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  Domingo, 1Domingo, 18 de marzo de 2001

 
 
 
 
 

 

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Los fusilamientos de 1989 en Cuba


 De la 'nomenklatura' a la oposición

El 13 de junio de 1989, Ileana de la Guardia, una joven cubana de 24 años cuya familia forma parte de la nomenklatura del régimen castrista, espera a comer a su padre, Antonio, popularmente conocido como el coronel Tony de la Guardia, y a su tío Patricio, general que ha regresado de Angola hace tres semanas. Se trata de celebrar un aniversario, pero Tony y Patricio tardan, llevan una hora de retraso; luego, dos. Ileana y su esposo, Jorge, se inquietan, cogen su desvencijado Lada y recorren La Habana de una punta a otra. Al final, en Villa Marista, les confiesan que Tony y Patricio están 'retenidos', que no 'detenidos'.

A Castro le gusta jugar con las palabras, embarcarse en discursos kilométricos, modificar la realidad a partir de su verborrea, como si bastase con recubrir la verdad con ella para hacerla desaparecer o transformarla. Ileana temía saberlo, pero ahora lo comprueba. Tony será condenado a muerte y ejecutado un mes después, en compañía del general Arnaldo Ochoa, héroe de guerra en Somalia y Angola y una de las pocas personas que se atrevían a decir de Fidel 'este tipo está loco'. Frente al pelotón de ejecución se encuentran con otros dos militares, hombres de confianza de uno y otro. A los cuatro se les ejecuta por supuesto tráfico de drogas o, lo que es lo mismo -en Cuba, claro-, por traicionar la Revolución. Y ya se sabe, 'dentro de la Revolución, todo; fuera de ella, nada'. Fidel y Raúl Castro, los amos de la isla, han puesto 'fuera' de todo a Tony, Arnaldo, Antonio y Jorge, y lo han hecho con la ayuda de un fiscal, de unos jueces, de un defensor de oficio que no quería defender a nadie, de una serie de torturadores, de falsos psicólogos, de periodistas, de ministros y del Consejo de Estado en pleno, obligado a ratificar la validez de las condenas a muerte. Durante ese mes que va de la detención al fusilamiento, Ileana tiene ocasión de descubrir otra Cuba. Y una vez la ha descubierto, no quiere seguir viviendo en ella. Su tío Patricio cumple condena de 30 años de cárcel; ella y su marido optan por exiliarse. Desde París, tras acumular pruebas y datos, se querella contra Castro por 'secuestro, tortura, asesinato y complicidad en tráfico internacional de estupefacientes'. Y ahora publica Le nom de mon père, un libro en el que da su versión de lo sucedido.


 

 
 
 
 
 
 

 

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