Muchas veces había
conducido por el mismo lugar, esa carretera se la conocía de memoria,
y le caía más mal aún, cuando le asignaban un viaje
en tiempo de zafra, estos tiempos eran terribles, nunca los conoció
ni vio llegar hasta este extremo, toda la cabrona carretera llena de bicicletas
y carretas tiradas por bueyes, cabronas carretas que con aquellas ruedotas
tan anchas, obstruían el tráfico en cualquier sentido, lo
mismo para allá, que para acá, una mierda era manejar en
estos tiempos, para donde quiera que fueras, eran viajes zigzagueantes
en cualquier camino, como si todo el mundo quisiera suicidarse, parecía
que la gente perdía el sentido común, daba la impresión
que nos volvíamos animales. Estaba encabronado porque hacía
mas de diez minutos conducía detrás de una de esas carretas,
eran superlentas, por lo menos, unos años antes eran tiradas por
tractores, estos eran lentos también, pero no tanto como esos desgraciados
bueyes. Los animales no tenían la culpa de tanta lentitud, nadie
la tenía menos él, su misión era ese viaje como otros,
pero en esos precisos momentos aquellos bueyes le molestaban e interrumpían
su trabajo. Estaba cansado de pitar, indiscutiblemente, los guajiros ni
se inmutaban, era como si se limpiaran el culo con sus pitadas, nada, no
se apartaban y los animales estaban agotados para acelerar la marcha, para
complacer al pendejo de Leonel, solo porque él, conducía
un camión por la carretera de Aguada de Pasajeros hasta Amarillas.
Se resignó y desechó
la idea de seguir pitándole a esos cabrones guajiros, que disfrutaban
con su desespero, puso su radio de baterías para olvidarse de aquella
tragedia, pero al momento la apagó de nuevo, las noticias eran las
mismas; que si el plan ganadero de Ciego de Ávila había sobre
cumplido las metas de producción, que si el Combinado Avícola
de La Habana recogió 400 millones de huevo, que si la granja porcina
Antonio Maceo produjo 10 millones de toneladas de carne, y así,
todas las noticias eran de sobre cumplimientos, a las que él estaba
acostumbrado oír, pero sabía, que en la calle no existía
ninguno de estos productos. Apagó el radio para no seguir oyendo
mierdas, todo era falso, se decía constantemente y muchas veces
se interrogaba a sí mismo como condenándose, ¿Por
qué no me he ido? ¿He sido un pendejo? ¿Desde cuando
soy gusano? ¿Hasta donde aguantaré esta situación?.
Pero nunca encontraba respuestas
a sus preguntas, mas bien no deseaba encontrarlas, se las hacía
para no quedarse dormido en el timón, cada vez que trataba de responderse
a sí mismo, se avergonzaba, tal vez esta causa era la razón
por la cual repetía las mismas preguntas sin respuestas, al final
de toda esta contienda consigo mismo, se repetía; esto me sucede
por pendejo, por falta de cojones, si me hubiera largado en una balsa,
hacía mucho tiempo que mi problema estuviera resuelto, pero la cosa
es que le tengo miedo a los tiburones, además, el mar me marea.
¿Alzarme? Ni en sueños, ¿para qué?, Si los
mismos cabrones por los que lo hubiera hecho, me pidiesen la cabeza, además,
¿alzarme dónde? Si todos estos montes están llenos
de chivas, mejor ni pienso, como quiera que sea, voy resolviendo mi problema,
aquí lo que hay que saber es vivir, eso mismo, no hay mas respuesta,
vivir como se pueda. Ahora mismo, llevo conmigo unos plátanos, malanga
y una carnecita de puerco salada, eso es la vida y lo demás es mierda,
así vive todo el mundo, ¿Por qué no voy a
vivir yo? Esa es la cosa, voy a vivir
hasta que se caiga esto, como será no sé, ni me importa,
un día caerá por su propio peso, como le pasa a toda la mierda
que no se puede mantener.
Volvía a pitar insistentemente,
pero el guajiro continuaba limpiándose el culo con sus pitadas,
por ello, seguía ecuánime ante las maniobras de aquella carreta,
a su lado, pasó una moto con side car, había un poco de espacio
para que él maniobrara en esa carretera tan estrecha, al pasar por
el lado del guajiro de la carreta, el tipo que iba en el side car, le dijo
algo ofensivo al guajiro, este se levantó y se sacó
el rabo, el de la moto tocó el pito casi en el oído de los
bueyes, y cuando estos se asustaron, aceleraron la velocidad, cayendo el
guajiro por sorpresa, sobre la cama de la carreta. Leonel no oyó
nada sobre el intercambio de palabras, pero supuso que eran obscenas, y
aquella escena del guajiro cayendo de culo sobre la plancha de la carreta,
le produjo risa y lo celebró como una venganza.
No le quedaba mas remedio
que seguir detrás de aquellos cabrones guajiros, pero de verdad
que tenía deseos de pasarles por encima con su camión, los
soportaba, solo por los plátanos, la malanga y la carne salada que
llevaba para su casa, por eso se calmó un poco, dándose aliento,
siempre se repetía; No hay mal que dure cien años, ni cuerpo
que lo resista, así vivía alejado del mundo, con esa esperanza,
aunque el mundo viviera en su cuadra.
Conocía muy bien esa
carretera, desde hacía muchos años, antes de ser chofer de
camiones de la base del pueblo de Cárdenas, por ella transitó
fugado en muchas oportunidades en el año 67, cuando cortaba caña
para desmovilizarse del Servicio Militar, incontables serían las
ocasiones en las cuales se fugara, para disfrutar de un choripán,
de esos que preparaban en Aguada y de los cuales no quedan ni el recuerdo.
¿Qué tiempos aquellos? ¿Quién se acuerda de
esas cosas? ¿Solos los viejos? ¿Por qué no hablan
los muy cabrones?
Poco rato después de
todos estos pensamientos, la carreta salió de la carretera tomando
una guardarraya, en ese momento Leonel soltó un escupitajo por la
ventanilla del camión, lo hacía cada vez que pasaba frente
a la entrada de ese camino, este conducía a la finca Canasí,
no lo hacía en vano ni de forma casual, sentía odio por ese
camino, un odio que no logró borrar en decenas de años, lo
conocía perfectamente, allí había estado cortando
caña durante una zafra entera, para desmovilizarse del Servicio
Militar Obligatorio, de la misma manera que hubiera estado purgando una
pena, con la diferencia, que no había cometido delito alguno, y
solo ganaba siete pesos al mes, cosas de nuestro sistema. Luego en silencio
se preguntaba: ¿Cuándo me convertí en gusano? ¿Desde
cuando soy gusano? ¿Por qué estoy en contra de esto?
Nunca hallaba respuestas a
sus preguntas y cuando estaba próximo a ellas, tenía que
disminuir la velocidad del camión por cualquier motivo, si no era
el entronque de una línea de tren, lo era por culpa de un semáforo,
el caso era que nunca llegaba a su respuesta. Hundido en sus meditaciones,
y sediento por el calor reinante, llegó finalmente a la línea
del tren que pasa por Amarillas, aquí comenzaba este pueblito que
había visto en muchas películas del oeste, observó
en ambas direcciones hasta comprobar que no venía ningún
tren, a la derecha se encontraba la misma estación, ¿cuántos
años tendría?, Sabrá Dios, pero es más vieja
que el carajo, ya casi ni pasan trenes, horita se oxida la línea,
pero bueno, ¿qué me importa esto?, nos estamos
oxidando nosotros, cada vez que me
miro al espejo encuentro una arruga nueva, y eso que todavía no
he llegado a los cincuenta, ¿qué pareceré de viejo?,
Seguro que un monstruo, igualito que todos mis primos, que rápido
se pone uno viejo en este país. Puso la primera, después
iría cambiando en la medida que el motor se lo pedía, volvió
a escupir por la ventanilla del camión, tampoco lo hizo por gusto,
había llegado al parque y en la acera contraria, se encontraba la
casona que sirviera de Estado Mayor de los cañeros en aquella zafra,
el Jefe era un tal Mengana, no recuerda si era Teniente, pero no olvida
la clase de hijo de puta que era aquel tipo. ¡Cómo abusaron
con los reclutas! Pensó en lo que desviaba la mirada hacia el parque,
seguía igualito, nada cambiaba en Amarillas, aquél árbol
inmenso, alrededor del cual se construyó un pequeño paseo,
recuerda que las chicas de esa época giraban en un sentido, mientras
los chicos lo hacían de forma encontrada, nada, caprichos de las
costumbres de los pueblos, pero ese tenía algo muy lindo, todos
se conocían y por esa razón, el saludo era casi obligado,
cosa que no sucede en las grandes ciudades, donde los habitantes andan
como fantasmas, por eso nunca le gustó vivir en La Habana.
Siguió lentamente hasta
dar con la calle principal del pueblo, leyó el cartelito con su
nombre, esto lo hacía por inercia, él estaba cansado de leerlo
y sabía que aquella calle se llamaba Maceo, ¿cuántos
Maceos de estos no habrán regados en toda la república?,
Todos los pueblecitos tienen una calle con este nombre y el de Martí,
¿cuánta falta nos hace esos hombres ahora?, Otros gallos
cantarían, de verdad que ellos si tenían cojones, ¿ahora?,
Nada, muchos huevos para fajarnos con el vecino, pero no hay para tumbar
al tipo. Mejor paro en la acera de la cafetería, trataré
de dejar que pasen unas cuantas horas, hasta que se alivie un poco este
tráfico de bicicletas, caballos y carretas, como tengo la cabeza
debo ser un peligro en la carretera. Dobló en Maceo a la derecha,
que era la dirección para continuar hasta Colón, en la siguiente
esquina detuvo el camión al lado de la cafetería, espacio
para parquear sobraba, en toda la calle solo pudo contar dos o tres vehículos,
cerró con seguro la puerta y al descender comprobó, que la
tapa del tanque tenía puesto el candado, gracias a él, ahora
no le podían robar la gasolina, bueno, en realidad gracias a su
hermano, quién fue el que le mandó el candado desde los Estados
Unidos. ¿A quién se le ocurriría comprar estos camiones
rusos de gasolina?, Como tragan esos condenados, por eso tendremos libreta
de racionamiento, durante cien años mas, es que este país
está dirigido por burros.
En la cafetería solo
había agua, las dos dependientas estaban en sus puestos de trabajo,
cobraban su salario, pero no tenían nada que ofrecer a la población.
Leonel regresó sobre sus pasos y otra vez en la acera, caminó
en sentido contrario a la del camión, cruzó la calle, entonces
despacio, fue caminando mientras su mente regresaba al año 1967,
¡coño!, Por aquí vivían unas amistades de Noyo,
Francisco y Casañas, recuerdo muy bien que era una casa, en cuyo
portal ellos disfrutaban de unas agradables tertulias con sus dueños,
ya recuerdo, era aquella que tiene el 111, déjame caminar otro poco
para verle la cara a la gente, son los mismos, pero como han envejecido,
no tiene sentido que los salude, ellos solo me vieron en una oportunidad
en la cual llegué con los muchachos, sigo caminando hasta la esquina,
me parece que por allí vivían otros muchachos de esa época,
ya recuerdo, en aquella casita vivía una chamaquita que era muy
blanca, creo que ellos la llamaban Gise, no estoy muy seguro, pero creo
que unas casas mas adelante, vivía un muchacho muy flaco que se
llama, se
llama, coño, ¿cómo
se llama ese condenao?. Ya sé, igualito que un barrio de La Habana,
Juanelo ese es su nombre, el tipo era chévere y tenía de
novia a una de las muchachas mas linda de ese pueblo, ¿qué
será de toda esa gente?. Ya sé, el hombre de la casa se llama
Fermín, debe ser el que se encuentra sentado en el portal en estos
momentos, y aquella seguro que es Magaly su hija. El tiempo no perdona,
como han envejecido esa gente. Los muchachos los querían mucho,
dicen que las tierras de Fermín, eran unas de las más productivas
de aquellos tiempos, solo le dejaron dos caballerías, pero había
que verlas, sus plantones de caña tenían mas de veinte años,
pero estaban cuidadas, se debió siempre al amor que Fermín
sintió por su tierra. Entre los surcos de caña, el hombre
sembraba melones, pepinos y todo lo que pudiera arrancarle a esa generosa
tierra, sin embargo, las tierras del gobierno eran una mierda, solo producían
caguaso, tenían que quemarla casi todos los años, volver
a sembrarlas, nada, se impusieron miles de teorías, se sembraron
distintas variedades de caña, y el resultado siempre era el mismo,
todo era una mierda, como si estuviéramos condenados al fracaso,
por no oír la opinión del guajiro.
Regresaba por la misma acera,
cuando divisó a lo lejos el cartel de la funeraria, allí
debe haber café, pensó, mientras caminaba en su dirección
trataba de reconocer en vano a las personas, no tenía razón
para ello, su estancia en ese pueblo había sido muy corta, y nunca
tuvo relaciones amistosas con nadie.
Al entrar en el portal de
la funeraria, se detuvo a leer la pequeña pizarra, donde anunciaban
el nombre de los difuntos, que se encontraban velando en esos momentos,
había solo un nombre, pero uno que le llamó mucho la atención,
cual sería el misterio que llevara sus pies hasta ese lugar, donde
en esos momentos se encontrara tendido un viejo compañero del Servicio
Militar, leyó repetidamente aquel nombre que lo impactara tanto,
Primitivo Santa Cruz.
¡El Primi muerto carajo!
¿Quién lo diría? ¡Que casualidad coño!
Bueno, aquí mismo hago el tiempo que tenía pensado gastar
en este pueblo, hasta que disminuya el tráfico de la carretera,
creo que hay una razón más fuerte, en la base digo que me
rompí por el camino, y cuando me pregunten ¿por qué
no llamé?, con decirles que no funcionaban los teléfonos
es suficiente, me creerán, en este país hay que creerlo todo.
Entró en la funeraria y se dirigió hacia lo que parecía
ser la cafetería, pero su intento por pedir un café fue frenado
por un cartelito que decía: “El café solo para los dolientes”.
Regreso y buscó el salón donde se encontraba expuesto el
cadáver de Primitivo, vio a mucha gente rara, todos tenían
la cabeza cubierta, si no era por una gorra, lo era por una boina, sombrero
de pana, de yarey, etc. Todos eran mulatos y por el físico debió
suponer que eran sus hijos, se sentó en un sillón que se
encontraba desocupado casi a la entrada del saloncito, detestaba el olor
de las flores que le ponían a los muertos, entonces con la vista,
fue tratando de reconocer el parentesco de los presentes con el Primi,
todos eran cortados con la misma tijera, deben ser hermanos, las patas
bien largas y el tórax cortico, tan corto que el ano les quedaba
casi en la nuca, igualitos al bueno y noble de Primitivo, pensaba Leonel,
miren eso, si hasta tienen los dientes separados y del tamaño de
hachas, no hay dudas, esos bichos son los hijos de él.
Imbuido en esas deducciones,
le llegó el sueño que necesitaba desde hacía mucho
tiempo atrás, y sin darse cuenta se quedó dormido, no se
molestó en acercarse a la caja, siempre detestó la idea de
verle la cara de un muerto, no lo encontraba necesario.
Un hombre de sombrero de yarey se
sentó a su lado, y víctima de la curiosidad que mata a todas
las personas de los pueblos pequeños, no pudo soportar la tentación
en despertarlo, debía haber pasado quizás una media hora.
-Compay, ¿usté no es
de este pueblo verdá?- Preguntó, mientras lo zarandeaba un
poco moviéndole la pierna derecha.
-No compadre, yo vivo en Santa Marta.-
Respondió algo asustado por la forma en que fue despertado por el
curioso guajiro.
-¿Eso donde queda?-
-Es un pueblecito que está
entre Varadero y Cárdenas.-
-¿Desde allá vino al
velorio de Primitivo?-
-No, estoy aquí por pura casualidad.-
-¿Pero lo conocía,
nó?-
-Claro, pasamos el Servicio Militar
juntos en el primer llamado.-
-¡Ah! Eran algo así
como socios.-
-Mas o menos, así dicen en
La Habana.-
-¿Cómo se llama usté?-
-Yo me llamo Leonel, ¿y tú?-
-A mi me dicen el Feo, pero mi nombre
es Federico.-
-¿Lo conocías?-
-¡Claro! Cortamos mucha leña
en la ciénaga para hacer carbón.-
-¿El Primi era carbonero?-
-¡Claro! No solo el Primi,
también lo fue su padre, sus hermanos y hasta los abuelos!-
-Chico, ¿por qué la
gente de su familia lleva la cabeza cubierta estando en un velorio?-
-¿No lo sabías? El
tipo sufría una extraña obsesión por las gorras, hasta
llegó a fundar una Logia.-
-¿Una Logia?-
-Sí, la de los Caballeros
Cubiertos.-
-¡Coño, no puede ser!-
-Pues mira que sí.-
-Pero es que Caballero cubierto en
Cuba le decían a los que tenían el glande cubierto por el
prepucio.-
-Oye,¿en cual idioma me estas
hablando?, acuérdate que yo soy guajiro.-
-Para que me entiendas, los que tienen
la cabeza cubierta por ese molesto pellejito, casi siempre era debido al
abandono de los padres, que no se los echaban para atrás.-
-Ahora sí te entiendo compay,
pero al Primi no le importó nada de eso y fíjate como andan
los de su familia, no solo eso, si te acercas a la caja verás que
el tipo tiene su mejor sombrero puesto.-
-Ven acá, ¿qué
está haciéndo la familia con esa cinta tan larga que les
corre por las piernas y todos leen?-
-¡Ah! Esa cinta es la dedicatoria
de la corona.-
-Coño, ¿tan larga?-
-Eso es lo que se ha puesto de moda
aquí, como solo asignan una corona por muerto, ante las protestas
de familiares y amigos de los difuntos, que deseaban dedicarle una corona
a su ser querido, y ante la imposibilidad de satisfacer esa demanda por
falta de flores, pues, el Partido del municipio decidió utilizar
este sistema, propuesto por uno de sus militantes en este Periodo Especial,
y fíjate que ha dado sus resultados. Cada vez
que alguien gestiona una corona para
un difunto, solo le agregan el nombre a la cinta, como puedes observar,
si el personaje era muy popular, la cinta será bien larga. Hasta
ahora el record en la longitudo de la cinta, la tiene Chicho el carnicero
del barrio.-
-No lo dudo, ellos son muy populares
en este país, ¿ven acá, de que manera puedo tomar
café o algo que se le eche al estómago en este pueblo?-
-Vamos a la cafetería compay,
en definitiva tu eres otro doliente del Primi y tienes derecho a la merienda.-
Leonel se levantó para acompañarlo, pero la verdad era, que
tenía muchos deseos por deshacerse de aquel guajiro hablador, no
encontraba la forma de poder quitárselo de arriba, pero ahora esa
maniobra no le era prudente si deseaba ingerir algo. El Feo llegó
hasta el mostrador y fueron tantas las cosas que le dijo a la camarera
en menos de un minuto, que ella tampoco se resistió a sus demandas,
les despachó a cada uno un pan con croquetas, de esas que todos
conocen en Cuba, un refresco de fresa y una tasa de café, que había
pasado por Santa Clara (aguado). Regresaron al salón y aún
continuaban sus asientos desocupados, entonces el feo no se hizo de rogar
y continuó a la ofensiva en su interrogatorio, Leonel por su parte
luchaba en contra del sueño viejo, que ahora aumentaba con la digestión
de aquella croqueta Apolo 11.
-Así que usté conocía
muy bien al Primi.-
-Quién dice bien no, pero
compartimos tres años en la misma unidad Militar.-
-Pero tendrá una idea de aquella
locura por las gorras.-
-Sí, la idea la tengo, pero
ven acá, ¿aquella de la gorra de pelotero es hija de él?-
-¡Hombre claro! Esa es la mayor
de todas, se llama Sinforosa Santa Cruz, es la madre de aquellos seis vejigos
que están leyendo la cinta.-
-Coño, de verdad que todos
son feos, y aquel del sombrero de yarey con una banderita cubana, ¿también
es de la tribu?.-
-Ese es su hijo del medio, el tipo
es la candela con el hacha en la mano, hay que verlo en el monte al condenao,
ese se llama Monasterio Santa Cruz.-
-¿Y aquel de la boina verde
olivo?-
-Ese es Eleuterio Santa Cruz, se
dedica a cazar cocodrilos, creo que los bichos le temen, una vez uno lo
mordió en una pata, y fue tanta la rabia que le dio, que Eleuterio
le clavó el par de dientes de Hacha en pleno jocico al animal.-
-¡No jodas!, no puedo creerte
eso, esta gente es algo salvaje.-
-Mira, ellos son así, pero
lo que tienen de feos, lo tienen de buenos, son copia fiel del padre.-
-No lo dudo, pero la verdad es que
en feos tienen el uno.- Así, en lo que pasaba el tiempo, Federico
le iba describiendo cada pariente de la familia Santa Cruz, hasta que no
faltó ninguno, parecía que era el biógrafo de todo
ese equipo de los engorrados.
-¿Entonces me vas a contar
el dilema de Primitivo con las gorras?-
-Pues claro hombre, a quién
no mejor que a ti.-
-Entonces te pido que me esperes
unos minutos, enseguida regreso.-
-No hay problemas, de aquí
no me muevo ni hablo con nadie del asunto.- El feo salió disparado
por la puerta de la funeraria, seguido con la vista por Leonel, quién
comenzaba a sentirse atraido por este singular y raro personaje de nuestros
campos. Pocos minutos después, regresaba con una botella dentro
de un cartucho de papel, y dos laticas de lata de leche condensada, que
fueron abiertas en su totalidad para usarlas como jarros.
-Compay, ya puede usté comenzar
la historia, mientras tanto, le doy un traguito para brindar por la salud
del difunto.-
-Coño, ahora si que me has
dejado botado, ¿Cómo es eso de brindar por su salud?-
-¿No dicen las malas lenguas
que cuando uno se muere pasa a mejor vida?, entonces, brindemos para que
en esa vida el compay goze de buena salud.-
-Por cierto, no me has dicho de que
murió el hombre.-
-Ná compay, las gorras lo
llevaron hasta donde se encuentra ahora.-
-¿Cómo es eso?-
-Muy sencillo, su hermano le había
prestado la moto para hacer una diligencia, y conduciéndola a mucha
velocidad, quién te dice que el viento le tiró el ala del
sombrero sobre los ojos, justo cuando venía un camión de
frente, y ya puedes ver, se hizo mierda.- Terminando de decir estas palabras,
le sirvió un traguito del contenido de aquella botella a Leonel
en una de las laticas.
-Por la salud del Primi en la otra
vida, y ojalá que no sea tan mala como esta, porque a decir verdá;
esta es tremenda mierda.- Entonces chocaron ambas laticas ante la mirada
indiferente de los familiares, que conocían muy bien al Feo.
-Caballo, afloja un poco con las
palabras cuando hagas otro brindis, mira que no quiero líos en este
pueblo.-
-No tengas miedo compay, el que tiene
que aflojar es el otro caballo, no te preocupes, en este pueblo casi todo
el mundo es gusano, lo que pasa es que están tapiñao, el
día que pase algo, aquí no queda títere con cabeza.-
Ambos bebieron al mismo instante y Leonel hizo una extravangante mueca.
-Coño Feo, ¿qué
es lo que me has dado?-
-La bebida del pueblo compay, “Chispa
de tren”.-
-Oye, pero esta sabe a rayos, en
Cárdenas la preparan mejor que aquí.-
-Bueno, pero es lo único que
se puede conseguir en este pueblo, entonces qué, me cuentas.-
-Pues claro, mira sirve un poco mas
de esa mierda para coger impulso.- Volvieron a brindar, pero ahora la mueca
disminuyó un poco.
-Ya ves, poco a poco te acostumbras
a ella, yo todos los dias me espanto una botella de Chispa.-
-Así debes tener el hígado,
oye no se lo digas nadie, pero coño, que fea es la mujer del
Primi.-
-Compay, a que otra cosa podía
aspirar el socio con esos dos dientotes, que parecía un conejo,
mira es mas, brindemos de nuevo.- Chocaron de nuevo las laticas y otro
brindis por el muerto.
-Ahora te haré la historia
de la locura del ñampio por las gorras.-
-Arranca, que pa luego es tarde.-
-Pues, resulta que a Primitivo lo
mandaron a pasar el Servicio Militar a La Habana, fue en la carretera que
va para el Mariel, en un campo de tiro de la DAAFAR, allí solo habían
unos cincuenta reclutas, un Sargento que era bien hijo de puta, uno de
los mas grande que se ha parido en esta tierra, era Soto de apellido, teníamos
también a un Teniente, un tipo bastante flaco, creo que la pistola
que usaba, pesaba mas que él. De aquellos cincuenta reclutas, alrededor
de la mitad eran del campo, los llamados
guajiritos, yo estaba entre ellos,
porque Santa Marta es mas pequeño que este pueblo, allí no
existía agua potable, era por ello que los guajiritos siempre andábamos
sucios, no podíamos venir a la casa los fines de semana, como la
gente que vive en La Habana, esa es una cabronada que ha estado practicando
este régimen, desde que asumió el poder, dificultando de
esta manera aún mas, la vida de sus ciudadanos, fíjate ahora,
la policía de la capital, es toda de Oriente, de esta manera se
ha sembrado un odio hacia los orientales que nunca existió en nuestra
historia, pero esa táctica ya ha sido usada por otros dictadores,
un ejemplo de ello, lo fue Franco en España. Bueno me estoy apartando
del tema, el asunto es que cada vez que salíamos de pase, nosotros
lo hacíamos bien sucios y en esos tiempos, por toda La Habana habían
regado policias militares.
Pues quién te dice,
que en uno de esos pases, sorprenden a Primitivo en plena playa de Marianao,
no solamente sucio, el infeliz no tenía gorra, y por su deplorable
aspecto, se lo llevaron preso para una granja, lo condenaron a un mes de
prisión solamente por eso.-
-Coño, de verad que aquello
era un abuso con el pobre guajiro, mira vamos a brindar de nuevo, la verdad
es que se lo merece.- Sirvió de nuevo las laticas y las chocaron.-Por
que se muera el hijoputa que metió preso al Primi.- Dijo el feo
acalorado por lo que había escuchado.
-No te alteres Feo porque la cosa
no termina aquí.-
-Pues no pares, quiero saber cuantas
hijaputadas sufrió mi amigo.-
-Te cuento, que estando preso el
Primi había mantenido una buena conducta, y trabajó como
un animal para ganarse su libertad, ¿pero que le pasó?, el
destino le jugó una mala pasada, de la misma manera que nos la juega
a todos nosotros ahora, pues, llegó el día en el cual el
guajiro debía salir en libertad, y ese preciso día, al dueño
de toda esta granja de carneros se le ocurrió decir; que como tenía
lugar el inicio de la zafra azucarera, todas las libertades quedaban suspendidas.-
-¿Así como así?-
-Como lo estas oyendo, así
como así, sin mas explicación, todo porque al tipo le salió
de sus reberendos cojones tirar ese decreto, ¿qué te parece?-
-¿Cómo me va a parecer?
Una tremenda cabronada, mira, vamos a brindar para que se muera ese hijoputa.-
Volvió a llenar las laticas.
-Para que se muera el hijoputa.-Dijo
esta vez Leonel y entonces chocaron ambas latas.-Jodida suerte la del negro,
la verdad es que no es fácil meterse tanto tiempo preso por una
cabrona gorra.-
-Por eso es que el tipo estaba loco
con ese asunto, bueno, al extremo de que le costó la vida.-
-¿Sabes una cosa? Tengo que
dormirme un rato, porque dentro de poco tengo que seguir en la carretera.-
-Tira un pestañazo socio,
mientras, yo daré una vuelta por el pueblo para ver que se me pega.-
Se levantó y cuando hubo de terminar las últimas palabras,
a Leonel se le cerraron los ojos, no solamente por el cansancio que cargaba,
ahora era ayudado también por los efectos de la Chispa de tren.
En la misma posición
que lo dejó el Feo, permaneció durante mucho rato, no puede
calcular cuanto, pero durmió a piernas sueltas y hasta roncó,
mientras era observado por otro grupo de Santa Cruz, que recién
acababan de llegar. Una fuerte palmada en el
muslo lo despertó y cuando
abrió los ojos, dio un salto del sillón muy asustado.
-Compay, ¿qué haces
aquí, tu conocías a mi primo?.- Leonel no salía de
su asombro, tenía ante él a su amigo Primitivo.
-Coño, esto no puede ser,
me van a volver loco en este cabrón pueblo.- Fue todo lo que alcanzó
decir en ese momento.
-¿De qué hablas Leonel?,
soy yo viejo, el Primi.-
-Chico y, ¿quién carajo
es el que está en la caja?-
-Ese, es mi primo Primitivo.-
-Rayos, ¿no pudieron ponerle
otro nombre?-
-Es que mi padre y mi tío
no pudieron ponerse de acuerdo en medio de la ciénaga, para ver
quién le ponía el nombre de mi abuelo a sus hijos.- Leonel
le miró a las manos y le llamó la atenció la gorra
verde olivo que llevaba en ella.
-Tu eres de la Logia de los Caballeros
Cubiertos.-
-No hombre, yo no como esa mierda,
esta es la gorra por la que cumplí ocho meses preso, la traigo para
echársela en la caja a mi primo, él si estaba turbado con
este asunto, fíjate si es así, que dentro de ese ataúd
hay mas de doscientas gorras, que la gente ha donado para que se las lleve
a la otra vida, para que sea feliz.-
-Bueno, creo que me largo al carajo,
debo continuar mi viaje.-
-No te quedas para el entierro.-
-No jodas compadre, creo que ya cumplí
bastante.-
-Es cierto.- Se dieron la mano y
el Primi vió como salía de la funeraria.
Arrancó el motor del
camión a unas cuadras, cuando estuvo frente a la funeraria se bajó
con un sombrero de yarey en la mano, fue hasta la caja y la puso encima
de ella, no se despidió otra vez. La carretera seguía cargada
de bicicletas que viajaban de Amarillas hasta Calimete, todos iban sin
luz. Prendió el radio y estaban dando noticias...La flota pesquera
cubana había sobrecumplido el plan de captura para este trimestre
con 40 días de adelanto......Lo apagó de nuevo.
-Mierda, mentirosos, no hay pescado
en la calle.- ¿Carajo por qué seré tan gusano? Iniciaba
de esta manera el diálogo que siempre mantenía para no quedarse
dormido.
Con mucho afecto al Jefe de Máquinas Heriberto Hernandez, sepultado
en el día de
hoy en la ciudad de La Habana.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
26-09-1999
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