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21 de agosto 
de 2002

  

  

 
 
 
 
 

 

CULTURA
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 EL 'RAP' CUBANO SABE A DESCONTENTO
 

 Los 'raperos' cubanos se atreven a desafiar a la autoridad de la isla con las letras de sus canciones, afilados cuchillos en los que abordan los asuntos que causan más descontento social. EL PAÍS se topó junto a ellos con la realidad cotidiana más cruda de Cuba.
 
 

MAURICIO VICENT

La guagua Coaster que lleva a Cienfuegos al grupo Free Hole Negro (Frijol Negro) se cruza en el camino con un mar de consignas: 'Pueblo de gigantes', dice una. 'Al capitalismo no regresaremos jamás', sentencia otra desde el arcén. El autobús no tiene aire acondicionado y la lluvia penetra por el suelo, mojando los instrumentos. Uno de ellos, la córnea, es un invento del profesor de escultura del Instituto Superior de Arte David Placeres. Es parecido a un ojo industrial, y está hecho de latas, recortes de metal, un recipiente para jeringuillas procedente de un hospital de La Habana, timbres de teléfono y una superficie de cristal que chilla al frotarla con un corcho empapado en agua. David toca la córnea con un taladro enchufado a la corriente: el sonido es directo, rudo, metálico, igual que las letras de los raperos cubanos.

El concierto de Cienfuegos, como era de prever, ha sido un desastre, pero los frijoles negros no se desaniman. Mañana, 17 de agosto, actuarán en el VII Festival de Rap de Alamar, al que asisten varios grupos de Estados Unidos.

La inauguración del festival, ayer, resultó todo un acontecimiento. Los jóvenes Norlan Laygonier y Alexander Pérez, que forman el dúo Alto Voltaje, se encargaron de abrir la noche y en un santiamén destriparon la realidad de su país. Cantaron tres canciones. Una era sobre la policía. Otra criticaba el racismo. El estribillo de la tercera decía: 'Uno más puede morir en el intento / de ver los cambios en el tiempo / de la rutina estoy cansado / ¿Hasta cuándo es esto?'.

Alamar es una ciudad dormitorio donde viven 110.00 cubanos. Fue construida en la era soviética con masivas jornadas de trabajo voluntario; quizá por eso la arquitectura es tosca, repetitiva, con paredes de bloques y techos de placas prefabricadas de hormigón armado. En un tiempo vivieron aquí numerosos exiliados chilenos y latinoamericanos, pero hoy nadie quiere mudarse a Alamar. Los edificios son un secarral de cemento. Después de la caída del muro de Berlín, Cuba se sumergió en las tinieblas de la crisis, el transporte se puso difícil y Alamar quedó semiaislada, a pesar de que está a sólo 20 minutos de La Habana. Probablemente porque no había qué hacer, y los jóvenes tenían mucho que decir, el movimiento del rap cogió fuerza aquí y en el reparto Bahía en los años 1993 y 1994.

Tipo Este comenzó bailando break dance en fiestas con amigos. Le hacían una extensión de alambre a una radio rusa para poder captar la emisora 99 JAM, de Estados Unidos, y grabar los temas que en Cuba no ponían las emisoras. 'Todo empezó como un hobby' -dice Tipo Este, que junto con Magia López y Gelandy Blaya compone el grupo Obsesión. Una de sus canciones hace el resumen de estos azarosos inicios: 'Todo comenzó chamaco yo / fajao con una pila de antenas / alambre de perchero y un Selena / todo el atraso aquél por la ventana / y ¡ay¡ ¡ay¡ ¡ay¡ / loco por coger la naintinain'.


'El 'rap' malvive en pesos cubanos, pero los músicos tienen más libertad que en cualquier otro lugar'


  

Obsesión, Alto Voltaje y Free Hole Negro son tres de los más de 400 grupos de rap que existen en Cuba en la actualidad. La mitad son de La Habana, y hacen crítica social dura. 'Las letras hablan de la prostitución, del racismo, de los problemas sociales, son crónicas sociales de lo que está pasando', me cuenta Ariel Fernández, promotor de la Asociación de Jóvenes Creadores Hermanos Saiz. La asociación es una dependencia adjunta al Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas, y tiene una sección específica que promueve a los grupos de rap. Ariel es su responsable, y trabaja con más de cincuenta agrupaciones.

Estamos en el Café Cantante, una de las subsedes del festival, y la bulla es de envergadura. Delante de mí pasa un negro de dos metros vestido con una vieja camiseta del Barça -lleva el numero 7, Figo-. Ariel me recuerda una de las primeras canciones del grupo Amenza, el núcleo de donde salió Orishas: 'Dijeron negro pero a mí no me contaron / dijeron blanco pero en el clan no me aceptaron / dijeron tantas cosas / soy el ser que nadie quiso / lo negro con lo blanco / el grito de un mestizo'.

El Café Cantante está a rebosar. El público es en su mayoría negro, pero también hay mulatos, jabaos, indios, negros retintos, trigueños. Todas las mezclas imaginables. Aunque la revolución acabó con el racismo por decreto, la gente que está aquí denuncia que siguen existiendo prejuicios y que los problemas en la calle no se han acabado. 'Si por la calle van caminando juntos dos blancos y un negro, la policía le pide el carné al negro. Si eres mujer, joven y mulata, como yo, estás embarcada, en todos los sitios te tratan como a una jinetera', cuenta Mayelín, una joven damnificada por la discriminación.

El rap cubano es en estos momentos el pie a tierra de la revolución. Los asuntos más calientes y que más descontento social provocan son abordados por los raperos con frescura y coraje. Si andas con ellos el tiempo suficiente, chocarás con la realidad cotidiana más cruda. 'Cada paso en la calle es una preocupación / extranjero en busca de comunicación con la población / sin explicación / cinco minutos de conversación / policía en acción / sin explicación / andando pa' la estación', dice la letra de Las apariencias engañan, una de las canciones que habitualmente cantan Sekou y Adeyeme, los integrantes de Anónimos Consejos.

Sekou se graduó de albañil en la Escuela de Construcción Civil Sierra de Cojimar, pero nunca ha ejercido. Desde hace años se dedica al rap, aunque de eso no vive. 'De eso no vive ningún rapero cubano', afirma, acodado en la barra del Café Cantante.

A diferencia de la mayoría de sus colegas, Sekou pertenece a una empresa de música, la Benny Moré. La empresa es la única autorizada a pagar por los tres o cuatro conciertos que dan al año, pero el precio es irrisorio: 2.500 pesos, equivalentes a 100 dólares (unos 103 euros). Y quien no está en la empresa -el 90% de los raperos cubanos- no cobra nada.

'¿Y de que vivís?', le pregunto con inocencia.

Sekou me mira de reojo, como si fuese subnormal. Casi no me atrevo, pero le repito:

'De algo tendréis que vivir...'.

'Pues... ¡de qué va a ser! Del invento, asere, del invento, como todos los cubanos'.

Prudentemente no le pregunto que en qué consiste eso, pero si es lo mismo que hace la gente en la calle para sobrevivir, la respuesta es clara: trapicheos de todo tipo, sin vergüenzas; reventa y comisiones en la bolsa negra; robo al descaro en las empresas estatales -fenómeno llamado eufemísticamente por las estadísticas oficiales 'faltante'; la lista es infinita.

'Para que tú veas la paradoja. El rap en Cuba no está en el área dólar, malvive en pesos cubanos, pero los músicos tienen más libertad para crear que en cualquier otro lugar', me cuenta Pablo Herrera, promotor de Anónimos Consejos y de una veintena de agrupaciones más. Su discurso es de una lógica impecable. 'Aquí la salud, la educación y las necesidades básicas están cubiertas, y como da lo mismo no ganar nada que ganar 300 pesos -el salario mensual de un obrero, equivalente a 12 dólares-, pues los raperos se dedican por entero a su arte'.

Son las seis de la tarde y el ensayo de Free Hole Negro en la azotea de la casa de Lester Martínez, en el barrio de Buena Vista, va a comenzar. Mañana la guagua de la Asociación Hermanos Saiz los irá a buscar temprano para ir a Alamar, por eso hoy es la última oportunidad para probar que todo funciona.

Lester tiene 32 años y es uno de los líderes del grupo. Estudió mecánica naval y trabajó tres años en la brigada de submarinos de la base Granma de la Marina de Guerra, pero siempre le gustó la música y la danza. Desde el 4 de diciembre de 1999, fecha en que se fundó Free Hole Negro un día de Santa Bárbara, se dedica por entero al grupo.

'Nuestra onda es más bien cool, no tiene letras tan agresivas como otros grupos', me explica en medio del ensayo. 'Nuestra música no es para que la gente se prense la cabeza, sino para salir de la prensadera'.


'No me intimida tu vestimenta azul, para mí no dejas de ser un ignorante', canta Humberto a la policía


  

Free Hole Negro no es sólo un grupo de rap. Es un proyecto audiovisual que también experimenta con la imagen, los vídeos y el sonido. A diferencia de otras agrupaciones, ésta compone e interpreta su propia música. La mayoría, sin embargo, rapean sobre un fondo grabado de música norteamericana.

Sus componentes, además de Lester, son: Telmarias Díaz, licenciada en Inglés; Leonardo Pérez, graduado de Artes Plásticas y asistente de dirección del gran dibujante y animador cubano Juan Padrón; Jorge Luis Borges, el percusionista, también animador del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC); Reinier García Reyes, y David Placeres.

Como Leonardo y Jorge Luis trabajan en el ICAIC, los ensayos son siempre por la tarde. Hoy experimentan variaciones de Superfinos negros, uno de los temas que tocarán en Alamar y que dice: 'Todos los negros finos / nos hemos reunido / y hemos decidido no tocar más'. Y después: 'Negro del bueno / del cubano / del que lleva música / lo ajeno aunque sea rap / llega aquí y permanecerá'.

Placeres es amigo de Lester desde los tiempos duros del Periodo Especial. Por aquel entonces, ya hacían proyectos musicales con el cantante y compositor X Alfonso, pero como los apagones eran continuos y no había electricidad, se pusieron a experimentar con timbres de teléfono y sonidos metálicos. Hicieron un taller acústico y Placeres empezó a inventar. El resultado fue la córnea, que hoy ocupa un lugar emblemático en el grupo.

El rap en Estados Unidos está asociado a los graffitis, pero en Cuba, por cuestiones obvias, eso de las pintadas y las pancartas no marcha. Las letras del rap cubano son en ocasiones afilados cuchillos contra la autoridad, pero la tolerancia no ha llegado hasta el extremo de que se escriban en las paredes las denuncias. Por eso la actuación de Papá Humbertico la primera noche del festival provocó un pequeño terremoto y nos descolocó a los que estábamos allí.

Humberto Cabrera, un joven de 18 años, estudiante de duodécimo grado de la Facultad Obrero Campesina de Guanabacoa, salió a escena acompañado de dos amigos que desplegaron tras él una tela que decía 'Denuncia Social'. Primero cantó un rap duro que pedía respeto para los presidiarios. Luego hizo la historia de la jinetera María, que llegaba a las siete de la mañana a su casa con el vestido estrujado y su niño se ponía a llorar. 'Una historia del barrio, una historia de Cuba', repitió varias veces Papá Humbertico.

Pero eso no fue nada. La tercera denuncia social fue la más contundente de todas. La policía, que estaba cuidando el orden en el anfiteatro, se puso a sudar cuando Humberto se dirigió a ellos: 'Oye tú, contigo mismo, contigo, que en paz no me dejas un instante, no te tengo miedo, no me intimida tu vestimenta azul ni el cargo que tengas, para mí no dejas de ser un ignorante, adelante, estoy a tu disposición, aprieta todo lo que quieras mis manos con tus esposas, móntame en tu jodido camión que yo, yo no me callaré'.

La cara de apuro de algunos miembros de la Brigada Hermanos Saiz era notoria, pero desde hace tiempo decidieron integrar a los raperos en vez de enfrentarse a ellos.

Y Papá Humbertico continuó con su monólogo vitoreado por miles de seguidores: 'Amo mi bandera, aquí nací y aquí me van a enterrar, seguro puedes estar de que tengo bien claro el concepto de la revolución cubana. Estoy con esto, pero no contigo'. Y la carga final: 'Esto es contigo, loco, esto es contigo. Policía, policía, tú no eres mi amigo, para la juventud cubana eres el peor castigo'.

Son las nueve de la noche del 17 de agosto, y el último concierto del VII Festival de rap está a punto de empezar. El anfiteatro está lleno pero, cuando el primer grupo va a tocar, un apagón deja a oscuras Alamar.

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