Autor.- Jesús Díaz
Editorial.- Espasa Narrativa
Hola amigos.-
Hoy embarco en la nave capitaneada por Jesús Díaz,
con el fin de recorrer el capítulo siguiente de una novela que dejé
inconclusa en La Habana, me refiero a la gran novela de la vida. Sin temor
a equivocarme afirmaría que la misma se encuentra en el borde de
la ficción y la dura realidad.
Para los que se encuentren por la banda de babor de esta nave,
todo lo escrito por Jesús es pura fantasía novelesca, por
este costado del buque se encuentran distribuidos todos aquellos que han
permanecido mudos, sordos y ciegos ante las tragedias vividas por nuestro
pueblo, pasivos cómplices, que invitan a sus compatriotas a confiar
sus esperanzas en el modelo actual de la isla, canallas fanáticos
que insisten en prolongar este calvario con su apoyo y muchos incrédulos
que se dejan arrastrar por esas corrientes y cantos de sirenas con las
que nos durmieron.
Por la banda de estribor nos encontramos más de dos millones
de seres distribuidos en distintas partes del planeta, en uno de los exilios
más numerosos y prolongados de este continente, acompañados
de seres que viven olvidados y mudos dentro de la isla, seguidos también
por aquellos, que de alguna manera les tocó vivir esa pesadilla
en antiguos países comunistas.
El escritor nos presenta a monstruos que dejé en edad
de desarrollo, pero monstruos al fin, que fueron creados con el semen de
Ernesto Guevara en ese gran útero con forma de isla, y al que se
le practicaran infinidad de implantes cerebrales durante estos últimos
cuarenta años. El logro de esos experimentos ya los hemos obtenido,
nos los han presentado Zoe Valdés y Pedro Juan Gutiérrez
con anterioridad en sus obras, Jesús corrobora su existencia en
ésta, nos encontramos al fin ante el “hombre nuevo”, invisible como
monstruo para los pasajeros situados en la banda de babor, quienes se complacen
en visitar la isla por una semana como turistas, tiempo suficiente, para
evaluar unas muy difíciles cuatro décadas de destrucción
y enajenación, para luego salir hablando de victorias y conquistas.
Es indescriptible el poder de persuasión que poseen y la alta maestría
para vender una mentira.
Por la proa de esa nave en la que viajo en estos momentos, no
existe nada, un horizonte que pudiera terminar en un barranco, como si
la tierra fuera cuadrada, hubo una esperanza que se perdió y de
tanto navegar en forma zigzagueante por culpa de sus navegantes, la derrota
se encuentra llegando al final.
Por la popa, solo aguas turbulentas y malolientes, de un tufo
parecido a la mierda, no se divisa nada, solo unas yardas de su estela
porque siempre ha sido seguido por una intensa niebla que no deja ver el
camino pasado, siendo la principal razón, de que las singladuras
navegadas se perdieran en un falso libro de bitácora, en ese largo
camino ha reinado la amnesia.
La novela de Jesús Díaz se lee o devora de un
solo tirón, es amena y nos traslada a nuestro medio, con una enorme
mezcla de dolor cuando penetramos en la miseria de sus personajes, no solo
en la que viven, porque esa la conocemos aquellos que escapamos de ella,
me refiero a la humana, la que será sumamente difícil vencer
luego de pasar la pesadilla y las vidrieras se encuentren llenas nuevamente,
las calles limpias, las casas alumbradas, los refrigeradores con comidas,
las hornillas que se encienden diariamente para preparar los alimentos
que merece un ser humano, las muchachas que no tengan que venderse a un
extranjero para ayudar a su familia, que el cubano se vista decentemente
y no huela como un animal salvaje montado en un diabólico camello,
esas dificultades se pueden superar en corto tiempo, pero, ¿cuánto
demorará en lograrse a un verdadero cubano nuevamente?
El caso del doctor Stalin parecerá una exageración
del escritor, claro, para los pasajeros de babor, para los que viajamos
en estribor es de carne y hueso y los vemos llegar constantemente, ex-jineteras
y ex-pingueros que en la mayoría de los casos poseen una profesión,
que estudiaron en una universidad o cualquier centro profesional, ¿de
qué les sirvió en un país donde el hombre se siente
abochornado de ser natural?
Las reflexiones del dentista encima de la azotea de su hermano,
invadido por la nostalgia de los primeros momentos en un país extraño,
son las naturales para cualquier persona que emigra y no abriga la esperanza
de volver a reunirse con los suyos, sin embargo, esa lucha constante entre
su ser y la inseguridad que vive, no es más que una pequeña
muestra del producto que existe en el país y que exporta cada día
más deteriorado. No es el mismo cubano el que arribó en las
grandes cruzadas de los años 60-70, al que llegó después
del Mariel, ni el que arribó cuando el éxodo manipulado del
94 y es mucho peor este que está llegando ahora, no estoy generalizando
pero hablo en términos muy amplios. Su proceso de adaptación
es cada día más difícil, porque le resultaba mucho
más placentero permanecer en la isla y ganar un sueldo que llegaba
del sudor del exilio. Es lógico que del lado de acá se produzca
un choque generacional que no se experimenta en la isla y el rechazo de
algunos hacia los nuevos llegados como sucedió cuando el Mariel,
sin embargo, pasado un tiempo se integran a la sociedad luego de haber
satisfecho todo lo que deseaban con ansiedad, estoy seguro, de que si eso
que ellos anhelaban lo hubieran poseído en la isla, no estarían
de este lado.
No es exagerada la decisión del doctor al optar por quedarse
con la bicicleta, privando a los suyos de cualquier regalo que satisficiera
o mitigara en algo la larga lista de necesidades, es una actitud canalla
y egoísta pero existe, no los he conocido que se hayan encontrado
ante esa prueba con una simple o cara bicicleta, pero si he conocido a
varios que se han gastado todo el salario en una discoteca mientras su
hijos en Cuba están pasando hambre, su madre necesitando una medicina,
etc., los he conocido que se gastan el dinero en una máquina de
juegos, todo el salario de una semana dura de trabajo, mientras se olvidan
de su familia, es un caso similar, han elegido entre el vicio y sus seres,
entre el trago y la comida de ellos.
No miente Jesús cuando expresa que Leo el hermano de
Stalin, quiere que su hijo sea americano y se olvide de todo lo relacionado
con Cuba, esta actitud se opone por completo a las de las viejas generaciones
de cubanos que he conocido en el exilio de Miami, que han logrado trasmitirle
a sus hijos toda nuestra idiosincrasia al extremo de lograr que esos muchachos
se consideren más cubanos que americanos, es triste, pero los nuevos
tratan de borrarlo todo, raíces, lengua, cultura, bandera, himno,
etc., como si lo que dejaran atrás sea algo que cargan con mucho
peso, la culpa de esto no se puede buscar en el exilio.
Discrepo profundamente en un párrafo escrito por el autor
durante el drama ocurrido entre ambos hermanos antes de entrar al mercado,
traigo textualmente sus palabras, porque un párrafo puede cambiar
todo el sentido de una obra de acuerdo a la interpretación de los
lectores:
.......Pudo entender con exactitud, por experiencia propia, que Lenin
sufría la impagable sensación de culpa del exilio. También
él estaba empezando a sufrir aquella herida irrestañable.
El olor de su madre, de su infancia y de su lengua habían quedado
atrás para siempre, pero los suyos seguían allá, prisioneros
de aquel mundo sin esperanzas, y frente a ellos se sentía un traidor.......
(página 124)
El exilio es muy amplio y como expresé anteriormente,
en él se unen por desgracia del destino varias generaciones de cubanos,
todas distinguidas entre sí por la variación constante en
la conducta ante la vida, que fueran adquiridas en el medio donde se desarrollaron.
Los primeros en marchar al exilio a principios de la llegada de Fidel al
poder, tuvieron sus razones justificadas para hacerlo, atrás, quedó
su generación embriagada con los nuevos aires que soplaron, yo era
muy pequeño entonces. Es de suponer, que aquella generación
no deba tener absolutamente ningún sentimiento de culpabilidad por
los que se quedaron, en todo caso, la mayoría de ellos debieron
sentirse derrotados al perder todas sus propiedades. El tiempo pasó
y en la medida que lo hizo, yo fui creciendo en el medio que me entregó
la misma generación que permaneció en Cuba, o sea, la de
mi padre. Desde entonces han surgido las desilusiones y los intentos de
abandonar la isla, estoy hablando de la época de los 70 y surge
Camarioca, yo era un jovencito que pasaba su Servicio Militar Obligatorio,
pero, me empiné como una chiringa al soplo de esos vientos como
casi todos los de mi tiempo. El tiempo no ha dejado de pasar y así
fueron naciendo otras generaciones de cubanos, desilusionados al primer
contacto serio con la sociedad, esta situación no ha parado hasta
el presente. Sin embargo, esas viejas generaciones se mantienen falsamente
aferradas a las promesas de esperanzas y a la llegada del futuro que se
prometió, digo falsas, porque más falsa que la personalidad
de un cubano actual no la conozco, ríe en la calle y llora en la
intimidad de su ser.
¿Por qué debe tener el exilio esa sensación
de culpabilidad por los que quedaron allá? Los que vinieron y renunciaron
a todo, y ese todo es muy amplio, lo hicieron en busca de una libertad
individual ante la imposibilidad de lograr una colectiva, ¿puede
lograrse la colectiva?, por supuesto, hay millones de caminos de llegar
a ella y lo han demostrado otros pueblos, pero olviden los que viajan en
la banda de babor, la vía armada como solución a ese problema
en Cuba y en muchos países en la actualidad, aquellos tiempos en
los cuales se derrumbaba a un gobierno con escopeticas ya pasaron de moda,
y
hay que sumarle a ello, ese miedo sembrado durante tantos años en
la mente y el cuerpo de las personas. Si los que estamos del lado de acá
y formamos parte de este exilio del que nunca me imaginé llegaría
a ser una célula, y lo dejamos todo por nada, estaría fenomenal,
que encima de ello me tenga que sentir culpable por la falta de libertad
de los que permanecen en la isla.
Este es un sentimiento que ha sido manipulado en muchas oportunidades,
actúa como el termostato de un refrigerador, lo echan a funcionar
cuando es necesario, en la actualidad la isla funciona operada de una manera
muy similar a los grandes eventos de fuegos artificiales operados por computadoras,
cada palabra sale disparada por un programa de acuerdo a la necesidad del
momento, un día sale la palabra “bloqueo”, otro día la palabra
“mafia”, en otro evento salen disparadas las palabras “traidores a la patria”,
emigración, gusanos, marchas, hasta que todo funciona como un reflejo
condicionado después de tantas repeticiones.
Cuando yo abandoné Cuba la situación era bastante
crítica, comenzaba el “Período Especial”, en esos momentos
no era productivo llamarme “Traidor a la Patria”, había que llegar
a los sentimientos de la familia que se sentía abandonada frente
a aquellos sufrimientos, para ello, ese calificativo no se empleó
conmigo, era más efectivo decir; “que yo era el hijo de puta que
abandonó a su familia en momentos de apuros”, esto me consta por
amigos míos que me lo hicieron saber, pero allá quedaron
otros, familiares y amigos que le dieron la espalda a mi familia, que no
los visitaron por no “ensuciarse”, para que no los acusaran de tener vínculos
con gente desafecta a la revolución, debo aclarar que mi esposa
no sabía nada de mis intenciones de abandonar el país y que
ella nunca tuvo la idea de dejar Cuba, pero, la traicionaron y abandonaron
a su suerte, todo el que pasó por estas circunstancias sabe lo que
encierran estas pocas palabras, entonces, encima de eso, me tengo que sentir
como si hubiera traicionado a los que se encuentran en la isla. Yo soy
el hijo de puta que llegó en un día de pleno invierno, solo,
sin conocer a nadie en un país de diferente idioma y costumbres
al mío, yo soy ese como muchos compatriotas nuestros, que lavó
platos en restaurantes, limpió pisos en hoteles, pintó muchos
apartamentos, se desveló muchas noches por no tener un cigarro,
trabajó en mudadas, en carros de lavanderías, pero, nunca
me dediqué a la droga. Yo soy ese hijo de puta, que ahora tiene
a toda su familia fuera de esa pesadilla que hoy parece interminable y
que sus hijos gozan de la libertad que yo hubiera querido tuvieran en la
isla. La libertad es casi imposible alcanzarla con escopeticas en Cuba,
no se puede derrotar a uno de los ejércitos más poderosos
de América con tirapiedras, pero existen otras vías, ¿cómo
puede el exilio sentirse culpable de la pena que sufren los de la isla?,
cuando es ese noble exilio el que mantiene con el sudor de su frente a
muchos de los que salen en esas prolongadas marchas para protestar por
cualquier mierda, a nadie, absolutamente a nadie le ponen un fusil en
el pecho para que asista a esas concentraciones, entonces, ¿quién
le pone el rabo al gato?, ¿por qué tienen dos millones de
seres que cargar con los sufrimientos de once millones de ellos?, debería
ser a la inversa, que aquellos se sientan apenados y abochornados con estos,
a los cuales les hicieron actos de repudio, los humillaron hasta límites
inconcebibles y como refleja el autor y no se aparta de la realidad, en
ellos participaron muchos de sus familiares, entonces, el cargo de conciencia
hay que buscarlo en la otra orilla de la playa, ¿es culpable el
exilio del fracaso económico que se vive en la isla? Son absurdas
acusaciones.
No quería dejar pasar por alto este párrafo porque
estoy convencido desde Cuba, que quién ha hecho más por la
libertad de su país que el exilio cubano, no se encuentra dentro
de la isla, gracias a ese mil veces vilipendiado exilio, la comunidad cubana
en el exterior y distribuida en infinidad de países, existimos como
una comunidad viva, de lo contrario, no seríamos mucho más
que una pandilla de gitanos.
Todo lo demás, desde la primera hasta la última
línea de este libro, no se aparta de la realidad, refleja en su
conjunto, la vida actual de los cubanos en la isla donde es humillante
vivir, donde el peso cubano es igual al papel sanitario, donde el hermano
y el padre justifican a la hermana y la hija como jinetera, donde el marido
se ha convertido en muchos casos en proxeneta, el médico en taxista
o portero de un hotel, donde la libertad significa muy poco, tal vez un
televisor a color, un ventilador, un par de zapatos, algo que sirva para
ostentar ante el vecino más desgraciado, la libertad es tener unos
dólares en el bolsillo, un familiar en el extranjero que se los
mande, una carta de invitación, para mas tarde regresar de nuevo
y contar las experiencias, libertad es ese defecto que aferra a muchos
viejos a continuar soñando, libertad es ese defecto que tenemos
los humanos en reconocer que nos hemos equivocado, porque no hay nadie
más terco que un burro que el hombre para reconocer sus errores.
Hubo una sugerencia latente en gran parte de la obra, la que
diera origen al título de la misma, la insistente sugerencia de
la hermana de la cuñada, “Dime algo de Cuba”, bloqueado por el idioma
y la conciencia, Stalin solo alcanzaba a decir que era bonita, eso le pasa
a muchos, creo sin embargo, que el autor encontró la respuesta perfecta
en las palabras de Lenin; “Cuba es una mierda”. (Disculpen que no sepa
latín y haya llamado a las cosas por su nombre)
Recomiendo su lectura a todo aquel que de verdad desee conocer
la otra cara de Cuba.
Muchas gracias por leer este comentario.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
23-9-2000.
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