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Tropicana
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  Hoy día 2 de Enero y siendo las diez de la noche pasaron por el canal TV5 de Montreal, una hora con el show de Tropicana sin comerciales, de acuerdo a un anuncio lumínico del cabaret, ese documental era del año 1994 aunque al final dice que fue producido en el 95, debo tomar como fecha, la anunciada por el cabaret. Se encontraba la isla en la fase más dura del llamado “Período Especial” en esos momentos.
  La primera vez que visité Tropicana fue en el año 1970, después del gran fracaso de la zafra de los Diez Millones y ocasión en la que se levantó la ley seca existente en el país. No era muy fácil entrar al cabaret en esos tiempos, aunque Cuba estuviera cerrada al turismo internacional. Las entradas se conseguían solamente por medio de los sindicatos de los centros de trabajo, y como ya en ese entonces me encontraba trabajando en la marina mercante obtuve una de esas invitaciones. Nos pusimos de acuerdo varios tripulantes del barco, y creo que fue la primera oportunidad en la que pude salir sin chaperones a la calle con mi novia, quien es actualmente mi esposa.
  Por la libreta de racionamiento para la ropa (que es otra aparte de la empleada para los alimentos) no se repartía ninguna prenda de vestir desde hacía varios años y la gente se defendía como podía, fue en esa época de la que ya he hablado en varias oportunidades, donde la mejor prenda que tenía un cubano era confeccionada por una tela conocida como mezclilla, aún así, exigían para entrar al cabaret estar vestido de guayabera o con saco. Como yo era joven y no me sentía atraído por ninguna de esas prendas, tuve que conseguirme un saco prestado. En la entrada del cabaret había una cola de personas esperando por su apertura cuando llegamos, viendo a varios hombres usando un abrigo como saco en pleno verano para poder entrar, era una escena muy normal y que al parecer mucha gente ha olvidado.
  Después de esa visita se hizo más fácil asistir a esos lugares, era fácil para personas como yo, que llegaban al país con el salario acumulado de todo un viaje, y para la gente dedicada a explotar la prostitución o que se dedicaban a negocios turbios, el trabajador normal no podía asistir a esos centros por lo extremadamente bajo de los salarios.
 Sin embargo, Tropicana no era un cabaret que me provocara desvelos, la escenografía creo que es la misma desde 1939 fecha en la que parece fue construido, de acuerdo al anuncio lumínico que se mostró en el documental, existe en ese centro además, predilección por un cuerpo de baile integrado casi en su totalidad por mujeres de la raza negra o mestizas, esto ha sucedido desde que lo conozco hasta ahora que disfruté de ese documental, la mayor parte del show es con música de origen afrocubano, música que disfruto en su momento oportuno, pero que no me gustaba para un lugar donde voy a gastar mi dinero, el show se mantenía generalmente por períodos que excedían de los diez años, cuando llovía se malograba todo porque el cabaret es a cielo abierto, en oportunidades se salía de allí bañado en hollín cuando era tiempo de zafra y se encontraba en plena molienda un central azucarero muy próximo a Marianao. En fin, también me quedaba muy lejos de la casa y era casi imposible tomar un taxi cuando finalizaban las funciones, otra de las razones por las cuales tampoco me atraía ese cabaret y que desconozco si sucedía con anterioridad lo era; que en las oportunidades que lo visité, fueron contados los artistas relevantes que pasaron por su escenario, siempre me incliné por el cabaret del hotel Riviera, el Capri y el Habana Libre entre otros centros nocturnos de La Habana.
  Para el visitante debe ser cautivante toda aquella escenografía, donde una exótica vegetación tropical se conjuga con un hermoso juego de luces, que por momentos adquieren un aspecto mágico con la niebla artificial y las coristas bajando adornadas de múltiples colores por unas escaleras que parecen descender del cielo.
  Nada ha cambiado en la ambientación pero mucho ha sucedido con el contenido del show, se expone muy poco de los distintos géneros musicales cubanos y se exceden en la presentación de ritmos afrocubanos, claro que no es algo realizado a ex profeso, son ritmos muy bien explotados para presentar a unas mulatas bailarinas desarticuladas en la cintura, predominan en  esos eróticos y algo lascivos bailes una muestra constante del trasero al público, trasero cubierto solamente por un hilo dental y muy poco falta para mostrarlas desnudas, una tela de cualquier color que muestra todos los detalles de la escultura femenina, senos de variados tamaños y rigidez, pezones que tratan de escapar a un forzado encierro, culminando con unos muy bien marcados y definidos labios superiores que desean hablar con los visitantes. Bueno, ¿de qué me asombro?, si en este país donde vivo actualmente pululan los bares dedicados a los bailes de nudismo. Nada de eso me asombra en estos momentos, pero quién lo hubiera creído solamente unos años atrás, me refiero a esos tiempos en los cuales esa férrea muralla que ha rodeado la isla, se encontraba cerrada a la presencia de esos dañinos extranjeros, con sus vicios, desviaciones ideológicas, enfermedades, etc.
  El vestuario mostrado fue muy variado y en buen estado, estas nuevas bailarinas no tuvieron que vestir medias llenas de huecos, aquellas que lo hicieron deben ser muy viejas o habrán muerto y no podrán contarlo. Se vislumbra detrás de esa calidad en el vestuario la presencia capitalista, como salvadora de un desastre y emprendedora de un viaje de regreso, donde la prostitución no deja de ser un mercado fenomenal, con un producto hasta ahora desconocido.
 En los cortos pero no escasos pases de la cámara por el público, comprendí las razones de aquellos cambios, el público integrado casi en su totalidad por seres de la raza blanca, muchos de ellos viejos, calvos, verdes y de una procedencia muy fácil de adivinar, acompañados algunos por jóvenes mulatas tropicales como la arboleda del cabaret. Su sola presencia justificaba la mercancía que se estaba vendiendo en esos momentos, una Cuba mestiza de culos duros y cinturas que giran más rápido que cualquier propela, una isla de sexo y tumbadoras, de ron y playas, un prostíbulo nuevo para el insaciable apetito de muchos viejos por las sensaciones fuertes, hambre de machos y hembras.
  Aquellos visitantes vestían como les daba la gana, unos con shirt, otros con camisas de mangas cortas, nadie los obligó a vestir de guayabera o saco en esa noche húmeda y caliente como aquellas mujeres.
  A solo unos metros de la entrada a ese paraíso vedado al cubano, millones de familias combatían el hambre con picadillo de cáscara de plátano, bistec de cáscara de toronja, un pancito de boniato y el apestoso picadillo de soya.
 Busqué un rostro entre aquellas bailarinas y no lo encontré, era el de aquella muchacha que entrevistaron cuando se filmó el documental “Cuba Socialismo o Muerte”, me parece que fue por el año 1992 ó 93, no puedo precisar con exactitud, busqué el rostro de aquella hermosa muchachita tan convencida de las ventajas que le ofrecía el Socialismo, como ese de tener que viajar en una pequeña bicicleta desde Casablanca hasta Marianao, para  tal vez algo agotada y hambrienta enseñarle las nalgas a un extranjero. Me hubiera gustado preguntarle ahora, su impresión sobre ese Socialismo del que hablaba de dientes para fuera. Es muy probable que ya no viva en Cuba, aquella chica era carne para los buitres, carne de primera.

                  Me ahorré la humillación de no poder entrar a ese cabaret.
 

Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
3-1-2001.