Foto de boda |
Tratamos
de luchar contra el tiempo antes de que él acabe con nosotros, es ventajista y
al final nos vencerá, eso lo sabemos. Cada irreversible segundo marcado en
cualquier reloj, es una profunda herida que deja marcada en nuestros cuerpos.
Una arruga de más, otra cana que nos convierte en más viejos, pesan poco a
poco nuestros pasos, y se borran muchos pensamientos, lo sabemos. No
perdemos lo que nos resta de vida, ya perdimos 35 años, nos aferramos a los sueños,
las ilusiones frescas y algo envejecidas, las promesas de amarnos hasta la
muerte. Deseamos conservar el calor de cada beso en la distancia, el olor recién
descubierto de nuestros alientos, el aroma disfrutado en la lujuria de cada
sexo, luchamos. Cada
día nos comunicamos, hablamos sin fin de un pasado desconocido, tratamos de
vencer el miedo de nuestros secretos antiguos, hilvanamos muchos hilos para
justificar tanta ausencia y el fuerte presente, nos amamos. Gasto
horas en mi guarida, espero los tres toques de puerta del Messenger para hablar
con ella, para mirarla y sentirla muy cerca, para vivir, hoy es una obsesión
vivir, antes no me importaba, envejecía, ella me devolvió a la vida. Aquí
gozo de intimidad, es un territorio marcado como el de los animales, solo que no
meo en cada esquina, pero es mío. Me aparto del mundo que me rodea y soy feliz
con mis recuerdos, me molesta que burlen esta frontera. Espero,
escribo, oigo música mientras lo hago, soy enfermo a ella y la consumo entre
tragos y teclas. No bebo cualquier cosa, vodka con hielo y jugo de naranja. Los
otros días una amiga me dijo que ese trago se llama screwdriver y no me gustó,
prefiero llamarlo destornillador, es más criollo y se ajusta a mis exigencias.
No bebo cualquier vodka tampoco, los he probado todos y prefiero el Absolut,
absolutamente delicioso y medicinal. Debo celebrarlo porque este es el primer
invierno que no agarro gripe, hace un año que no la experimento y continúo con
mi dieta semanal, una botella o litro, lo mismo da, me bebo varios
destornilladores, pero solo los fines de semana, de lunes a viernes trabajo como
un caballo. Mi
guarida tiene lo que necesito para ser supuestamente feliz, mis amigos que no
hablan, peces al fin. No joden ni protestan como las personas, solo comen, cagan
y mean, así deberíamos ser todos. Discos de todos géneros, ahora mismo puse a
Elena Burke y canta que está aburrida, espero que nuestra Celia la alegre un
poco. Libros, unos cuantos de ellos, tengo que vigilarlos constantemente,
siempre se escapan y no regresan. Sobre el buró uno de Pedro Juan Gutiérrez,
El insaciable hombre araña. Pedro es un asere que conocí en Juanelo, Mantilla,
Párraga, Guanabacoa, un ecobio con suerte. Mira que le he dicho a mi amiga Begoña
de Bilbao que no me mande libros, pero ella me jode, me los manda y me obliga a
leerlos. Sabe que no los tiraré en un rincón, me jode porque quiero escribir y
ser yo, no deseo sentir la influencia del monina Juan y Zoe Valdés, ella no
entiende, los leo y me intoxico. Algunas plantas para refrescar la vista en
invierno, ahora mismo hay una falta de agua, déjame ver si me acuerdo de
echarle un poco. Un sofá cama para los visitantes, pero para serles sincero,
aunque soy hospitalario me encojona tenerlos durmiendo en este cuarto, no
quisiera que nadie respirara parte de mis secretos, no me gusta esperar a que se
levanten cuando les dé la gana. Me gusta sentarme a escribir cuando se me
antoje y nadie me detenga. Mi
privacidad ha sido violada poco a poco, es un lindo intruso que no me molesta
pero jode. Es un enano que ha llenado este cuarto con sus juguetes, tantos, que
ninguno de los fiñes de mi cuadra los tuvieron en su corta infancia, no es
ostentación, es cierto. Lo más jodido de todo es que son de pilas, hablan y
tienen música, de vez en cuando tengo que soportar un concierto. -¡Ni
se te ocurra cabrón!- Se hace el bobo, viene jugando con un carrito hasta cerca
de la computadora, estira la mano y mete el dedo para apagarla, ya me lo ha
hecho varias veces. -¡No
le hables así al niño!- Me reclama su abuela. -Le
hablo como me de la gana, ya hace falta que vaya a una guardería, rodeado de
viejas se va a convertir en pajarito.- Se marcha y no protesta, es mejor que no
me busque la boca, yo sigo en lo mío, esperando por los toques de la puerta. Tratamos
de descubrir el tiempo perdido y le pido fotos, me llegan de su infancia y la
disfruto, de nuestra etapa de novios, era linda, miren que comí mierdas. Nos
fajamos de vez en cuando, nada serio, bronquitas de novios, de novios viejos. No
puedo evitar la nostalgia y sentimiento de culpabilidad, miren que comí mierda,
hasta mierda revolucionaria, que es mucho decir, la perdí en sus mejores
tiempos. -Te
voy a mandar una foto de mis quince.- Me dice en un mensaje. -Dispara
que aquí estoy, no sentí los toques con la jodedera del nieto.- Me llega a los
pocos segundos, la miro y la recuerdo tal y como era cuando fuimos noviecitos, y
yo comiendo mierda en el Cordón de La Habana, y yo comiendo mierda con el
complejito de que apenas tenía ropas, y yo comiendo mierda porque ella vivía
bien lejos de la capital, y yo comiendo mierdas con mulatitas de Juanelo, la
perdí, me fui, desaparecí, vuelvo después de 35 años como un fantasma. -No
te pones bravo si te mando una de mi boda, luego tú me mandas de la tuya.- -Claro
que no mi amor, envíala y yo te mando de la mía.- -Bueno,
ya salió.- Segundos después era recibida en mi buzón y atrae mi atención, me
detengo. La
veo sentada en una mesa brillante frente al libro de registro donde se disponía
a firmar, no me gusta el peinado que le hicieron, esos bucles no le quedan bien
con el pelo lacio tan lindo que tiene. Busco entre los asistentes una cara
conocida, nadie me es familiar, solo su padre por fotos anteriores, ya me había
explicado que a la derecha se encontraba una familia y a la izquierda otra, era
normal en esos tiempos. Tan normal era esa división también a la hora de la
fiesta. Si se daba en casa de la novia, ellos tiraban pa los suyos y le daban la
mala a la familia del novio. En caso contrario lo mismo, pura mierda. Sigo
mirando la foto y no puedo negar que el tipo me cayó super mal, me encojona
verlo a su lado mostrando toda su dentadura, con su cara de palestino de mierda,
trago en seco y no le digo nada. No pude contener lo de guajiro y se lo suelto,
ella me aclara que es de La Habana, pa mí es guajiro, sigo encajonado conmigo y
con él. La agarro con el tipo con su cara de imbécil, me jode verlo en el
lugar que debía ocupar yo, pero es tarde para eso. Me empinga que no la haya
hecho feliz, eso me hace hervir la sangre, pero no puedo reclamar nada, yo
estaba comiendo mierda en el Cordón de La Habana, andaba de caliente, de
jodedor, de sapingo y no regresé, tengo que callarme, ya lo hemos discutido
varias veces. ¿Y si no hubiera comido esa mierda? Yo no estaría aquí
escribiendo ahora, ni ella me hubiera encontrado por un cuento que escribí, ni
llegaría a amarla tanto como ahora, quién sabe. Pero mis hijos tuvieran otro
apellido, y tal vez con los ojos azules, y sus sentimientos fueran diferentes,
como los de ella, por ejemplo. Esa foto se parece a una mía, luego busco en el
baúl de los recuerdos. Paso
a la siguiente foto y lo mismo, el tipo me disgusta enormemente, me cae mal, no
lo soporto con su paradita de guajiro. Es a la salida de la casa, busco entre
los curiosos que se encuentran en el portal y son las mismas caras de la foto
anterior. Me distrae la presencia de una mata de fruta bomba, tiene una en esos
momentos y ella me dice que era muy paridora. Me voy a buscar en el cajón de
nuestras fotos. Cuando
abro la puerta del closet mi nieto se arrima movido por la curiosidad, casi
nunca lo ve abierto y abandona todos sus juguetes, su frente y la mía casi
chocan. Comienzo a extraer fotos sueltas, otras se encuentran agrupadas en álbumes,
son más recientes. Tomo una en mis manos y mi nieto la observa con mucha atención. -¡Papá!.-
Expresa con inocencia y lo miro serio. -¡Papá
no! Tu papá se encontraba en los huevos de su papá cuando eso, este soy yo.-
Se ríe y no comprende nada. -No
le hables así al niño.- Me reclama mi esposa. -Dale
al carajo y déjanos solos, este es un asunto entre él y yo.- Me da la espalda
y desaparece, se establece de nuevo esa extraña comunicación y complicidad
entre mi nieto y yo. Saco otro grupo de fotos que voy pasando de una mano a la
otra, el observa tranquilo tratando de encontrar un conocido. -¡Barco,
puuuuuuú!- Lo dice sin pronunciar bien la r, parece más
habanero que canadiense, lo disculpo porque solo dice algunas tonterías. -¡Adivinaste compadre! Sí, es un barco donde navegué,
es un cabrón barco angolano.- Entiende menos, pero no me importa, sigo buscando
en aquel cajón repleto de años y recuerdos en busca de una foto parecida a la
que ella me enviara, estaba seguro de que existía. Se separa de mí y toma un
camión de bomberos con una pila de botones, los va tocando uno a uno, tiene
vicio de tocar botoncitos, pobre clítoris que se encuentre a su alcance cuando
sea grande, pienso. -¡Oye! No te hagas el cabrón y sale de al lado de la
computadora.- Siempre hace lo mismo, se va acercando y cuando menos uno lo
piensa mete el dedo y apaga el equipo, no hay control remoto que no lo conozca y
hasta le tema. Se acerca de nuevo al cajón y se mete de cabeza dentro de él,
saca una foto luego de la zambullida. -¡Mamá!- Me dice mostrándome su nuevo
descubrimiento. -¡Mamá ni cojones! Tu mamá se encontraba en los
huevos de su papá, es tu abuela.- Me pasó entonces la foto con mucha
indiferencia. -¡No le hables así al niño!- Me reclamó su abuela. -Chica, ¿no tienes nada que hacer por la cocina?, déjanos
solos y no jodas más.- Se volvió a retirar, es como los cabrones mosquitos,
molestan aunque no piquen. Sigo sacando años de aquel cajón, juventudes
marchitas, sueños destrozados, amigos que solo existen en nuestras memorias.
Fachadas destruidas por el abandono e indiferencia, pasillos de bailes ridículos
para los más nuevos, modas que se reciclan, patillas largas, pelos largos,
sayas cortas que muestran con descaro la punta de una nalga. Plataformas que un
día me hicieron alto, pantalones de campana, cuellos redondos, camisa de nylon
y camiseta de mallitas. El cabaret del Riviera, otra en el Nacional, otra en el
Capri, otra en Tropicana, otra en el Habana Libre. ¡Puta madre! Ya no se puede
entrar. La playa, que rico nadar en la playa, hace años que no lo hago, cada
vez que voy a Miami me prometo ir hasta el mar y no sé ni donde carajo queda.
No tengo muchas opciones y el ticket del avión es cada día más caro. ¿La
playa o la familia? La familia primero coño. ¿La playa o los socios? Mis
amigos carajo, después de tanto tiempo ni se diga. ¿La playa o ella? Ella que
es la razón principal. Luego, una fuerza involuntaria del subconsciente me
habla de las largas noches de invierno, seis meses cargando abrigos y caminando
con molestia por la hijaputa nieve, viviendo como un oso polar. Y me repite las
mismas preguntas, me aferro a mis respuestas, pa’ la pinga la playa, la veo
desde el avión. Mi nieto me observa sin comprender, es mejor que no crezca,
pienso. En medio
del tumulto veo una foto en blanco y negro muy parecida a la que ella me
enviara, la separo con cuidado y me quedo con ella sobre el muslo, voy tirando
de nuevo todos esos años transcurridos en minutos dentro del cajón, lo tapo y
cierro el closet, mi nieto continúa haciéndose el comemierda al lado de la
computadora y no le quito la vista, lo vigilo con el rabillo del ojo mientras me
concentro en la foto. Vamos a
ver, esa foto es del año 71, al 2003 van 32 años, toda una pieza museable y aún
conserva su color original. Algo cuarteada por los trajines de la vida, sabe
Dios cuantos kilómetros ha recorrido de un barrio a otro en La Habana, y ahora
de Alamar a Montreal, se encuentra perfecta. Bueno, después de tantas colas me
otorgaron el derecho a seis fotos para mi boda. Cuba no se había recuperado de
los estragos producidos por el ciclón Flora. Seis fotos que se guardarían de
recuerdo para mostrar a nuestros nietos, solo para decirles que nosotros no nos
casamos por detrás de la iglesia, ni que nos comimos el pastel antes de la
fiesta, bueno, es mejor dejarlo ahí. Si un día me hiciera famoso esas fotos
cobrarían tremendo valor, les aclaro que solo quedan cinco de ellas, una se la
regalé a un socio gallego en el puerto de Santander. Seis
fotos, seleccionemos las poses que pasarán a la historia como la de miles o
millones de cubanos, vamos a ver; una al firmar ella (que es la que tengo en mis
manos ahora), otra cuando yo firmara (debo buscarla), una donde estamos ella y
yo en la escalera del palacio de los matrimonios, otra donde estamos con
nuestros respectivos padres y madres (por ausencia de ambos padres se utilizaron
sustitutos), una cuando ella descendía del auto negro de la ANCHAR, y por último,
la más comemierda de todas, tomada por el cristal trasero del auto. Miro
nuevamente la foto que tengo en mis manos. -¡Vamos a ver! ¡Miren para los novios! ¡Sonrían! ¡Novio
levanta un poco la cabeza! ¡Novia, como si estuvieras firmando de verdad, sonríe
mija que lo agarraste! ¡Ahora tranquilos, digan todos, güisky!- Se oyó un
click y el flash nos invadió a todos, el calor me mataba. Recorro la
foto una y otra vez, es una galería de mártires, cinco muertos no es poco para
una foto, mis tíos Marta y Marcelo, los padres de Cuca la balsera, creo que
ella no sabe de la existencia de esta foto, gente luchadora como su hija, de tal
palo tal astilla. ¡Mi vieja cará! Que día tan jodido para ella, mi boda y su
marido infartado en la Dependiente, ¿dónde estarán sus huesos?, ¿le pondrán
flores? Mi suegra, la vieja más dulce que he conocido, la sustituta de mi
madre, y Germancito, pobre chamaco que no pudo disfrutar las amarguras de esta
vida. -¡Vamos a ver, miren pa’ la cámara, el pajarito,
sonrían coño, digan güisqui carajo!- Click Germancito era cuñadito mío, lo conocí muy niño
cuando me hice novio de su hermana, yo sé que a algunos les molestará estas líneas,
pero no me importa, prefiero que quede vivo entre estas páginas de mi vida. La
mayor parte de sus sobrinos no lo conocieron y solo saben de él por las fotos
que tenía la vieja, pero la vieja murió y cualquier día esas fotos estorban,
hasta las de ella. Miren que yo soy fresco, pero de verdad que eso se ve desde
niño. -Mi cielo, ¿no han llevado a tu hermano al médico?-
Le pregunté un día a mi novia. -No mi amor, él no está enfermo.- Allí se quedó
todo. Era un
chamaco al que no le atraía la calle, menos aún jugar a la pelota, tirarse
loma abajo en una chivichana como los chamas del barrio. Nada de eso, Germancito
era enfermo a lavar, limpiar, fregar, planchar y todas esas cositas que
detestamos los machos. Era un caso, enfermo a la música de Esther Borja, a la
cual trataba de imitar y me daba ganas de reventarlo, aficionado también a la
Fornés, no sé que imán ejercían estas divas para atraer y amarrar a tantos
maricones en la isla, en este caso a un mariconcito señorito que apenas salía
de su casa y desconocía el ambiente de la farándula y menos aún la de los
trasnochados en cabarets y clubes, era magia. Lo saqué
de chaperón una sola vez, creo que le fue suficiente con esa amarga experiencia
conmigo, luego tuve que probar con el resto de la tropa incluyendo a mi suegra.
Estaba sentado en el cine Ma Ra de Santos Suárez en las cositas de todos los
novios, hablando, tocando, besando, jamoneando, lo que fuera, solo cosas de
novio. En una de esas me viro hacia Germancito y estaba con la oreja parada y
atento a todos nuestros movimientos. Lo agarré por la oreja y lo senté a seis
butacas de la nuestra, esa fue su primera y última salida conmigo. Comenzó a
caerme mal, me reventaba verlo tan partidito y que en la medida que creciera se
partiera aún más, hasta que llegó a ser toda una jevita en la casa. Yo era
entonces un supermacho, un militante de la UJC que no aceptaba la mariconería
ni a cuatro leguas de distancia, eso era contrarrevolución y eso no me convenía
por mi condición de marino. Eso sí, nunca lo maltraté ni humillé y eso me
ayudó mucho a tolerarlo, no solo eso, un día tuve que recalar con todos los
paquetes a la casa de mi suegra y convivir con él. Allí fue
donde de verdad conocí a Germancito, el mejor hijo de la vieja con toda su
mariconería, el tipo que le lavaba los blumers a su madre cuando estaba
enferma, el que llegaba del trabajo y se ponía a limpiarle la casa, el mejor de
los tíos de todos sus sobrinos, quien ganaba una mierda en una lavandería de
culeros que existía en Lacret y Vía Blanca, y con lo poquito que ganaba se las
arreglaba para traerle algo a cada sobrino existente, aunque fuera un dulce.
Conociéndolo mejor llegué hasta apreciarlo, la mariconería era mía y no de
él. -Esteban, tienes una camisa que me prestes para una
fiesta.- -No estés prestando tu ropa, tienes que salir al
extranjero.- -¡Dásela coño!- -Esteban, puedes prestarme unos zapatos para una
fiesta.- -¡Dáselos coño!- -Germán, me puedes planchar este uniforme.- -¡Te lo plancho coño!- Los años
pasaron y Germancito era toda una dama, ojalá yo hubiera tenido un hermano con
esos sentimientos. Después de terminar la micro tomé un mes de vacaciones,
dormía plácidamente la siesta. Me sacuden violentamente por el cuello y me
asusto, lo hacen repetidamente entre gritos, me despierto muy alarmado. -¡Mi hermano se ha muerto! ¡Mi hermano se ha muerto!-
Oí gritos por otros cuartos, yo era el único hombre que había en la casa en
esos momentos. -¡Cojones, dale pa’ la pinga y déjame tranquilo!-
Solo alcancé a responder. -¡Mi hermano murió!- Repitió ahogada de dolor y
desperté totalmente. -¿Qué hermano? ¿De qué me hablas?- -Germán, se ahogó en una presa y allá afuera está
Nelson su amigo.- Salí como estaba, con el pantalón del pijama y sin camisa,
efectivamente, Nelson estaba con los ojos rojos de tanto llorar. -¿Qué pasó?- -Germancito se ahogó en la presa de La Guayaba.- -¿Cuando?- -Hará como una hora.- -¿Cómo llegaste?- -Me trajo un amigo.- -¿Y el cadáver?- -Estaba allí cuando salí.- -Me voy a vestir y salimos inmediatamente.- -Yo voy contigo.- Me dijo la hermana mayor. -No quiero lagrimitas ni espectáculos porque te caigo
a golpes allí mismo, ¿estás de acuerdo?- -Te lo prometo.- -Entonces préparate.- El viaje fue silencioso hasta Peñalver,
pequeño caserío cercano al Combinado del Este, salimos de la autopista y nos
dirigimos por una especie de terraplén, los vecinos se encontraban en las
afueras de sus casa y se notaban grupos de ellos comentando. Hubo un punto hasta
donde pudo avanzar el auto, era un carro del 49, no recuerdo exactamente si era
un Ford. Descendimos y me dirigí hasta donde se encontraba un policía
custodiando un cuerpo, nos hizo señas de detenernos a unos diez metros del cadáver.
Solo autorizó mi paso. Germancito descansaba sobre una paleta de madera con el
rostro cubierto por su ropa. Me partió el alma verlo allí tirado con solo 25 años,
ya lo invadía esa palidez mortecina que acompaña a una persona sin vida. -¿Es su pariente?- -Si, es él.- En eso llegó el carro de medicina legal
y los hombres se acercaron con una camilla, al moverlo pude ver que toda la
sangre de su cuerpo reposaba en su espalda. Era un Ebro como el que usaban en
las panaderías, solo el asiento del chofer y el ayudante. Viajé al lado de su
cadáver sentado en una caja de herramientas. Quisieron
dejarme el Maulini y los soborné para que me llevaran a Santa Catalina,
accedieron gustosos con el toque. Me quedé solo con él en la funeraria hasta
que pude llamar a la familia y comenzaron a llegar, me retiré a bañarme y
cambiarme de ropa, de paso compré una botella de ron y los tragos eran triples.
Llegué bien tarde en la noche a la funeraria y ya estaba toda la familia, en la
medida que avanzaba la madrugada aquel sitio se llenaba de maricones, nunca
imaginé que Germancito tuviera tantas relaciones. La hermana mayor se oponía a
que el padre participara en el funeral y tuve que llamarla aparte, la convencí.
En la mañana me avisaron que había que trasladarlo a medicina legal para
hacerle la autopsia, llamé aparte a los choferes y los volví a sobornar para
que lo pasaran primero en la cola. Tenía que hacerlo porque en ocasiones los
cadáveres llegaban a la hora del entierro, le dije a la familia que se retirara
y les avisaría, algunos permanecieron conmigo, se me acerca un negrito
mariconcito. -Yo veo que usted es el que está al frente de todo el
funeral y quisiera pedirle algo.- -Tú dirás.- -Germán era amigo mío y solo deseo cumplir con su
voluntad.- -¿Cuál es esa?- -Deseo vestirlo y prepararlo, no puedo participar en el
entierro por cuestiones de trabajo.- Me sorprendió aquella muestra de amistad. -No hay problemas con eso, puedes hacerlo.- Así mismo
fue. La
caravana tenía su cabeza en Santa Catalina y Juan Delgado cuando apenas salía
el último carro de la funeraria, yo había alquilado siete. Lo pasaron por la
capilla del cementerio y afortunadamente todos entraron, se olvidaron del
comunismo a esa hora. El viejo
trató de despedir el duelo y le dio una sirimba, hubo un rotundo silencio y
todos esperaban por la conclusión de aquella ceremonia. Una mano me empujó con
fuerza y caí en medio de toda la gente, no recuerdo cual fue mi breve discurso.
Minutos más tarde me encontraba en el bar “La Gran China” de Lacret y Mayía,
entre tragos dobles los hombres de la familia despedíamos a Germancito. -¡Vamos a ver, miren pa’ la cámara, el pajarito,
sonrían coño, digan güisqui carajo!- Click ¡Antonio carajo! Quién lo iba a decir, mira que flaco
te encuentras en esta foto de mi boda. ¿Te acuerdas de aquellos tiempos? Ni
pinchabas, ni comías frutas, bueno, eso sí, que bastante exigente eras con la
vieja. ¿No te acuerdas que cuando te dedicabas a bailar quinces yo me rompía
el lomo en los barcos? ¿No recuerdas que yo era un tipo sano y que no entraba
en negocios? ¡Qué clase de comemierda yo era! ¿Te acuerdas? Te veo con ese pañuelito
de mujer alrededor del cuello y me cago de la risa. ¡Que no te apenes hombre!
Era la onda de los chamas de esos tiempos, hasta los grupos musicales estaban en
esa onda, ¿no te acuerdas de Los Magnéticos?, creo que eran de Bauta y usaban
ese pañuelito en el cuello, tal vez lo copiaste de ellos. ¡Qué buena vida!
Como la del negrito del batey, ¿no recuerdas todo el millaje que yo tenía
cuando comías esa mierda natural de la juventud? Parece que no. Después
de todo eras hasta dichoso, te llaman al Servicio Militar Obligatorio y caes en
un Comité Militar de Santos Suárez. Así como te lo cuento, de jamón, pero
parece que se te olvidó. Nada, todos los días en la casa y las broncas con la
vieja para que no le dejara una sola arruguita al uniforme, no lo recuerdas. ¿Y
luego? De verdad que eres un reventado, directamente al estado mayor del MINFAR.
Buena jama, siempre limpio y todos los días en casa. ¡Ah! Y trajiste a tu
mujer y parió dos chamacas en esa casa. ¿Y qué te pasó? Eres el primer caso
de un cubano al que le succionaron el cerebro, te dejaron el coco vacío, o no,
te lo llenaron de mierdas. ¿No recuerdas las peleas con tu mujer porque le
compraba malanga y plátanos para las niñas? ¡Qué coño lo vas a recordar! Si
ustedes no tienen cerebro para pensar, y un día me empingué y te dije que era
muy fácil llegar con la barriga llena del estado mayor, para pelearle a la
mujer porque compraba en la bolsa negra. ¡Qué lindo! Cuando tu comías lo hacía
La Habana, ¿verdad? ¿Y ahora
a qué viene toda esta descarga? Eso te lo preguntarás mil veces de la misma
manera que yo lo hice cuando me echaste pa’lante. ¿Se te olvidó? Pues a mí
no, tu carrera fue vertiginosa, te dieron un apartamento amueblado en Plaza, comías
en la Casa Central de las FAR y me lo restregabas en la cara. Comprabas en la
tienda de las FAR en la calle Reina, tenías campismos especiales, si te
enfermabas no te descontaban un centavo, y lo lindo, no parabas de restregármelo
en la cara. Pero allí estaba yo, me levantaba a las 4:30, me iba con un buchito
de café a trabajar, ¡TRABAJAR ANTONIO! Algo que no hiciste en tu puta vida,
doblar el lomo para optar por un apartamento de Alamar, tú no sabes lo que es
eso. Y en esas condiciones me chivateaste cuando fueron a hacer unas
verificaciones a la cuadra, así de gratis, sin pensar que yo podía perder la
casa y el trabajo, sin pensar que perjudicabas a tu hermana y sobrinos. Pero cómo
puedo pedir que pienses, que abusador yo soy. ¿Y a qué viene esta descarga?
Pues que un día leí una carta que le enviaste a mi hija, bonita labor
proselitista Antonio. ¿Pero sabes qué? Te jodiste porque cayó en mis manos y
le escribí a mi hijo contándole toda la historia, y le pedí que se la contara
a todos tus sobrinos, esto lo escribo por si acaso no cumplió con lo que le
dije. Y más, cuando tenías el refrigerador roto le dije que vendiera el de la
casa antes de dártelo a ti, ¿sabes por qué?, porque me tuve que mojar mucho
el culo para comprarlo. Te mandé a decir que fueras al partido a buscar uno. Y
bueno, no hablo más para no cagarte, donde hay desquite no hay agravios,
patriaomuerte. -¡Vamos a ver, miren pa’ la cámara, el pajarito,
sonrían coño, digan güisqui carajo!- Click ¡Martica
carajo! Estás bonita en mi boda, quién iría a pensar que te volverías en la
querida de Lenin. No sabes lo que disfruté la mala contesta que te dio mi hijo
cuando fue a visitarte al Ministerio de Educación, porque señores, mi
brillante cuñada era secretaria del Gallego Fernández. Solo a una imbécil
“comunista” se le ocurre hablarle mal a un muchacho de su padre, solo a ti
que eres su tía, bueno, por lazos sanguíneos. ¿Quieres que hable de tu
pasado? Sinceramente no me interesa, eres tan poca cosa que solo te dedico unas
líneas, no te borro de la foto porque es imposible. -¡Vamos a ver, miren pa’ la cámara, el pajarito,
sonrían coño, digan güisqui carajo!- Click El papa junto a mi hombro, papa sin acento, que así le
decimos a mi hermano menor Alberto. Compadre mira que eres comemierda, tantas
veces preso por intento de salida ilegal, tantos viajes de la vieja cargando
jabitas para las prisiones. Tú fuiste uno de los últimos en verme la cara y de
los pocos en saber que yo no regresaba. ¡Al fin te la ganaste coño! -¿Acepta llamada a cobrar desde la base de Guantánamo?- -Acepto.- -¡Oye! Aguanta como un hombre y no comas mierda, los
americanos se los tienen que tragar como papas fritas. -¿Acepta llamada a cobrar desde el campamento de
refugiados en Panamá?- -Acepto.- -¡Oye! No te metas en esos disturbios, esas son
provocaciones de agentes encubiertos para ponerles mala la cosa.- -¿Acepta llamada a cobrar desde Guantánamo?- -Acepto.- -¡Oye! Aguanta que ya Teresita te reclamó y se están
haciendo los trámites.- Luego hubo unos días de silencio. -Oye mi primo, me acaba de llamar inmigración para
decirme que tu hermano regresó a Cuba desde la base.- -¿Cómo?- Meses y hasta años de silencio. -Llamada a cobrar desde La Habana, ¿acepta?- -Acepto.- -¡Oye! Hace falta que me consigas una jeva para
casarme, yo tengo los varos.- -¡No jodas.- -¡Vamos a ver, miren pa’ la cámara, el pajarito,
sonrían coño, digan güisqui carajo!- Click Entre los
novios se encontraba Belkis la hija del sapo, buen socio ese flaco, fue uno de
los testigos, muy linda la niña en esos tiempos, ya debe tener unos 39, ¿estará
viva? ¡Wow! Descubro a otra mártir, ya suman seis en esta foto, es la hermana
de Lobaina, se fue en un ataque de asma. Bien atrás, en lo profundo del jardín
derecho, asoma su cabeza Bolaños, un tipo chévere que fue ayudante de máquinas
en la motonave Habana. Lo recuerdo con todos sus dientes manchados de tabaco y
con algunas caries, siempre jugando dominó con otros viejos del barco detrás
de la bodega nr.3. Al lado de la novia se encuentra Jorge mi cuñado, Pedrito mi
hermano y Merceditas, la hermana de Cuca la balsera. No hay nadie que vista un
trapo que valga la pena. En
realidad eran dos “Sapos”, el más chiquito y testigo de mi boda se llama
Menéndez, debo imaginar que se encuentre vivo. El otro era un poco más alto,
rubio y de ojos azules, con una nariz tan grande como la de Pinocho y una joroba
parecida a la de Enrique de Lagardere. Ambos entraron en la marina
desmovilizados del MININT, dicen que pertenecían a la seguridad personal de no
sé quién, pero el que haya sido, me imagino que estuvo mucho tiempo sin una
buena protección, ambos estaban bastante fuera de fonda y no eran un soplido de
nadie. Eran
jodedores, pero el sapo chiquito sobresalía, se daba un aire a Pototo. Se la
pasaban diciéndole a Bolaños y la gente vieja que aún quedaban en el barco;
“Nosotros somos la nueva generación de marinos, que vinimos a sustituir a la
pila de contrabandistas viejos para que los boten al carajo”, era una broma
seria, con el tiempo los fueron sacando a todos y los barcos se llenaron con los
primeros descendientes de Guevara. Las tripulaciones se convirtieron en jaurías
de lobos. Estábamos
reparando en los astilleros de Sestao en Bilbao y una mañana el sapo Menéndez
me invita a merendar a eso de las nueve de la mañana. Cuando parto en dirección
a la cocina me toma de la mano y me dice que en la proa. Descendimos
misteriosamente a una especie de Santa Bárbara existente debajo del pañol de
proa. Ese espacio era dedicado como pañol de pinturas sin usar. Sacó de entre
las cubetas un cartucho y una botella de vino tinto, con su cuchilla cortó en
dos pedazos un enorme pan con chorizos que fuimos bajando con sorbos de vino,
bebidos a pico de botella. No le pregunté el origen de aquella merienda y no me
asombró tampoco, en los muelles había una cafetería donde muy bien pudo
haberlo comprado. Al día siguiente se repite la operación, ya el día anterior
me había pedido que guardara silencio por aquello, no le pregunté tampoco las
razones. Volvimos a bajar al pañol de pinturas y merendamos en silencio.
Aquello se repitió durante varios días, hasta que no pude soportar la
curiosidad y le pregunté dónde compraba la merienda y si no estaba tirando el
dinero por la ventana. -¿Tú eres bobo compadre? ¿Cómo piensas que voy a
gastar el poquito dinero en estas cosas? ¿No te das cuenta que con lo que vale
un bocadito de estos, se pueden comprar varios pares de medias para los
chamacos?- Me respondió muy sereno. -¡Coño sapo! ¿De dónde carajo los sacas entonces?
¿Tienes algún socio gallego que te los trae?- -¿Qué socio gallego ni un carajo? Lo tumbo de la
primera jaba que me encuentro en las torretas, debe ser de alguno de los que
trabajan en las bodegas.- -Asere, tú estás loco pa’la pinga, ¿como vas a
facharle la jama a los gallegos?- -¡Vamos! Déjate de historias que bastante bien que le
has metido el diente, ¿o no te han gustado?- -No coño, de gustarme me encantan, pero te imaginas un
bateo por esto.- -No sufras muchacho, no golpeo al mismo todos los días,
alterno con la gente que está trabajando en máquinas.- -Estás de truco.- Me fui nuevamente a dar piqueta en
la brazola de la bodega nr.3. Ese día un gallego puso el grito en el cielo
cuando notó que le faltaba el sándwich y la botella de vino. El sapo tomó sus
precauciones y abandonó su aventura ante las acaloradas protestas de los
trabajadores, no puedo negar que me divertía esta travesura de él. -¡Vamos a
ver, miren pa’ la cámara, el pajarito, miren todos a los novios, sonrían coño,
digan güisqui carajo!- Click Todos la
observan con atención, solo Merceditas y la hermana de Lobaina miran a la cámara,
no veo a nadie sonriente, no les hizo gracia las posiciones ridículas adoptadas
por el fotógrafo, casi todos eran iguales, como si formara parte de la profesión.
Solo sonreía ella, yo la observo, todos nos observan como centro de ese pequeño
circo de la vida, el calor y la falta de costumbre por llevar un traje me
asfixiaban, deseaba con toda el alma el final de aquella comedia. Ella vestía
una hermosa minifalda de encajes con hilos plateados, se lo había prestado
Verania, una vecinita y amiga nuestra. La tela se la trajo su padrastro desde
Malasia. Se usó solamente el día de su boda, matrimonio que duró el mismo
tiempo que un merengue a la puerta de un colegio, como la mayoría de esos
tiempos. Tenía unas finísimas medias plateadas que compré en Santander,
zapatos de charol blanco comprados en la calle Saint Catherine de Montreal, ropa
interior de Saint John en Canadá. Una verdadera privilegiada en esos tiempos
que pusieron de moda aquellos zapatos plásticos conocidos como “ollas de
presión”. Yo
vestía un traje a cuadros gris tornasolado, tela que había comprado en Tokio y
confeccionado por Teddy, el sastre que le cocía a las delegaciones deportivas
cubanas. Corbata y medias de brillo, zapatos negros comprados en Montreal, ropa
interior de España, camisa de nylon. Todo un privilegiado allí donde la tela
de mezclilla era la única opción. Los yugos y el pasador me los prestó
Lovaina, la maleta también. Sobre la brillante mesa descansaba un pesado reloj
submarino, un Sicura que había comprado en Génova a diez dólares, toda una
novedad en la isla donde por mucho tiempo no vendían ninguno. Recuerdo que una
vez un loco me quiso pagar $1500 pesos por él, y yo no se lo metí por la
cabeza. Era tan sano en esos tiempos que nunca vendí nada, todo el dinero de la
boda y Luna de Miel fue producto de los ahorros de mis salario, miren que comí
mierda, pero bueno, yo era de los primeros descendientes de Guevara. -¿Qué
pensaría mi vieja en esos momentos?- Ella era muy natural, con esa sinceridad
que a veces solo otorga la incultura, y las cosas no se pueden ocultar con
palabras disfrazadas, se dicen y van al grano, no queda espacio para meditar. -¡Qué
clase de comemierda es mi hijo! Miren que venir a complicarse la vida tan joven.
¡Y con esa flaquita! Con tantas muchachas lindas que le presenté en Juanelo. A
lo mejor ésta no sabe ni freír un huevo, pero la vida es así, Dios le da
barbas al que no tiene quijá. Lo más jodido de todo, veo que se me escapa la
ayudita mensual, y las seis libritas de arroz, y la carnecita quincenal, que no
es mucha, pero como estaba navegando nos resolvía. Si no firmara la
novia……..- -¿Qué
pensaría mi suegra en esos momentos?- ?- Ella era muy natural, con esa
sinceridad que a veces solo otorga la incultura, y las cosas no se pueden
ocultar con palabras disfrazadas, se dicen y van al grano, no queda espacio para
meditar. -¡Coño!
Como se demora para firmar, todavía va y el otro se arrepiente, con lo jodedor
y mala cabeza que es, pero bueno, es una afortunada, no es fácil pescar a un
marino hoy día. Nos aliviamos un poco con esta boda y para ser sincera, el tipo
será tremendo jodedor, pero ella ha sido la única que salió vestidita de
blanco por la puerta de mi casa, no es tan malo y me cae bien. Con las libritas
de carne de su libreta puedo palear un poco el hueco que nos hace Celestino.- -¡Un
momento vieja! Y perdona que interrumpa tus pensamientos aunque estés muerta,
¿Tino no está en la libreta?- -No
Esteban, el se mantiene en la de su mamá.- Me responde desde el cielo. -¡No
le hagas caso compadre!- Me responde otra voz. -¡Oye!
¿Quién carajo tú eres?- Le pregunté asombrado. -No
te preocupes, vengo de todas partes y hacia todas partes voy.- Me contestó y
dejó pasmada a la vieja pensando que eso interrumpiría la firma. -¿Qué
trapo sucio le sabes al Tino para que hables así?- La viejita se puso nerviosa. -¡Compadre,
eso se cae de la mata! El Tino no vive con la pura ni ocho cuartos, vive con su
mujer en el Lawton y tiene un chama con ella.- -¡No
jodas! El tipo tiene entonces dos jebas, ¿es musulmán entonces?- -Nada
de eso, no es musulmán, es un cabrón de la calle y lo saben perfectamente.- -Si
asere, pero el lío es que fue precisamente a ellos a los que tuve que pedirles
la mano, y lo más jodido, aceptar las reglas moralistas de su juego.- -Ya
te alumbré, listo y fuera.- -Oye
tú, no te vayas, espera un momento.- No hubo otra respuesta. -Vieja,
yo firmo, pero a partir de mañana quiero que me saquen las cosas de la libreta
aparte, que me cocinen aparte, en esta no entro con el Tino.- La pobre vieja no
contestó, no se encontraba en condiciones de hacerlo. Cuando
al fin se acabó aquella extravagante comedia por la que han pasado millones de
cubanos, a nuestro paso hacia la salida, pude oír a algunas chamacas que acompañaban
otras caravanas decir; -¡Ñoooo, tremendo swing tienen esos que salen! Seguro
que el tipo es pincho o embajador, debe ser algo por las cobas que llevan, ¿y
no olieron?, tienen una peste a perfume del carajo.- Si supieran el precio de
toda aquella fantasía, decenas de pajas, semen regado en el Pacífico y Atlántico.
Suelas gastadas ante la imposibilidad de tomar un autobús, sed contenida,
invitaciones rechazadas, rostros de chicas desperdiciadas por todo el mundo,
juventud marchitada entre piquetas y discursos. Yo era un simple timonel que
ganaba $5.00 dólares a la semana. Tomo
la foto y me dirijo nuevamente hasta la computadora, no puedo quitarle los ojos
a mi nietos en esa adicción por apretar cada botón que encuentra a su paso,
pobres clítoris de su juventud, o dichosos, pienso. Abro nuevamente el mensaje
donde me enviara la foto de su boda y pongo la mía al lado de la pantalla. No
puedo ocultar mi asombro, la misma mesa brillante, el mismo libro de registro,
el mismo fondo, el mismo ángulo de la fotografía, y para colmo, de espada a la
toma, la misma cabeza nevada del notario público que me casó. Trato
de hacer unos cambios mentales, levanto al guajiro y me siento al lado de ella.
Al guajiro lo siento al lado de Elena, pero luego recapacito y dejo el puesto
vacío. Voy moviendo parientes de cada foto, retiro a la familia de su marido y
trato de conservar a mi suegra, saco a Antonio y Martha, los borro. Dejo vivo a
Germancito con toda su pajarería. Coloco al suegro que no tengo en la mía. Le
quito esos bucles que no me gustan para nada, saco a Papa de las prisiones por
las que pasara y lo meto de cabeza en Miami. Cambio todo, pero ya han pasado
muchos años. Necesito sonarme un destornillador antes de mandarle mi foto. -¿Qué
quieres desayunar?- Me pregunta cuando llego a la cocina. -Huevos
fritos y jamón.- Le respondo mientras busco en el estante la botella de
Absolut. -¿Quieres
mejor una tortilla de jamón?- -Huevos
fritos y jamón.- -Hay
perros calientes.- -Huevo
frito y jamón.- -Puedes
comer huevos con bacon.- -Huevos
fritos y jamón.- -O
un revoltillo de papas y cebollas.- -¡Cojones!
Huevos fritos y jamón.- No se molesta para nada, no entiendo por qué cada día
es un poco más terca. -¿Qué
jugo vas a tomar?- -De
naranja.- -Hay
de guayaba.- -De
naranja.- -Hay
de guanábana.- -De
naranja.- -¿Quieres
probar el de mango?- -¡Repinga!
De naranja.- Me
preparo un trago y regreso a mi refugio, el nieto continúa en sus trajines con
el ejército de juguetes, mete el dedo en cada botoncito que encuentra y algunos
no responden. -No
pillas.- Me dice en cada intento fallido. -Yo
sé que no tiene pilas, pero compadre, lo tuyo no tiene nombre. A los juguetes
hay que dejarlos descansar de vez en cuando, se cansan como nosotros.- Me mira y
no comprende, tengo ganas que me llegue a comprender un día. Voy al Messenger y
veo que aún está conectada, espera alguna respuesta, siempre nos esperamos. -Amor,
voy a scannear la foto para mandártela.- -Bueno,
la espero entonces.- Paso la foto por el scanner y la salvo en mis archivos,
preparo un email y se la envío, pocos minutos después se encuentra en su
computadora. -Mi
cielo, ¿ya la abriste?- -Si
cariño, la estoy mirando, eras muy jovencito también.- -Eso
no me preocupa, fíjate en la mesa, en el fondo, en el ángulo y en el notario.- -Ya
lo he visto.- -¿Te
casaste en el salón rosado del palacio de Prado?- -Si
mi amor.- -¿Cuándo?- -Solo
unos días después de la fecha que me diste.- -De
puta madre, hemos firmado en el mismo libro y hasta el mismo cabrón fotógrafo
tomó esas vistas.- -Así
mismo mi vida.- -¡Vamos a ver, miren pa’ la cámara, el pajarito,
miren todos a los novios, sonrían coño, digan güisqui carajo!- Click -¡Screwdriver!- -¡Oye cabrón, ni se te ocurra, sale de al lado de la
computadora, no apagues co……….! Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
16-8-2003
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