Los fusilamientos de
1989 en Cuba
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De la
'nomenklatura' a la oposición
El 13 de junio de 1989, Ileana de la Guardia,
una joven cubana de 24 años cuya familia forma parte de la nomenklatura
del régimen castrista, espera a comer a su padre, Antonio, popularmente
conocido como el coronel Tony de la Guardia, y a su tío Patricio, general que
ha regresado de Angola hace tres semanas. Se trata de celebrar un aniversario,
pero Tony y Patricio tardan, llevan una hora de retraso; luego, dos. Ileana y su
esposo, Jorge, se inquietan, cogen su desvencijado Lada y recorren La Habana de
una punta a otra. Al final, en Villa Marista, les confiesan que Tony y Patricio
están 'retenidos', que no 'detenidos'.
A Castro le gusta jugar con las palabras,
embarcarse en discursos kilométricos, modificar la realidad a partir de su
verborrea, como si bastase con recubrir la verdad con ella para hacerla
desaparecer o transformarla. Ileana temía saberlo, pero ahora lo comprueba.
Tony será condenado a muerte y ejecutado un mes después, en compañía del
general Arnaldo Ochoa, héroe de guerra en Somalia y Angola y una de las pocas
personas que se atrevían a decir de Fidel 'este tipo está loco'. Frente al
pelotón de ejecución se encuentran con otros dos militares, hombres de
confianza de uno y otro. A los cuatro se les ejecuta por supuesto tráfico de
drogas o, lo que es lo mismo -en Cuba, claro-, por traicionar la Revolución. Y
ya se sabe, 'dentro de la Revolución, todo; fuera de ella, nada'. Fidel y Raúl
Castro, los amos de la isla, han puesto 'fuera' de todo a Tony, Arnaldo, Antonio
y Jorge, y lo han hecho con la ayuda de un fiscal, de unos jueces, de un
defensor de oficio que no quería defender a nadie, de una serie de
torturadores, de falsos psicólogos, de periodistas, de ministros y del Consejo
de Estado en pleno, obligado a ratificar la validez de las condenas a muerte.
Durante ese mes que va de la detención al fusilamiento, Ileana tiene ocasión
de descubrir otra Cuba. Y una vez la ha descubierto, no quiere seguir viviendo
en ella. Su tío Patricio cumple condena de 30 años de cárcel; ella y su
marido optan por exiliarse. Desde París, tras acumular pruebas y datos, se
querella contra Castro por 'secuestro, tortura, asesinato y complicidad en tráfico
internacional de estupefacientes'. Y ahora publica Le nom de mon père,
un libro en el que da su versión de lo sucedido.
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