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En la Cuba de hoy la mentira oficial es uno de los pilares del poder, lo abarca todo, lo infiltra todo, lo corrompe todo. Esto no es nuevo en la historia, la emplearon los faraones en Egipto, algunos de los más conspicuos césares romanos, el otro César, el Borgia, y sobre todo en nuestros tiempos fue arma temporalmente eficaz para el stalinismo y el nazismo. José Goebbels, el cínico y talentoso ministro de Educación y propaganda de Hitler, instituyó que su masiva reiteración podía desnaturalizar la verdad hasta sustituirla por la mentira. Y si siempre la mentira tuvo el poder de prostituir a la sociedad, hoy con los sofisticados medios de información y la imposibilidad de verificar la realidad en un mundo convulso y complejo, puede ser más peligrosa, si permitimos que impere impunemente. Los que sobrevivimos en la Isla bajo el totalitarismo castrista hemos aprendido el alto costo de la miseria y la opresión que la clave comunista, aquí, en la extinta Unión Soviética y en todas partes, que el poder depende del suministro de dosis masivas de ideología y no de su confrontación con la realidad, y como ha dicho el brillante combatiente checo por la libertad, Vaclav Havel, extrae su fuerza de la tesis, depende de la tesis. El propio Havel, que padeció en su país la asfixia global con la que hoy el comunismo destruye a nuestro país y que contribuyó substancialmente a la caída de la tiranía y a la libertad de su pueblo, señaló que "el poder es víctima de sus propias mentiras y, por lo tanto, tiene que estar propagando continuamente falsedades". Esa es precisamente nuestra realidad. Al centralismo burocrático se califica de poder del pueblo; a la crisis económica, de período especial; al control universal y férreo de la prensa, de divulgación revolucionaria; a las abismales diferencias entre la nueva clase pudiente y el pueblo misérrimo, igualitarismo socialista; a la conculcación de los derechos humanos, defensa de la patria; a la persecución policíaca de los hombres libres, lucha contra la propaganda enemiga; a la perpetuación en el poder, voluntad y consenso popular .... La mentira oficial se ha hecho omnipresente y omnímoda y con su agobiante ominosa repetición pretende el objetivo goebbeliano de mutarla en verdad. El cubano de adentro, en estas postrimerías del siglo y el milenio, es un ser desposeído de todos los bienes morales y materiales que avalan la condición humana, es un ser traumatizado, aplastado, inerme frente a un poder absoluto, que suma a la íntima amargura de su frustración personal, la falta de esperanza en el futuro, que sabe que no puede ser el seudo paraíso prometido por el materialismo histórico importado por el comunismo tropical; pero que irracionalizado por la propaganda ideologizante se desorienta sobre qué círculo del infierno le está destinado. La mentira oficial es como un círculo vicioso infinito y con ella el poder, la camarilla histórica y el arribismo neogeneracional emergente, se hibridan en un todo, que los hace impotentes para aceptar un mínimo de verdad y los obliga irreversiblemente a la falsedad. Saben de la corrupción de sus funcionarios y la niegan, saben de la miseria del pueblo y la edulcoran, saben de los acosos policíacos a opositores y periodistas independientes y la denominan respuesta rápida revolucionaria, saben de los anhelos del pueblo de libertad y derechos civiles y tratan de ocultarlos con cifras electorales manipuladas. Y los ecos amaestrados de su prensa sometida y de sus marionetas partidistas le brindan el coro consagrador. Su mentira oficial sobre el pasado, el presente y el futuro es un callejón sin salida, como dijo el gran demócrata americano Abraham Lincoln, no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. La hora de la verdad se aproxima. Llegó para los soviéticos y los pueblos sometidos a ellos y llegará para los cubanos, más temprano que tarde. La apertura democrática hacia un Estado de derecho y el predominio de la sociedad civil, la posibilidad de libertad, ascenso en el nivel de vida y una existencia digna y feliz será conquistada, porque es inmanente e irrenunciable en la condición humana. La mentira oficial se erosiona y agoniza y hoy sólo tiene potencialidad para mentirse a sí misma. Ulises Cabrera
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