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   A una pequeña isla situada en el mar de Andamán, llegó un día un gallego
con su boina y alpargatas como único equipaje, no puede negarse que era
emprendedor aquel viejo, luchó y explotó después como un condenado, para
garantizarle el futuro a una prole de varios vástagos logrados con su semen
y otro prestado. De aquella gran familia tuvo un hijo medio loco o loco
entero, que al crecer un poco se volvió un bandolero, por esas cosas
extrañas que suceden en esa isla de la que les hablo, aquel desgraciado hijo
llegó a gobernarla y destruirla con todos los caprichos que se le ocurrían
de la noche a la mañana. Fue así como un día se enteró, que un médico de
Sudáfrica había trasplantado un corazón y el tipo dijo; "Nosotros lo podemos
hacer mejor", comenzando de esa manera otra de sus famosas aventuras.
  Se iniciaron esos trasplantes a diarios, aquello se convirtió en una tarea
de choque de su Partido, cuando la población encendía cualquier canal de
televisión (que siempre fueron dos y de los cuales él era el dueño), se
podían ver esas operaciones, un helicóptero aterrizando en las proximidades
del hospital, hombres que portaban un gigantesco termo, en el que se traía
el corazón a trasplantar de no se sabe donde ni quien era el dueño, hasta
que aquello se convirtió en una pesadilla más, había que consumir corazones
en el desayuno, el almuerzo y la comida. Todos los habitantes de aquella
maldita isla estuvieron a punto de convertirse en cirujanos, hasta los
niños, vivíamos según el tipo, en una potencia médica, ya lo habíamos sido
azucarera, cafetalera, deportiva y posterior a este arrebato de locura,
seríamos la isla donde mayor cantidad de pedraplenes  se construyeran.
  La gente comenzó a temerle a aquel nuevo arrebato de su jefe, no dudaban
que lo pusieran obligatorio (me refiero al trasplante) y al que se negara en
hacer una donación fuera calificado como traidor, se hicieron más de cien en
pocas semanas, se había batido un record y el sudafricano racista quedaría
ante el mundo como un comemierda, es una pena que ninguno haya sobrevivido
para que les hiciera el cuento.
 
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
24-9-2000.