Chichi |
Cuando me bajé del taxi y vi el balcón que quedaba
justamente encima del mío lleno de negritos, no puedo negar que se me pusieron
los pelos de punta. Nunca imaginé que cupieran tantos negros en aquel reducido
espacio, yo fui jefe de obras en la construcción de aquellos edificios y
recuerdo que medían entre 62 ó 67 cm por 2.88 m. Con el encabronamiento no me
detuve a contar, pero era una turba de ellos, todos sonrientes y con buena
dentadura, porque eso si, para buscar dentaduras bonitas hay que fijarse en la
de los negros. Todo
era cuestión de predisposición, antes de salir de viaje sabía perfectamente,
que la hermana del secretario del partido de la microbrigada se mudaría para
ese apartamento. Me cayó mal de gratis, solo por ser la hermana de aquel tipo
tan descarado y vago, el gallo por el cual estuve a punto de perderlo todo,
apartamento y pincha, que es mucho decir en Cuba. Pero todo esto, después de
haber construido tres edificios para quedarme con un apartamento que nunca sería
mío. Tanta era mi desesperación en aquellos momentos, que juré por todos los
santos existentes y por inventar que si yo no lograba una vivienda para mis
hijos lo mataba, así como lo oyen. Entré
a mi casa sin saludar a nadie, ellos no se dieron cuenta de una normal descortesía
tampoco, sencillamente no me conocían. En aquel negativo estado anímico por la
presencia de tanta gente en ese balcón, pero gente de color negativo cuando
deseas asociar todo lo malo con lo negro, me viene a la mente la existencia de
tambores, y cuando hay tambores existen santos, y cuando hay santos negros
existen bembés, y no sé cuantas mierdas para condenarlos. Mi
mujer me dijo que en realidad solo vivían nueve en el apartamento, todos los
demás se encontraban de visitas, pero visitas que se repetían semanalmente y
llegaban a sumar cerca de los veinte. Hoy, a casi doce años de separación, no
me explico como se las arreglaban para dormir. Continué
viajando y en la medida que lo hacía me iba acostumbrando a la presencia de
aquellos negros. En el balcón siempre me encontraba a la más vieja, la mamá
de Chichi acompañada del viejo. Casi siempre en horas de la mañana, porque en
la tarde el sol daba de frente al edificio. La vieja siempre me dedicaba un
piropo en un lenguaje entrecortado por una anciana parálisis, me causaba gracia
y hasta el viejo se reía, poco a poco aprendí a llamarla abuela y ella se
divertía con eso, comenzó entre nosotros una extraña complicidad de cariño,
y era raro el día en el cual yo pasara por debajo de ellos sin que nos dijéramos
algo, nunca existió ese día, hubo mucha magia entre nosotros, pudo ser santería. Se
me había olvidado presentarles a Chichi, es que siempre me distraigo cuando se
me afloja la lengua o el teclado, error imperdonable que los impacienta. Bueno,
Chichi es una negrita que ocupa algo de mis sentimientos, negrita digo y no lo
interpreten en tono despectivo, negrita bien, porque no es una negra, solo
levanta unas cinco cuartas del piso. Chichi no es una negra linda, nunca lo fue,
me atrevo a decir que se burló de la barrera de los quince, es como si siempre
hubiera sido vieja, pero de una vejez eterna. Es de esas personas que no tiene
que agradecer nada a la naturaleza, no posee culo para presumir como algunas
negras, ni tanto para facilitar el trabajo de algún enfermero a la hora de
inyectarla, ni el necesario para permanecer tanto tiempo sentada, tal vez por
esta razón siempre la vi de pie. Chichi es canillúa como casi todas las negras
originales, claro, careciendo de ese culo de puya que las hace famosa, bueno, ya
les expliqué que era lisa como una tablita de planchar. Tenía poquito pelo,
esto lo menciono en el lugar de decir “pasa” para no ofender a ningún
negro, era entonces peloncita. Bien flaca, no creo que se aproximara nunca a las
cien libras, hablemos entonces de huesos, pero de una osamenta bien negra, como
el azabache, como el ébano, pero solo es una suposición, creo que nunca lo vi
en Cuba, solo en una canción. No pudiera decirles tampoco que mi negrita lo
fuera tan prieta como el Coral Negro, éste existe a más de cincuenta brazas de
profundidad y solo es accesible a los turistas. Mi negra es única y al alcance
de todos nosotros, digo, de la gente del edificio y también el barrio. Una
especie de escultura deforme y adaptada a nuestras exigencias que también eran
pobres. Chichi era nuestra Venus de Alamar, esculpida en asfalto bien caliente y
que conserva su forma cuando se vuelve a enfriar. Nunca
la vi elegante, tampoco creo hayan
existido razones para ello, pero coño, ¿ni una sola vez en el año, o en los años
que fui su vecino? Ausente estuvieron los motivos, siempre la observé igualita,
como el día anterior, como la semana pasada, el mes, el año, el quinquenio.
Con un trapito sobre la cabeza que cubrieran sus escasas pasitas, haciendo el
ridículo papel protagónico de un pañuelo, como si uno fuera comemierda y no
lo supiera. Con la misma sayita o su relevo, gran especialista en hacer la
“palomita”, como todos nosotros, solo que lo olvidamos cuando tenemos cuatro
trapos. Chichi
no era una gente culta, nunca la vi con un periódico en las manos, tal vez si,
pero era para que el viejo lo leyera en horas de la mañana, cuando gastaba ese
maravilloso tiempo en el balcón antes de que el sol cruzara el zenit del
edificio. Total, pero bueno, no era un tiempo gastado, ni una inversión
malograda, luego se cortarían las hojas y se usarían como papel sanitario. Siempre
me atacó la duda y en medio de mis tiempos de sobriedad me preguntaba, debo
aclarar que solo ocurría esto a la hora de dormir. Me ponía a dividir dos
cuartos y medio entre tanta gente, yo mismo los ubicaba mentalmente. En uno de
los relativamente grandes cuartos, era de suponer que pernoctaran Chichi y su
marido Carlos, no hay discusión. Nos queda entonces un cuarto similar al de
Chichi y otro muy pequeñito, donde solo cabe una cama, sin closet para guardar
la ropa ni nada por el estilo. No podemos meter en ese cajoncito a las tres
hembras de mi negrita. ¡Ah! Creo que se me ha olvidado algo, decirles que con
todo lo feíta y descojonadita que era Chichi, ella había encontrado marido y
que el tipo era blanco. ¡Caballeros! Hay que respetar a la brujería. Pues de
ese matrimonio salieron tres hembras, dos de ellas mellizas y un varón al que
todos conocemos por “Nano”, mudito y jodedor, muy cariñoso y servicial,
pero la cuenta no les debe dar a ustedes, hasta ahora he mencionado a ocho. Por
si no le bastara con su prole, mi negrita trajo a vivir con ella a un sobrino,
un negrito que si es diferente a los mencionados, la candela, como decimos
nosotros los cubanos. En
el cuarto chiquitico ubicamos a los viejos, total, a esa edad uno se acomoda
donde quiera, ya no tenemos musiquita en la cintura y no hacen ruido los
bastidores. En el cuarto similar al de Chichi metemos a las tres hermanitas y
cerramos la puerta para que no las jodan los varones. ¿Nano y el primo? A ellos
les armamos unas columbinas en medio de la sala, ese era el ruido que sentía
todas las noches, ¿y las visitas de los fines de semana?, esa gente a jugar
piso porque no hay cama pa tanta gente, y a roncar felices para irse al día
siguiente pa la playa. Dicen
los ingenuos que Carlos Lage es el genio de la economía cubana, que el tipo es
un cerebro, que si patatín y patatán. ¡Qué comemierdas son todos los que
expresan eso! Cerebro de verdad en economía es mi negrita Chichi, saquemos un
poco de cuentas para que me entiendan. Ella era conserje de la escuela primaria
que quedaba a una cuadra del edificio, antes de irme se llamaba N. Kruvskaya,
creo que se escribe así, bueno, la jeva de Lenin. Su salario por limpiar era de
$85 pesos al mes, el retiro de su padre como panadero andaba por los $65
mensuales, y el mejor de todos era el salario de su marido Carlos como plomero,
andaba por los $200. Si sumamos todas las entradas obtendremos la astronómica
cifra de $350 pesos mensuales, que divididos entre 9 bocas con su
correspondiente conducto al estómago por llenar como mínimo tres veces al día,
nos dará la astronómica cifra per cápita de $38.08 aproximadamente. Señores,
para vivir con esa plata en Cuba hay que ser un verdadero mago, ¿qué sabe Lage
de esto? Descuenten alquiler, electricidad, agua, viajes del marido al trabajo,
pagos de Sindicato, del CDR y la Federación de Mujeres, verán que no es mucho
lo que queda para comer. Pero
bueno, si se pudiera comer solamente y andar en cuero por la calle, todo sería
un poco más soportable, pero a las niñas les hace falta un blumersito para
protegerles el bollito de los parásitos que no llegan con el agua de la
cisterna. Tal vez tengan anticuerpos por su constante contacto con la
naturaleza, pero hay que protegerlas también de las malignas miradas de los
jamoneros, porque como son mulatitas se distinguen los colores entre la piel y
los vellos. Ese lujo de andar sin blumer se lo podía dar Chichi que era bien
negra y todo salía del color de un apagón. Entonces, era un dilema a la hora
de comprarle blumers a las niñas con aquella libreta de los cupones con una
sola opción. O sea, si comprabas blumer no podías comprar ajustador, y si
comprabas ajustador a lo mejor no podías comprar medias, y así, hasta que la
vida se enmarañaba tanto y por esas cosas tan extravagantes del
“socialismo”, podía resultar que al comprar el blumer perdías el derecho a
un bombillo, solo es una suposición. Era
allí donde mi negrita lucía la franela, superinteligente la Chichi a la hora
de tomar decisiones tan importantes de su vida. En fracciones de segundo y ante
la cara molesta de la empleada de la tienda y la impaciencia de la gente de la
cola, porque eso si, no hay un puto empleado de tiendas en la isla que sea
verdaderamente amable, es como si ellos te estuvieran haciendo un favor y no
fuera ese su trabajo. Bueno, la Chichi observaba los pro y contras antes de que
le arrancaran ese importante cupón de la libreta, cualquier error no se podía
sanar hasta el año siguiente, y tal vez, cuando te dieran la nueva libreta, no
había blumer para las niñas. En fin, más fácil le sale un nuevo rabo a una
lagartija. Si
no le compro el blumer, los jamoneros se darán gusto porque ya le están
saliendo pendejitos a la mayorcita, puede sentarse también en el asiento de un
cine donde hayan soltado un lechazo y caer preñada, ¿cine?, ¿con qué plata?,
¿y si anda sin blumer y cae con el periodo, cómo se coloca el kotecito?, ¿y
si se echa noviecito? Porque antes nos demorábamos un poco, pero ahora, ahora
se les calienta rápido el bollito, y viene el cabroncito a querer tocárselo así
de jamón, nada, tengo que comprarlo. ¿Cuántos le toca a la niña? Dos por un
año, ¿dos?, bueno, uno para andar diariamente y el otro para cuando tenga que
llevarla al médico, que lo usen para ir a la escuela y antes de acostarse que
lo laven, total, como duermen solitas en su cuarto muy bien pueden dormir sin
blumer, les pongo un pantaloncito de pijama y no se nota nada. ¿Cuánto cuesta
cada blumer? ¡Dooooos pesos! Vamos a ver, dos blumer para la vieja, que en
definitiva ya puede andar sin ellos, muy bien puedo venderlos o cambiarlos por
arroz. ¡Mira que comen cojones! Dos para mí, uso el que tengo de reserva para
el médico y guardo uno de los nuevos. ¡Y seis para las niñas! Seis, ocho y
dos de la vieja diez, por dos. ¡Veinte pesos! Coño, solo me quedan 65 del
salario. ¡Los compro! La dependienta se los envuelve de mala gana en papel de
cartucho y parte con su comitiva para la casa. Toc,
toc, toc, tocan a la puerta de mi casa. - Mira a ver si Elena no va a usar la
luz brillante de la libreta.- Toc,
toc, toc, tocan a la puerta de mi casa. -Elena, mi mamá que si tienes un
poquito de azúcar.- Toc,
toc, toc, tocan a la puerta de mi casa. –Mi papá que si tienes un cigarro que
le prestes.- Toc,
toc, toc, tocan a la puerta de mi casa. –Elena, tienes una latica de arroz.- Toc,
toc, toc, tocan a la puerta de mi casa y yo estoy abriendo una botella de
Coronilla. –Llévale este vaso a tu mamá, si, llévale esta colada de café.- Toc,
toc, toc, toc, toc, toc. Mi
negra es una artista en economía y tal vez no tenga sexto grado, suerte que
estaba la leche por la libre, bueno, no tanto tiempo pero existió. No se puede
dividir un litro entre nueve bocas, hay que comprar dos y aun así servirla en
vasos chiquitos. Vamos a ver, un vasito para la vieja porque se puede desmayar
antes de la hora del almuerzo, ¿almuerzo?, ¿qué carajo cocino?. Un vasito
para Carlos, no es fácil trabajar con el estómago vacío, un vasito para el
viejo, el pobre, se lo merece tanto por todas las madrugadas que trabajó como
panadero, un vasito para mí porque me tengo que echar ahora la limpieza de toda
esa puta escuela, y un vasito para cada muchacho ahora que están en el
desarrollo. ¿Un peso cada litro? ¿Sesenta al mes? ¿Limpiar piso solo para el
desayuno? Porque no se olvidarán del pan, que gracias a Dios está por la libre
y es nuestra salvación. Toc, toc, toc. ¿Y
el baño? ¡Qué puto país más caluroso! Aunque uno no quiera hay que bañarse,
y hacerlo también antes de acostarse si quieres dormir tranquilo, y el relojito
del agua camina desesperado. Tengo que hablar con Carlos para que lo invierta a
mitad del mes, antes de que pase el inspector, los niños gastan mucho jabon y
no puede ser, y hay que comprar el periódico para limpiarnos, pero uno solo no
alcanza. ¡Vamos a ver! Diez por treinta, tres pesos. Y como se demoran dentro
del baño, voy a tener que ponerles horarios y límites. ¡Vamos a ver! Quince
minuto para bañarse si lo multiplicamos por nueve que somos, deben ser dos
horas con veinte minutos, no está mala la idea. Pero no creo que se cumpla,
tampoco puedo ponerles tiempo cronometrado para hacer caca, ¿en qué tiempo
cagarían?, el viejo con sus estreñimientos se pasa de los diez minutos, y las
niñas son terribles, eso si, les enseñé que tienen que lavarse, pa eso les
puse un jarrito de aluminio encima de la taza. ¿Y Nano? Miren que se demora
este cabrón, debe estarse haciendo pajas. No puedo resolver nada, mejor desvío
mi atención para cosas importantes. -¡CHICHI,
LLEGO EL POLLO AL MERCADO!- A correr coño que hoy es día de fiesta. Le llegó
su turno en la cola, bien grandes que eran los pollos de Brasil. El tipo coloca
dos en la pesa y los observa, con el dedo mueve ese hierro de la balanza que a
todos nos roba, un poco pa la derecha, se pasó, otro poco pa la izquierda, ya.
Saca a uno de los pollos y lo coloca en una mesa, levanta el hacha y le corta un
ala, lo coloca nuevamente en la pesa. Vuelve a colocarlo sobre la mesa y levanta
la afilada hacha para mutilarle el otra ala y Chichi lo mira con tristeza, uno
de los pollos es manco. Lo tira nuevamente con desprecio sobre la pesa y mueve
el cabrón contrapeso ante el sufrimiento de mi negra. Agarra el otro pollo con
saña y lo tira sobre la mesa mutiladora, de un tajazo le arranca un ala y lo
lanza como una pelota de básquet sobre la pesa. Ahora el carnicero no puede
ocultar su empingue, tanto trabajo de tirar sobre la mesa y la pesa, de levantar
el hacha y cortar, no estaba contemplado en sus planes. Le cercena la otra ala y
Chichi vio como se llevaba un pedacito de pechuga, solo un pedacito, pero eso
era muy importante en su vida. Volvió a pesarlo y no conforme con eso, el
carnicero lo coloca nuevamente en la mesa de operaciones buscando de donde
arrancar tal vez un cuarto de onza, ya el pollo estaba redondo como una pelota,
lo giró como un trompo varias veces hasta que levantó nuevamente el hacha y le
cortara el culo. Satisfecho con su obra lo envuelve en papel de cartucho y
Chicha lo coloca en su jaba de yute, la que siempre colgaba de su hombro
izquierdo, puede que mi negrita sea zurda. ¡Qué
hijo de la gran puta es ese carnicero! Cuatro alas y un culito, lo necesario
para una sopa y este maricón se las arrancó, si tuviera buen cuerpo se hubiera
hecho el bobo, a lo mejor no se los corta al pollo de Amelia, claro, ella es
mulatita, joven, y tiene un culo para respetar. Bueno, ahora a sacar cuenta para
ver hasta cuando podemos comer de esos dos pollos. ¡Vamos a ver! Dos pollos
divididos entre nueve bocas, creo que no me resulta muy bien esta división,
vuelvo de nuevo, dos pollos entre nueve bocas. ¡Cojones! Pero los pollos
siempre se cortaron en cuartos o a la mitad, no hay pollos con tres patas, no
cuadra la matemática y para más desgracia el hijoputa carnicero, porque con
las alitas podía hacer una sopa o engañar al viejo, total, se pasa el día en
el balcón, o al mismo Nano, él no va a la escuela y anda de vagabundo en todas
las guaguas del paradero. No me rompo la cabeza, corto el pollo como salga, no
importa al que le toque el culo restante con un pedazo de pescuezo. ¡Coño!
Este cuchillo de mierda no tiene filo y ya no hay amoladores. Toc,
toc, toc. Tocan a la puerta de la casa. -Mi mamá que si tienes un cuchillo que
le prestes.- ¿Y
ahora? ¿Cómo logro que este pollo me dure nueve días hasta que llegue el
nuevo envío? No es fácil coño, como único haciendo sopa todos los días para
engañarles el estómago. ¿Sopa?, ¿y qué carajo le echo?, es complicarme la
vida también. Con los deseos tan grandes que tengo de comerme frito la mitad de
uno de ellos, o en un buen arroz con pollo, o en fricasé con algunas papas, ¿Papas? Toc,
toc, toc. Tocan a la puerta de mi casa. -¿Tienes alguna papita que te sobre?- Toc,
toc, toc. Tocan a la puerta de mi casa. -¿Por casualidad tienes un poquito de
orégano?- Toc,
toc, toc. Tocan a la puerta de mi casa. –Aquí tienes el cuchillo, muchas
gracias. ¿No tendrás un poquito de vinagre o un limón para adobar el pollo?- ¡CHICHI,
LLEGO PICADILLO DE PESCAO! ¡Coño! Pero tengo que limpiar en la escuela, déjame
ver cómo escapo. Limpio el baño de las hembras y marco en la cola. ¡Cojones!
Estas madres no enseñan a sus hijitas a botar el kotecito en la lata que les
puse en el baño. Corro pa la cola y marco, regreso a limpiar el baño de los
varones. ¡Cojones! A buena hora se rompe el motor de la cisterna, de nuevo a
cargar agua, y como cagan estos degenerados, es cuando más cagan, y se mean
fuera del inodoro. ¡Mierda! Me apuro y voy para la cola, ya debo estar cerca.
¡Qué bueno! Tres cajitas de picadillo, por lo menos voy tirando. Pongo unos
frijoles a cocinar y le digo al viejo que los vigile, voy a limpiar los
pasillos. Reunión
relámpago con todos los trabajadores del centro, menos mal que no me agarraron
fuera de base. ¡Compañeros! Pasado mañana viene una delegación de Nicaragua
a visitar la escuela, hace falta la colaboración de todos para mostrarla
limpias. –Todo muy bien, pero no hay una escoba con vergüenza, no tenemos
detergente, no hay frazada para trapear, y el motor del agua se encuentra roto.-
Manifestó la pobre negra. -¡Hace falta que colaboren! Mierda
de visitas, ahora tengo que traer las cosas de mi casa, hasta un poco de luz
brillante para echarle al agua, pa que agarre un poco de brillo el piso, y estos
niños como cagan. Mi
negra nunca fue importante, bueno si, solo los días de visitas a la escuela,
ella era algo así como un ministro de guerra, aplicando todas las tácticas
posibles para atacar a la suciedad. ¡Corre coño! Ya los frijoles deben estar
blandos y a veces el viejo se duerme en el balcón. ¡Asamblea
para repartir cupones de televisor! -Yo propongo a Chichi, es una compañera
ejemplar en su trabajo, muy sacrificada y que trata de mantener limpia esta
escuela a pesar de la escasez motivada por el bloqueo americano.- Aplausos. Si,
pero la compañera Chicha no participa en los trabajos voluntarios, no hace
guardia en el centro, ni participa de los círculos de estudio. Se jodió el
televisor, las niñas que lo vean por las ventanas de los vecinos, ellas tienen
muy buena vista. Solo
una vez la vi con cuatro tragos arriba sentada en la escalera de mi casa, estaba
radiante de felicidad mientras bebía con Muma de un vasito, a saber que rayos
estarían bebiendo porque Muma tenía uno de los mejores carburadores del
barrio, asimilaba cualquier combustible. Las vi muy felices, ¿felicidad?, las
maravillas que logra el alcohol. ¿Qué estarían celebrando? Yo me alegré por
ellas y siempre les dije algo. Mi
negrita era de las pocas personas que me daba un beso al llegar de viaje, era de
esa gente que se alegraba con sinceridad de mi llegada y yo siempre le decía
algún disparate. Al rato le mandaba un vasito con un poco de ron. Ella
descubrió una de mis debilidades y en ese tiempo que fuimos vecinos me atacaba
por ese flanco. Cada vez que iba a casa de su hermana en San Miguel del Padrón,
Chichi me traía uno o dos aguacates y bajaba personalmente a dármelos, con esa
sonrisa tan franca que siempre me regaló, yo la premiaba con algún disparate y
ella gozaba de mis locuras. Hubo
algo que me llamó mucho la atención cuando comencé a conocerlos, vivían en
una pobreza extrema. Ustedes saben que en Cuba solo hay dos clases sociales, los
de arriba y los de abajo, pero esta última se subdivide en los menos jodidos,
los jodidos, y los descoronados. Mi negra era la última de esa cola, pero era
muy limpia y en su trato encontré toda la dignidad y vergüenza del mundo. Al
principio de mudarse para el edificio algunos marinos y miembros del partido, no
dejaban que sus hijos se relacionaran con los de la negrita, yo me di cuenta de
ello enseguida y aquello me jodió mucho, porque las niñas podían ser ejemplos
para otros que tuvieran cuatro trapos, siempre los recuerdo con mucho cariño. En
días pasados hablé con un amigo mío en Cuba y me dijo esto; ¡La Chichi se
nos va, está muy jodida! Aquella noticia recorrió cada rincón de mi alma
porque a pesar del tiempo transcurrido desde mi ausencia, yo la sigo queriendo
como a una hermana. Siempre que compro un aguacate la tengo más presente que
nunca y la menciono, me llamó mucho la atención la forma de darme mi amigo la
noticia. Chichi era de él también, es patrimonio de los vecinos, es propiedad
de nuestro barrio, mi negra le pertenece a cada centímetro de acera desde la
escuela al edificio, del edificio al mercado, del edificio al Golfito, de la
escuela al mercadito de la zona 1, del edificio al policlínico. A su paso reían
todos los vecinos, los muchachos de la escuela, la gente de la cola y hasta las
Adelfas de los jardines. Ella nos alegraba con su voz media ronca, porque ni eso
le dio la naturaleza, eso si, tiene algo que deba ser la envidia de muchos, un
corazón que no le cabe en el pecho, porque eso es ella, un corazón que anda
por donde quiera. Me
propuse hacer estas líneas para que la conocieran, Chichi dejará de ser
desconocida para siempre, se las presento y viajará en mi segundo libro. Lo haré
porque es el mejor tributo que puedo rendirle a una hermana, a la más negra y
fea de mis hermanas, pero a la mejor amiga y tierna madre que he conocido en mi
vida. Mi negra formará parte de ese ejército reclutado en cada página de mis
libros, la de la gente olvidada por escritores importantes, yo no lo soy, pero
un día viajará con el tiempo con estas hojas, que no son otra cosa que escamas
de mi cuerpo. Ya sé que se reirá al leer esta historia, se acordará de aquel
blanquito prejuiciado que hizo más bulla en el edificio que todos los tambores
reunidos por los negros. Solo deseo que le hagan llegar este mensaje. Querida
Chichi.- Si
ves que se va apagando la luz no temas, dicen los que se han muerto, que se
viaja por un largo y oscuro túnel donde al final hay una luz. Me imagino que
ese túnel de los cubanos sea tan sucio como el de La Habana en sus buenos
tiempos. No
temas, me cuentan que allí donde se encuentra la luz está San Pedro, es muy
probable que por lo buena que has sido te envíen para el cielo. Atención y
esto es muy importante, tienes la opción de quedarte como ánima vagabunda, eso
se lo debes solicitar. Te recomiendo que selecciones esta opción, no creo en el
cielo dispuesto para los cubanos, puede ser una extensión de nuestro espacio en
la bóveda celeste, por eso te digo que no es confiable. Allí podremos
encontrar las mismas mierdas de la tierra, ponte a darle güiro entonces, ¿quieres
volver a estar limpiando en la escuela?, ¿la misma jodedera de las colas?, ¿los
baños llenos de mierda? No
seas boba. ¡Vámonos de ánimas vagabundas! De vagos cojones, que ya trabajamos
mucho en esta tierra. ¡Pásale la luz a Muma, Pello, Luisito el borracho,
Floro, Baby, Cuqui, Alberto y a toda la gente del barrio! Si partes antes que yo
espérame con una botella de aguardiente en el malecón, el muro será nuevo,
tiene que haber sido encofrado con los huesos de miles de jineteras y pingueros,
muchachos que se vieron obligados a vender sus cuerpos para sobrevivir. No te
preocupes, será el mismo lugar romántico y bohemio de otros años. El agua será
más cristalina que nunca, fue purificada con las lágrimas de nuestro pueblo,
regresarán las aves y los peces, sobrarán en nuestros parques las flores, y el
odio desaparecerá de todas las mentes. Nadie nos molestará mientras nos
bajamos unos rifles de aguardiente.
Tu hermano que no te olvida. Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
22-6-2003.
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