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Ena Lucía Portela |
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Ena Lucía Portela nació en 1972 en La Habana donde
reside. Ha publicado El pájaro: pincel y tinta china (Premio UNEAC de novela en 1997), el libro de relatos Una extraña entre las piedras (Editorial Letras Cubanas, 1999), El viejo, el asesino y yo (Editorial Letras Cubanas, 2000) y La Sombra del Caminante (novela), Ediciones UNION 2001. En 2000, Ena Lucía Portela integró el jurado del Concurso
internacional de cuentos "Juan Rulfo" |
"Acercarme a una escritora como Ena Lucía, leer su novela, así
como leer algunos de los textos de los escritores más jóvenes que
van apareciendo en la isla, me ha hecho descubrir cómo la nueva
literatura cubana se aleja dichosamente de los tópicos que se esperan
de la literatura cubana. Existe una generación naciente para quien la
literatura no es exaltación ni queja, ni reivindicaciones sociales,
ni ajustes de cuentas con la historia, ni interrogaciones sobre la
cubanidad, ni claustrofobias insulares, ni nostalgias, ni posiciones
de principio que no sean puramente literarias. Una generación que no
se cuestiona su propia libertad, ni entra a discutir sus límites,
porque parte de la libertad como presupuesto. Toda una generación
literaria para quien la literatura comienza a limpiarse de cuanto no
sea ella misma. Esta es... simplemente una novela como se componen las
novelas. Escrita con sangre, con la propia vida, con crueldad y
ternura, con sabiduría, con ingenuidad y honradez. Una novela que
persigue hacer pensar y divertir. Que busca a tientas, con dificultad
y con pericia, su propia estructura, la armazón de un mundo en un
sistema verbal. Porque a Ena Lucía Portela le importan sobre todo las
palabras, la poesía de las palabras, y, por supuesto, el intento
soberbio de llegar con ella lo más cerca posible de la perfección."
Abilio Estévez
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Cien botellas en una pared Ena Lucía Portela Debate, Madrid, 2002 268 págs., 16 euros Aquello que hace singular esta novela de la cubana Ena Lucía Portela (La Habana, 1972) es lo mismo que la hace destacar en el actual panorama narrativo hispánico, y que se puede resumir en la conjunción de inteligencia en la planificación y desarrollo de la trama, agudo manejo del lenguaje, notable sentido del humor y poderosa capacidad fabuladora. Con estos mimbres la joven autora viene tejiendo desde 1997 una obra compuesta por tres novelas y dos volúmenes de cuentos, galardonada con prestigiosos premios internacionales –Premio U.N.E.A.C. 1997, Juan Rulfo de cuentos de Radio Francia Internacional 2000, y Premio Jaén 2002 con esta última novela–, y digna de captar la atención de lectores en busca de obras recreadoras de hablas peculiares, personajes en trance de adorable naufragio y universos de luz y sombra. Cien botellas en una pared es la historia de un amor al límite entre una enternecedora mujer y un hombre loco que se ve atravesada por las turbulentas peripecias de varios personajes –todos ellos supervivientes, a su manera–, que finalmente convergen en un dramático aunque esperanzado final. La novela, narrada por su protagonista, Zeta, roza la categoría de obra coral, pues el peso de los personajes secundarios y sus historias es tan notable que se convierte en el relato descriptivo del microcosmos del barrio habanero de El Vedado. Portela suele localizar allí sus textos, y a través de éstos, sin ánimo particularmente reivindicativo pero sin vendas, presenta la cotidiana lucha por la supervivencia en la isla. En este sentido, la autora escribe como miembro de aquel grupo al que Abilio Estévez se refiere como “una generación literaria naciente para quien la literatura no es exaltación ni queja, ni reivindicaciones sociales, ni posiciones de principios que no sean puramente literarias” y que “parte de la libertad como presupuesto”. El cosmopolitismo de las últimas promociones de escritores cubanos queda reflejado en la diversidad de referencias culturales que los asisten, y a las que esta autora se muestra especialmente receptiva (Cien botellas... está plagada de guiños a la literatura universal). Pero Portela escribe al margen de grupos, revelando una voz definida y muy personal, capaz tanto de subyugar con la riqueza de su material vivo y colorista como de plasmar de forma verosímil unos hechos terribles de modo humorístico y desenvuelto. No deberían perderse el retrato facetado de esta Zeta que va creciendo en cada página, mostrándose como mujer minusvalorada por los demás pero positiva y cálida, compasiva, vaga, cobarde, juerguista, muy sexual, algo masoquista, católica pendiente de su confesor pero capaz de gozar de la forma menos ortodoxa... y cargada de un sentido del humor y un desparpajo capaz de redimir debilidades. Y hasta tragedias. Ana Sousa |
La cubana Ena Lucía
Portela defiende una literatura ajena al régimen
XAVIER MORET, Barcelona. El País. 26 de enero de 2000 Abilio Estévez avala a la joven escritora La cubana Ena Lucía Portela presentó ayer en Barcelona su novela El pájaro: pincel y tinta china, primer título de la colección La Alternativa, de Editorial Casiopea. La idea de la colección es que un autor consagrado avale siempre a un autor novel. En este primer título, el cubano Abilio Estévez califica en un prólogo a Portela, de 28 años, como uno de los valores de una nueva generación de escritores cubanos que escribe sin concesiones a los temas "turísticos" y sin plantear elogios o críticas al sistema. Ena Lucía Portela, que ganó con la novela el Premio de la Unión de Escritores de Cuba y que ha sido galardonada recientemente con el Premio Juan Rulfo de cuentos, manifestó que en la generación que ella representa "hay como un cansancio de la literatura que hace referencia al sistema; esto ya se ha convertido en un tópico, se ha fosilizado, y para mí la literatura no es un noticiero. No escribimos para los turistas, sino con un punto de vista universal". Portela se considera muy lejos de las novelas de Zoe Valdés. "Mi tradición es la occidental", afirma. "No sólo la cubana, y me gustan los clásicos griegos y autores como Faulkner, Djuna Barnes y Paul Auster". Califica su primera obra como "una novela en la que se cruzan varias historias de amor en un sentido amplio". © Copyright DIARIO EL PAIS, S.A. - Miguel Yuste 40, 28037 Madrid
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En Gramma : La caminante, la luz y su sombra LEYLA LEYVA Sobre la obra y la figura de Ena Lucía Portela, una escritora habanera que llega a la treintena con por lo menos cuatro libros publicados, entre los que se cuentan dos novelas y algunos relatos, habría mucho de qué hablar, solo que un silencio contencioso le ha ganado la batalla a una de las voces más genuinas y polémicas de nuestra narrativa. Su estilo agudo, de un patetismo funcional, recuerda que la contemplación de la belleza literaria, el ingenio en el ejercicio de la escritura, es, como revelara Azorín, una resultante fisiológica más que un acto voluntario. Esta autora de historias de seres transexuados, amadores de criptas, suicidas, pacientes neurológicas, fenómenos humanos, en fin, criaturas menos comunes en el cuento de rigor, juega con un sistema expresivo que se desplaza, impecable y con ironía, entre razón e imaginación. Y lo hace con golpes concluyentes de intelecto, sin limitaciones ni sonrojos, de manera que parodias, citas y reflexiones hacen peso en el balance general y perfilan un modo de ver la vida y la literatura como un sugerente espacio posible. Ena Lucía Portela ganó en 1997 el Premio UNEAC con la novela El pájaro: pincel y tinta china, y el Juan Rulfo, de Cuento de Radio Francia Internacional. Reconocimientos que hicieron volver los ojos de los más descreídos hacia esta escritora que ha dejado de ser una "prometedora muchacha" para instalarse en el receloso panorama narrativo del cual ha sido juez y parte, sin que la crítica le dedique el estudio que merece su obra. Desde su primer relato publicado en la antología Estatuas de Sal, narradoras cubanas, hasta la más reciente novela suya publicada, La sombra del caminante, se percibe que el poder sugestivo de la palabra es cosa que arrastra a la escritora hacia derroteros pocos frecuentes. Una búsqueda que planea instalarse en esas zonas inextricables de la condición humana, y que a pesar de los aires extravagantes de sus seres creados y sus hábitos de vida, resultan legítimos sujetos literarios infelices, que le sirven de excusa la mayor parte del tiempo, para disertar o hacer disertar a un narrador corredizo y mutante en una compleja lectura indagatoria. Precisamente La sombra de un caminante, editada por Contemporáneos Unión —una narración violenta que arranca con disparos y muertes en un campo de tiro universitario— ensaya ese persistente estilo de la autora en el que el narrador moldea el relato con una indulgente densidad intelectual, a veces más colmada, otras recurriendo a un pésimo humor, y la mayor parte del tiempo dando fundamento a un estado de irracionalidad, como perfecto sistema de simulación para concretar la fábula atípica. Una estimable novela que no alcanza a sedimentar en cuerpo y alma como la primera: El pájaro... Por lo general, con la lectura y apreciación de la obra de Ena Lucía Portela poco se emplean las medias tintas. Usted puede llegar a apasionarse o a repeler sus anécdotas, ambientes y hasta la tan llevada y traída verbosidad de un narrador evocativo, presuntuoso en ocasiones. Puede, incluso, sorprenderse de hacia dónde van a parar algunos de sus personajes, de cuya existencia real y cultural en La Habana de hoy a muchos no les queda duda de que la autora ha hecho una representación en sus obras (práctica considerada desleal por algunos y para otros solo licencia, pasatiempo paródico). Pero nunca, eso sí, dejar de admirar el tono de una espléndida prosa, esclava de los límites intuitivos del estilo como fisonomía mental en ese marasmo imaginativo en el que nunca se pierde de vista la sintonía de las formas. El matiz de una escritura de oficio.
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