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 FRANCISQUITO Y LA RUSA
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 Fue siendo todavía un chamaco, cuando comenzaron todos esos cambios que, muchos de los de mi edad no comprendíamos, bueno, de verdad que estos se produjeron así como quién dice a la cañona, empezaron a darnos vaselina primero, muchos teques a todas horas, para decirnos quienes eran los malos y a partir de ese momento, quienes eran los buenos. De verdad que yo no entendía ni peo, nunca logré entender, que tenía que ver en todo eso el ratoncito Mickey, ni el pato Donald, para que nos espantaran mas tarde, al tío Estiopa o al osito Misha, cosas de la política que lo jode todo. !Coño! Tan buenas que eran las películas de vaqueros, aquellos tipos a los que nunca se les caía el sombrero, y los revólveres cargaban más de cuarenta balas.  
Como gozábamos cuando los cowboys se prendían a tiros con los indios, estos siempre eran malos, y casi siempre en el momento en el cual un indio, le iba a lanzar un hacha a un cowboy, aparecía otro que le metía un balazo en la cabeza. ¡Que malos eran los indios! También me gustaba ver, cuando los caballos de una diligencia se desbocaban, entonces, ahí mismo aparecía el cowboy, se lanzaba de su caballo hasta las riendas y paraba en seco a la diligencia, en el mismo borde, antes de caer en un precipicio.  ¡Claro! Esto lo hacían, porque dentro de la carreta, de seguro viajaba tremenda hembra, cuando yo lo digo, esas películas si eran buenas. También recuerdo con mucho cariño, que si en la diligencia no iba ninguna jeva, entonces al final el cowboy (cabrón al fin), se empataba con la mejor india de la tribu. 
  Ahora que hablo de indios, de verdad que los cowboys no eran bobos, resulta que conmigo trabajan unos indios de los de verdad, llegaron a trabajar también indias, son de la región de Kanawaki, es algo así como una reserva donde nada los molesta, y tienen un status especial en Canadá, pues, los indios son buena gente, son trabajadores, jodedores, muy amistoso. Las indias estaban muy buenas, trabajaban mucho, codo a codo con los hombres, luego se fueron, pero los indios a cada rato llegan a trabajar con tremendos chupones en el cuello. Ustedes saben como somos los cubanos de curiosos, aquello me llamó tanto la atención, que un día les pregunté, si en Kanawaki había vampiros, los cabrones se echaron a reír, pero en estos tiempos fue cuando me di cuenta, cual era la jodedera de los cowboys, con todos sus tiroteos. 
¡De verdad! Yo las prefería a esas películas rusas, que solo servían para llorar, y lo más jodío de todo era, que cuando te imaginabas que estaba empezando, ¡placatán! Ahí mismo aparecía un cartelito que decía Konec o algo así, y te dejaba en esa, sin comprender nada. 
  Bueno, tal vez el problema es que ellos eran muy inteligentes y nosotros demasiados brutos, había que ser mago pa adivinar el final. ¡Ñó! Lo que  me jodía no eran las películas, ¡que va! Lo que más chivaba en todo aquello, eran los noticieros, tengo que aclararles primero, que todas las películas y aquello que ellos decían eran noticieros, lo pasaban en blanco y negro, de colores nada. Entonces, en aquellos noticieros que no tenían noticias y eran muy viejos, aparecía una pila de bolos dándose besos en la boca, coño caballeros, la verdad, es que esto no había Dios que lo entendiera, así que los tipos eran buenos, y se besaban entre machos, que no me jodan, ni tampoco me  
 
 
 
 
vengan con cuentos, a nosotros los malos nos enseñaban, que solo se besaba en la boca a las  hembras, yo no sé como le dirán en Rusia a eso, pero en mi barrio, que era un barrio caliente de La Habana, eso era ................Ustedes me disculpan si soy mal hablao, pero me gusta ser ante todo sincero. ¿Quién ha visto a un macho dándose un tranque con otro que lleve bigotes? -¡Ñó! Como estaban cambiando los tiempos. 
  Pues ná, así marchaban las cosas en mi país, esto no era nada, si hasta llegaron mas lejos, que no se los digo yo. Hasta quitaron el inglés en muchas escuelas para meter el ruso, y con lo fea que suena esa lengua, por lo menos para nosotros que estábamos acostumbraos a decir ai lof iu, ná, que suena bonito, no sé por qué será. 
  Cuando pasaron una pila de años, casi un burujón, quién te dice que empezaron a bajar bolos en grandes cantidades, en cantidades industriales, pero estos no venían solos, ná que ná, estos tipos llegaron con sus respectivas bolas, pero de verdad, hablando entre nosotros, parece que las habían cazado en la Siberia. Estas eran bolas puras, todavía se encontraban verdecitas, qué si me acuerdo? Había que verlas con todas esas patas peludas que parecían cangrejos, y ¿ qué me dicen de los pelos debajo de los sobacos? No sé, algunas tenían tanto, que se podía fabricar una peluca, muchas cuando se reían nos dejaban encandilados, porque tenían casi toda la dentadura de oro, yo las miraba, y me daba la impresión de estar observando a algunos  
de nuestros guapos, de esa gente que tenía tremenda rutina, la que se decía que eran del ambiente, para que me entiendan, los únicos que se ponían casquillos de oro o  
platino en la boca, con estrellitas o corazones. Esa gente se acabaron, no digo los guapos, hablo de los que se ponían dientes de oro, es que el oro se acabó en Cuba, bueno, el tipo acabó con todo. 
  Como les decía, aquella cosa de los machos dándose besos en la boca, me dejó trastornao, imagínense por un momento, que no era cualquier macho, allí lo mismo se veía a Nikita o al mismísimo Yuri Gagarin en ese besuqueo, entonces me venía a la mente cosas de muchachos, maldades, y me decía: Coño, hace falta que un día atrabanquen al caballo allá en Rusia, y le suelten un chupón de esos que dan los rusos por televisión, pero ná, el tipo no era bobo, seguro que la escolta le dijo a los rusos, que el loco andaba con gripe o algo de eso, porque los besos se lo daban en la cara, bueno, puede ser también que los bolos evitaran el olor a tabaco. 
  Así nos fueron metiendo en toda esta burundanga, y de la misma manera que Cuba se llenó de bolos, Fidel le llenó Rusia de cubanos, ¡Como iban negritos en esos grupos¡ Entonces todas las bolitas de allá, querían coleccionar uno, a mí no me crean, esto lo decían los primeros conquistadores cubanos que llegaron a Rusia, dicen las malas lenguas, que en la época esa del besuqueo entre los machos, las rusas no conocían eso de la transfusión de saliva, dice esta gente, que cuando aquello, las tetas eran solo para alimentar a los niños, pero ante tanta insistencia de estos muchachos, ellas terminaron por dárselas, porque en definitiva, ellos solo las pedían cuando estaban secas, el caso fue, según parece, a las bolas les gustó aquel relajo, y esto se corrió de boca en boca, pasando después a otras Repúblicas, hasta que se dominó en toda la Unión, y miren que era grande. 
  Pues fíjense ustedes, que en este cambia-cambia de gente, los bolos aprendieron también, bueno, las bolitas se afeitaron debajo de los brazos, y como quien dice, se rasuraron las piernas. Se besaban en la boca y aprendieron otros trucos que los bolos ignoraban, como aquel de dormir en esa posición, donde parece que se están contando  
 
 
 
 
los dedos de los pies, mas o menos, como si estuvieran fajaos, pero que de verdad no lo están. Aquello fue el acabose, toda Rusia quería dormir de esa manera, que relajo caballeros. 
  En Cuba se acabaron muchos dicharachos cuando llegaron los rusos, por ejemplo: ese que decía, “Me sales más caro, que un hijo bobo estudiando en los Estados Unidos”, eso se acabó, porque a partir de entonces, los bobos estudiaban en Rusia. Si alguien se ofende con esto, ese es su problema, porque de verdad caballeros, nosotros no hemos dejado de ser unos bobos divertidos, a quienes le cambian el papá, de buenas a primera. 
  De lo que estoy seguro es, que a los rusos les pasó lo mismito que a los vietnamitas, imagínense con esa invasión de cubanos, como empezaron a nacer mulaticos, después, vinieron a vivir en Cuba muchas rusas, era muy fácil verlas en las colas de las bodegas de cualquier barrio, y hasta viviendo en barbacoas, ¡ Le zumba el mango! Cuando yo lo digo, en cualquier momento se puede ver un toque de Santos en La Plaza Roja, y no es cuento, porque hasta las rusas le metieron a la Santería, de verdad, los bolos no saben donde se metieron. 
  Si una cosa tenía buena los bolos lo fue, que en el tiempo en el cual fuimos su colonia, nosotros podíamos entrar a los hoteles, cabarets y restaurantes, esa gente no estaba en nada, bueno, estaban para lo suyo. Lo de ellos era hacer un poquito de dinero, para llevárselo al regreso, de verdad que eran luchadores esos bolos, la mayoría tenían tipo de lo que nosotros llamamos guajiros, no me cabe la menor duda, esa gente tuvieron que venir de la Siberia, los hombres andaban siempre con una camisa de nylon bastante ancha, y todos usaban sandalias, debió haber sido por el calor. Las mujeres casi siempre con vestidos a la moda de los cuarenta, bien largos y anchos, otra cosa, ellos siempre cargaban con algún maletín, una bolsa bien grande, algo que sirviera para cargar, como lo hacen las bibijaguas (hormigas grandes. Nosotros aprendimos mucho de estos papás que nos pusieron de la noche a la mañana. Después, eso del maletín, se puso de moda en toda Cuba, ¡Claro! Los tipos tenían la experiencia de muchos años, ellos sabían que el papel se iba a desaparecer como en Rusia, de verdad que no se equivocaron, al poco tiempo se perdieron los cartuchos. 
  La gente habla mal sin saber, los bolos que estaban trabajando en Cuba no eran malos, me refiero a esos que llamaban técnicos extranjeros, que iban a ser malos, si ellos compraban en sus tiendas, y después nos vendían a nosotros, eso sí, eran tremendos bizneros, pero insisto, estaban nada mas que pa lo suyo, el bizne era lo de ellos, cualquier cosa les venía bien para luego vender en Rusia, fíjense como fue, que acabaron con las cotorras. ¡Chico! Si tenemos que agradecer mucho, por ellos aprendimos, que si uno le daba una pastilla de meprobamato a una cotorra, la podías llevar dormida hasta la luna, que la tipa iba drogada y no formaba bulla. De verdad, cualquier cosa era buena para hacer cambalache con los bolos. ¡Miren a mi hermano Ernesto! El tipo reunió dinero para casarse disecando jicoteas, iguanas, y colectando caracoles de todos tipos. Para que vean, aquello sí que me caía mal, no lo digo por los animalitos, que en definitiva nadie los mandó a nacer siendo animal, lo digo, porque a veces yo llegaba de viaje y cuando me iba a bañar, el cabrón de mi hermano tenía dentro de la bañadera, hasta cuarenta jicoteas. Pa qué contarles, las broncas eran del carajo, entonces la vieja que decía: ¡Oye, déjalo tranquilo, déjalo que se defienda! 
 
 
 
 
  Malos son los dueños de ahora, esos sí son unos cabrones muy diferentes a los infelices bolos, que en fin de cuentas eran luchadores, y sacaban el kilo de donde no lo había. ¡Miren!  Esa fue otra cosa que aprendimos de ellos, los cubanos cuando salimos al extranjero hacemos lo mismo, no importa si eres Marino, Piloto de Cubana, del Ballet de Alicia Alonso, Deportista, hasta los soldados coño, todos tratan de arañar por donde quiera que pasan, para llevarle algún regalito a su gente, tu los ve caminando cuadras y cuadras, hasta que se convierten en kilómetros y no se atreven a montar en una guagua, esto no es porque le gusten las caminatas ni ocho cuartos, es para ahorrar esos centavitos, y de esto sí que no hay quién me haga un cuento, porque una vez en Canadá coincidí con los muchachos del ballet, que ni comían se los juro, yo no me explico como podían levantar a esas bailarinas por los aires, de verdad que estaban locas las chiquitas. ¿Que miento? Entonces deberían preguntarle a Edmundo Ronquillo, Pablo Moré, Nicolás, Barroso, etc. etc. Debo aclarar, para que no se equivoquen conmigo, excluyo de esto que menciono a la gente del Gobierno y del Pólit Buró, estoy hablando del bolo como tú y como yo. 
  Los nuevos dueños de la isla, que aun no está definido, cual de todos lo será al final de la carrera, nos botaron de los hoteles, restaurantes, cabaret, etc., pero antes de eso, nosotros disfrutábamos de algo que era nuestro, en la medida de nuestras posibilidades, en realidad no eran muchos tampoco, los que tenían acceso a estos centros, porque los salarios siempre han sido de miseria. 
  Los marinos siempre hicimos uso de ellos, gracias a los salarios que se acumulaban durante los meses de viajes, y también a la ayuda de nuestro generoso contrabando, así un día, nos encontramos en el bar del hotel Casa Granda, en Santiago de Cuba, parte de la tripulación de mi buque. 
  Allí estaba Francisquito, es que al tipo lo encontrabas en todas partes como si fuera un fantasma, si en La Habana entrabas al Conejito, allí coincidías con él, lo mismo sucedía si ibas al Riviera, Habana Libre, Patio, Floridita, y hasta el mismísimo Tropicana. Francisquito podías encontrarlo en cualquiera de estos lugares. ¡Ahh! Para que no se hagan una mala idea de él, lo más lindo de todo este caso, es que a donde quiera que fueras, siempre lo encontrabas con su esposa, tremenda jodedora también, de verdad que hacían una linda pareja. Ese día se encontraban en el bar de ese hotel de Santiago varios tripulantes, estaba casi vacío el lugar, nosotros nos sentamos en una mesa, y en la barra había dos o tres personas más, entre ellos una mujer que bebía solita, de seguro que para olvidar algo. Aquella fue una de las mejores tripulaciones con la cual navegué, durante mis largos años como marino, la gente era divertida en extremo, una de sus principales virtudes y que sobresalió por encima de las otras a las que tuve que mandar, lo era, la hombría de casi la generalidad de sus miembros, yo creo, que el tipo que no llevara bien puesto los pantalones, no tenía espacio en ese buque. Con esto no quiero decir que todos fueran iguales, allí se destacaban dos o tres pendejos, pero estos se encontraban neutralizados, después que recibieron sus merecidos sopapos. Es mucho lo que les cuento sobre esta tripulación, si les digo, que allí nunca se celebraban reuniones del Partido ni de la Juventud Comunista, lo de la gente era vacilar, que así se le dice en Cuba a gozar, entonces un día antes de regresar al patio, todos cuadraban muy bien los informes de cada Secretaría, y llegábamos a Cuba con todos los planes  
 
 
 
 
cumplidos y con el barco sin problemas, allí las cosas se resolvían a trompadas cuando era necesario, siendo la cosa que más temían los pendejos y por ello se mantenían tranquilos. 
  Yo sé que muchos de mis más enconados críticos, aquellos a los que ofendo con todos estos relatos, se llenarán la boca para decir; “Este tipo solo escribe boberías”, pero lo que ignoran todos es, que esas boberías que voy escribiendo, son las que han destruido un país, porque la Revolución cubana es la “Revolución de los Bobos”, habría que ver entonces, si el bobo es el pueblo, que cree en todo lo que dice y promete el dueño de eso que ha convertido en su feudo, o se debería averiguar, si el bobo no es Fidel, quién se ha imaginado durante tantos años, que el pueblo ha creído en él. Aquello es una pachanga poco seria, donde todos bailan con sus disfraces la música que toca el Partido gobernante. En mi modesta opinión, como parte de ese pueblo que vivió y se desarrolló en el seno de esa comedia, digo sin temor a equivocarme; que el bobo es Fidel. 
  Para seguir en el tema que hoy les traigo, Francisquito era un tipo que hablaba poco, yo diría que era un tanto introvertido, medio existencialista, pero eso sí, no comía miedo de ningún tipo, gustaba de las botas de vaquero y andar en jean, también, cosa muy rara en aquellos tiempos del cual les hablo, el hombre usaba melena siendo militante de la Juventud Comunista, las críticas y esas cosas de la desviación ideológica, le entraban por un oído y le salían por el otro, sin tocar nada de su materia gris. Ese día, yo debía pasar por una encantadora amiga a las cinco y media de la tarde, ella se encontraba trabajando en una de las oficinas de la marina en esa ciudad, por ello decidí hacer un poco de tiempo en el bar con los tripulantes. El ambiente era de lo mas agradable entonces, y para evadir el intenso calor que siempre ha existido en esa ciudad, nada mejor que el aire acondicionado que tenía el bar, acompañado de sus buenas cervezas frías. 
  No recuerdo quién, propuso la idea de invitar a la vieja solitaria para nuestra mesa, varios nos opusimos de inmediato alegando distintas razones, pero, a cada rato surgía de nuevo la convocatoria para traer a la dichosa vieja, siendo en cada instante denegado ese deseo por votación unánime, casi todos los que allí nos encontrábamos, teníamos pareja para salir mas tarde, y alégamos no querer complicarnos con una vieja a la cual no conocíamos. Estando en ese constante debate y sometiendo a votación democrática el asunto de la susodicha vieja, tuve que partir en busca de mi amiga y prometí regresar al bar. 
  Media hora mas tarde, cuando intento entrar de nuevo, el portero me pide que no lo hiciera porque estaban esperando a la policía, al preguntarle el ¿por qué?, el tipo me dice que había tremenda bronca en el interior del bar, entre unos marinos y una vieja, yo le dije a la muchacha que me esperara, para poder sacar a mis compañeros antes de que llegara la policía, y como ella no me entendió muy bien, la mandé al carajo y entré. Los fui sacando uno a uno, pero cuando me tocó hacerlo con Francisquito, el tipo estaba tan acalorado que por poco me agrede. 
  Nos declararon indeseables en ese bar, y no pudimos volver por allí, al menos en ese viaje, luego en el parque Céspedes me explicaron; que finalmente llevaron a la vieja para la mesa, y lo primero que hizo la muy cabrona, fue, decirle a Francisquito que tenía tipo de maricón con el pelo largo, el hombre, que no se había metido con ella, ni había  
 
 
 
 
abierto la boca, le contestó; que maricona era la puta de su madre, y acto seguido le tiró el vaso de cerveza por encima. La cosa no se quedó así, la vieja que tan mala espina me había causado desde que la vi sola en la barra, sacó de su cartera una navaja de barbero, y partió de su asiento directo a donde estaba Francisquito, fue entonces, cuando el bar se puso bueno. 
  Por culpa de la vieja, Francisquito y su melena, perdí ese día tremenda hembra, pero para nosotros en esa vida de marino, todo aquello era normal, mas tarde en la noche, ya andaba con otra. 
  Salimos para la Unión soviética, era una de las cosas que más estaba deseando desde hacía varios viajes, conocía gran cantidad de paises capitalistas, pero de los socialistas nada, ellos llevaban la carga destinada a Cuba en sus barcos, siempre me dio la impresión, que se quería evitar a toda costa, viéramos cual sería nuestro futuro, y luego lo divulgáramos entre la población.  
  La navegación hasta nuestro destino, se tornaba muy entretenida una vez vencido el Estrecho de Gibraltar, en el mar Mediterráneo el tráfico de buques en todas direcciones, mantienen al Oficial del puente casi ocupado las cuatro horas de guardia, luego dentro del mar Egeo, la vista se deleita con la presencia de todas esas islas griegas, siguiéndoles en esta placentera travesía, el Estrecho de los Dardanelos, el mar de Mármara, y por último, antes de llegar al mar Negro, ese intensamente traficado estrecho de Bósforo, con sus bares a ambas orillas, restaurantes y un sinnúmero de pequeñas embarcaciones, obstruyendo el tráfico marítimo de los buques de gran porte. No sé por cual motivo, en viajes posteriores a Bulgaria, Rumania y a la URSS, al pasar los límites de este estrecho para navegar dentro del mar Negro, me daba la impresión de encontrarme algo preso, siempre pensé, que si sucedía algo en esa área, nosotros quedaríamos atrapados en una gran trampa, nunca pude borrar este pensamiento de mi mente, es que ese mar está tan adentro, y depende de la soberanía de varios países, que regresar al Mediterráneo no era cosa fácil. 
La primera impresión o imagen de un país cuando se arriba en barco, la recibes con la llegada del Práctico, que es la persona encargada de guiar al buque hasta el interior de un puerto, de acuerdo a como lo veas vestido, las condiciones en la que se encuentre la lancha  que lo trae, y todo su aspecto personal, te da una idea avanzada de lo que encontrarás dentro de la ciudad, esto es una cosa que no falla casi nunca, es lo mismo, que la llegada de un visitante al aeropuerto de cualquier país. Esta primera imagen no fue nada halagadora, distaba mucho, del aspecto de ofrecían los Prácticos de países como Holanda, Alemania, Japón, etc. 
 Una vez atracados en uno de los muelles de Novorossisky, comenzó el dilema al que estaríamos acostumbrados desde hacía muchos años. Aquella invasión de soldados con sus perros olfateándolo todo, en un riguroso sondeo similar a los que se realizaban en Cuba, entonces comprendí, el origen de esas torturas psicológicas a las que éramos sometidos cada viaje, tanto a la salida como a la entrada, continuaría mas tarde, la solicitud de cualquier cosa por parte de las autoridades, ron, cigarros, productos alimenticios, etc. Fue impactante todo lo que veía en aquellos momentos en la tierra de los hermanos, porque así le decíamos a ellos, los hermanos. 
  En el muelle se encontraba una brigada de mujeres de enormes bíceps, trabajando en la reparación del mismo, y operaban el martillo neumático con mas facilidad que cualquiera de nuestros trabajadores en Cuba, me refiero a ese que se utiliza para  
 
 
 
 
romper el asfalto de las calles y pesa alrededor de unas 80 libras, aquí parece que se aplicaba hasta las últimas consecuencias, aquello de la igualdad entre la mujer y el hombre, yo no me podía imaginar a una cubana rompiendo calles, menos aún con esa musculatura, tal vez, porque fuimos dados a admirar esa carne que tanto nos atrae, un poco mas femenina. Como quiera que sea, estábamos entre nuestros hermanos, a los que deberíamos imitar en nuestra marcha hacia la victoria total del socialismo en nuestro país. 
  Después de comenzadas las operaciones de descarga del azúcar a granel, en horas de la tarde salímos con la intención de conocer el modelo de paraíso, que seríamos en un futuro no muy lejano, en realidad, nadie sabía cuan lejano se encontraba, hoy sabemos que está tan lejos, que hasta él nadie ha llegado, ni los mismos rusos pudieron encontrarlo. En la aduana, nos quisieron meter dentro de una caseta a Francisquito y a mí, era para revisarnos, como lo hacían en Cuba con los marinos griegos, a los cuales les ordenaban quitarse toda la ropa. Nosotros les decíamos a esos gorilas que éramos cubanos, pero ellos no entendían nada en inglés y nos ordenaban quitarnos la ropa, no fue hasta que les mostramos nuestros pasaportes, que comprendieron que nuestro origen, que nosotros éramos sus camaradas, sus hermanos. Entonces volvieron en sí, cambiaron el programa de computadora que tenían dentro de sus mentes y nos dijeron tovarich kubinsky, nos dejaron salir, pero observamos su asombro mientras nos miraban de arriba abajo, como diciendo; ¡Coñó! Esta gente tiene una desviación ideológica del carajo, no era para menos, Francisquito con su melena, yo con mi pantalón campana y zapatos plataforma, que había comprado en España. 
  Novorossisky no era una gran ciudad, hasta allí no habían llegado las ordas caribeñas, por lo que era fácil deducir, que lo sabido de nosotros era solo de oídas, tendrían mucha teoría de nuestras costumbres, pero de práctica nada. Las muchachas eran sumamente bellas, nada que ver con aquellas de las patas peludas que vimos en La Habana, aquellas tenían que ser guajiras de la Siberia, de eso ya no tenía la menor duda. Se me olvidaba comentarles, que antes de la salida del puerto, ví que éste estaba rodeado por una muralla de unos tres metros de altura, con el propósito de que nadie pudiera ver hacia su interior, en la parte de adentro del puerto, tenían amarrados a unos perros pastores alemanes de tramo en tramo de aquella muralla, su cadena corría por un cable y donde finalizaba el recorrido de un perro, se iniciaba el de otro, así estaba rodeado todo el puerto haciéndolo inaccesible. 
  Luego de mirar un poco por aquí y por allá, decidimos ir al club de marinos para jugar un poco de billar y tomarnos unas cervezas, nosotros no solicitamos mucho dinero en ese puerto, porque teníamos programado reparar después en los astilleros de Cadiz, es que tampoco podíamos pedir mucho, solo ganábamos $5.00 USD por semana, entonces pedí unos $20 para tirar durante el tiempo que permaneciéramos en ese puerto, en el club de marinos, casi vacío por cierto, ya que no dejaban entrar a los marinos rusos, de la misma manera, que los cubanos no lo podíamos hacer en nuestro país. Nos pusimos a jugar un poco de carambola, por supuesto que en Cuba habían desaparecido estas mesas hacía muchos años, estos eran vicios del capitalismo, por eso aprovechamos para hacerlo en el extranjero, era algo idiota creo yo, porque a mi nunca me gustó este juego, pero sentía placer cuando hacía algo que me estaba  
 
 
 
 
prohibido. Fui a buscar una cerveza al bar, creo que una de las más horribles en todo el mundo recorrido por mí hasta ese momento, pagué con un billete de 10 rublos,  cuando aquello el cambio era de $2.40 USD por cada rublo o algo así, la muchacha que despachaba me devolvió mucha moneda fraccionaria, que guardé sin contar en el bolsillo, mas tarde, cuando estaba en mi camarote desvistiéndome, puse toda aquella calderilla encima de la mesa, y me dio por contarla, que clase de soberbia me dio saber, el papel de idiota que había hecho ese día. La cabrona camarera del club, me regresó solamente el vuelto de un rublo o algo así, yo había comprado esa noche, las cervezas mas caras y malas del mundo. Comprendí entonces que no podía ni debía, confiar en nuestros hermanos, ellos eran tan cabrones como nosotros. 
  En la medida que pasaban los días y con la ayuda de nuestros recorridos por aquella pequeña ciudad, vi muchas cosas que me asombraron, y otras que ya habíamos importado en Cuba, por ejemplo: En una acera me encontré un día, una pipa de cerveza, una vieja era la vendedora, tenía un cubo con agua, donde lavaba las jarras donde bebía la gente con mucha naturalidad, la gente veía el cubo, del cual el agua nunca era cambiado, por no existir próximo a ella ninguna toma de agua, y sin embargo, con tremenda tranquilidad pagaban por ese sucio servicio, tal parecía, que sus mentes se encontraban viviendo todavía, los efectos de la Segunda Guerra Mundial, donde no había espacio para los escrúpulos. 
  Otro día en un parque, existía un aparato como esos de los que se sacan refrescos enlatados, pero este aparato era de agua con gas, por el módico precio de un kopec, lo jodido de ese inmenso tareco era; que solo tenía un vaso, el cual debías enjuagar con el chorro de agua que salía por el kopec pagado, y luego volver a colocar el mencionado vaso en su lugar. Era incomprensible todo aquello para mí, esa ciudad podía contaminarse de tuberculosis u otra enfermedad con mucha facilidad. 
  Los servicios en restaurantes eran pésimos, de esto, nosotros éramos sus alumnos mas aventajados, teníamos una capacidad incalculable para copiar y aprender todo lo malo que nos traían desde muy lejos, se debía sobornar al portero con algo para poder entrar, cerraban a las once de la noche, y sin ningún tipo de explicación las camareras retiraban los platos aún sin haber acabo, etc. 
  Fue necesario llevar a un tripulante al dentista para practicarle una extracción, y al sentir los gritos de una mujer a la que le estaban practicando una, salió corriendo de aquel consultorio dental, el asunto era, que las extracciones las hacían sin el uso de anestesia. 
  Necesitábamos comprar gas para el equipo de refrigeración del buque, y la respuesta que recibimos fue, que esto era imposible, porque no estábamos contemplados en los planes quinquenales de la fábrica. La comida que nos vendieron fue escasa y de muy mala calidad, en fin, aquello comenzaba a llamarme mucho la atención, porque chocaba violentamente, con el paraíso que contínuamente nos vendían de la Unión Soviética, por lo menos yo tenía la posibilidad de establecer comparaciones, algo que no tenían hasta los mismos estudiantes que residían en este país, cuyos domínios se limitaban solamente a la isla, y Rusia, a pesar de sus dificultades, estaba en mejores condiciones que Cuba, pero demasiado lejos del mundo desarrollado capitalista. 
  Nuestro barco se encontraba atracado detrás de uno argelino, ese se encontraba  
 
 
 
 
descargando vino, la grua que descargaba por medio del uso de una jaiba nuestra azúcar, viajaba de vez en cuando hasta el barco vecino, bajaba su enorme jaiba y regresaba al nuestro cargado de cajas de vino tinto, todos teníamos cuando menos dos cajas en nuestros camarotes, los camaradas estibadores eran bastante chéveres o comprendían muy bien nuestra situación, en eso no podíamos quejarnos, de no ser que se robaron algunas boberías de nuestro buque, como el radio del salón de Oficiales. 
  Sin dinero seguimos saliendo y bebiendo todas las noches, vendíamos cualquier cosa y aquello era suficiente, un día Francisquito regresó al buque con una camisa de nylon, que tenía una terrible peste a grajo rusa, había vendido la que llevaba puesta, otro día regresó con un par de sandalias toda maltratadas y si nos demoramos un poco mas, creo que sale desnudo. 
  Estando un día en uno de esos restaurantes calientes de la ciudad, le pedí a Francisquito que me acompañara hasta el baño, de verdad, que no me gustaba las caras de los rusos que se encontraban allí. Cuando entramos fuimos seguidos por tres corpulentos bolos, que le pasaron el pestillo a la puerta, y comenzaron a pedirnos la ropa que llevábamos puesta, empezamos a gritar “milicia” bien alto, y aquello nos salvó de salir desnudos esa noche. Al día siguiente fuimos al mismo restaurante y nos pasamos en el consumo, yo vi que se encontraban los mismos que nos quisieron asaltar, y partí rumbo a ellos, hubo un tipo al que le había gustado mi cinto, en esa época se usaba ancho, se lo propuse por diez rublos y al final se lo vendí por siete, solo me había costado cinco dólares en Hong Kong, que equivalían a uno americano, me sobró dinero para el siguiente día. 
  Una noche, Toni quién era el Primer Oficial del barco, me llama por teléfono desde la Aduana pidiéndome que saliera, porque estaba con el Capitán y tres muchachas, a una le faltaba pareja, le expliqué que no tenía dinero para esa salida, pero el tipo insistió en que saliera, ya que el Capitán recibía dinero de representación, entonces acepté. No sucedió nada, la chica era de unos seis pies de estatura y yo daba la imagen de ser su bastón, acordamos salir al día siguiente y encontrarnos en un restaurante. 
  Cuando estábamos llegando solo vi a la novia de Toni y a la que el Capitán estaba tratando de conquistar, la de los seis pies no estaba allí, entonces giré sobre mis pasos y me disponía a seguir mi rumbo, cuando la novia de Toni me alcanza y me pide que regresara, pues ella estaba esperando a una amiga suya, que era trigueña, de ojos verdes y para mayor dicha, hablaba español. No dudé un solo segundo en mantenerme en el sitio, hasta que llegó aquella reina, no tenía otra calificación para ella. 
  Parece que la atracción fue mutua, coincidimos en muchas cosas, tal vez superficiales pero suficientes para llenar un espacio por primera vez, a la salida del restaurante, donde comimos y bebimos a gusto, ante la mirada asustadiza del Capitán, quién era el que pagaría, salimos a caminar sin un rumbo específico. Recuerdo que mi amiga en varias oportunidades me decía “damoi”, pero yo no le comprendía nada, también, su español no era fluido, en realidad lo hablaba muy poquito, aunque para mi era suficiente. Ella seguía con su “damoi”, mientras acompañábamos a las otras parejas, el asunto era que Tony estaba empatado con la muchacha, yo recién me empataba, pero el Capitán no lo había logrado, entonces, Tony me pidió esperar un rato mas hasta ver si se definía la sittuación. 
  Caminando y caminando, llegamos hasta un parque muy cerca del puerto, ya serían aproximadamente la una de la madrugada, y mi rusa seguía con su “damoi”, pero  
 
 
 
 
bueno, allí divisamos varios bancos y cada cual escogió el suyo, todos estábamos separados y nadie veía lo que hacían los demás. Yo tenía deseos de comerme entera a aquella muñeca de mujer, comenzamos como lo hacen todos los jóvenes enamorados, pero en la medida que el tiempo transcurría, lo haría junto a él nuestras temperaturas y deseos, entonces, comencé a subirle la maxifalda, de lo mas entusiasmado me bajé los pantalones, por mucho que miré a mi alrededor, nunca encontré a nadie, hasta que la senté encima de mí. Cuando mas entusiasmado me encontraba en aquella dulce operación, fui ilumunado por una linterna en pleno rostro, a la vez que oía en ruso una palabra parecida a documentos. Ella se bajo la maxi, eso era fácil, solo tenía que pararse, en mi caso era un poco mas dificil, debía pararme, subir el calzoncillo, el pantalón, etc, para mostrarle mi pasaporte a aquel temido miliciano, que nunca supe de donde carajo había salido. 
-¿Kubinsky?- 
-Dá Kubinsky.- Esa eran las pocas mierdas que sabía de aquella estrafalaria lengua. 
-¿Gabana?.- 
-Dá Kubinsky de la Gabana compadre.- El hijoputa se reía y me miraba como diciéndome, ¡Te jodí el palo cabroncito! ¡Así que kubinsky eh! ¡ Kubinsky que viene a templarse a las rusitas eh! 
-Niet problem.- Fue todo lo que dijo el cabrón mientras me entregaba el pasaporte, después partió en dirección de donde estaba Antonio, y mas tarde hizo el resumen con el Capitán, aunque creo, que allí no encontró nada anormal, una rusa aburrida oyendo el cuento del gato cuando lo habían capado. 
  Comencé a calentar los motores de nuevo, se repitió la misma operación, pero entre besos y otras cosas la rusa me repetía constantemente eso de “damoi”. Estaba tan emocionado y concentrado en lo que estaba haciendo, que me imaginaba viajando por la luna con aquella hermosa mujer, estando a solo unos segundos de culminar aquel inolvidable acto, me enfocaron tres linternas a la vez. Ahora fueron tres cabrones milicianos, quienes se cagaron en mi pasaporte, en mi condición de kubinsky, y se limpiaron el trasero con la palabra tovarich, a los tres nos quitaron las jevitas y con el bastón que cargaban en sus manos, nos señalaron en dirección al barco, como diciéndonos; ¡Para el barco pendejos, a templarse a la puta de su madre! El tipo habló tan serio, y tenían tan mala fama aquellos desgraciados, que como si fuéramos carneritos, emprendimos nuestro regreso, a las rusas se las llevaron en los carros patrulleros, que nunca vimos de donde habían salido. Les pedí a Tony y al Capitán, que marcharan a su paso, yo tenía que hacerlo lentamente, debido al grandísimo dolor que tenía en los testículos, por poco llego caminando en cuarto patas, y no recuerdo que animal de los que se encontraba en el portalón, me recomendó masturbarme para que se me quitara ese terrible dolor. 
  En una y otra aventura, se nos fue un mes para descargar lo que normalmente se hacía en Japón o cualquier país desarrollado en una semana, aquella situación no nos importaba, porque en definitiva la estábamos pasando bien, en la noche, las bolitas se después de beber en los restaurantes, hacían el resumen en la playa, donde se desnudaban en presencia de cualquiera, de verdad que no tenían prejuicios ni complejos. 
  Casi al final de nuestra permanencia en Novorossisky, Tony se empata con otra rusa,  
 
 
 
 
ella vivía con una amiga, quién le pide, le presente a un cubano, entonces Antonio pensó en Francisquito, porque tenía muchas cosas en común con Natasha. No se habló mas del asunto, esa misma noche los vi partir juntos, yo me encontraba de guardia. 
  En la mañana me llama la atención ver a Francisquito en el comedor desayunando, le pregunté si no había cuadrado con la rusa que le presentó Tony la noche anterior, pero el tipo era de poco hablar. Mas tarde, cuando Antonio llegó se formó una gran jodedera, según contó, el problema fue a media noche; después que habían comido y bebido suficientemente, cada cual se retiró a su cuarto con su pareja, pero a la media hora de esto, Natasha se apareció desnuda en el cuarto donde se encontraba Tony haciendo el amor y le dijo:  
-Tony, te pedí que me trajeras a un cubano.- 
- Nata, te traje un cubano como te había prometido.- 
-Tu me perdonas, pero este melenudo no es cubano.- 
- Nata por favor, te repito que Francisquito es cubano.- 
-Y yo te digo que no lo es.- 
-¿Chica, en que te basas para afirmar eso?- 
-Me baso, en que todos los cubanos.............. - Salió muy enojada y dando un fuerte portazo, cuando llegó a su cuarto, ya Francisquito se había marchado 
  En el barco se corrió la noticia como pólvora, un barco es igual a un solar de Cuba, cuando los marinos no tienen en que entretenerse, nos dedicamos al chisme, para tratar de pasar el tiempo. Salimos después de un millón de dificultades rumbo a España, durante la guardia, Francisquito, quién era mi timonel me contó lo sucedido con Natasha esa noche, creo que fue algo terrible para él, dice este loco, que una vez en la cama y mientras se besaban, ella lo agarró por la cabeza, tratando de forzarlo a bajar, entonces él resistiéndose a ello, ella aplicaba mas fuerza y él se resistía con mas determinación a no complacer sus intenciones, hasta que la rusa explotó sin comprenderlo, ella tenía el conocimiento, que le llegó de la boca de una rusa, quién se enteró por otra, y aquella por no se sabe de que fuente, que eso que ella quería, era lo que más le gustaba a los cubanos.  
 Yo me reí toda la noche con el cuento que me había hecho Francisquito, ese viaje aprendí mucho, salí convencido de que me gustaban las películas de vaqueros, que Moscú no creía en lágrimas, ni La Habana tampoco, el pueblo ruso había sido sometido a miles de sacrificios para mantener a millones de hijos bobos, La Habana somete a otros millones al mismo sacrificio, mantener bobos para extender algo que nunca funcionaría, los bobos en cambio, seguimos matándonos, para que vivan los vivos, los chulos de estas sociedades, vendedores de promesas. 
  Francisquito se marchó hace muchos años, con su enredada melena y el carnet de la Juventud Comunista, los bolos se marcharon de Cuba, no solo ellos, se marcharon los comunistas de pacotilla cuando les apretó el cinturón, aquellos que se alimentaron de nuestro sudor, yo llegué a Cuba hablando mierda de Rusia, mierdas de su sistema no de su pueblo, en definitiva eran iguales a nosotros en muchos aspectos. 
  Hoy, estamos esperando para ver quién se decide a ser nuestro próximo dueño, cuales serán las películas que proyectarán los cines y la televisión, tenemos para escoger en la cartelera, italianas, mexicanas, españolas, francesas, esperamos conocer a donde irán a estudiar los hijos bobos de esa isla, condenada a la dependencia. 
 
 
 Con mucho cariño a la tripulación del buque “Renato Guitart” 
 
                                       Esteban Casañas Lostal. 
                                       Montreal..Canadá. 
                                        25-09-1999