LA HABANA, agosto - La numerología posee una magia que trasciende
a las
Matemáticas. Este fenómeno paracientífico abarca
desde las revelaciones
teológicas hasta las cifras antropomorfas de la charada china.
La revolución
cubana, tan sui generis, también tiene sus números místicos.
Son varios. El de
vaticinar éxitos es el 10.
"En una década produciremos más leche que Francia, Holanda
y Suiza", se dijo en
los años 60. Pero sin duda el pronóstico más conocido
fue el de la Zafra de los
Diez Millones con su consigna tozuda: "Y de que van, van. Palabra de
cubano.
Van".
Ahora se anuncia una aspiración más hermosa. Por supuesto,
nació bajo el signo
del decenio. El mandatario cubano afirmó recientemente: "En
10 años seremos el
país más culto del mundo".
Yo, que soy optimista contra todos los diagnósticos, me alegré
muchísimo;
tanto, quizás, como los diputados sin disputa del parlamento
cubano, quienes de
inmediato analizaron el asunto en la Comisión Permanente de
Trabajo de
Educación, Ciencia y Tecnología de la Asamblea Nacional
(¡vaya nombrecito!), y
llegaron a la siguiente conclusión: "Convertir a Cuba en un
plazo de diez años
en el país más culto del mundo es, sin dudas, una tarea
de gigantes, pero no un
sueño irrealizable".
Y como se trata de soñar y de cultura, no es disparatado pensar
que pronto no
se arrestarán los bibliotecarios independientes, ni se les confiscaran
ejemplares calificados de CR (clave que significa "contrarrevolucionario"),
que
en las bibliotecas estatales no se restringirán los libros y
revistas; y todos,
los niños y adultos (R o CR), corretearemos felices por autopistas
cibernéticas, de modo que no sólo tendremos acceso a
la dureza del pan, sino,
además, a las computadoras con sus discos duros.
Claro, como viajar por el mundo es el método más eficaz
de aprender, pronto se
erradicarán los permisos de salida. Y el salario promedio dejará
de ser de 237
pesos (11.28 dólares) y aumentará tanto que usted podrá
visitar no sólo los
museos del Prado, Louvre o Hermitage, o el Metropolitano de Nueva York,
sino,
también, el templo de Gangotre, en el nacimiento del Ganges,
o en Perú ascender
hasta las ruinas incaicas de Machu Pichu; o, si lo prefiere, navegar
por el
Níger hasta Djenné, una de las principales ciudades del
antiguo imperio del
Malí; sin dejar de admirar las pirámides egipcias y mayas.
He querido soñar. Ya me imagino bosques de antenas parabólicas
en las azoteas
de cada pueblo y ciudad de mi país, como por ejemplo, ocurre
en Francia, Suiza
y Holanda.
Lo digo porque hoy la televisión por satélite es tan importante
para propagar
conocimientos, como indispensable las ruedas a un auto hipotético
en el cual el
motor es Internet. ¿Y a quién se le ocurre ganar una
carrera con un vehículo
que anda con cuatro muletas, huérfano de carburador y pistones,
y, para colmo,
cuyo conductor requiera de un permiso especial para arrancar?
Sí, dentro de 10 años la mayoría de los niños
cubanos dominarán más de cinco
idiomas. Muchos suicitos sólo hablan alemán, francés
e italiano, y alguno que
otro también el inglés. Por supuesto que será
una tarea de gigantes. Sobretodo
si tenemos en consideración que actualmente la mayoría
de mis compatriotas
ignoran quiénes fueron los presidentes de Cuba antes de 1959.
La campaña comenzó con el impulso de un globo que se desinfla
haciendo las mil
y una piruetas. Ahora se transmiten por los dos canales de la televisión
nacional más documentales que nunca sobre Historia, Ciencias
Naturales y otras
ramas del saber. Mas la competencia será dificilísima.
En otras naciones hay
docenas de estaciones televisivas, que brindan esos documentales y
otros más.
Nadie lo discute. Se trata de una tarea de gigantes.
Pero nada de derrotismo. A partir de este curso escolar a cada graduado
de
primaria se le obsequia un libro precioso: "La Edad de Oro", de José
Martí.
Loable iniciativa. Tal vez estimule a leer las Obras Completas del
Apóstol
criollo, y un día encuentren el siguiente párrafo: "La
madre del decoro, la
savia de la libertad, el mantenimiento de la república y el
remedio de sus
vicios es, sobre todo lo demás, la propagación de la
cultura".
Tengamos fe, a pesar de los anteriores deca-pronósticos fallidos.
No importa
que el azúcar continúe racionada y la leche sólo
sea asignada a los enfermos y
a los niños con menos de siete años. Como dice el refrán,
del lobo un pelo; y
si no podemos ser en una década el país más culto
del mundo, tal vez logremos
aprender cada día algunas gotas de filosofía e historia,
o una pizca de las
últimas tecnologías y de las ciencias aplicadas y por
aplicar; y, ¿por qué no?,
hasta alguna rebanada de ética y de cívica.
Sin embargo, a veces temo que los promotores gubernamentales de un futuro
tan
lindo una vez más nos cambien la liebre y nos oculten el gato.
Por eso cada vez
somos más quienes sin cortapisa prestamos nuestros libros, estudiamos,
investigamos y dictamos conferencias más allá de los
límites que impone el
Estado.
La vida es una tarea de gigantes. Y tanto usted como yo tenemos derecho
a
soñar, y a soñar en grande; pero, sobre todo, a forjar
la próxima realidad
contra todos los absurdos.
Ricardo González Alfonso, periodista libre
|