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Llegó a mis manos
un pequeño volumen, facsimilar, escrito y sacado clandestinamente
de las cárceles de Cuba. Cuando digo pequeño, eso quiero
decir: el librito tendrá unas tres pulgadas de lado. El autor, Ernesto
Díaz Rodríguez, pescador en Cojímar, nació
en 1939. Fue condenado por el régimen castrista a 15 años
de prisión, condena extendida a 40 años al ser acusado de
participar desde la cárcel en una conspiración contra el
Estado. Aislado, incomunicado y enfermo, se cree que hoy está en
la prisión de Boniato.
'La campana del alba' fue salvado
milagrosamente de las requisas carcelarias. La cárcel, que aprisiona
el cuerpo y tortura el alma, también produce efectos insospechados
en el espíritu del hombre. Grandes obras han salido del ocio forzado
de la prisión: El Quijote, El presidio político
en Cuba, de Martí; Contra toda esperanza, de Valladares,
y el bellísimo Diario clandestino de Giovanni Guareschi.
Ernesto Díaz y su Campana del alba escriben una página
más dentro de esta extraordinaria secuela de obras producidas por
personas sometidas a torturas y dificultades sin cuento, pero que tienen
algo que nunca podrá ser aprisionado: un espíritu que escapa
a los muros y vuela por encima de la tozuda crueldad de los carceleros
para enseñarnos que la belleza es un valor que vive y perdura a
pesar de todo lo que se intente en contra de ella.
Dumois
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Si un niño quiere
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