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 La bronca

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Estampas de la vida diaria.

LA HABANA, julio - La bronca empezó en la cola del camello. El tórrido atardecer nos tenía a todos sudando copiosamente. Había un silencio casi conventual. Los huraños rostros no daban señales de ánimo para la conversación. Cada quien estaba inmerso en sus propias cavilaciones. "¿Quién es el último?, era la pregunta. "Yo", la respuesta. Después, silencio y espera.

Se detuvo el primer camello y los veinte primeros ascendieron. Por las ventanillas se veían caras con expresiones amargas, fatigadas, ansiosas, torvas, iracundas, macilentas. Luego de varios intentos las puertas cerraron. Partió el camión con su carga.

El inspector vino al inicio de la cola y comenzó a repartir unos trozos de cartón ajados y mugrientos. Los poseedores de los tickets serían los próximos en montar al camello siguiente. La cola crecía. ¿El último?". "Yo". El calor barruntaba aguacero. La gente, mirando al cielo, se impacientaba. Algún que otro comentario sobre la inminencia de la lluvia se escuchó. Las personas temían que el inspector se marchara y la cola se desorganizara. Los primeros goterones anunciaron la tremolina.

Cuando arribó el otro camello ya la lluvia era persistente. Desde el portal donde nos guarecíamos se desprendió una ola humana. Entre empellones, codazos, zancadillas subieron los aguerridos pasajeros. Quienes tenían ticket y quienes no tenían se abalanzaron. Fue una batalla rápida y feroz. El camello se marchó aún con las puertas abiertas y un racimo de personas en ellas bajo la lluvia.

Los que no pudieron abordarlo regresaron al portal. "En la próxima reencarnación quiero venir extranjero", dijo irónicamente un joven cuando vio cruzar un ómnibus de turismo frente a la parada. "Si quieres ser extranjero, lo que tienes que hacer es irte", respondió malhumorado otro. La discusión tomó matices procaces. Hubo "gusano de mierda" y "coño de tu madre". Los primeros puñetazos surcaron el aire. Revolcadera por el piso mojado. Ropa sucia. Moretones. Otros intervinieron y cesó la contienda.

Un señor, que junto a mí había observado impasiblemente el espectáculo, como pensando en voz alta dijo: "Esa es la técnica: ponernos a pelear entre nosotros. Somos gallos de pelea. El gallero nos prepara la valla y nos suelta en ella para que nos desgüacemos entre nosotros mismos. Mientras tanto no nos damos cuenta que contra quien debemos pelear es contra el gallero".

Lo miré de reojo, no fuera a ser que se tratara de un provocador, y guardó silencio. Yo tenía tiempo para esperar que escampara.

Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro

2 de julio de 2001

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