La guagua Coaster que lleva a Cienfuegos al grupo Free Hole Negro
(Frijol Negro) se cruza en el camino con un mar de consignas: 'Pueblo de
gigantes', dice una. 'Al capitalismo no regresaremos jamás', sentencia otra
desde el arcén. El autobús no tiene aire acondicionado y la lluvia penetra por
el suelo, mojando los instrumentos. Uno de ellos, la córnea, es un
invento del profesor de escultura del Instituto Superior de Arte David Placeres.
Es parecido a un ojo industrial, y está hecho de latas, recortes de metal, un
recipiente para jeringuillas procedente de un hospital de La Habana, timbres de
teléfono y una superficie de cristal que chilla al frotarla con un corcho
empapado en agua. David toca la córnea con un taladro enchufado a la
corriente: el sonido es directo, rudo, metálico, igual que las letras de los raperos
cubanos.
El concierto de Cienfuegos, como era de prever, ha sido un desastre, pero los
frijoles negros no se desaniman. Mañana, 17 de agosto, actuarán en el VII
Festival de Rap de Alamar, al que asisten varios grupos de Estados Unidos.
La inauguración del festival, ayer, resultó todo un acontecimiento. Los
jóvenes Norlan Laygonier y Alexander Pérez, que forman el dúo Alto Voltaje,
se encargaron de abrir la noche y en un santiamén destriparon la realidad de su
país. Cantaron tres canciones. Una era sobre la policía. Otra criticaba el
racismo. El estribillo de la tercera decía: 'Uno más puede morir en el intento
/ de ver los cambios en el tiempo / de la rutina estoy cansado / ¿Hasta cuándo
es esto?'.
Alamar es una ciudad dormitorio donde viven 110.00 cubanos. Fue construida en
la era soviética con masivas jornadas de trabajo voluntario; quizá por eso la
arquitectura es tosca, repetitiva, con paredes de bloques y techos de placas
prefabricadas de hormigón armado. En un tiempo vivieron aquí numerosos
exiliados chilenos y latinoamericanos, pero hoy nadie quiere mudarse a Alamar.
Los edificios son un secarral de cemento. Después de la caída del muro de
Berlín, Cuba se sumergió en las tinieblas de la crisis, el transporte se puso
difícil y Alamar quedó semiaislada, a pesar de que está a sólo 20 minutos de
La Habana. Probablemente porque no había qué hacer, y los jóvenes tenían
mucho que decir, el movimiento del rap cogió fuerza aquí y en el
reparto Bahía en los años 1993 y 1994.
Tipo Este comenzó bailando break dance en fiestas con amigos. Le
hacían una extensión de alambre a una radio rusa para poder captar la emisora
99 JAM, de Estados Unidos, y grabar los temas que en Cuba no ponían las
emisoras. 'Todo empezó como un hobby' -dice Tipo Este, que junto con
Magia López y Gelandy Blaya compone el grupo Obsesión. Una de sus canciones
hace el resumen de estos azarosos inicios: 'Todo comenzó chamaco yo / fajao
con una pila de antenas / alambre de perchero y un Selena / todo el atraso
aquél por la ventana / y ¡ay¡ ¡ay¡ ¡ay¡ / loco por coger la naintinain'.
'El 'rap' malvive en pesos cubanos, pero los músicos tienen más
libertad que en cualquier otro lugar'
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Obsesión, Alto Voltaje y Free Hole Negro son tres de los más de 400 grupos
de rap que existen en Cuba en la actualidad. La mitad son de La Habana, y
hacen crítica social dura. 'Las letras hablan de la prostitución, del racismo,
de los problemas sociales, son crónicas sociales de lo que está pasando', me
cuenta Ariel Fernández, promotor de la Asociación de Jóvenes Creadores
Hermanos Saiz. La asociación es una dependencia adjunta al Comité Nacional de
la Unión de Jóvenes Comunistas, y tiene una sección específica que promueve
a los grupos de rap. Ariel es su responsable, y trabaja con más de
cincuenta agrupaciones.
Estamos en el Café Cantante, una de las subsedes del festival, y la bulla es
de envergadura. Delante de mí pasa un negro de dos metros vestido con una vieja
camiseta del Barça -lleva el numero 7, Figo-. Ariel me recuerda una de las
primeras canciones del grupo Amenza, el núcleo de donde salió Orishas:
'Dijeron negro pero a mí no me contaron / dijeron blanco pero en el clan no me
aceptaron / dijeron tantas cosas / soy el ser que nadie quiso / lo negro con lo
blanco / el grito de un mestizo'.
El Café Cantante está a rebosar. El público es en su mayoría negro, pero
también hay mulatos, jabaos, indios, negros retintos, trigueños. Todas
las mezclas imaginables. Aunque la revolución acabó con el racismo por
decreto, la gente que está aquí denuncia que siguen existiendo prejuicios y
que los problemas en la calle no se han acabado. 'Si por la calle van caminando
juntos dos blancos y un negro, la policía le pide el carné al negro. Si eres
mujer, joven y mulata, como yo, estás embarcada, en todos los sitios te tratan
como a una jinetera', cuenta Mayelín, una joven damnificada por la
discriminación.
El rap cubano es en estos momentos el pie a tierra de la revolución.
Los asuntos más calientes y que más descontento social provocan son abordados
por los raperos con frescura y coraje. Si andas con ellos el tiempo
suficiente, chocarás con la realidad cotidiana más cruda. 'Cada paso en la
calle es una preocupación / extranjero en busca de comunicación con la
población / sin explicación / cinco minutos de conversación / policía en
acción / sin explicación / andando pa' la estación', dice la letra de Las
apariencias engañan, una de las canciones que habitualmente cantan Sekou y
Adeyeme, los integrantes de Anónimos Consejos.
Sekou se graduó de albañil en la Escuela de Construcción Civil Sierra de
Cojimar, pero nunca ha ejercido. Desde hace años se dedica al rap,
aunque de eso no vive. 'De eso no vive ningún rapero cubano', afirma,
acodado en la barra del Café Cantante.
A diferencia de la mayoría de sus colegas, Sekou pertenece a una empresa de
música, la Benny Moré. La empresa es la única autorizada a pagar por los tres
o cuatro conciertos que dan al año, pero el precio es irrisorio: 2.500 pesos,
equivalentes a 100 dólares (unos 103 euros). Y quien no está en la empresa -el
90% de los raperos cubanos- no cobra nada.
'¿Y de que vivís?', le pregunto con inocencia.
Sekou me mira de reojo, como si fuese subnormal. Casi no me atrevo, pero le
repito:
'De algo tendréis que vivir...'.
'Pues... ¡de qué va a ser! Del invento, asere, del invento, como
todos los cubanos'.
Prudentemente no le pregunto que en qué consiste eso, pero si es lo mismo
que hace la gente en la calle para sobrevivir, la respuesta es clara: trapicheos
de todo tipo, sin vergüenzas; reventa y comisiones en la bolsa negra; robo al
descaro en las empresas estatales -fenómeno llamado eufemísticamente por las
estadísticas oficiales 'faltante'; la lista es infinita.
'Para que tú veas la paradoja. El rap en Cuba no está en el área
dólar, malvive en pesos cubanos, pero los músicos tienen más libertad para
crear que en cualquier otro lugar', me cuenta Pablo Herrera, promotor de
Anónimos Consejos y de una veintena de agrupaciones más. Su discurso es de una
lógica impecable. 'Aquí la salud, la educación y las necesidades básicas
están cubiertas, y como da lo mismo no ganar nada que ganar 300 pesos -el
salario mensual de un obrero, equivalente a 12 dólares-, pues los raperos
se dedican por entero a su arte'.
Son las seis de la tarde y el ensayo de Free Hole Negro en la azotea de la
casa de Lester Martínez, en el barrio de Buena Vista, va a comenzar. Mañana la
guagua de la Asociación Hermanos Saiz los irá a buscar temprano para ir
a Alamar, por eso hoy es la última oportunidad para probar que todo funciona.
Lester tiene 32 años y es uno de los líderes del grupo. Estudió mecánica
naval y trabajó tres años en la brigada de submarinos de la base Granma de la
Marina de Guerra, pero siempre le gustó la música y la danza. Desde el 4 de
diciembre de 1999, fecha en que se fundó Free Hole Negro un día de Santa
Bárbara, se dedica por entero al grupo.
'Nuestra onda es más bien cool, no tiene letras tan agresivas como
otros grupos', me explica en medio del ensayo. 'Nuestra música no es para que
la gente se prense la cabeza, sino para salir de la prensadera'.
'No me intimida tu vestimenta azul, para mí no dejas de ser un
ignorante', canta Humberto a la policía
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Free Hole Negro no es sólo un grupo de rap. Es un proyecto
audiovisual que también experimenta con la imagen, los vídeos y el sonido. A
diferencia de otras agrupaciones, ésta compone e interpreta su propia música.
La mayoría, sin embargo, rapean sobre un fondo grabado de música
norteamericana.
Sus componentes, además de Lester, son: Telmarias Díaz, licenciada en
Inglés; Leonardo Pérez, graduado de Artes Plásticas y asistente de dirección
del gran dibujante y animador cubano Juan Padrón; Jorge Luis Borges, el
percusionista, también animador del Instituto Cubano de Arte e Industria
Cinematográfica (ICAIC); Reinier García Reyes, y David Placeres.
Como Leonardo y Jorge Luis trabajan en el ICAIC, los ensayos son siempre por
la tarde. Hoy experimentan variaciones de Superfinos negros, uno de los
temas que tocarán en Alamar y que dice: 'Todos los negros finos / nos hemos
reunido / y hemos decidido no tocar más'. Y después: 'Negro del bueno / del
cubano / del que lleva música / lo ajeno aunque sea rap / llega aquí y
permanecerá'.
Placeres es amigo de Lester desde los tiempos duros del Periodo Especial. Por
aquel entonces, ya hacían proyectos musicales con el cantante y compositor X
Alfonso, pero como los apagones eran continuos y no había electricidad, se
pusieron a experimentar con timbres de teléfono y sonidos metálicos. Hicieron
un taller acústico y Placeres empezó a inventar. El resultado fue la córnea,
que hoy ocupa un lugar emblemático en el grupo.
El rap en Estados Unidos está asociado a los graffitis, pero
en Cuba, por cuestiones obvias, eso de las pintadas y las pancartas no marcha.
Las letras del rap cubano son en ocasiones afilados cuchillos contra la
autoridad, pero la tolerancia no ha llegado hasta el extremo de que se escriban
en las paredes las denuncias. Por eso la actuación de Papá Humbertico la
primera noche del festival provocó un pequeño terremoto y nos descolocó a los
que estábamos allí.
Humberto Cabrera, un joven de 18 años, estudiante de duodécimo grado de la
Facultad Obrero Campesina de Guanabacoa, salió a escena acompañado de dos
amigos que desplegaron tras él una tela que decía 'Denuncia Social'. Primero
cantó un rap duro que pedía respeto para los presidiarios. Luego hizo
la historia de la jinetera María, que llegaba a las siete de la mañana
a su casa con el vestido estrujado y su niño se ponía a llorar. 'Una historia
del barrio, una historia de Cuba', repitió varias veces Papá Humbertico.
Pero eso no fue nada. La tercera denuncia social fue la más contundente de
todas. La policía, que estaba cuidando el orden en el anfiteatro, se puso a
sudar cuando Humberto se dirigió a ellos: 'Oye tú, contigo mismo, contigo, que
en paz no me dejas un instante, no te tengo miedo, no me intimida tu vestimenta
azul ni el cargo que tengas, para mí no dejas de ser un ignorante, adelante,
estoy a tu disposición, aprieta todo lo que quieras mis manos con tus esposas,
móntame en tu jodido camión que yo, yo no me callaré'.
La cara de apuro de algunos miembros de la Brigada Hermanos Saiz era notoria,
pero desde hace tiempo decidieron integrar a los raperos en vez de
enfrentarse a ellos.
Y Papá Humbertico continuó con su monólogo vitoreado por miles de
seguidores: 'Amo mi bandera, aquí nací y aquí me van a enterrar, seguro
puedes estar de que tengo bien claro el concepto de la revolución cubana. Estoy
con esto, pero no contigo'. Y la carga final: 'Esto es contigo, loco, esto es
contigo. Policía, policía, tú no eres mi amigo, para la juventud cubana eres
el peor castigo'.
Son las nueve de la noche del 17 de agosto, y el último concierto del VII
Festival de rap está a punto de empezar. El anfiteatro está lleno pero,
cuando el primer grupo va a tocar, un apagón deja a oscuras Alamar.