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La memoria perdida
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A veces pienso que hoy en mi país la sociedad ha perdido la memoria. Me refiero a esa memoria que caracteriza a cada pueblo, que constituye sus tradiciones, que da fe de épocas malas y buenas, que de boca en boca va informando desde los desmanes de los gobernantes hasta sobre esos vagabundos que llegan a ser como símbolos en ciertas localidades. Parece que la dictadura del partido comunista ha traído, entre otros males, la pérdida de esa memoria.

    Y es que la mayoría de los cubanos de la Isla, además de tratar de buscarse el sustento diario -que es en sí misma la actividad principal de estos tiempos- están "entretenidos", entre otras cosas, con los "días de la defensa", que preparan a la población contra un ataque enemigo nunca realizado; en la construcción de refugios y túneles que nunca tendrán utilidad; con votaciones que no son más que una selección entre gente de un mismo grupo político; con guardias de los Comité de Defensa de la Revolución (CDR) que nunca sorprenden a los delincuentes verdaderos. 

    Pero el principal reto para las neuronas del cubano es la sobrevivencia en un medio hostil, sin transporte, poco alimentos y tantas carencias que se vive en un estado de constante estrés.

    Muy lamentable es que este pueblo no tenga memoria para recordar que en los años 60 y 70 se prohibió la música del famoso cuarteto de Liverpool Los Beatles, del boricua José Feliciano, del brasileño Roberto Carlos y de los ibéricos Julio Iglesias y Camilo Sexto. Todo esto, se supone, por cantar canciones que podrían contribuir -según interpretación gubernamental- al llamado "diversionismo ideológico" de la atribulada sociedad cubana. 

 Es lamentable también que se olvide cómo en esos años policías y auxiliares de la policía (chivatos gratuitos), amparados en una diabólica ley, interceptaban a todo ciudadano que pretendiera llevar a su familia hambrienta de la ciudad aunque fuera un simple plátano o unas libras de arroz o de frijoles del campo, y le decomisaban esos productos a pesar de ruegos, llantos y súplicas.

    Lamentable es además que nuestro desmemoriado pueblo olvide los "actos de repudio", donde oportunistas y fanáticos en el año 1980 se mezclaban en una especie de circo romano, donde cualquier persona honrada que pretendiera emigrar legalmente era víctima de aquellas hordas sin importar que fuera el vecino más cercano de aquellos que decían ser "revolucionarios". Recuerdo muy bien el caso de una muchacha, estudiante de preuniversitario, por cierto muy hermosa, que cuando sus familiares la fueron a buscar a la escuela para salir del país le rasgaron la ropa y le manosearon toda su anatomía.

    Para esos defensores de la ideología gubernamental del odio, por supuesto, nunca contaron las leyes. Todos aquellos crímenes, cometidos en nombre de la Revolución, quedaron impunes. No hubo ley que castigara esos aborrecibles actos.

    Nuestro pueblo no debiera olvidar que muchos de esos compatriotas, que sufrieron las acciones de familiares y vecinos transformados en instrumentos ofensivos del gobierno comunista, son los mismos que hoy traen dólares y se pasean como reyes en los lugares donde a los "puros ideológicos" no se les permite ni siquiera asomarse.

    Me preocupa que muchos cubanos olviden los extensos monólogos dictados en 
los medios de prensa contra cualquier asomo de disidencia, que se olviden de las cansonas y repetitivas "mesas redondas" y "tribunas abiertas". Sin embargo, tengo la esperanza que, a pesar de todo, esos desmemoriados logren recuperar su memoria.

Dr. Marcelo Placeres Méndez, Colegio Médico Independiente de Cuba

 San Luis,  Pinar del Río.-