Jimmy Carter ha viajado a Cuba, donde ha sido recibido con honores de jefe
de Estado, cuando la isla celebra el centenario de su independencia. El primer
ex presidente de EE UU que pisa la isla desde la revolución 43 años atrás
se dirigió ayer en castellano a los cubanos, en una intervención en la
Universidad de La Habana que fue retransmitida en directo por radio y televisión.
El último que disfrutó de este raro privilegio fue el papa Juan Pablo II en
su visita en 1998. Carter ha sido claro al hablar de la necesidad de que el régimen
cubano abra la mano a los derechos humanos, en cuya defensa se ha empeñado
siempre, al igual que en la democracia, el pluralismo y el Estado de derecho.
Su presencia, sus palabras, así como sus entrevistas con disidentes y
activistas, pueden tener cierto impacto. Poco antes de su llegada, el régimen
castrista puso en libertad a Vladimiro Roca, uno de los referentes de la
disidencia, hijo de uno de los dirigentes de la revolución. Por desgracia,
poco cambiará en Washington, donde la Administración de Bush, en busca del
voto cubano en Florida, que resultó tan decisivo en su elección como
presidente, no sólo no piensa levantar el embargo comercial, sino
endurecerlo.
La Administración de Bush ha querido socavar el viaje de Carter cuando
unos días antes, sin aportar prueba alguna, incluyó a Cuba en la lista
negra, segunda derivada de su eje del mal, de los países que
pueden fabricar armas biológicas. Carter ha salido a invalidar estas
acusaciones de bioterrorismo. Castro tuvo, en su día, la habilidad de
condenar el ataque terrorista del 11-S, y no ha expresado críticas de peso
respecto al uso de la base estadounidense de Guantánamo, en Cuba, para llevar
a prisioneros capturados en la guerra de Afganistán. En Carter, Castro ve al
crítico de la política de embargo de EE UU hacia la isla caribeña, y al único
que desde la Casa Blanca tuvo algún gesto hacia la Cuba castrista. Ni
Carter ni Castro son unos ingenuos. Sin duda, Castro utilizará esta presencia
para intentar mejorar la respetabilidad de su régimen, en quiebra económica
y política. Es lamentable que Bush no sólo no lo aproveche también para
favorecer la apertura y facilitar un cambio en profundidad en Cuba, sino que
intente segar la hierba bajo los pies del que podría ser uno de sus mejores
embajadores volantes.