QUIENES SON LOS DISIDENTES Y LOS PRESOS DE CONCIENCIA EN CUBA 

DESDE el triunfo mismo de la Revolución, hace cuatro décadas, Estados Unidos —que era ya la más poderosa potencia imperialista y vecino nuestro a solo 90 millas de distancia— no ha cesado un instante en su empeño de destruirla. Es algo que se daba y aún se continúa dando por hecho. El verdadero hecho es que no ha podido, y cualesquiera que fueran las circunstancias no podrá lograrlo.  

Las más variadas estrategias y tácticas han sido empleadas, desde las más brutales, que pusieron al mundo al borde de una guerra nuclear, hasta las más sutiles para destruirnos desde fuera o desde dentro. El dinero, tal vez su arma más poderosa, de nada les ha servido. Descubrieron desde bien temprano que ni el pueblo cubano ni los hombres y mujeres que dirigen lo que es ya un histórico proceso revolucionario pueden ser comprados. Las armas ideológicas se han estrellado contra ideas y convicciones que han demostrado ser invencibles. 

Hoy el país vecino es mucho más poderoso. Constituye la superpotencia hegemónica que reina en el mundo unipolar. Desaparecidos el campo socialista y la URSS, nos quedamos solos en el combate defendiendo nuestra trinchera, sin ceder una pulgada. Un número de compatriotas, los más débiles ideológicamente y menos capaces de resistir los rigores de una lucha tan heroica, han cedido; otros, mucho más experimentados y aguerridos, multiplican su moral, sus fuerzas y sus convicciones. Nuevos y valiosos combatientes y cuadros jóvenes nutren las invictas filas revolucionarias. 

En esta edición vamos a desenmascarar la actual política de Estados Unidos y a demostrar los turbios e increíbles métodos que emplea contra Cuba, muy sutiles a veces, subestimadores y despectivos con bastante frecuencia, no pocas veces burdos y toscos, descarados casi siempre, arrogantes y prepotentes siempre. 

A lo largo de muchos meses la Revolución ha sido objeto de una intensa campaña de difamación por la ineludible necesidad de arrestar y poner a disposición de los Tribunales a cuatro apátridas por su actuación contrarrevolucionaria cada vez más desvergonzada, en estrecho contacto con funcionarios del gobierno de Estados Unidos y la mafia contrarrevolucionaria de Miami. 

Como tantas veces, Estados Unidos es el principal promotor y el organizador de estas campañas cuyos objetivos se ubican tanto en el exterior como en el interior del país.  

En el plano externo, su propósito es debilitar la influencia y el prestigio crecientes de Cuba en su heroica e invencible resistencia frente a la monstruosa guerra económica que lleva a cabo Estados Unidos contra nuestro pueblo; justificar esa guerra ante la opinión pública mundial que condena su criminal política y ante la propia opinión pública interna, crecientemente opuesta al crimen vergonzoso que desde hace ya 40 años se comete contra Cuba; multiplicar los obstáculos a las relaciones económicas y al desarrollo del país, sometido desde que se inició el período especial a nuevas leyes, enmiendas, tácticas políticas y carriles subversivos.  

En el plano interno, promover descaradamente la desestabilización y la subversión. En esto emplea cuantiosos fondos y medios técnicos para la emisión de miles de horas de radio y televisión cada semana dirigidas a nuestra población. Miente, desinforma, lanza consignas políticas y subversivas; instruye sobre las más variadas formas de sabotaje económico, exhorta al robo y al delito e intenta desmoralizar a nuestro valiente y combativo pueblo. 

Para llevar a cabo sus planes de subversión interna paga agentes, organiza y financia grupos, promueve líderes que solo son conocidos en el exterior e ignorados totalmente en el país. Si en los años de Girón, el Escambray, la guerra sucia y la Crisis de Octubre promovió más de 300 organizaciones para poner bombas, realizar sabotajes y organizar bandas armadas, hoy trata de procrear decenas de grupúsculos a los que apoya, estimula, divulga, orienta y financia. A tal extremo les aporta fondos, que ha convertido las actividades contrarrevolucionarias internas en un oficio y un modo de vida fácil, y ha diseñado una nueva categoría de vagos, sin valores patrióticos, sin ideales sociales y humanos de ningún tipo, sin idea de la justicia ni de las realidades actuales del mundo, que no trabajan ni sudan la camisa ni producen otra cosa que no sea intrigas, ilusiones vanas, palabrería barata y hueca, repetir consignas y mentiras que les suministran desde el exterior, y recibir el cheque por su triste oficio de difamar a la Patria y mancillar la gloria y el sacrificio heroico de su pueblo. Ha creado mecanismos que contribuyen a la exaltación de tales personajes en el exterior a través de sus medios masivos. No le ha faltado la cooperación de algunos periodistas acreditados en nuestro país y de determinadas agencias extranjeras de prensa que desde Cuba tienen la misión de remitir al exterior cuantas intrigas, calumnias e impudicias lanzan sus agentes asalariados sin otra ideología que la del anexionismo, la vida parasitaria y el sueño de vivir en alguna de las cada vez más insostenibles sociedades de consumo. Para ellos se ha acuñado un nuevo título nobiliario: «disidentes».  

Si en el ejercicio de sus actividades al servicio de una potencia extranjera se exceden demasiado, violando flagrantemente las leyes con que nuestro pueblo cumple y cumplirá el ineludible deber de salvar las conquistas de la Revolución y los intereses más sagrados de la nación y el pueblo, y por ello son sancionados, entonces pasan a ser «presos de conciencia». No los mueve una conciencia; los mueve un instinto. 

La apertura de la Revolución, las entradas y salidas y las salidas y entradas de los miembros de la comunidad cubana en el exterior y los ciudadanos que residen en nuestro país; el turismo, la inversión compartida con capital extranjero, la posibilidad de remesas familiares desde el exterior, las comunicaciones sin límite ni restricción alguna y otras facilidades de comunicación e intercambio, son utilizadas al máximo por el imperialismo para realizar sus propósitos, en medio de las dificultades y los grandes sacrificios que el bloqueo riguroso y la guerra económica nos imponen. 

El juicio contra los cuatro arquetipos mencionados tuvo lugar el pasado lunes. En este tipo de juicio de carácter interno, donde se juzga a ciudadanos nacionales por actividades contrarrevolucionarias, no suele autorizarse, y no se autorizó, la presencia de prensa extranjera, varios de cuyos miembros acreditados temporal o permanentemente en nuestro país, contribuyeron en no poca medida, como después veremos, a la conspiración y las campañas de calumnias contra Cuba. En este mundo de hegemonía unipolar, globalizado y convulso, repleto de contradicciones monopólicas, las transnacionales de la información, en feroz competencia, buscan evidentemente las noticias, pero no necesariamente la verdad. A la Revolución Cubana le interesó siempre la verdad más que la noticia. 

No suelen emplearse nuestras páginas en las aventuras y trajines de tales delincuentes. Esta vez, sin embargo, nos ha parecido preciso y conveniente dedicarles un espacio, por lo mucho que ilustran como prueba, denuncia y desenmascaramiento de la política de Estados Unidos contra Cuba. 

Granma ha obtenido amplia información de peritos, fiscales y personas que presenciaron la vista oral, documentos y material de prueba presentados, detalles precisos sobre el desarrollo del proceso y de los hechos juzgados el lunes por el Tribunal. 

El juicio develó con absoluta nitidez todo lo que se escondía tras las actividades de los cuatro acusados: Vladimiro Roca Antúnez, Martha Beatriz Roque Cabello, Félix Antonio Bonne Carcassés y René de Jesús Gómez Manzano, que no pudieron rebatir ninguna de las acusaciones formuladas.  

Los propios abogados defensores se vieron ante la difícil tarea de enfrentar la gravedad de los hechos y la contundencia de las pruebas, y circunscribieron inteligentemente su alegato a elementos técnico-jurídicos para cuestionar la coincidencia de los hechos probados con la tipicidad definida en el artículo del Código Penal esgrimido por la brillante acusación de la fiscal que representó al pueblo en ese juicio, es decir, el carácter sedicioso o no de tales hechos. En realidad no están acusados de sedición sino de incitar a la sedición. 

¿Cómo se movió el imperialismo tan pronto fueron arrestados? 

Desde luego, en primer lugar, como era lógico, una gran campaña publicitaria internacional a favor de cuatro «pacíficos disidentes» y «presos de conciencia» injustamente arrestados. 

Independientemente de la campaña publicitaria, el gobierno de Estados Unidos tradicionalmente suele usar todo tipo de presiones cada vez que alguien que trabaja para ellos se encuentra en dificultades de este tipo como consecuencia de sus actividades, y se muestran más activos cuanto mayor sean el interés y la valoración de la tarea que llevaban a cabo. Acostumbran a utilizar a personalidades políticas que tienen algún vínculo de relación o amistad con Cuba para demandar de ellos gestiones en favor de los ya rápidamente conocidos e incluso famosos e inocentes «presos de conciencia». 

A partir del arresto de los cuatro ciudadanos mencionados, a cuanto visitante occidental de algún rango viajaba a Cuba, el Departamento de Estado le enviaba una lista de «presos de conciencia» entre los cuales ineludiblemente incluía en primerísimo lugar a estos cuatro individuos, exhortándolos a que presionaran en favor de su liberación. Es parte invariable de su juego sucio. Algunos visitantes, con mayor o menor embarazo, lo hacían. Nuestro gobierno se mantuvo firme e inconmovible. 

La experiencia enseña cada vez más —y esta en particular, como ustedes podrán ver más adelante— que la generosidad muchas veces demostrada por la Revolución no siempre genera los mejores frutos. Se confunde su abierto espíritu humanitario con obligada concesión ante la guerra económica y el chantaje imperial. Ellos, en cambio, no aceptan jamás la liberación de un patriota puertorriqueño condenado a largas penas carcelarias, o la conmutación de pena a un negro o mestizo norteamericano o a alguien de origen latinoamericano condenado a muerte, que constituyen, casi sin excepción, los únicos sancionados a este castigo en Estados Unidos. 

(Continúa)