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CIENFUEGOS, 22 de febrero - Una madre se encontraba ante el delegado
de la Policía Nacional Revolucionaria en Aguada de Pasajeros,
provincia de Cienfuegos, Cuba, de nombre Aníbal, y le dijo:
"¡Tenga piedad de mí!" La mujer, cuyo nombre es Magaly,
está desesperada por mejorar su situación económica.
Ella tiene bajo su tutela a una hija de 17 años retrasada mental
y a una anciana con demencia senil.
Cada mañana, cuando levanta el sol sobre el horizonte, Magaly se traslada hasta las Ocho Vías (Carretera Central), en cuyas márgenes se mueve ofreciéndole panes a los que viajan en diferentes vehículos. Ella vende ese producto por necesidad, porque es el único sostén de su familia. Humildemente y con gran disposición va Magaly a su faena diaria donde gana alrededor de 15 pesos, menos de 0.75 dólares al cambio vigente, para tratar de reunir el dinero con qué comprar en el mercado negro el medicamento que debe suministrar constantemente a su anciana madre a causa de los persistentes dolores que le provocan las escaras situadas en la parte posterior del cuerpo de la viejecita debido a su poca movilidad. Una mañana, mientras Magaly esperaba ansiosamente que desde algún carro solicitaran sus productos, escuchó la pregunta: "¿Vendes algo?" Como en Cuba vender cualquier mercancía puede ser el principio de una serie de desgracias, Magaly, asustada, negó que vendía panes al borde de la carretera. Sin embargo, el temblor de su voz y cuerpo la delató ante el policía que le lanzó la pregunta. Varias personas que esperaban por un vehículo que los condujera hasta sus respectivos destinos, presenciaron el incidente. Aníbal, el delegado de la policía, insultó a la trémula vendedora de panes, que durante el ataque permaneció cabizbaja. Después de aguantar valientemente una tremenda cantidad de improperios, según declaraciones de algunos de los testigos oculares que por temor a represalias pidieron se protegieran sus nombres, Magaly fue conducida a la sede de la policía en Aguada de Pasajeros, donde la multaron a 400 pesos. "¡Tenga piedad de mí!", exclamó la vendedora de panes, y argumentó: "Porque me será imposible pagar esa cantidad". Mientras esto ocurría en la estación de los gendarmes, allá, en la vivienda de Magaly su madre, sin sábanas, acostada en un camastro de mala muerte, se quejaba de los dolores. Recurre la mujer a las oficinas de Bienestar Social y pide que le procuren un empleo, que le asignen una pensión, que la ayuden de cualquier modo. Los funcionarios determinaron que su problema se solucionaba con una ayuda mensual en efectivo. Así, Magaly comienza a recibir 47 pesos, poco menos de 2.25 dólares al mes. Esa suma de dinero le alcanza a Magaly para comprar 40 tabletas del analgésico que alivia el continuo dolor de la anciana. ¿De alimentarse, vestirse, calzarse, pagar las cuentas de los servicios básicos propios del sostenimiento de una casa? De eso, ni hablar. Los funcionarios indicaron que con 47 pesos se solucionaba el caso de las tres mujeres. Bienestar Social no benefició en nada a esta familia cubana. Sin embargo, los pronunciamientos de los voceros gubernamentales dicen lo contrario. Salud, educación, seguridad social, son pilares del sistema político que ellos defienden. "Palabras son palabras", dice al respecto alguien temeroso de que publiquen su nombre. Magaly creyó en lo que dicen los portavoces gubernamentales. Por eso buscó ayuda en Bienestar Social. Algunas ayudas consistentes en sábanas, jabón y medicamentos le han llegado a Magaly por medio de la Iglesia Católica, de Caritas. Alina Gonzalo, Cuba-Verdad
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