo que allí llaman el núcleo familiar.
Comenzó a trabajar
en el hotel Jagua de Cienfuegos, hasta que un día llegó
un viejo de billetes y se
la llevó, para convertirse de esta manera en
gusana y traidora a su patria,
para que el padre que le dio vida no le
hablara por el delito tan
grande que cometió su hija, sin embargo, la vida
da muchas vueltas y en una
de ellas ese viejo salvaje cayó debajo, se
enfermó y los hospitales
de los que tanto hablaron, no tenían los
medicamentos ni la alimentación
para salvarlo y aquella muchachita traidora,
despreciada y casi olvidada
por ese viejo, fue quién le mandó todo lo
necesario para que le salvaran
la vida, los criterios varían de día en día
allá en Cuba, no se
si todavía el padre la considere gusana.
Clavelito
es recordada como el símbolo de la rebeldía de la mujer cubana,
de
la fidelidad y del amor que
pocos han sentido, su novio fue un perseguido y
condenado por una sociedad
a la que nunca hirió, perteneció al grupo de
muchachitos rockeros cuyo
único delito fue el de admirar esa música y ante
tanto asedio se inyectaron
el virus del sida, ella no lo abandonó y se
entregó a él
en cuerpo y alma para que le contagiara la enfermedad, Dios
debe haberlos perdonado por
esta locura que cometieron esos jóvenes, pero
allá en el cielo deben
estar disfrutando esa música por la que murieron, con
una melodía celestial,
Clavelito con su novio y compañeros no podrán ser
olvidados por la gente de
nuestro pueblo, por los que aun conservan un poco
de dignidad humana y vergüenza,
por los que tienen decoro, por los que están
durmiendo y también
por los que han guardado silencio dando muestras de una
inmensurable cobardía.
Violeta
siguió toda su vida confundida, tanto lo fue que un día se
vio
sacando el pasaporte para
marcharse a Afganistán, no sabía donde quedaba
este país pero poco
le importaba, lo único que tenía en mente era escapar de
aquel infierno, donde ya
su cuerpo comenzaba a costar menos y la competencia
aumentaba, nada sabía
de la religión musulmana y el único harén en el que
había vivido, estaba
compuesto por sus hermanos, después de tantos vuelos se
vio vestida con una especie
de turbante y era obligada a practicar algo para
ella desconocido que llaman
Ramadán, sus primeros tiempos los soportó
mientras reconocía
el terreno, pero seis meses fueron mas que suficientes
para decidir huir de aquel
nuevo infierno en el que había caído por
ignorancia. Logró
hacerlo y en ello le ayudó mucho su valentía, cuando todos
habían perdido todo
tipo de contacto con esta muchacha y la daban por
muerta, apareció de
nuevo en España, cargando con ella una hija fruto de esa
unión con el árabe.
De aquel
hermoso jardín encontré flores regadas por muchos rincones
del
mundo, unas hablando japonés,
otras alemán, francés, viviendo en países mas
pobres que el nuestro y cuando
las veía se me partía el corazón, me acordaba
mucho de aquellas otras infelices
alemanas, rusas, búlgaras, etc., que fueron
a nuestro país pensando
que escaparían hacia un paraíso y caían en una nueva
trampa.
Pasan
los años y con ellos se marchan muchas esperanzas, se marcha también
una juventud que no volverá
a florecer jamás, han sido cuarenta años
destruyendo flores y con
ellas lo que debió ser un hermoso jardín, se olvida
cada día mas de pronunciar
la palabra amor, la familia se disuelve también,
separadas por la distancia
y falsas ideologías, se pronuncia con otro
sentido la palabra patria,
algo que siempre ha sido de todos, es ahora
propiedad de un Partido que
se ha encargado de su ruina total.
Los Galanes
de noche no quieren ambientar la atmósfera con su fragancia,
sienten pena por la pérdida
de sus flores, el Galán de día tampoco quiere
abrirse y mira a su alrededor
con mucha cobardía, el Girasol ya no gira y no
le llama la atención
un sol que debía alumbrar con la misma intensidad a
todos, la pequeña
palma que sembraron un día en aquel jardín no para de
crecer, como queriendo alcanzar
el cielo y huyendo de todo lo que se mueve
muy cerca de ella en el suelo,
lo hace triste, avergonzada y con mucho
dolor, al ver la indiferencia
de todos los que podían ser sus jardineros, se
eleva tal vez tratando de
hablar con Dios, para pedirle que un día le de
tiempo a todos esos seres,
que una vez vendieron a sus hijas, puedan
confesarse antes de partir
para el infierno.
Con mucho amor para todas esas muchachitas, que un día vendieron
sus cuerpos
para alimentar a sus familias,
a las mal llamadas jineteras, también a esos
chicos de la provincia de
Pinar del Río, que se inyectaron el virus del
sida, a todos ellos los recuerdo
porque ellos son hijos de nuestro pueblo,
ellos también tienen
patria.
Esteban Casañas Lostal
Montreal. Canadá
13-08-1999
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