El odio racial siempre produce actitudes mezquinas. Mezquino es, por
ejemplo,
hablar despectivamente de la ``etapa de la nota de prensa'' en la disidencia
y
compararla con las acciones callejeras que ha protagonizado Oscar Elías
Biscet.
Con evidente oportunismo, se ejemplifica esa etapa con el muy controvertido
Elizardo Sánchez, alguien por quien no siento mucho aprecio,
lo que no me
impide preguntarme dónde estaban algunos cuando Elizardo escribía
sus notas.
En 1989 escribí un libro que es la envidia de muchos, pero como
Dios y la
educación que me dieron mis padres me han salvado de la mezquindad,
les digo
que quizás no lo hubiera escrito si Ricardo Bofill, Elizardo
Sánchez y otros no
se hubieran pasado los trece años anteriores escribiendo notas
de prensa... y
yendo a la cárcel por ello.
¿Acciones callejeras? Hace cerca de diez años que Daniel
Azpillaga encabezó una
manifestación contra el régimen, nada menos que ante
Villa Marista. Ni Biscet
ni Bonne Carcassés ni Vladimiro Roca participaron en esa manifestación;
de
hecho, no participaban en nada por aquellos tiempos. Eso no importa;
lo que
cuenta es que ahora participan en otras cosas y están presos
por participar,
pero si antes fueron apáticos no se debió a que alguien
les cerrara las puertas
del movimiento disidente, en el que todos, blancos, negros y mulatos,
eran
bienvenidos. La persona que ha escalado más rápidamente
en la disidencia es
Jorge Pomar, tan negro como Bonne, que en mayo de 1991 era miembro
del Partido
Comunista y tres meses después era parte del ejecutivo de un
grupo de
oposición. Lástima que resultara ser un provocador de
la Seguridad, aunque la
culpa es, con toda seguridad, de algún blanco.
Los negros como víctimas de los blancos, y el carácter
perenne y hereditario de
esa condición son actitudes propias del mundo ``anglo'', y se
originan en los
sentimientos de culpa de muchos anglosajones. Sólo que yo, aunque
tengo la nuca
rojiza, no soy un red neck, y no me da la gana de pagar culpas ajenas
y me las
veré con cualquiera que pretenda que mi destruido país
las pague.
Estaba en Cuba cuando tuve las primeras noticias de ese extraño
fenómeno y de
su influencia en la manera de pensar de algunos cubanos. Un cronista
deportivo
exiliado desde hacía mucho tiempo trasmitía por The Voice
of America. Era muy
bueno en lo suyo. Era negro. Cierta vez le escuché decir que
en la NFL aún se
practicaba el racismo pues entre los 28 quarterbacks abridores, sólo
había un
negro, Warren Moon. ¿Recuerdan cuando La Migraña me estuvo
esperando desde las
9 a.m. hasta las 6 p.m. en la Oficina de Intereses De Estados Unidos
en La
Habana? ¿No? Pues yo sí. Ese día lo pasé
viendo juegos de football en el
televisor del salón de espera. Para mi sorpresa, no menos de
dos tercios de los
jugadores eran negros. Capté la idea: para erradicar el racismo
en el football
no basta con que dos de cada tres jugadores sean negros; es necesario
que sean
mayoría absoluta en todas y cada una de las posiciones. De no
ser así, es que
aún persiste la discriminación racial. ¿Por qué
casi todos los running backs y
wide receivers son negros? Porque son mejores. ¿Por qué
casi todos los
quarterbacks son blancos? Porque a los negros se les discrimina.
La cultura de la víctima. Les presentaré ahora a uno de
sus representantes. Se
llama Albert Joseph o Joseph Albert. En su entorno familiar le dicen
Joey, algo
que le molesta mucho. En realidad, todo parece molestarle a este sujeto,
desde
los cronistas deportivos hasta los trick-or-treaters, sin olvidar al
público
que a veces le grita ``Joey'' y otras veces ``Corky''. ¿Por
qué Corky? Porque
se mandó a hacer unos bates con centro de corcho, fraude que
fue castigado con
unos pocos días de suspensión. El hombre tiene poco más
de 30 años, pero hace
rato que es millonario; le pagan once (¿o son doce?) millones
al año por hacer
lo que más le gusta: jugar béisbol. Por cierto, nadie
ha jugado béisbol de
manera tan sucia desde que Ty Cobb se retiró hace 70 años,
y nadie ha sido tan
sucio con un fan como lo fue él con un niño que le pidió
un autógrafo y
acompañó la petición con estas palabras: ``Este
va a ser un día inolvidable
para mí, señor Belle''. El tipo dejó al niño
con la mano extendida y dijo al
pasar: ``Estoy seguro de que lo será, muchacho''. Ah, pero este
miserable es
una víctima, a pesar de sus millones, de su vida fácil
y exitosa, por eso deben
quedar impunes sus perrerías, que son, dicen, producto del racismo
de los
blancos. Albert Belle es hijo de un matrimonio de clase media, ambos
profesores
de High School, nunca ha conocido la pobreza y oportunidades le han
sobrado.
Entonces, ¿por qué es una víctima?
Tal es la monserga generadora de odio que se quiere injertar en nuestra
nación:
los blancos como eternos y únicos culpables y, por tanto, eternos
y únicos
deudores. Si de viejas culpas vamos a hablar, decirles quiero que las
guerras
tribales africanas eran la principal fuente proveedora de esclavos,
que los
mandingas vendían a los carabalíes, los carabalíes
a los lucumíes, los lucumíes
a los congos, y los congos, poco dotados para la violencia, no vendían
a nadie
porque sólo podían derrotar a los pigmeos, y a éstos
nadie los quería para
esclavos. Y, una vez más, les digo: no menosprecien el peligro
que representa
el odio racial. No menosprecien a nadie que tenga como bandera el odio
a
quienes son diferentes. Millones de personas han muerto por culpa de
sujetos
que, en un momento dado, eran o parecían ser insignificantes.
ROBERTO LUQUE ESCALONA
© El Nuevo Herald
OPINIONES
Publicado el miércoles, 1 de diciembre de 1999 en El Nuevo Herald
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